Zek - Sangre y Fuego

2035 Words
New Orleans, Barrio Francés - 9:32 PM (Hora Local) Ezekiel Stone—"Zek" para cualquiera que lo conociera más de cinco minutos—siempre supo que era diferente. A los doce años rompió el brazo de un matón en el patio de la escuela. Literalmente lo rompió. El hueso se fracturó en tres lugares solo por el apretón de la mano de Zek. No había golpeado. No había torcido. Simplemente había agarrado el brazo que venía hacia su rostro y había apretado por instinto. El sonido había sido horrible. Como ramas secas quebrándose. A los dieciséis pudo leer textos en idiomas que nunca había estudiado. Latín, griego, arameo, acadio. Las palabras simplemente tenían sentido, como si estuvieran inscritas en algún lugar profundo de su memoria genética. A los veintiuno, conoció a su padre. No el hombre que lo había criado—Richard Stone, contador que había muerto de cáncer cuando Zek tenía ocho años. Su padre biológico. Su padre real. Baraqiel. El Ángel del Rayo. El encuentro duró exactamente treinta segundos. Baraqiel apareció en su apartamento de estudiante en Boston, lo miró con algo parecido a pena mezclada con disgusto, y dijo seis palabras antes de desaparecer en luz: "Tu existencia viola leyes antiguas. Sobrevive." Eso fue hace siete años. Zek había pasado ese tiempo haciendo exactamente lo que su padre había ordenado: sobreviviendo. Se mantenía invisible. Trabajaba en bares y restaurantes. Cambiaba de ciudad cada seis meses. Nunca usaba su fuerza real. Nunca llamaba la atención. Hasta esta noche. El bar donde trabajaba, "El Ancla Oxidada", estaba medio lleno con la mezcla usual de turistas borrachos y locales. Zek estaba detrás de la barra, limpiando vasos con movimientos automáticos, escuchando a medias la conversación de dos estudiantes universitarios. Entonces la sintió entrar. No la vio primero. La sintió. Era como si la temperatura hubiera bajado diez grados y subido diez grados simultáneamente. Como si el aire se hubiera vuelto más pesado y más ligero al mismo tiempo. Cada instinto de supervivencia que Zek poseía empezó a gritar. Peligro. Depredador. Huir. Miró hacia la puerta. Era hermosa de un modo que lastimaba la vista. Cabello n***o hasta los hombros. Ojos que eran demasiado verdes, un verde que no existía en la naturaleza. Vestido rojo que se adhería a su cuerpo como segunda piel. Y cuando sonrió al ver a Zek, él supo exactamente qué era. Demonio. Caminó hacia la barra con gracia demasiado perfecta, demasiado ensayada. Como si hubiera estudiado cómo se movían los humanos pero nunca lo hubiera sentido realmente. Se sentó frente a Zek. Su sonrisa se amplió. —Ezekiel Stone. Hijo de Baraqiel el Caído, nieto de Shamshiel el Observador, descendiente de la Quinta Generación. Has sido muy difícil de encontrar. Zek mantuvo su expresión neutral, aunque su corazón latía como martillo. —No sé de qué estás hablando. ¿Qué vas a ordenar? Ella rió. El sonido hizo que las botellas detrás de la barra vibraran. —Oh, me gusta este. Todavía pretende. ¿Cuánto tiempo has estado escondiéndote, pequeño Nephilim? ¿Siete años? ¿Ocho? Escabulléndote de ciudad en ciudad como rata asustada. —Última oportunidad. ¿Ordenas algo o te vas? —Te ofrezco algo mejor que una bebida. Te ofrezco supervivencia. Porque en aproximadamente treinta segundos, tres Guardianes Angélicos van a entrar por esa puerta. Señaló hacia la entrada sin mirar. —Y cuando descubran lo que eres—un híbrido, una abominación, una violación viviente del Pacto post-Diluvio—tu medio linaje divino no te salvará. Te purgarán. Te borrarán de la existencia como si nunca hubieras nacido. El estómago de Zek se hundió. —¿Por qué me advertirías? —Porque te necesito vivo. Mi señor te necesita vivo. La guerra ha comenzado, Ezekiel. Y los Nephilim—incluso los diluidos como tú—son fichas valiosas en el tablero. Se reclinó en su taburete. —Súmate al bando correcto y podrías no solo sobrevivir. Podrías prosperar. Poder. Riqueza. Inmortalidad completa en lugar de tu semi-mortalidad actual. —No me interesa tu guerra. —Oh, pero ya estás en ella. Mira. Contra su mejor juicio, Zek miró. Tres figuras caminaban por la calle Bourbon hacia el bar. Dos hombres y una mujer, vestidos con trajes formales negros. Se movían con propósito militar. Y aunque parecían humanos para cualquiera que los mirara, Zek podía ver lo que realmente eran. Luz contenida mal en carne. Poder que distorsionaba el aire a su alrededor. Alas plegadas en dimensiones que los ojos humanos no podían percibir. Ángeles. Guardianes. Ángeles de guerra. Venían directamente hacia este bar. Directamente hacia él. —Veinte segundos. Decide, pequeño Nephilim. Ven conmigo y vive. Quédate y descubre si tu padre te quiso lo suficiente para dejarte protecciones. Su voz se volvió más suave, casi compasiva. —Spoiler: no lo hizo. Zek sintió su sangre angelical comenzar a arder. Era sensación que había experimentado solo un puñado de veces, siempre en momentos de estrés extremo. Su linaje, normalmente dormido, respondiendo a la proximidad de verdaderos ángeles. —¿Qué quiere tu señor de mí? La demonio sonrió con genuino deleite. —Nada terrible. Solo necesitamos que sangres un poco. La sangre de Nephilim, incluso diluida cinco generaciones, tiene propiedades únicas. Puede fortalecer los Clavos de Vacío. Puede hacer que las armas que matan ángeles permanentemente sean aún más letales. —Vete a la mierda. Ella suspiró dramáticamente. —Tan predecible. Está bien. Plan B entonces. Chasqueó sus dedos. Cada humano en el bar colapsó simultáneamente. Los estudiantes. El trío de jazz. El otro bartender. Los turistas. Todos. Cayeron donde estaban en sueño instantáneo tan profundo que parecía muerte. Pero Zek podía ver que sus pechos seguían subiendo y bajando. —Ahora es privado. Última oportunidad, Ezekiel. Los ángeles están a diez segundos de distancia. Y créeme cuando digo que lo que te harán es mucho peor que unas cuantas agujas. La puerta del bar se abrió. Los tres Guardianes entraron. Sus disfraces humanos se disolvieron instantáneamente. Luz pura brilló de sus formas. Alas—no de plumas sino de luz blanca cortante—se desplegaron, llenando el espacio. Sus rostros se volvieron imposibles de mirar, cambiando constantemente entre hermosos y terribles. Sus ojos—múltiples ojos abriéndose en espiral—se fijaron en Zek. Cuando hablaron, fue al unísono perfectamente sincronizado: —NEPHILIM IDENTIFICADO. SANGRE CONTAMINADA DETECTADA. LINAJE CORRUPTO CONFIRMADO. PROTOCOLO DE PURGA AUTORIZADO. INICIANDO ELIMINACIÓN. Zek sintió su propia sangre responder. El poder que había suprimido durante siete años explotó hacia fuera en respuesta a la presencia de ángeles verdaderos. Sus ojos se encendieron dorados—no dorado suave sino dorado ardiente, furioso. Su piel comenzó a resplandecer. Sintió sus huesos fortalecerse, sus músculos expandirse, su percepción agudizarse. Su herencia angelical, negada durante tanto tiempo, finalmente libre. La demonio aplaudió con deleite, retrocediendo. —¡Oh, esto será entretenido! Bien, pequeño Nephilim. Muéstrame por qué tu sangre vale la guerra que viene. Los Guardianes levantaron sus manos. Espadas de luz blanca pura se manifestaron—tres pies de fuego santo que podía cortar no solo carne sino alma. Y Ezekiel Stone, que había pasado siete años escondiéndose, que había jurado nunca involucrarse en la guerra entre Cielo e Infierno, se encontró haciendo exactamente lo que su padre había ordenado. Sobrevivir. A cualquier costo. Gritó. No de miedo. De furia ancestral. De poder contenido demasiado tiempo finalmente liberado. El primer Guardián atacó, su espada descendiendo en arco que habría cortado a Zek en dos. Zek se movió. Más rápido de lo que nunca se había movido. Su mano alcanzó, agarrando la hoja de luz pura con su palma desnuda. Dolió. Oh Dios, dolió. Como sostener fuego blanco. Pero su sangre de Nephilim le daba resistencia que humanos normales no tenían. Torció. La espada se fracturó, explotando en fragmentos de luz que se disiparon. El Guardián retrocedió, shock visible incluso en su rostro cambiante. —IMPOSIBLE. NEPHILIM DE QUINTA GENERACIÓN NO DEBERÍA— Zek no lo dejó terminar. Se lanzó hacia adelante, su puño conectando con el centro del pecho del ángel. El impacto envió al Guardián volando hacia atrás, estrellándose contra la pared con fuerza que agrietó