Seay suspiró con cariño, en paz, mirando a la hermosa chica desnuda que lo montaba a horcajadas. Se veía tan épica, especialmente con la luz del sol brillando a su alrededor y el techo tan cerca detrás de ella que la hacía parecer casi colosal. Sintió que su polla pegajosa se despegaba de su muslo y comenzaba a levantarse, contraerse y volver a inflarse de excitación. Estaba lista para más incesto si lo estaba. Pero ciertamente era demasiado pronto para otra aventura. Acababan de follar. El Rubicón seguía justo detrás. Seay miró el despertador, que aún estaba girado hacia él desde que Tracy lo había ajustado antes, y se quedó atónito por la hora. Espera, ¿qué demonios? ¿Cómo habían pasado ya CUARENTA minutos desde que tuvieron sexo? ¿Habían estado allí acurrucados durante CUARENTA minutos?
