Sarah - El Punto de Convergencia

1820 Words
Jerusalén, Túneles Bajo la Ciudad Vieja - 9:43 PM Sarah Morrison nunca había estado en Jerusalén antes. Había estudiado la ciudad durante años—su historia, su significado teológico, las capas de civilizaciones construidas unas sobre otras. Pero conocimiento académico no preparaba a nadie para la realidad de estar aquí, especialmente en los túneles antiguos que corrían bajo la Ciudad Vieja como venas bajo piel. Andromalius la había traído aquí a través de su portal de sombras. El viaje había sido nauseabundo—como ser tragada por oscuridad viviente que olía a azufre y tierra mojada. Pero había funcionado. En segundos había pasado de Boston a Jerusalén, evadiendo completamente a los Guardianes que habían estado a punto de capturarla. Ahora estaba de pie en una cámara que no había visto luz del sol en siglos, posiblemente milenios. Las paredes eran piedra sin cortar, marcada con símbolos que predataban cualquier religión moderna. Según Andromalius, este lugar había sido sagrado antes de que Abraham caminara la tierra. Antes de que el Templo de Salomón fuera construido. Antes de que alguien llamara a esta tierra "santa". —Impresionante, ¿no?—dijo el demonio, su voz resonando extrañamente en el espacio cerrado—. Los humanos construyen capas sobre capas, pensando que están creando algo nuevo. Pero lo antiguo nunca desaparece realmente. Solo se entierra más profundo. Sarah ignoró su filosofía, enfocándose en lo práctico. —Dijiste que me darías la pronunciación exacta del Nombre. Y que me ayudarías a coordinar con las otras células. Cumple tus promesas. —Tan directa. Admiro eso. Andromalius chasqueó sus dedos. Un pergamino apareció en sus manos—uno real, no manifestación mágica. Amarillento con edad, cubierto de marcas que hicieron que los ojos de Sarah dolieran al mirarlas. —Este es el Nombre en su forma escrita. Pero necesitas entender—las palabras escritas son solo aproximación. El Nombre real existe en frecuencias que lenguaje humano normal no puede capturar. Le pasó el pergamino a Sarah. Ella lo desplegó cuidadosamente, estudiando los símbolos. Diecisiete sílabas. Pero cada una era compleja, compuesta de múltiples sonidos superpuestos. Su mente trató de darles sentido, de encontrar paralelos en idiomas que conocía. No había ninguno. —¿Cómo se supone que pronuncie esto? —Práctica. Y un poco de ayuda. Andromalius colocó un dedo en su frente. Sarah retrocedió instintivamente, pero él fue más rápido. El contacto duró solo un segundo, pero en ese segundo algo fluyó de él a ella. Conocimiento. No en palabras sino en comprensión directa. Cómo doblar su garganta. Qué armónicos crear. Cómo superponer múltiples frecuencias simultáneamente. Sarah jadeó cuando se retiró, tambaleándose. —¿Qué... qué acabas de hacer? —Te di lo que ningún libro puede enseñar. Memoria muscular directa. Tu cuerpo ahora sabe cómo pronunciar el Nombre, incluso si tu mente todavía está procesando. Sarah trató de hablar, y para su sorpresa, su garganta se movió en maneras que nunca había hecho antes. Sonidos que ningún humano debería poder producir emergieron. No el Nombre completo—eso requeriría concentración completa—pero fragmentos de él. Suficiente para saber que funcionaba. —¿Y las otras células? —Ya arreglado. Andromalius sacó un dispositivo que parecía tecnología moderna pero pulsaba con energía que definitivamente no lo era. —Comunicador. Conectado a cada uno de los dieciséis otros líderes de célula. Cuando sea momento, presionas este botón, y todos escucharán el conteo. Coordinación perfecta. —¿Por qué haces esto? Realmente. No me des filosofía sobre libertad o caos. ¿Qué ganas tú personalmente? Andromalius consideró la pregunta, sus ojos negros ilegibles. —¿Honestidad? Estoy cansado. Cansado de la jerarquía del Infierno tanto como supongo que estás cansada de las mentiras del Cielo. He servido a Lucifer durante eones. He seguido sus planes, ejecutado sus órdenes, jugado mi rol en su guerra eterna contra el Creador. Caminó hacia las paredes, trazando uno de los símbolos antiguos. —Pero esta guerra nunca termina. No puede terminar. Porque ambos lados necesitan al otro para existir. El Cielo necesita al Infierno como contraste, como recordatorio de qué rechazar. El Infierno necesita al Cielo como objetivo, como razón para rebelarse. Es ciclo perpetuo, y todos nosotros—ángeles, demonios, humanos—somos solo piezas en él. —Así que quieres terminar el juego completamente. —Exacto. Pronuncias el Nombre. El Tohu despierta. La creación del Demiurgo se deshace. Y en el caos que sigue... Sonrió. —Quién sabe qué podría emerger. Quizás algo mejor. Quizás nada. Cualquiera es preferible a esta existencia estancada. Un sonido interrumpió su conversación. Pisadas. Viniendo de los túneles más profundos. Sarah tensó, pero Andromalius levantó una mano tranquilizadora. —Esperado. Convoqué a alguien que querías conocer. Una figura emergió de las sombras. Alto. Demasiado alto. Piel como arcilla seca. Ojos completamente blancos. Un Adamah Rishon. —Sarah Morrison—la criatura habló con voz como piedras moliendo—. Líder de los Gnósticos Renacidos. La que busca deshacer la creación imperfecta. —¿Quién eres? —Puedes llamarme Shamash. Fui uno de los primeros creados. Uno de los primeros descartados. Y ahora, uno de los primeros liberados. Shamash se acercó, estudiándola con esos ojos terribles. —Andromalius dice que tienes el conocimiento. El Nombre que precede todos los nombres. El sonido que deshace. —Lo tengo. —Bien. Porque nosotros—los Olvidados—hemos esperado eones para esto. Cuando pronuncies el Nombre, cuando el Tohu responda, finalmente seremos vengados. —Esto no es sobre venganza—protestó Sarah—. Es sobre liberación. Sobre terminar una existencia fundamentalmente defectuosa. —¿Y cuál es la diferencia?—preguntó Shamash—. ¿Venganza contra el Demiurgo o liberación de su creación? Ambas terminan con el mismo resultado. Su orden deshecho. Su control roto. Sarah no tenía respuesta. Porque quizás el Adamah tenía razón. Quizás sus motivaciones filosóficas eran solo venganza disfrazada de ideología elevada. ¿Importaba si el resultado era el mismo? Andromalius verificó un dispositivo en su muñeca—reloj, pero con marcaciones que no medían tiempo de manera convencional. —Cuatro horas hasta la ventana óptima. Las otras células están en posición. Todos están esperando tu señal. —¿Qué hay de interferencia? Dijiste que te asegurarías de que los ángeles no interrumpieran. —Ya en marcha. Hemos establecido... distracciones. Múltiples ataques demoníacos en diferentes ciudades. Los Guardianes están dispersos, respondiendo a amenazas en todo el mundo. Para cuando se den cuenta de que el verdadero objetivo es aquí... Sonrió. —Será demasiado tarde. Sarah sintió peso de lo que estaba a punto de hacer finalmente hundiéndose. Cuatro horas. En cuatro horas, comenzaría un proceso que terminaría con toda la existencia tal como la conocía. Cada humano. Cada animal. Cada planta. Cada átomo de materia organizada. Todo deshecho. Todo devuelto a caos primordial. —¿Y nosotros?—preguntó—. Los que pronunciamos el Nombre. ¿Qué nos sucede? —Honestamente, no lo sé—admitió Andromalius—. Algunos textos sugieren que los que llaman al Tohu se convierten en parte de él. Otros sugieren que simplemente dejan de existir. Y algunos... Hizo una pausa. —Algunos sugieren que se convierten en algo nuevo. Primera consciencia en el caos restaurado. Dioses del nuevo desorden. —¿Cuál crees tú? —Creo que no importa. Cualquiera es mejor que continuar como somos. Shamash habló nuevamente: —En las horas antes del ritual, deberías descansar. Pronunciar el Nombre requerirá cada gramo de tu fuerza. Tu concentración debe ser perfecta. Señaló una cámara lateral que Sarah no había notado. —Hemos preparado espacio. Silencioso. Protegido. Nada te molestará allí. Sarah asintió, de repente consciente de cuán exhausta estaba. No había dormido apropiadamente en tres días. El escape de su oficina, el viaje a través del portal de sombras de Andromalius, el estrés de coordinar con las células—todo la había drenado. —Cuatro horas—repitió—. Me despertarás treinta minutos antes. —Por supuesto. Sarah se movió hacia la cámara lateral. Antes de entrar, se volvió hacia atrás. —Si esto es trampa. Si me traicionas... —Entonces habremos perdido nuestra única oportunidad de terminar el juego—terminó Andromalius—. No soy estúpido, Doctora Morrison. Necesito que esto funcione tanto como tú. Sarah entró en la cámara. Era simple—jergón en el suelo, una vela proporcionando luz tenue. Pero las paredes estaban cubiertas de símbolos de protección. Incluso podía sentir su poder, mantener fuera influencias no deseadas. Se recostó, tratando de acallar su mente. En cuatro horas, cambiaría todo. En cuatro horas, toda pregunta sobre significado, propósito, existencia sería irrelevante. En cuatro horas, el universo aprendería qué significaba existir sin orden. Sarah cerró sus ojos, pero el sueño no venía fácilmente. Porque parte de ella—una parte pequeña pero creciente—se preguntaba si realmente estaba lista para esto. Si alguien tenía derecho de tomar esta decisión por toda la existencia. Si terminar un universo defectuoso era realmente mejor que tratar de arreglarlo. Pero era demasiado tarde para dudas. Las células estaban en posición. El Nombre estaba aprendido. La ventana se estaba abriendo. Todo lo que quedaba era pronunciar las palabras. Y dejar que el caos reclame lo que siempre había sido suyo. En la cámara principal, Andromalius y Shamash intercambiaron miradas. —¿Crees que sospecha?—preguntó Shamash. —Posiblemente. Los humanos son más perceptivos de lo que los demonios usualmente acreditan. Pero no importa. Está comprometida. Ha llegado demasiado lejos para retirarse. —¿Y después? Cuando el Nombre sea pronunciado, cuando el Tohu despierte, cuando la creación comience a deshacerse... —Entonces implementamos la Fase Tres—dijo Andromalius—. La parte que ninguno de los Gnósticos conoce. La parte que ni siquiera Lucifer comprende completamente. —Lo cual es... —Nosotros no simplemente liberamos al Tohu. Lo controlamos. Los Adamah fueron creados del caos primordial. Llevan su esencia en sus huesos. Y con suficientes de ustedes posicionados en los puntos correctos... Andromalius sonrió. —Podemos dirigir el caos. Dar forma. Convertirse no en siervos del nuevo desorden sino en sus arquitectos. —¿Dioses? —Algo así. O cerca suficiente. Shamash consideró esto, luego asintió lentamente. —El Demiurgo nos hizo para ser guardianes de su Jardín. Nos descartó como fracasos. Pero quizás tenía razón sobre una cosa. —¿Cuál? —Nosotros fuimos hechos para ser guardianes. Solo... de un jardín diferente. Uno que nosotros mismos cultivaremos. En la cámara lateral, Sarah se durmió finalmente, sin saber que había más capas en este plan de las que cualquiera le había revelado. Sin saber que todos—ángeles, demonios, Adamah, humanos—estaban siendo jugados en juego donde las reglas cambiaban constantemente. Sin saber que el verdadero precio del Nombre podría ser más de lo que cualquiera había negociado. El reloj avanzaba. Cuatro horas hasta el fin. O hasta el comienzo. Dependía de qué lado del caos estuvieras.
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