Sarah - Convergencia

2135 Words
Boston, MIT Campus - 2:34 PM Sarah Morrison había enseñado la misma clase—Textos Gnósticos 301—durante seis años. Normalmente, podía dar la conferencia en piloto automático, su mente libre para enfocarse en asuntos más importantes mientras su boca recitaba información sobre el Evangelio de Tomás y los manuscritos de Nag Hammadi. Hoy no podía concentrarse en nada. Veintitrés estudiantes sentados frente a ella, tomando notas diligentemente, sin idea de que su profesora había pasado la noche anterior coordinando el fin potencial de la existencia. —El concepto gnóstico del Demiurgo—estaba diciendo, su voz sonando extraña incluso a sus propios oídos—es fundamental para entender por qué estos textos fueron suprimidos. La idea de que el Dios del Antiguo Testamento no era el verdadero Dios divino sino un creador menor, imperfecto, incluso malévolo... Su teléfono vibró en su bolsillo. Luego otra vez. Y otra vez. Seis veces en rápida sucesión. Señal de emergencia. Código que significaba: contacto inmediato requerido. —Disculpen. Necesito atender esto. Lean el capítulo siete para el jueves. Clase terminada. Ignorando las miradas confundidas, Sarah salió rápidamente del aula. En el pasillo, sacó su teléfono. Su corazón latía con un ritmo de fuga contra su costilla. Cada vibración del teléfono sentía como el latigazo de un temporizador acercándose a cero. Dieciocho mensajes. Todos de diferentes líderes de célula. El primero era de Heinrich en Berlín: "Contacto perdido con célula de Londres. Última transmisión mencionó 'ángeles'. No responden." El segundo, de Yuki en Tokio: "Dos de nuestros miembros desaparecieron anoche. Sus apartamentos completamente vacíos. Como si nunca hubieran existido." El tercero, de Carlos en Ciudad de México: "URGENTE: Detectamos actividad angelical cerca de nuestro sitio de preparación en Teotihuacán. Creemos que saben." Sarah sintió su pulso acelerarse. Caminó rápidamente hacia su oficina, cerrando la puerta con llave detrás de ella. Marcó el número encriptado que solo los líderes de célula conocían. Una conferencia segura que se conectaría automáticamente con los otros dieciséis. La llamada se conectó. Múltiples ventanas de video aparecieron en la pantalla de su laptop. Rostros de todo el mundo—algunos en oficinas, algunos en casas, uno aparentemente en un auto. —Informe—dijo Sarah sin preámbulos—. ¿Qué tan comprometidos estamos? Heinrich habló primero, su alemán pesadamente acentuado: —Londres está oscura. Completamente. Siete miembros, incluyendo el líder de célula, sin contacto desde hace catorce horas. Envié a alguien a verificar físicamente. Sus ubicaciones están... limpias. Demasiado limpias. Como si alguien hubiera borrado cualquier evidencia de que alguna vez estuvieron allí. —Tokio similar—añadió Yuki—. Pero nosotros tenemos algo más. Encontramos esto en el apartamento de uno de los desaparecidos. Sostuvo un papel frente a la cámara. Sarah tuvo que entrecerrar los ojos para ver los detalles, pero el símbolo era inconfundible. Una espada flamígera. El sello de los Guardianes Angélicos. —Están cazándonos—murmuró Sarah—. Sistemáticamente. —¿Cómo?—Carlos se inclinó hacia su cámara—. Hemos sido cuidadosos. Nuestras comunicaciones están encriptadas. Nuestros miembros operan en células aisladas. No hay manera de que pudieran conectar todos los puntos. —A menos que alguien hablara—sugirió una voz nueva. Era Fatima de El Cairo, su tono acusatorio—. A menos que uno de nosotros fuera comprometido. —Nadie habló—Sarah mantuvo su voz firme—. Los Guardianes no necesitan interrogatorios para extraer información. Si capturaron a alguien, podrían simplemente leer sus memorias. Cada cara que conocían. Cada ubicación que visitaron. Todo. El silencio cayó sobre la llamada mientras todos procesaban las implicaciones. —Entonces estamos expuestos—dijo Heinrich finalmente—. Todos nosotros. —No necesariamente—Sarah abrió un archivo en su laptop—. Los miembros capturados conocían sus propias células, sí. Pero nuestro protocolo de compartimentación significa que no conocían las ubicaciones exactas de los otros sitios de preparación. No conocían los tiempos exactos. Y lo más importante... Hizo una pausa, eligiendo sus palabras cuidadosamente. —No conocían el Nombre completo. Solo yo tengo la traducción completa de la tableta. —Lo que te convierte en el objetivo primario—señaló Yuki—. Si te capturan... —No lo harán. Ya he tomado precauciones. Sarah tocó el collar que había estado usando toda la semana. Parecía una joya simple, pero contenía algo mucho más valioso: una cápsula con veneno de acción rápida. Si la situación se volvía desesperada, preferiría morir antes que permitir que los ángeles extrajeran el Nombre de su mente. —El problema más grande—continuó—es el timing. Originalmente planeábamos esperar dos semanas para la alineación planetaria óptima. Pero si los Guardianes están cazándonos activamente, podríamos no tener dos semanas. —¿Qué estás sugiriendo?