Las mandíbulas de Charlene y de Elena, cuando me escucharon, se fueron casi al suelo; era algo que se podía esperar. ¿Quién en sus cinco sentidos hace semejante propuesta cuando apenas conoce a la otra persona?
—Arthur, ¿Qué tú hiciste qué?
—¿Arthur? —miré a Ryan —¡¿Acaso me mentiste con tu nombre?! No puedo creerlo, eres un idiota.
Le di una cachetada que le dejó la mejilla muy roja, no podía creer que fuera tan ingenua con alguien que acababa de conocer.
—Al parecer tengo un maldito imán para los idiotas. Pero no te preocupes, puede ser que me lluevan hombres como tú, sin embargo, no soy tan estúpida para aceptarlos.
—¿Y qué esperabas que hiciera? ¿Qué te dijera mi verdadero nombre cuando ni siquiera te conocía?
—¡Eso no fue impedimento para que me propusieras matrimonio la primera vez que cogimos! Grandísimo animal, pon tu cerebro a funcionar que buena falta te hace.
—¡Soy un hombre muy inteligente, la mayor prueba es el imperio que he forjado!
—¡Eso no significa nada, ella! —Señalé a Elena —¡Se encuentra casada con un hombre que también tiene un gran imperio, pero era un idiota a la hora de relacionarse con los demás! Pero claro, el gran Einstein piensa que la única inteligencia es la que aplica para los negocios, pues para tu información no es así.
—Ella tiene razón —Elena afirmó mientras movía su cabeza de arriba hacia abajo.
Miré que su rostro se contrajo de la rabia cuando se dio cuenta de que no tenía un argumento para defenderse. Al ver mis tacones miré que estaban rotos, la falta había quedado hecha pedazos y mis piernas se encontraban con raspones.
—Mejor me voy de aquí —tomé mi bolsa y al abrirla me encontré con el regalo —por cierto, ten, Ryan, Arthur o como sea que te llames.
Le lancé la caja y me fui de ahí mientras sostenía mis tacones rotos, cojeaba debido al dolor. No había caminado mucho cuando me alzaron en el aire.
—¡¿Qué haces?! —Miré a Arthur sosteniéndome —¡Quiero que me sueltes!
Comencé a agitarme, pero sus manos me sostuvieron con fuerza evitando que me fuera de culo al suelo.
—Deja de moverte como si fueras una lombriz, no pienso dejarte ir en ese estado. Podré ser todo lo que quieras, pero no un desgraciado que es incapaz de ayudar a una mujer herida.
Arthur me llevó a su coche y me puso con cuidado en el asiento de copiloto que se hundió al sentir mi peso y se acopló a la perfección en mi silueta.
—¿A dónde piensas llevarme? Desde ya te digo que odio los hospitales.
—Entonces te llevaré a mi hotel —él puso el seguro cuando intenté salir —no te vas a ir y menos en ese estado.
—¡Esto es un secuestro! Voy a gritar muy fuerte y te meteré en serios problemas. ¡No quiero follar contigo! Capaz y terminas diciéndome los nombres de los hijos que quieres tener conmigo.
—Deja el escándalo, por mucho que grites es imposible que se escuche o se vea algo. Ahora te digo que no eres tan deseable ante mis ojos, si piensas que con solo verte ya te quiero llevar a la cama o se me para, estás loca.
—Pues digas lo que digas, nada te impidió llevarme a la cama y debí hacer algo que te gustara para que me pidieras matrimonio después de hacerlo.
Arthur lanzó un resoplido como si fuera un toro embravecido y arrancó. Al ver al hotel que habíamos llegado me negué a bajar.
—¡No quiero entrar ahí! En este momento me voy de vuelta a mi casa.
—¿Qué sucede? Es uno de los mejores hoteles de la ciudad.
—¡No quiero entrar ahí! Ahora abre la puerta y déjame salir de aquí.
Comencé a golpear el carro, no podía creer que de todos los hoteles que hay en la ciudad me tuviera que traer aquí.
—Está bien, está bien —él quitó el seguro —Dios, pareces una niña.
Tomé mis cosas y salí del carro, pensaba tomar un taxi para ir a buscar mi coche y de ahí me iba a ir donde Elena.
—¿Leane? —La voz masculina inundó mis oídos y maldije —¿Eres tú?
Al darme la vuelta miré a Michael, genial, me preguntaba si Dios me había arrojado toda la cubeta de sal que tenía a la disposición y me arrojó a este mundo.
—¿Qué haces aquí y qué hacías bajando de ese carro? —Michael se acercó a mí y me tomó fuerte de los brazos —¡Dame una explicación, te lo exijo!
—¡Yo no te debo ninguna explicación! Tú no eres nada en mi vida y no tienes derecho a exigirme nada.
Solo miré el puño que iba directo a la cara de Michael mientras un brazo fuerte me tomaba de la cintura evitando que me cayera junto con él.
—Grandísimo idiota, ¿Qué rayos te pasa por la cabeza para tratar de esa manera a una mujer? ¡A mi mujer!
Sentí como mi corazón se aceleró, había algo en las palabras de Arthur que me hacían sentir emocionada a pesar de que también era un idiota.
—¿Cómo que tu mujer? —Michael se levantó y miró con rabia a Arthur —no tengo una puta idea de quién seas, pero ella no es tuya, sino mía.
—¡Aléjate! —Arthur lo empujó muy fuerte —no voy a permitir que te acerques a Leane, que sí, es mi mujer tal como lo has escuchado.
Arthur no esperaba que Michael lo empujará conmigo entre sus brazos, los dos nos fuimos al suelo y él trató de protegerme para evitar cualquier daño.
—¡Leane!
Cuando Michael intentó levantarme, busqué refugio en los brazos de Arthur que sin dudarlo me protegió. Él se levantó conmigo mientras me cargaba y me sorprendía la facilidad con la que lo hacía.
—No te quiero cerca de Leane, si te veo revoloteando a su alrededor, te voy a dar una lección de respeto hacia las mujeres y en especial a la mía.
Arthur me llevó de regreso a su carro y salimos del hotel de Michael, justo por eso no quería estar aquí, pero sea por fortuna o por desgracia, este era bastante popular en el medio.
—¿Dónde quieres ir? —Arthur preguntó mientras manejaba —¿Hay algún sitio en el que te sientas segura?
—Sí, mi negocio.
Le di la dirección de mi negocio y pronto estuvimos ahí. Arthur me ayudó a levantar las cortinas de metal y entramos en la estética.
—Dime en dónde tienes un botiquín —preguntó mientras me colocaba en uno de mis asientos y señalé hacia un punto —espera aquí, ya vengo.
Arthur se fue directo al botiquín y cuando lo trajo, él se quitó su saco y recogió las mangas de su camisa dejando a la vista unas venas azuladas y muy gruesas.
—No te muevas que te va a arder un poco —él colocó agua oxigenada y comenzó a soplar cuando me quejé —lamento que te lastimaran de esa manera en la cafetería, no pensé que fueran unos bestias a la hora de tratar a las mujeres.
—No te preocupes, además yo tuve culpa por iniciar la discusión.
—No digas eso —sus ojos se oscurecieron y me miraron de manera profunda —ninguna mujer tiene la culpa de ser agredida por nadie, los hombres deben de respetar sea cual sea la circunstancia.
—Siento que hay algo oculto detrás de todo eso —lo miré con interés —entiendo que te dé rabia que una mujer sea agredida, pero en definitiva puedo sentir que mi ojo de loca siente que hay algo ahí.
—Mi madre era violentada por su pareja, la golpeaba sin detenerse y hasta que ella lanzaba el último quejido era que la dejaba en paz. Cuando intentó agredirme a mí por primera vez, mi mamá no lo permitió y la asesinó delante de mí. Estuve varios días a su lado y hasta que los vecinos sintieron el olor a descomposición fue que llamaron a la policía y me encontraron viendo el cuerpo de mi progenitora podrirse delante de mis ojos.
—¿Qué? —llevé mis manos a mi boca —lo lamento demasiado, ningún niño merece vivir eso.
—No importa mucho, ya luego mi papá fue a recogerme y me llevó a vivir con él. Tenía una familia formada en la que me acogieron de tal manera que me sentí uno más, Charlene es mi media hermana, pero para ella soy su hermano de padre y de madre porque así la educaron.
—Ya veo —miré que él puso gasa en mis piernas —bueno, supongo que ha llegado el momento de que te diga quién es Michael en mi vida.
—Si tú quieres hacerlo, aunque no es necesario. Puedo ver que él se encuentra enamorado de ti, aquí la pregunta es, ¿Es Michael correspondido por completo?
—Conozco a Michael desde hace mucho tiempo, más del que llevo de conocerte a ti, supongo que siempre estuve enamorada de él, pero nuestra relación llegó a un punto en el que me desencanté de cierta manera, a pesar de eso, no he dejado de quererlo por completo…