Leonid El lunes por la mañana llego a mi oficina y me encuentro con mi asistente, quien me saluda con bastante frialdad haciéndome lanzar un gruñido ya que él que debería de estar molesto soy yo, me trae mi café como todos los días, solo que en está ocasión no se demora como de costumbre, me informa de mis juntas, el trabajo pendiente y después sale con el entrecejo fruncido, no sin antes lanzarme una mirada asesina. Así transcurre toda una semana con mi asistente quien tiene un humor de perros, ya que cada que me ve me lanza unas miradas cargadas de un odio profundo, y sé que si sus ojos fuesen dardos envenenados no dudaría en lanzármelos. —¿Se puede saber qué le sucede señorita Prati? —Pregunto cansado por su actitud, antes de que esta salga de mi oficina. —No entiendo a qué se refi

