Capítulo 013

2510 Words
- El como es relevante en esta discusión. - Las palabras de Adonis causaron que el Paolo apretara sus puños ligeramente molesto, el joven de cabello ondulado sujeto el plato de comida e su mano derecha, se sentó al lado de la mujer con la intención de alimentarla. - Lo importante, es que no tienes a donde huir. Eres un hombre inteligente, deberías saber que esconder información de este calibre a la Familia Real es un acto de traición. Traición. Escuchar esa palabra causo que su piel palideciera hasta el punto de volverse similar a las tonalidades de un fantasma. Eso significaba que su familia así como su persona serian despojados de sus títulos, riqueza e incluso dependiendo de la gravedad por el tipo de traición podrían ser decapitados con la exhibición de sus cabezas en la plaza publica principal. Paolo amaba a su familia, más de lo que se amaba a sí mismo. Debido a ese amor, el joven se arrodillo ante la mujer que descansaba en la cama, cerro sus ojos fuertemente, aclaro su garganta mientras el sudor frió bajaba por su frente. - Por favor, perdone a mi familia por mi pecado. - No planeo matarte. - Comento tranquila, sin prestarle demasiada atención mientras abría la boca para masticar un trozo de carne que le ofrecía Andrade - ¿Disculpe? - Cuestiono Cavendeshi abriendo sus ojos, levanto la cabeza para verla directamente con una mirada confundida. - ¿No va a matarme? - No. - Su respuesta fue cortante, giro su rostro para verlo mientras sentía la mano de Adonis sobre su mano derecha. - Eres extremadamente útil por tres razones: La primera es tu capacidad especial para leer la mente de los demás con un control parcial de las emociones humanas, la segunda es tu nivel de inteligencia y razonamiento, la tercera es tu habilidad en el arte de la espada pero.... - ¿Pero? - Adonis estaba interesando en saber, cuando se convirtió en su principal concubino la mujer le había dado dieciocho buenas razones para serlo. - La ultima, es que eres atractivo. - Dijo restando importancia a este hecho con una señal de sus manos. - Te ofrezco un trato esta noche, nuestro acuerdo estará amparado bajo el manto del Dios Zion, el castigo por cometer una falta a este contrato sera una muerte extremadamente dolorosa. - A medida que iba hablando, mana de color turquesa cambiante en tonalidades iba rodeando su brazo izquierdo. - Paolo te perdonare el crimen que cometiste, pero debes de trabajar bajo mis ordenes al pie de la letra, no podrás negarte a seguirlas, no podrás dudar de ellas abiertamente frente al enemigo e incluso de ser necesario morirás por mí. - ¿Qué obtendré a cambio? - Indago, no estaba dispuesto a dar su vida de tal manera si su familia correría peligro - Tu familia estará libre, se te perdonara el crimen de traición e incluso te convertirás en mi segundo concubino. Debió a este titulo podrás investigar libremente, cuidare debidamente las necesidades de tu familia y cuidad natal. - Esta era la parte que menos le interesaba a la mujer, solo quería tener a una persona útil como él a su lado, aunque el joven parecía no estar del todo convencido. Uso su ultima carta. - Tus dos hermanos menores tendrán bastante privilegios, me encargare de su educación así como lo he venido haciendo con los dos príncipes del Imperio. - En ese momento, Paolo termino de ceder. - ¿Aceptas el trato? El joven se levanto del suelo, se acerco hasta la cama, su mano izquierda sujeto la derecha de la mujer. En ese momento, las luces de la habitación empezaron a parpadear sin parar, una brisa fría abrió las ventanas de golpe, rodeando a ambos. El mana turquesa de la Emperatriz escalo hasta el codo del joven de cabello castaño, de manera lenta empezó a impregnarse en la piel de ambos causando una sensación de ardor. Fueron menos de cinco minutos. Cuando la habitación regreso a la calma habitual, las luces volvieron a funcionar y el joven Cavendenshi acerco la mano de la mujer hasta sus labios delgados para dejar un casto beso sobre sus nudillos. - Desde este momento, solamente le pertenezco a usted. - Dijo con calma, sus ojos avellanas observaron los oscuros. - Mi Emperatriz, ahora... por favor debe de recuperarse adecuadamente. En ese momento la puerta fue abierta de par en par por la hermana menor del joven heredero quien tenia un maso de carta en sus manos mientras sonreía de manera radiante junto a su hermano menor. - ¿Podemos jugar con usted, majestad? - La pequeña Ainara ignoraba lo que acaba de hacer su hermano mayor. (...) Luego de pasar un par de días más en el Territorio de Newcastle e informarle a la familia Cavendish que desde ese momento su hijo formaría parte del Harem real, los tres regresaron a la Capital donde se ubicaba el Palacio Imperial así como los centros de poder políticos y económicos de todo el país. El día siguiente de su llegada, empezaron los problemas para la mujer que debía de soportar el peso de la corona. - ¡Saluden a su Majestad! - Grito el mayordomo principal antes de abrir la puerta. Rápidamente los nobles presentes en la sala se levantaron de sus asientos para dar sus respectos. Cuando las grandes puertas de madera oscura se abrieron, dejaron ver el cuerpo esbelto de una joven de tes pálida que portaba un vestido azul claro pegado al cuerpo ocasionando que su foguera estuviera más resaltada. Su vestido portaba un escote de hombros caídos, sus mangas largas eran cubiertas por una tela trasparente de color azul con pequeñas joyas incrustadas, su espalda era visible a través de los rizos debido a un gran escote. El sonido de sus tacones resonaba por todo el lugar causando que los presentes no pudiera apartar su mirada de ella. - Es hermosa... - Susurro uno de los nobles de bajo rango que estaba al lado de Paolo quien no pudo evitar rodar los ojos. El joven de cabello castaño no negaba que la joven fue bendecida por la Diosa Rhyosin, no obstante, cuando empezaba a pensar en las acciones de la mujer para mantener su poder, dicha belleza desaparecía. - Siento envidia, porque Sir Adonis es su concubino. - Le comento uno de los nobles en sus treinta años a Cavendish, quien giro el rostro para verlo. - Escuche que tiene un nuevo concubino, lo presentara el día de hoy ¿No sientes envidia de ese hombre afortunado? - No. - Dijo de manera tajante para volver a ver al frente. La joven de cabello dorado se sentó con tranquilidad sobre su trono, las joyas de su corona se movieron a la derecha causando un sutil tintineo cuando ella movió su rostro en esa dirección para apoyarse en su mano con desinterés. - Bien, comencemos esta reunión. Adonis... - Sus ojos no eran capaces de demostrar nada, le recordaba a los nobles la acción de contemplar un abismo peligroso. - Quiero que traigas al pecador para verlo con mis propios ojos. - Si, mi señora - Comento antes de bajar las escaleras donde se encontraba el trono. Sus ojos grises distinguieron a uno de los guardias en las puertas laterales. - ¡Traigan al traidor! - ¡Si señor! El soldado abrió la puerta dejando ver a un joven de hombros anchos así como musculoso con la cabeza gacha mientras sus manos estaban atadas detrás de su espalda, su camisa blanca era simple pero se encontraba ligeramente rota así como sucia, sus pantalones cubrían hasta sus rodillas e incluso andaba descalzo. Los guardias lo empujaron hasta llegar al centro del salón frente a los nobles, quienes no dejaban de murmurear entre ellos, así como delante de la Emperatriz. Sin previo aviso uno de sus custodios lo empujo con fuerza causando que su cuerpo se viera obligado a arrodillarse llevando su cabeza cerca de las baldosas del suelo. Alexander respiro con calma, en la cárcel se había resignado a perder su vida en la orca así como les había ocurrido a sus padres. La mirada estoica de Ortswan escaneo el cuerpo contrario arrodillado, tenia que reconocer que una de sus debilidades como mujer eran los hombres musculosos, rápidamente se reprendió a si misma por desviarse de tal manera. - Así que, tú eres el soldado que dudo de mi liderazgo en el territorio de Newcastle por el hecho de ser una mujer. - Su voz era suave mientras una pequeña sonrisa inocente apareció sobre sus labios, esa sonrisa era un mal augurio para los nobles de esa sala. - Levanta tu cabeza, deseo verte el rostro. - ¿Cómo podría ver el rostro hermoso de mi Emperatriz, cuando la he ofendido de tal manera? - Su voz era ronca, similar a cuando una persona se acaba de levantar, esto causo escalofríos en la columna vertebral de la joven de cabello rizado e incluso aumento su interés sobre el chico. - ¿Te estas negando a mi orden? - Era una pregunta peligrosa - No, Majestad... - Susurro levemente. Olivia empezó a sentir curiosidad por el joven que estaba arrodillado repleto de suciedad del calabozo, este hecho no paso desapercibido por Cavendeshi quien tomo la elección de usarlo a su favor para rescatar a su viejo amigo de la infancia de una muerte trágica e injusta. Cuando el joven levanto su rostro, sus ojos con heterocromia fue lo primero que causo conmoción en los nobles mientras que en el corazón de aquella mujer surgió una profunda curiosidad. Era la primera vez que tenia delante de su persona una persona como él. La corte, aunque permaneció en silencio unos minutos, rápidamente empezó a volverse un desastre de gritos desesperados e incluso aterrorizados. El noble de bajo rango que se encontraba al lado de Paolo se levanto de su asiento para señalarlo. - ¡Señora, es un híbrido! - Lo señalo con el dedo horrorizado, mientras sus manos temblaban ligeramente. - Eso parece... - Comento la mujer mientras acariciaba su labio inferior con su dedo indice intentando recordar algo. Olivia estaba ignorando los gritos de desesperación de la nobleza, sus ojos negros sin emociones se encontraban observando atentamente esos ojos con distintas tonalidades. Los híbridos eran una mezcla entre ser humano junto a una hada de las tierras del Sur-este, fue una combinación que surgió de manera natural debido a que las hadas eran seres tímidos con los humanos pero extremadamente curiosos. Sin embargo, a pesar de este hecho recordó que cuando su hermano mayor estaba gobernando el país existía un ministro en su gabinete que fue condenado a pena de muerte por estar casado con una hada con quien tuvo un hijo que nunca fue encontrado. En ese momento, la mente de Olivia tuvo una revelación. Alexander era el hijo de ese ministro. - ¿Qué quiere hacer con él, mi señora? - Cuestiono Adonis estando al lado izquierdo del preso sin importarle los comentarios pre-juiciosos de los demás. - Paolo Cavendish. - La voz de la joven causo que los presentes se encontraran confundidos por el repentino llamado, en especial el nombrado que no logro evitar señalarse a si mismo por el giro tan repentino. - Si, tú, ven aquí. - ¿Qué demonios? - Pensó para si mismo el joven de cabello castaño. El joven levanto una de sus cejas confundido, no obstante obedeció la orden de la mujer de cabello dorado. Sin demasiada prisa, camino por el pasillo central, subió las escaleras para llegar al trono, se arrodillo ante la mujer más poderosa del momento ante la mirada atenta e incluso expectante de una muerte de los nobles presentes. Los ojos felinos de la joven observaron de manera mordaz al grupo de personas presentes, una sonrisa lobuna apareció sobre sus labios voluptuosos antes de abrirlos ligeramente para hablar con una voz seductora pero al mismo tiempo hostil. - Ustedes tenían curiosidad sobre quien seria mi próximo concubino. - El lugar se sumergió en un silencio sepulcral debido a este cambio radical de tema, era evidente la incomodidad de los presentes debido a que la mayoría se encontraba de brazos cruzados o rascándose el cuello de manera inconsciente. La sonrisa benigna en su rostro aumento, estaba segura que iban a recordar este momento debido a las amargas emociones que debían de estar experimentando. - La mayoría de ustedes, estaban ansiosos de saber quien seria mi próximo suegro debido al aumento de su poder dentro y fuera de nuestro Imperio e incluso han incomodado a mi nana entregándole papeles que demostraban que su hijo estaban a mi nivel. La mujer de cabello n***o asintió con la cabeza gacha, recordando todos los malos ratos que tuvo que pasar mientras la mujer con el peso de la corona se encontraba luchando contra la mafia de vampiros inadaptados. - ¿¡Creyeron que no iba a entrenarme de esto?! - La pregunta fue acompañada por una mirada severa junto a un tono irritado. Olivia por inercia golpeo el apoya brazos de su trono antes de levantarse quedando delante del joven Vizconde, Paolo estaba ligeramente mareado por las emociones de angustia de los presentes. Estaba empezando a sentirse sofocado, ¿Por qué las personas tenían tantos problemas para manejar sus emociones? El joven de cabello castaño estaba sintiendo el principio de un dolor de cabeza. Cavendenshi se sobresalto cuando sintió una mano suave pero al mismo tiempo fría sobre sus hombro derecho. - Levantante. La orden fue seguida rápidamente, giro sobre su propio eje encontrándose a la multitud en la sala del trono inquietos por las próximas acciones de la fémina. - Aunque me encuentre luchando al frente, cada acciones que sucede en mi Palacio llega a mis oídos. Los nobles que han estado molestando a mis damas de compañía e incluso se han atrevido a acercarse a la princesa Letizia para obtener algún tipo de información sobre la selección de los concubinos en este momento serán apresados. - Los caballeros que cuidaban el lugar, se movieron en silencio inmovilizando a los culpables contra el suelo, mientras eran observandos por Adonis de manera asesina. El hombre de ojos grises sujeto la mano derecha de la mujer levando el dorso de su mano hasta sus labios dejando un dulce beso. - Me encargare personalmente de estos nobles de bajo rango. - Dijo en voz alta causando escalofríos en los personas arrestadas. - ¡No eres la legitima Emperatriz! - Grito una de las mujeres, sus ojos divisaron con asco a la fémina que mantenía el poder, ella controlaba el juego en estos momentos. Esa era la razón de su odio. - ¡Eres una usurpadora, el Emperador Erne... ¡Ah! Las palabras de la mujer se vieron interrumpidas de manera abrupta por su propio dolor, el mana de color turquesa de Ortswan elevo la espada del soldado que la arresto, después de haber cortado su mano con una sonrisa de oreja a oreja.
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