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1546 Words
3 “ Me has salvado la vida, Abigail”, dijo Rachel apenas llegó de Powell’s donde había ido por un almuerzo rápido al día siguiente. “ Lo sé”, respondió Abigail feliz de haber hecho algo bien. Estimaba a Rachel como profesional y como persona porque era siempre honesta, correcta y responsable, incluso si a menudo no tenía tacto, pero no lo hacía a propósito. Ella era así. Durante esos meses, incluso si la había mantenido a distancia, había aprendido a conocerla y a apreciarla. Cientos de veces habría querido ir a presentarse, pero el miedo había prevalecido y jamás había osado acercarse. Sin embargo, cuando había escuchado una conversación de Mara Herlex en la que admitía que saboteaba el trabajo de Rachel, había decidido hacer algo. Cada día, durante la hora del almuerzo, había ido a la oficina de Rachel a copiar su trabajo en ese pendrive, sabiendo que en algún momento habría sido útil. ¡Y no se había equivocado! Lo había hecho por Rachel porque no se merecía ese desprecio y, por ella misma que ya no soportaba más las humillaciones de Mara e incluso por la Carter House porque no estaba pasando un buen período y ciertas venganzas y mezquindades sólo habrían conseguido dañar aún más a la editorial. “ ¡Y me enamoré!”, exclamó Rachel riendo. “ ¡Lo sabía! ¿De quién?” “ De todos. Incluido Norman.” “ Qué lástima que estén todos fuera de juego.” “ ¿Los seis?” “ Sí.” “ ¿También Norman? Yo sé que él está soltero.” “ Sí, pero tiene cincuenta y seis años, ¡vamos! ¡Podría ser nuestro padre!” Rachel se quedó sin habla porque sabía que era verdad. Ella también se lo repetía a sí misma. Treinta y dos años de diferencia no eran pocos. “ ¿Qué me puedes decir de sus hijos? ¿Y por qué están todo fuera de juego?”, preguntó Rachel. “ ¡Yo sé todo! Pregúntame todo lo que quieras.” “ ¿Quieres hablar de Darius?” “ Darius... Dios mío, sólo pensar en él me da ganas de tirarme en un chocolate caliente. ¡Y esos ojos! Tienes que saber que Darius es hijo de Norman y de una nigeriana, activista de los derechos civiles. La Carter House ha publicado dos libros de esa mujer. