El teléfono sonaba con insistencia. Su pantalla iluminaba toda la habitación y Lola tenía miedo de alcanzarlo.
Había logrado evadir a León, no entendía el porqué, pero no la había seguido. Había alcanzado llegar hasta la habitación del hotel y aun respiraba con dificultad, cuando aquel llamado la volvió a alertar.
¿Y si tenía su teléfono? ¿Y si la estaba llamando? pensó casi temblando. Su presencia había sido demasiado intensa y su beso... ¡uff! Su beso aún mantenía el sabor sobre sus labios. La forma en la que había acariciado su cicatriz, sus manos acercandola, su torso firme y sus brazos fuertes se estaban tatuando en su memoria para no permitirle olvidarlo nunca más.
Pero no podía, no se atrevía a regresar al pasado, no cuando llevaba tantos años viviendo sola, sin ataduras, sin recuerdos.
-Es hora de que me devuelvas mi beso.- le había dicho y el pasado había caído sobre los dos como si el mismismo mar hubiera descargado su ira en forma de ola.
Una playa, canciones sonando a lo lejos, risas, muchas risas llenando el aire cargado de sal. Y ellos, con apenas 13 y 14 años, escondidos en un médano, simulando que escapaban de Nino, pero cerca. Muy cerca.
-Tenes algo en la cara.- le había mentido él y ella se había vuelto torpe intentando sacárselo.
-Dejame a mí.- le había sugerido él y entonces la había tocado y ya nada había sido igual.
Su roce, la forma en la que había acunado su mejilla, en la que había colocado su cabello enredado detrás de su oreja.
-¿Vas a darme un beso?- le había preguntado ella, inocente pero tan desesperada porque la respuesta fuera positiva que él no había podido negarse.
-Sólo si después me lo devolves.- le había respondido y antes de que pudiera siquiera reír, lo había hecho. Le había dado su primer beso, allí, en aquella playa exclusiva, con la voz de Liam cantando un tema de Elvis y las olas del mar bañando la orilla.
El mejor beso de su vida… hasta ahora, pensó mientras la insistencia del aparato la llevó a tomar valor y atenderlo.
-¡Por fin, Loliiii!- oyó mientras la sonrisa de Miranda aparecía en la pantalla y ella se obligaba a olvidar sus pensamientos.
-Holaaaa ¿que cuenta mi hermanita?- respondió fingiendo que no había estado navegando en el pasado segundos atrás.
-¡Eh y yo!- se apresuró a decir Clara, tomando el teléfono de las manos de su hermana para salir en la pantalla también.
-¡Cada día más lindas ustedes!- respondió Lola.
Las hijas de Blas y Maite habían crecido admirando a Lola, siempre la habían visto más grande, como un ejemplo, como todo lo que les gustaba, y la personalidad de Lola, siempre generosa y buena con los niños, solo había alimentado la relación. Les gustaba llamarse hermanas aunque no lo fueran y eran prácticamente el único nexo que le quedaba de esa vida de noches de cenas eternas y risas interminables, en las que sus padres disfrutaban de la amistad verdadera.
-Escuhanos Lola, no tenemos mucho tiempo, pero sabemos que vas a decir que sí.- dijo Miranda con esos ojos desafiantes que había heredado de su padre.
-¿En qué lugar del mundo estás?- le preguntó Clara, curiosa, mucho más parecida a la risueña Maite que Lola tanto recordaba.
-¿Qué traman ahora? Les advierto que no voy a volver para las fiestas.- les dijo Lola que había recuperado su serenidad y ahora hablaba recostada en el sillón de la habitación.
-Eso es bueno, porque no íbamos a invitarte a Buenos Aires.- dijo Clara.
-¿Dónde andas?- volvió a preguntarle expectante.
-En Gold Coast, pero es mi última noche aquí.- les dijo recordando que deseaba huir lo antes posible.
-Eso es fantástico, es una señal, es perfecto que estés en Australia, porque no puedes negarte, entonces.- dijo Clara sonriendo y Miranda volvió a sacarle el teléfono para explicarse mejor.
-No debes entender nada, yo te explico. Liam va a dar un concierto de Navidad en Melbourne, junto con otros artistas y ¿a qué no sabes quienes van a ir?- dijo con gesto expectante.
-Puedo imaginarme, chicas, ya hablamos de esto.- les dijo, recordando todas las veces que las hermanas habían hablado de lo mucho que le gustaban los mellizos y ella había intentado disuadirlas, convencida de que no era bueno fomentar el reencuentro con una parte tan dolorosa de su pasado.
-¡Es nuestra oportunidad! ¡Tenemos que ir! ¡Porfa!- dijo Clara con gesto gracioso.
-¡Vayan! ¿Qué tengo que ver yo?- les respondió riendo divertida al ver aquella expresión.
-Es que necesitamos que nos lleves. Ya sabes cómo es papá, se pone en sobreprotector y aunque yo tengo 20 años, Clara apenas llega a 18 y no nos deja ir solas, pero le dijimos que vos te ofrecías a acompañarnos y entonces puso esa cara de duda, viste cuando está enojado pero no tanto y bueno… Ahora quiere hablar con vos.- le arrojaron mientras el teléfono mostraba una imagen movida indicaba que no tenía opción.
-Chicas, no. yo ,.. Chicas-- dijo con desesperación, quería irse de allí, necesitaba abandonar Australia para no volver a cruzarlo, no quería regresar al pasado, no se sentía capaz de hacerlo.
-Hola Lola, ¿cómo estás después de tanto tiempo?- la voz de Blas sonó grave y seria, como siempre lo había sido, ella recordaba que le había temido un poco al principio pero que al verlo junto a Maite y en su rol de padre, el temor se había esfumado por completo. Blas era un buen hombre, serio, pero bueno.
-Hola Blas, bien, acá estoy, ¿Vos?- le pregunto acomodandose en su asiento como si estuviera hablando con un profesor de escuela.
-Acá estamos, con este plan de las niñas. Esto de tener que decidir solo me pone presión.- dijo y Lola lo miró con una sonrisa empática. Entendía muy bien.
-Puedo cuidarlas, es solo un concierto.- le dijo alcanzada por esa fibra sensible que la hacía actuar por el bien común y el grito que oyó detrás la hizo reír.
-¿Estás segura, no? Este suele ser el volumen de sus conversaciones últimamente.- dijo tapándose los oídos con exageración, mientras algo parecido a una sonrisa se dibujaba en sus labios.
-Estoy segura. Me encantaría verlas de nuevo, ya pasó mucho tiempo…- dijo apagando su voz al final en un silencio que envolvió la comunicación para recordarles cómo se sentía una ausencia.
-Gracias Lola, creo que a todos nos va a hacer bien.- dijo Blas tragando saliva para contener la emoción que el pasado había causado en él y Lola decidió recuperar el tono jocoso para evitar caer en la nostalgia.
-Bien, hermanitas, será mejor que se pongan a empacar y que no se les olviden los alfajores de dulce de leche para esta hermana mayor.- dijo con una sonrisa que contagió a las jovencitas que ajenas a los gestos incómodos de su padre se le lanzaron encima de él para abrazarlo y besarlo como tantas veces habían visto en el pasado a su madre.