los ladrillos. Los otros dos atacaron simultáneamente, coordinando su asalto con precisión militar. Zek apenas evadió la primera espada. La segunda le cortó el hombro, dejando quemadura profunda que ardía con fuego celestial. Gritó, más de furia que de dolor, y barrió con su pierna, golpeando las rodillas del segundo Guardián. El ángel tropezó, y Zek aprovechó, agarrando su brazo y tirando con toda su fuerza de Nephilim. El brazo se dislocó con sonido enfermizo. El Guardián gritó—no en lenguaje humano sino en armónicos celestiales que hicieron vibrar los vasos en los estantes. El tercer Guardián lo agarró desde atrás, brazos rodeando el pecho de Zek en abrazo que habría triturado costillas humanas. —CESE. SUMISIÓN REQUERIDA. EJECUCIÓN SERÁ RÁPIDA. Zek luchó, pero el agarre era demasiado fuerte. Sintió sus costillas comenzando a ceder. Su visión se oscureció en los bordes. Entonces recordó algo. Algo que su madre le había dicho una vez, en uno de sus raros momentos de honestidad sobre su herencia. "Tu sangre es arma, Ezekiel. Cuando todo lo demás falle, recuerda eso." Zek dejó de luchar. Dejó que todo su poder fluyera hacia su sangre. La sintió calentarse, hervir, volverse incandescente. Y entonces liberó ese calor hacia afuera. Su piel brilló blanco-dorado. El Guardián que lo sostenía gritó y lo soltó, retrocediendo con manos humeantes donde había tocado a Zek. Zek giró, sus ojos ardiendo con poder que nunca había sabido que poseía. —Dijiste que mi sangre era valiosa. Déjame mostrarte por qué. Se cortó la palma con sus propios dientes, dejando que la sangre fluyera. La sangre dorada tocó el suelo y donde tocó, el piso ardió. No con fuego rojo sino con llamas doradas que se extendieron rápidamente. Los Guardianes retrocedieron, claramente no esperando esto. —ESTO NO ES... QUINTA GENERACIÓN NO DEBERÍA... ¿QUÉ ERES? —Alguien que está cansado de correr. Zek se lanzó hacia adelante, aprovechando el momento de duda. Golpeó al primer Guardián en el plexo solar. Barrió las piernas del segundo. Agarró al tercero por las alas y tiró. Las alas no se arrancaron—eran demasiado poderosas para eso—pero el dolor era claramente intenso. El bar era caos ahora. Fuego dorado ardiendo. Muebles destrozados. Las paredes agrietadas. Y en medio de todo, Zek de pie, sangrando, brillando, más vivo de lo que se había sentido en siete años. La demonio observaba desde la esquina, una expresión de fascinación en su rostro. —Interesante. Muy interesante. Parece que tu linaje es más potente de lo que los registros sugerían. Los tres Guardianes se reagruparon, claramente reconsiderando su estrategia. El líder habló, su voz menos segura ahora: —RETIRO TÁCTICO AUTORIZADO. OBJETIVO MÁS PELIGROSO DE LO ANTICIPADO. REFUERZOS REQUERIDOS. Se disolvieron en luz, desapareciendo tan rápidamente como habían aparecido. Dejando a Zek solo con la demonio y el bar lleno de humanos inconscientes. Zek se desplomó en el suelo, su adrenalina finalmente agotándose. Dolía todo. El corte en su hombro ardía. Sus costillas protestaban con cada respiración. Pero había ganado. Contra tres Guardianes. Él solo. La demonio se acercó, mirándolo con nueva apreciación. —Impresionante. Quizás mi señor estaba equivocado. Quizás vales más como aliado que como recurso. Se arrodilló junto a él. —La oferta sigue en pie, Ezekiel Stone. Únete a nosotros. O al menos, no te unas a ellos. Zek la miró a través de ojos entrecerrados. —Necesito... necesito pensar. —Por supuesto. Pero piensa rápido. Porque esos tres volverán. Con más. Y la próxima vez, no serás tan afortunado. Se puso de pie, caminando hacia las sombras. —Cuando decidas, di mi nombre tres veces. Lilith. Estaré escuchando. Se desvaneció en la oscuridad. Zek se quedó solo en el bar destruido, rodeado de personas durmiendo que despertarían sin memoria de lo que había pasado. Tenía una decisión que tomar. Seguir huyendo. O convertirse en jugador. Miró su mano sangrienta, la sangre dorada todavía brillando levemente. Después de esta noche, sabía que huir ya no era opción. La guerra lo había encontrado. Y tendría que decidir qué hacer al respecto.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD