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1056 Words
El aeropuerto de Melbourne estaba repleto de gente de diferentes nacionalidades. Los vuelos eran más frecuentes en esa época del año. Las valijas parecían moverse solas entre los recién llegados y el ánimo de las personas allí no era más que de alegría y algarabía. De todos menos de Lola. Se había arrepentido de haber aceptado. No quería volver a mezclar las cosas, nunca le había gustado sentir las pérdidas, se había aferrado a la vida desde que tenía recuerdos, desde la primera vez que había tenido que pasar largas horas en un quirófano y su madre había pedido en voz alta que no la dejara. Recordaba esa sensación, la de estar defraudando a alguien y no le gustaba. Por eso nunca se había dejado vencer. Siempre había peleado con uñas y dientes por salir adelante, había soportado pinchazos, con lo que los odiaba, sonidos de alarmas a su alrededor y sábanas almidonadas con olor a desinfectantes. Porque así como recordaba el temor en los ojos de los que amaba, también recordaba sus sonrisas. Los peluches cada vez más enormes que le habían regalado, los cuentos, la forma en la que la habían convencido de que era una princesa… En ese momento pensó en Milo. Cuánto lo quería. Entonces unos gritos eufóricos desviaron su atención. En la puerta por la que se suponía debían llegar Miranda y Clara, un grupo de jóvenes con carteles y regalos saludaban emocionados obstruyendo cualquier intento de visión por su parte. -¡Liam! ¡Liam!- los vítores sonaron anunciando que sus temores se habían vuelto realidad. Estaba ocurriendo. El pasado había llegado para instalarse frente a sus narices y ya no tenía nada para hacer al respecto. Resignada cerró los ojos con fuerza buscando valor cuando una voz terminó de dar la estocada final. -Así que también te invitaron.- dijo la voz de León, tan profunda, tan real que el sobresalto la llevó a colocar su manos frente a su pecho como si su corazón hubiera sufrido una arritmia, en un gesto que alertó al joven transformando su mirada en esa desesperación que Lola tanto odiaba. -No me pasa nada, solo me asustaste.- le dijo y León alzó sus cejas con sorpresa. ¿Estaba enojada? ¿Por qué precisamente, si la que lo había dejado como un tonto en medio de la playa deseando muchismo más habia sido ella?, pensó indignado, justo cuando Mackender se acercaba cargando su enorme mochila y lo alcazaba por el aire, como si no pesara nada. -¡Por fin, tío… ya era hora de que nos volvamos a ver!- dijo Mack aprovechando la diferencia de sus contexturas físicas para moverlo a su antojo, en un movimiento que despertó risa en Lola. -No sabía que se frecuentaban.- dijo justo cuando el joven dejaba a León de nuevo en suelo y la estudiaba con detenimiento. -Esperá, no me digas.. Se que te conozco.- le dijo con ese carisma tan característico que había aprendido de su padre. -León, querido, que gusto verte.- los interrumpió Evens, tan alto como su hermano, algo más delgado y con una voz mucho más chillona que llegó a alertar a León para evitar sufrir un nuevo levantamiento. -Mirá Evens, ¿te acordás de ella, es la hija de Milo?- le dijo Mackender con un efusivo movimiento de brazos que llevaron a Lola a volver a caer en el temor del pasado. -No soy la hija de Milo.. bueno si lo soy pero no de verdad…- se enredó en una respuesta que en verdad debería ser sencilla. -Lola.- dijo León, al notar el cambio de su expresión. -Es Lola, la chica más divertida, ocurrente y hermosa que la vida les va a ofrecer.- agregó sorprendiendolos a todos, incluída a ella misma que tuvo que llevarse las manos a las mejillas para ocultar su nueva coloración. -Ah, bueno tío… así arrancamos..- bromeó Mack, justo cuando Miranda y Clara avanzaban con prisa chocando sus valijas entre sí para no perderse la reunión. Habían imaginado encontrar a los mellizos en el recital, pero verlos allí les había alegrado tanto que no querían perder la oportunidad de saludarlos. -Bueno si parece que Buenos Aires se mudó a Melbourne.- dijo Miranda y al verla, Mack y Evens las abrazaron como si llevaran siglos sin verlas. Habían asistido al mismo colegio y se habían visto en el pasado en alguna reunión de sus padres, pero desde que los mellizos habían hecho su ingreso a la universidad, las chicas apenas los habían cruzado, por eso estaban tan emocionadas por el recital, la idea de pasar tiempo juntos las había entusiasmado y a juzgar por el reencuentro a ellos también. -¿En qué hotel se quedan? ¿Podríamos juntarnos para cenar?- sugirió Evens y las jóvenes sonrieron como si hubieran estado esperando la invitación por siglos, pero Lola no lo hizo y León lo notó, aunque no quiso revelarlo. Ya no le costaba admitirlo, le había gustado mucho volver a encontrarla. -Chicos, hora de irse.- gritó el manager de Liam desde la multitud y los mellizos asintieron con su cabeza. -Pasenme sus números así coordinamos.- dijo Mack justo cuando el manager volvía a apurarlos. -Bueno nosotros nos quedamos en el Ritz. Busquenos allí.- sentenció sin chances de tomar su teléfono, alejándose con prisa, mientras tomaba a León del brazo. -Vamos tío, que papá quiere verte.- le dijo mientras él intercambiaba una mirada con Lola intentando transmitirle cuánto deseaba volver a verla. Pero ella no pudo sostenerle la mirada, había sido demasiado y ni siquiera había llegado a saludar a Liam. No quería volver al pasado, no quería que volviera a doler y sin embargo el destino parecía empecinado en contradecirla. -¿Qué pasa, hermana? Parece que no somos las únicas interesadas en los recién llegados..- dijo Miranda en tono jocoso, al descubrir la forma en la que se había quedado mirando a León. -No inventen… ahora piensan darme un abrazo ¿o qué?- les dijo disimulando la forma en que volver a verlo la había afectado y una vez que se vio envuelta por sus abrazos, la sensación fue tan intensa que el tiempo pareció regresar una vez más, solo que esta vez se sintió reconfortante y eso era algo que llevaba demasiado tiempo sin sentir y muy a su pesar, necesitaba mucho más de lo que había pensado
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