—preguntó Carlos. —Acelerar el cronograma. Los sellos ya están debilitándose más rápido de lo anticipado gracias a lo que sea que Lucifer esté haciendo. La ventana se está abriendo antes de lo esperado. Sarah abrió otro archivo—cálculos astronómicos y mediciones de energía que había estado monitoreando. —Según mis lecturas, tendremos una ventana utilizable en setenta y dos horas. No óptima, pero suficiente. Si coordinamos y pronunciamos el Nombre en ese momento, debería funcionar. —¿Debería?—Fatima no sonaba convencida—. ¿Estás apostando el éxito de cien años de planificación en 'debería'? —Estoy apostando en 'hacer el intento antes de que todos seamos capturados y no tengamos oportunidad en absoluto'. Sarah dejó que eso se asimilara. —Voto. Los que estén a favor de acelerar a setenta y dos horas, levanten la mano. Una por una, las manos se levantaron en las pantallas. Algunos más rápido que otros. Algunos con clara renuencia. Pero eventualmente, todos excepto uno. Fatima mantuvo sus manos cruzadas. —Esto es apresurado. Imprudente. No es como lo planeamos. —Lo sé—Sarah la encontró con la mirada a través de la cámara—. Pero los planes cambian. Nos adaptamos o fallamos. ¿Estás dentro o fuera? Un largo momento de silencio. Luego Fatima suspiró. —Dentro. Pero que conste mi objeción. —Anotada. Bien. Todos tienen sus asignaciones. Lleguen a sus sitios dentro de cuarenta y ocho horas. Eso les da veinticuatro horas para preparación final antes de la ventana. Sarah comenzó a enumerar: —Heinrich, Stonehenge. Yuki, Monte Fuji. Carlos, Teotihuacán. Fatima, Giza. El resto ya conocen sus ubicaciones. Usen las rutas de viaje que practicamos. No tomen vuelos directos. Varíen sus patrones. Asuman que están siendo vigilados. —¿Y tú?—preguntó Yuki—. ¿Cuál es tu sitio? —El que nadie más puede hacer. El punto central donde todos los demás convergen energéticamente. Sarah había guardado esta información hasta ahora, incluso de los otros líderes de célula. —Jerusalén. La Cúpula de la Roca. El lugar donde Abraham casi sacrificó a Isaac. Donde el Templo de Salomón se levantó. El punto más disputado espiritualmente en la Tierra. —Eso es suicidio—protestó Heinrich—. Jerusalén está plagada de Custodios. Ángeles. Incluso algunos Nephilim según rumores. Es el lugar más vigilado del planeta. —Exactamente por eso es el punto de anclaje perfecto. Toda esa energía en conflicto, todas esas líneas ley cruzándose, todo ese significado histórico y espiritual. Cuando pronunciemos el Nombre simultáneamente, necesitamos un conductor. Jerusalén es ese conductor. Sarah cerró su laptop. —Setenta y dos horas. Prepárense. Y si alguien es capturado antes del ritual... No necesitó terminar la oración. Todos entendían. Todos llevaban las mismas cápsulas que ella. La llamada terminó. Las pantallas se oscurecieron. Sarah se reclinó en su silla, cerrando sus ojos. Setenta y dos horas. Tres días. En tres días, pronunciarían el Nombre del Tohu desde diecisiete sitios simultáneamente. En tres días, intentarían deshacer los cimientos mismos de la realidad. En tres días, lograrían lo que ninguna generación anterior de Gnósticos había logrado, o morirían en el intento. Probablemente ambos, pensó Sarah con oscuro humor. Su teléfono sonó. Número desconocido. Sarah casi no contestó, pero algo la impulsó a hacerlo. —¿Hola? —Doctora Morrison. Qué placer finalmente hablar con usted directamente. La voz era masculina, educada, con acento que no podía ubicar. Pero algo en su tono hizo que cada instinto de supervivencia de Sarah gritara. —¿Quién es? —Un admirador de su trabajo. Su tesis sobre el Demiurgo fue fascinante. Particularmente su argumento de que el Dios del Antiguo Testamento era fundamentalmente diferente del Dios del Nuevo. Sarah sintió su mano moverse instintivamente hacia su collar, dedos rozando la cápsula de veneno. —No discuto teología con extraños. —Por supuesto que no. Pero discuto supervivencia, ¿sí? Y me gustaría ofrecerle algo que podría encontrar valioso. —No estoy interesada. —Ni siquiera ha escuchado la oferta. Qué descortés. El hombre rió suavemente. —Sé sobre los diecisiete sitios. Sé sobre el Nombre. Sé que aceleró su cronograma a setenta y dos horas porque los Guardianes están cazando a sus miembros. Sarah sintió su sangre enfriarse. —¿Quién demonios eres? —Alguien que también desea ver la creación actual... terminada. Pero por razones diferentes de las suyas. Verá, Doctora Morrison, usted y sus Gnósticos quieren deshacer el universo del Demiurgo. Nosotros simplemente queremos reconstruirlo bajo nueva gestión. —Lucifer. No era pregunta. Era reconocimiento. —Oh no. Yo simplemente trabajo para él. Mi nombre es Andromalius. Duque de los Ladrones y Descubridor de Tesoros Escondidos. Y acabo de descubrir su tesoro más preciado. Sarah se puso de pie, ya moviéndose hacia la puerta de su oficina. —¿Qué quieres? —Cooperación. Usted pronuncia el Nombre como planeó. Nosotros nos aseguramos de que los ángeles no interfieran. Todos ganan. Bueno, todos excepto el actual orden de existencia, pero ese es el punto, ¿no? —¿Por qué ayudarías? Pronunciar el Nombre deshará todo. Incluyendo el Infierno. Incluyendo los demonios. —Ah, pero ahí es donde se equivoca. El Nombre deshará la creación del Demiurgo. Pero nosotros existíamos antes de esa creación. El caos primordial es nuestro hogar. Cuando el Tohu sea liberado, cuando el orden colapse de vuelta en caos... Andromalius hizo una pausa, su voz volviéndose casi soñadora. —Seremos libres. Verdaderamente libres. No más jerarquías. No más guerra. Solo existencia pura en caos puro. —Estás loco. —Posiblemente. Pero también soy pragmático. Y pragmáticamente hablando, necesita nuestra ayuda. Porque en este preciso momento, tres Guardianes están convergiendo en su ubicación. Saben dónde está. Vienen a capturarla. Como si lo hubiera conjurado, Sarah escuchó algo. Pasos en el pasillo fuera de su oficina. Demasiado pesados para ser estudiantes. Demasiado deliberados para ser personal. —¿Cómo...? —Rastreamos su llamada encriptada. Bastante ingenioso su sistema, debo admitir. Nos tomó casi quince minutos romper el cifrado. Pero quince minutos fue suficiente. Los pasos se detuvieron fuera de su puerta. —Última oportunidad, Doctora Morrison. Acepta mi ayuda o enfrenta captura. Los Guardianes no serán amables. Leerán cada pensamiento en tu cabeza. Extraerán cada secreto. Y entonces todos tus años de trabajo serán por nada. Sarah miró alrededor de su oficina frenéticamente. Una ventana—tres pisos arriba, no viable. Una puerta—bloqueada por lo que fuera que estuviera afuera. Sus dedos encontraron el collar. La cápsula de veneno. Una salida. Permanente. —Puedo sentir tu indecisión—dijo Andromalius—. Déjame endulzar la oferta. Dime que sí, y te sacaré de ahí ahora mismo. Transportación instantánea a ubicación segura. Y además... Hizo una pausa dramática. —Te daré información que ninguno de tus académicos podría proporcionar. La pronunciación EXACTA del Nombre. Cada matiz. Cada armónico. Porque verás, nosotros conocíamos el Tohu cuando tenía nombre. Antes de que fuera aprisionado. La puerta de su oficina comenzó a brillar. Símbolos apareciendo en la madera. Los mismos símbolos que había visto en las fotos de las células comprometidas. —Cinco segundos, Doctora. Luego estarás sola con ángeles muy enojados. Sarah cerró sus ojos. Tres días. Solo necesitaba sobrevivir tres días más. —Está bien. Ayúdame. Pero si me traicionas... —Por favor. Traicionar implica lealtad previa. Simplemente somos socios mutuamente convenientes. Las sombras en la esquina de su oficina se profundizaron, volviéndose sólidas, formando portal. —Entra. Ahora. Sarah no se permitió pensar. Solo actuó. Se lanzó hacia las sombras justo cuando su puerta explotaba hacia adentro. Lo último que vio antes de que la oscuridad la tragara fue tres figuras en la entrada, brillando con luz celestial, sus rostros cambiando entre humanos y algo mucho más terrible. Y entonces estaba cayendo a través de oscuridad que olía a azufre y promesas rotas. Cayendo hacia una alianza que probablemente la condenaría. Pero al menos todavía estaba viva. Al menos todavía podía pronunciar el Nombre. Y eso, decidió mientras caía, era lo único que importaba.
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