Mamá y los gemelos flotaban, reían y nadaban sin rumbo hacia el lago, hasta que apenas podían ver el muelle. El sol estaba alto y calentaba. El cielo era azul y claro. El agua estaba impecablemente fresca. Era tarde, finales de verano, y una de las últimas veces que podrían hacer esto.
Seay no tenía ni idea de qué hora era. Había nadado sin tiempo, hasta donde flotaba sin esfuerzo en el agua fresca, hasta donde ya no se sentía agobiado por la constante sensación de estar atrapado en un nivel bajo como el de la vida moderna. Allí afuera reinaba la paz, sobre todo con las orejas bajo el agua.
"Esto es maravilloso", dijo mamá. Tenía los ojos cerrados. Parecía dormida, balanceándose, solo que su boca sonreía y tenía las manos entrelazadas detrás de la cabeza. Sus pechos estaban en el agua, p
