La mochila estaba tan llena que apenas quedaba lugar para algo más. El resto de la habitación guardaba los resabios del armado de aquel equipaje y la música a alto volumen impedía oír los insistentes golpes en la puerta que terminaron por claudicar para abrirla directamente.
-¿Se puede saber por qué no atienden el teléfono?- preguntó Liam, pero rápidamente cerró sus ojos negando con su cabeza como si hubiera obtenido su respuesta.
-¿Dónde está tu hermano? Vamos a llegar tarde.- agregó resignado, mientras Mackender lo miraba con esa expresión de joven desprejuiciado que había aprendido de él mismo.
-No sé, iba a buscar algo al sótano, creo…- dijo rascando su cabeza en busca de la información que su padre le pedía.
-¿Ya prepararon todo?- volvió a preguntarle buscando una mirada que no llegó y al no obtener respuesta se llevó ambas manos a su cabeza enterrando sus dedos en su cabello, que aún estaba allí, aunque había adquirido una tonalidad grisácea que él mismo había terminado de aceptar.
-¿Mack? - insistió y su hijo lo miró con esos ojos oscuros bien abiertos, que impresionaban más grandes en el marco de su tez oscura como el azabache.
-Si, si, pa. Evens bajó su mochila y yo casi terminé con la mía, no te alteres…- le dijo con ese dejo de canción de Bob Marley que solía usar y a Liam le generaba una paradójica sensación.
Él y Cloe habían adoptado a los mellizos en uno de sus viajes a Haití cuando apenas tenían cuatro años, los niños siempre habían sido tan compañeros y dulces, que su crianza había llenado su hogar de recuerdos imborrables. Había sido una época difícil, en la que Cloe había tenido que trabajar menos y él había resignado algunas giras, pero los dos sabían que una familia era lo más deseaban y por eso habían puesto todo de sí para llevarla adelante.
Mackender y Evens, habían asistido a uno de los mejores colegios del país, se habían mostrado aplicados y responsables, hasta que la cruel adolescencia había hecho su aparición. Con los niños más grandes, Cloe había regresado a sus largas cirugías y Liam había vuelto a salir de gira, llevándolos por varias ciudades y consintiendolos demasiado. Entonces el mundo de la música, tan peligroso por momentos, había comenzado a virar el rumbo de sus pasiones y la posibilidad de seguir los pasos de su padre habían puesto en riesgo su continuidad en el camino de los estudios.
Aquellos años habían sembrado rispideces entre la pareja, que agobiada por la rutina y la falta de tiempo para encontrarse había estado al borde del derrumbe.
Pero algo mayor los unía, algo que no estaban dispuestos a dejar morir y fue justamente la valentía del pasado la que los había alentado a unirse y volver a salir adelante, como familia, con los valores que compartían, con la fuerza para enseñarles que nada es gratis en la vida y que para cumplir los sueños hay que luchar por ellos.
Y entonces un golpe certero los había alcanzado a todos. Una despedida que nadie esperaba, un adiós demasiado temprano, un recuerdo de que hay que cuidar lo que uno tiene, porque nunca se sabe lo que la vida puede traer consigo. Una ausencia que había dolido en el seno de una amistad que siempre había funcionado como ancla, como lugar seguro, como alivio. Una luz apagándose para hacer brillar la propia con mucha más intensidad, en honor a los que ya no están.
Mack y Evens tenían 21 años ahora, habían terminado sus estudios y asistían a la universidad, vivían en el campus y utilizaban sus vacaciones para acompañar a su padre, ya sea a sus conciertos o sus destinos exóticos y silenciosos. Habían desistido de la música como medio de vida, pero la apreciaban tanto como su padre y, sobre todo , habian aprendido la lección, de vivir la vida sin guardarse nada y eso era lo que más le gustaba a Liam, verlos felices, aunque en momentos como ese quisiera reprenderlos, había aprendido él mismo a relajarse. Eran jóvenes sanos que merecían un poco de diversión.
-¡Pa! Llegó Ciro.- oyó a su otro hijo desde abajo. Tomó la manija de la puerta con intenciones de marcharse, pero entonces algo llamó su atención. Las mantas de aquella cama repleta de ropa desordenada se movieron y él puso sus ojos en blanco.
-No tardes, Mack, y dejale saludos a la señorita de mi parte.- le dijo resignado, por saber que él mismo había tenido aquel compartimiento en el pasado, solo deseaba que en algún punto pudiera conocer el amor verdadero como él mismo había tenido la fortuna de conocer. Sabía que no servía de nada decirlo, que tenía que vivirlo él mismo, pero se moría por confesarle que cuando llegara, todo lo demás perdería su sabor. Y aunque uno no sepa hasta cuándo va a durar, el haberlo tenido se vuelve lo suficiente valioso.
Mack sonrió y sus dientes blancos brillaron en medio del desorden, mientras Liam cerraba por fin la puerta y bajaba las escaleras en busca de su amigo.
-¿Siempre tarde esta familia?- dijo a modo de broma señalando su reloj con gracia mientras Liam estiraba su brazo para chocar su puño en señal de saludo.
-Hola Dante. ¿Listo para romperla toda?- le preguntó al jovencito que estaba al lado de su amigo. Dante era el hijo de Ciro y Abril, tenía apenas 18 años pero muchísimo talento y era la primera vez que iba a tocar con ellos en un concierto.
El joven de cabello largo, tan rebelde como el de su padre emitió una escueta sonrisa y se limitó a chocar el puño de Liam, aunque era el mejor amigo de su padre, su figura aun lo intimidaba un poco, Liam era una estrella consagrada, una leyenda del rock, tan talentosa como su propio padre, pero con un rostro mucho más famoso.
-Todavía no puedo creer que lo hayan autorizado a venir.- dijo Liam buscando la mirada de Ciro quien puso los ojos en blando y alzó sus hombros
-Ni yo, cosas de la madre, pero hay que aprovechar sus lapsos de buen humor.- respondió justo cuando Evens se acercaba cargando su mochila enorme en el hombro.
-Hola, tío. Dante, ¿listo para romperla?- dijo con esa alegría que tanto se parecía a la de Liam y su gesto fue tan similar que todos rieron, dejándolo algo sorprendido.
-¿Qué es tan gracioso?- preguntó Evens algo indignado y Dante negó con un cabeza mientras emitía una escueta sonrisa empática.
-Hablas igual que tu papá.- le aclaró y Evens lo miró con orgullo, le gustaba parecerse a él, aunque físicamente el color de su piel, su cabello y su altura, no se parecieran, el haber crecido junto a él los había mimetizado y eso lo llenaba de orgullo, ya que no había persona que admirara más en el mundo que a sus padres.
-¿Entonces Abril sigue enojada?- le preguntó Liam a Ciro mientras comenzaban a cargar el auto.
-Vive enojada.- respondió Ciro resignado.
La seguía amando, eso era algo de lo que nunca había dudado, pero la vida los había separado, siempre habían sido tan temperamentales que sus discusiones se habían vuelto demasiado frecuentes, las distancias, los celos, la paternidad, todo había formado parte de una ebullición que ni siquiera las apasionadas reconciliaciones habían logrado salvar. Y aunque aquel golpe los había vuelto a unir, el paso del tiempo había traído de nuevo los celos que ser el guitarrista de una banda famosa, traía consigo y por eso desde hacía un par de años, habían decidido separarse. Y aunque los dos sabían que se seguían queriendo, ninguno era lo suficientemente valiente como para admitirlo primero.
-¡Ahora sí, todo listo para Australia!- gritó Mack desde la cocina, en la que había despedido a la señorita que lo había acompañado la noche anterior, avanzando con su mochila enorme colgada en la espalda.
Y con la ilusión de la juventud y la experiencia de la madurez, padres e hijos partieron en busca de una Navidad diferente, al otro lado del mundo, con la esperanza de que la adrenalina del concierto ocultara el dolor y la nostalgia de saber que la mesa no estaría completa.