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1196 Words
El teléfono sonaba con insistencia. Su pantalla iluminaba toda la habitación y Lola tenía miedo de alcanzarlo. Había logrado evadir a León, no entendía el porqué, pero no la había seguido. Había alcanzado llegar hasta la habitación del hotel y aun respiraba con dificultad, cuando aquel llamado la volvió a alertar. ¿Y si tenía su teléfono? ¿Y si la estaba llamando? pensó casi temblando. Su presencia había sido demasiado intensa y su beso... ¡uff! Su beso aún mantenía el sabor sobre sus labios. La forma en la que había acariciado su cicatriz, sus manos acercandola, su torso firme y sus brazos fuertes se estaban tatuando en su memoria para no permitirle olvidarlo nunca más. Pero no podía, no se atrevía a regresar al pasado, no cuando llevaba tantos años viviendo sola, sin ataduras, sin recuerdos. -Es hora de que me devuelvas mi beso.- le había dicho y el pasado había caído sobre los dos como si el mismismo mar hubiera descargado su ira en forma de ola. Una playa, canciones sonando a lo lejos, risas, muchas risas llenando el aire cargado de sal. Y ellos, con apenas 13 y 14 años, escondidos en un médano, simulando que escapaban de Nino, pero cerca. Muy cerca. -Tenes algo en la cara.- le había mentido él y ella se había vuelto torpe intentando sacárselo. -Dejame a mí.- le había sugerido él y entonces la había tocado y ya nada había sido igual. Su roce, la forma en la que había acunado su mejilla, en la que había colocado su cabello enredado detrás de su oreja. -¿Vas a darme un beso?- le había preguntado ella, inocente pero tan desesperada porque la respuesta fuera positiva que él no había podido negarse. -Sólo si después me lo devolves.- le había respondido y antes de que pudiera siquiera reír, lo había hecho. Le había dado su primer beso, allí, en aquella playa exclusiva, con la voz de Liam cantando un tema de Elvis y las olas del mar bañando la orilla. El mejor beso de su vida… hasta ahora, pensó mientras la insistencia del aparato la llevó a tomar valor y atenderlo. -¡Por fin, Loliiii!- oyó mientras la sonrisa de Miranda aparecía en la pantalla y ella se obligaba a olvidar sus pensamientos. -Holaaaa ¿que cuenta mi hermanita?- respondió fingiendo que no había estado navegando en el pasado segundos atrás. -¡Eh y yo!- se apresuró a decir Clara, tomando el teléfono de las manos de su hermana para salir en la pantalla también. -¡Cada día más lindas ustedes!- respondió Lola. Las hijas de Blas y Maite habían crecido admirando a Lola, siempre la habían visto más grande, como un ejemplo, como todo lo que les gustaba, y la personalidad de Lola, siempre generosa y buena con los niños, solo había alimentado la relación. Les gustaba llamarse hermanas aunque no lo fueran y eran prácticamente el único nexo que le quedaba de esa vida de noches de cenas eternas y risas interminables, en las que sus padres disfrutaban de la amistad verdadera. -Escuhanos Lola, no tenemos mucho tiempo, pero sabemos que vas a decir que sí.- dijo Miranda con esos ojos desafiantes que había heredado de su padre. -¿En qué lugar del mundo estás?- le preguntó Clara, curiosa, mucho más parecida a la risueña Maite que Lola tanto recordaba. -¿Qué traman ahora? Les advierto que no voy a volver para las fiestas.- les dijo Lola que había recuperado su serenidad y ahora hablaba recostada en el sillón de la habitación. -Eso es bueno, porque no íbamos a invitarte a Buenos Aires.- dijo Clara. -¿Dónde andas?- volvió a preguntarle expectante. -En Gold Coast, pero es mi última noche aquí.- les dijo recordando que deseaba huir lo antes posible. -Eso es fantástico, es una señal, es perfecto que estés en Australia, porque no puedes negarte, entonces.- dijo Clara sonriendo y Miranda volvió a sacarle el teléfono para explicarse mejor. -No debes entender nada, yo te explico. Liam va a dar un concierto de Navidad en Melbourne, junto con otros artistas y ¿a qué no sabes quienes van a ir?- dijo con gesto expectante. -Puedo imaginarme, chicas, ya hablamos de esto.- les dijo, recordando todas las veces que las hermanas habían hablado de lo mucho que le gustaban los mellizos y ella había intentado disuadirlas, convencida de que no era bueno fomentar el reencuentro con una parte tan dolorosa de su pasado. -¡Es nuestra oportunidad! ¡Tenemos que ir! ¡Porfa!- dijo Clara con gesto gracioso. -¡Vayan! ¿Qué tengo que ver yo?- les respondió riendo divertida al ver aquella expresión. -Es que necesitamos que nos lleves. Ya sabes cómo es papá, se pone en sobreprotector y aunque yo tengo 20 años, Clara apenas llega a 18 y no nos deja ir solas, pero le dijimos que vos te ofrecías a acompañarnos y entonces puso esa cara de duda, viste cuando está enojado pero no tanto y bueno… Ahora quiere hablar con vos.- le arrojaron mientras el teléfono mostraba una imagen movida indicaba que no tenía opción. -Chicas, no. yo ,.. Chicas-- dijo con desesperación, quería irse de allí, necesitaba abandonar Australia para no volver a cruzarlo, no quería regresar al pasado, no se sentía capaz de hacerlo. -Hola Lola, ¿cómo estás después de tanto tiempo?- la voz de Blas sonó grave y seria, como siempre lo había sido, ella recordaba que le había temido un poco al principio pero que al verlo junto a Maite y en su rol de padre, el temor se había esfumado por completo. Blas era un buen hombre, serio, pero bueno. -Hola Blas, bien, acá estoy, ¿Vos?- le pregunto acomodandose en su asiento como si estuviera hablando con un profesor de escuela. -Acá estamos, con este plan de las niñas. Esto de tener que decidir solo me pone presión.- dijo y Lola lo miró con una sonrisa empática. Entendía muy bien. -Puedo cuidarlas, es solo un concierto.- le dijo alcanzada por esa fibra sensible que la hacía actuar por el bien común y el grito que oyó detrás la hizo reír. -¿Estás segura, no? Este suele ser el volumen de sus conversaciones últimamente.- dijo tapándose los oídos con exageración, mientras algo parecido a una sonrisa se dibujaba en sus labios. -Estoy segura. Me encantaría verlas de nuevo, ya pasó mucho tiempo…- dijo apagando su voz al final en un silencio que envolvió la comunicación para recordarles cómo se sentía una ausencia. -Gracias Lola, creo que a todos nos va a hacer bien.- dijo Blas tragando saliva para contener la emoción que el pasado había causado en él y Lola decidió recuperar el tono jocoso para evitar caer en la nostalgia. -Bien, hermanitas, será mejor que se pongan a empacar y que no se les olviden los alfajores de dulce de leche para esta hermana mayor.- dijo con una sonrisa que contagió a las jovencitas que ajenas a los gestos incómodos de su padre se le lanzaron encima de él para abrazarlo y besarlo como tantas veces habían visto en el pasado a su madre.
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