2. Dylan

1619 Words
Dylan **** La vida era muy sencilla para mí, hasta ese día. Mi padre decía: Algún día, tendrás todo lo que quieres a tus pies. Solo que... No tengo nada. Ni el querer, ni el hacer, ni las ganas de vivir. Lo perdí todo desde el día del accidente, por ese maldito día, una parte de mí murió también. Todos mis días miserables prácticamente transcurren uno tras otro sin sentido alguno. Hay días donde paso todo el día en cama llorando, otros dónde, solo escucho música en la soledad de mi habitación. He perdido mi norte, mi sur, mi orientación. Incluso, me he perdido a mi misma. Siento caminar en un laberinto sin salida. En un túnel profundamente oscuro dónde el principal monstruo es tú propia mente. Al principio del accidente, sufría ataques de pánico, tanto que comencé a somatizar cada una de mis emociones, hasta enfermarme por varios días y quedarme en cama sin fuerza alguna. Mi hermano, Santiago a tratado de ayudarme, ha hecho lo posible para sacarme de esta tormentosa vida sin salud mental, al menos él lo llama así. Las terapias funcionaron por un tiempo. El psicólogo dijo: No puedo ayudarla si ella no quiere ayudarse. Es verdad, no quiero que me ayuden, no merezco que lo hagan, yo debí haber muerto el día del accidente junto a ellos. Cada día me culpo por eso, si yo no me fuese escapado, ellos no hubiesen ido a buscarme y no pasaría lo que pasó. Además, antes de la tragedia les dije cosas horribles, tanto que, me arrepiento en estos momentos. Guardo mis cosas, las que estoy dispuesta a llevarme sin hacerme tanto daño. En un lado tengo la maleta llena de ropa, al otro, mi cápsula del tiempo. En la cápsula ingresé recuerdos que nunca más volveré a repetir. Guardé: un cuento que le regaló mi madre. Una fotografía con mi uniforme de ballet. Me detengo por un buen rato a observar la fotografía porque ya no volveré a bailar, nunca más. El accidente me lastimó una pierna al tal punto que cojeo. La coja... me llaman algunos para referirse a mí. ¡Que dolor!. Nadie nunca debería llamar a nadie por su defecto físico, es demasiado doloroso. Gracias a Dios Santiago me sacará de este lugar, de todo lo que alguna vez fui. Quizás, irme lejos sane todas las heridas que tengo. Me llevo la cápsula del tiempo en la maleta, no puedo soltarlo, aún no. Por lo menos, esperaré hasta que deje de doler. Suspiro hondo, las lágrimas están saliendo, y no las puedo parar. Tomo bocanadas inmensas de aire para poder respirar, siento que en cualquier momento mi pecho hinchado explotará por su falta de oxígeno. Y, que los ojos se me secarán por tantas lágrimas. Inhalo, exhalo, inhalo, exhalo. Volteo y me encuentro con Santiago en la puerta, mirándome con tanta atención que se me cae el alma a los pies. Bajo la mirada. —¿Nos vamos? Él suspira frotandose la frente. Oh no. Ese gesto significa algo malo. Abrí mis ojos de par en par secando todo rastro de lágrimas en mis mejillas con el dorso de mi mano. —¿Ocurre algo?—pregunto. Santiago me mira con preocupación, inclinando una mano en la pared. Él suspira profundo. —Dylan...—vuelve a suspirar—. No te puedo llevar conmigo, por lo menos, hasta que me recupere. Mi cara se descoloca un poco. Mi mandíbula, estoy segura que cae al suelo de sorpresa. Me había mentalizado que me iría lejos de este infierno. La psicóloga lo había sugerido, irme lejos, mudarme, comenzar de nuevo. ¿Entonces? —¿¡Que!? ¿¡Por qué!?—consulto, con tal angustia que siento Miles de nudos quedarse atorados en mi garganta. Santiago camina hacia mí. Se frota está vez los ojos, las cienes, la cara. —Tengo un problema donde vivo. Debo solucionarlo antes de arrastrarte alla. Lo miró con rabia, incrédula. —¿Que problema? Lo escucho suspirar nuevamente. —Algo que no puedo decirte ahora. Que en su momento te lo diré hermanita, pero, haré todo lo posible para que estés conmigo rápidamente. Me aparto de él con los ojos llenos de lágrimas. Retrocedo unos cuantos pasitos con el pecho presionado. —¿A dónde iré?—inquiero, con las lágrimas galopando mis mejillas. Santiago trata de acercarse, consolarme, más, sin embargo, me aparto, no quiero que me consuele si no que me saque de este maldito infierno. Es la única persona que tengo, con la que puedo contar en estos momentos. —Vamos, Dylan. ¡No te pongas así! Me volteo con brusquedad. Mis ojos están llenos de ira, rabia, dolor. —¡¿CÓMO QUIERES QUE ME PONGA SI ME ESTAS ABANDONANDO?!—sin darme cuenta, estaba gritando con las lágrimas en todo el rostro. Santiago está tieso como una piedra, solo me mira con preocupación. —Dylan, no te estoy abandonando. Solo te pido tiempo. —¿Tiempo?—cuestiono—. ¿Que es tan importante que me tengas que abandonar?, y más en este momento en que... te necesito Santiago. Mi hermano mayor suspira, se gira dándome la espalda apoyando sus dos manos en la pared. —Bien. ¿Quieres saber?. Ahí va—se voltea con los ojos llenos de lágrimas—. Embarace a alguien ¿okey?. Sus papás me acusan de que quiere que responda por el bebe y ella—respira hondo—. Mi trabajo está en un hilo—hizo una miniatura con los dedos—. Acabo de perder a papá y tengo que cuidarte a tí, además, de solucionar todos los problemas de deudas que dejó mi padre. ¡Eso es todo! necesito centrarme un momento en mí para resolver toda la mierda que me ha caído encima. Debo poner en orden todo antes de arrastrarte a este desastre que tengo. Sin palabras. No digo nada. Santiago tiene razón, desde la muerte de papá, se ha encargado de todo, hasta sus deudas que sobrepasan lo esperado, el presupuesto y todo. No me detuve a pensar en sus problemas personales, en todo lo que tiene que resolver y organizar. Doy unos pasitos, lo abrazo por la cintura. Él se derrumba, por primera vez desde la tragedia lo veo llorar. —Lamento ser tan egoísta—aprieto con más fuerza el agarre. Santiago gime, llora, se arrodilla y yo lo acompaño en el dolor de una habitación vacía. Duramos así, una hora. Abrazados, consolandonos el uno al otro. Lo miro con los ojos que me duelen por tanto llorar. —Anda, resuelve tú problema. Yo, estaré bien. Él asiente con los ojos rojos, la nariz, los labios, en general, todo el rostro. Las lágrimas están por todos lados. Sus espesas cejas trepan por sus cejas mostrando algunas líneas en su frente. Las pupilas verdes están más claras de lo normal y su aspecto está desastroso. La camisa sin abotonar y un pantalón sucio. —Voy a dejarte con alguien. Solo dame 6 meses para restructurar todo. Asiento, no quiero contradecirlo. —¿Con quién? Me mira, tiene los ojos llenos de lágrimas. Se muerde el labio superior. —Con Charlie. Me aparto de un brinco de su lado buscando en sus ojos alguna broma. ¿Charlie? ¿enserio? hace años que no lo veo. Además, él me odia. Niego con la cabeza, estoy aturdida ante la idea de convivir con él. Ya de por sí, en el pasado fue un infierno. Respiro hondo. No logro articular palabra alguna. Tomo mas aire para poder hablar. —¿Él lo sabe? Santiago niega con la cabeza. —Se lo voy a decir. Tengo los ojos pelados, con las lágrimas saliendo sin detenimiento alguno. Suspiro. Me masajeo las cienes. —Él me odia—musito. —Tendras que soportarlo hasta que pueda buscarte. No confío en nadie más. —¿Confías en él? —No. Solo que es nuestro pariente más cercano. Rechino con los dientes. —Claro, nuestro hermano político. Él nunca será mi hermano Santiago, no somos ni del mismo padre, ni la misma madre. —Nuestro padre se casó con su madre. Mis cejas se alzan. Estoy secando todo el desastre de lágrimas con el dorso de mi mano. —¡Fue una pésima idea! —¡No fue nuestra elección, Dylan! lo que haya pasado, quedó en el pasado. Muerdo el interior de mi mejilla, colocando mi atención en el suelo. —¿Y, si no acepta? —Entonces, le pediré el favor a la madre de Brooke. De inmediato, como si se tratara de un resorte alzó la cabeza buscando la mirada de mi hermano, que también me está mirando. —Nooo, nooo. Ella... ella fue la que extendió el rumor, además, me llama coja. No, no. Prefiero quedarme en la calle que con ella. —Eran amigas—recordó Santiago. —Bien lo has dicho. Éramos. Ella me traicionó. Invento rumores sobre mí. No, Dios. Prefiero un millón de veces aguantar a Charlie que a ella. Por favor, con ella no Santiago, me hizo daño, demasiado. Él me mira con indulgencia. Luego, suspira, relajando las facciones. —Bien. Okey, la mamá de Brooke está descartada. Suspiro de alivio. Nos quedamos en silencio, en uno tan ensordecedor que me dieron ganas de llorar nuevamente. —¿Cuando hablaras con Charlie?—rompí el silencio. Centré mis pupilas en el suelo de madera. Santiago suspiró. —Hoy en la noche. Asiento. —¿6 meses no? —Si, solo 6 meses. Miro a mi hermano directo a los ojos. —¿Que puede pasar de malo en estos 6 meses? ***** Dejen sus comentarios. Un abrazo.
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