La lengua de mamá sabía a café caliente y salado. La de Seay también. Y, sin embargo, cada uno percibía notas diferentes en la del otro. Las percibían y las saboreaban. Mamá incluso suspiró con deleite, alegría pura e inconsciente, ante lo gratificante que era amar y ser amada. Tracy se sentó y observó todo. Se mordió el labio. Su coño se puso un poco caliente y resbaladizo. No podía negarlo. Las tetas desnudas de su madre eran una belleza. La erección oculta de su hermano era otra. Estaba contenta, aliviada y emocionada. Y un poco celosa, para ser honesta. "¿Tú también lo sientes?" susurró mamá. "Sí, claro", asintió Seay. "Joder", suspiró mamá. —Mierda —asintió Seay. Yacían de lado, con las narices tocándose, las frentes brillantes, mezclando sus respiraciones. La mano de Seay vagó

