Hay amores que son para toda la vida, y más allá de esta. Por alguna extraña razón este es el caso de Karla y Mark. Una atracción que surge en la oficina, pero se expande como el fuego a raíz una situación muy desafortunada, la complementa una amistad incondicional, y de pronto nace un amor que ni la muerte puede separarlos. Porque les ha unido corazón, alma y espíritu. Los ingredientes más fuertes en una relación.
Pero la vida y el destino les hace una jugada maestra y los separa. No de muy buena manera, con el paso del tiempo, y con heridas todavía no cicatrizadas es entonces cuando aparece Alan en escena. Formando un triángulo de dudas, la decisión entre lo correcto o no, además de sentimientos encontrados. Es un hombre reservado, que no muestra sus emociones porque tiene miedo de involucrarse mucho con las personas. Pero cuando Karla rompe con todos sus esquemas, se ve en la obligación de contarle el gran secreto que esconde.
Ella se siente destrozada porque piensa que Alan ha jugado con sus sentimientos, y hasta cree que es señal de que el amor no es para ella. Por eso se aleja un tiempo huyendo de la situación. Sin embargo; decide regresar. Porque recuerda las palabras que Mark le dijo una noche de pasión: Toma mi corazón.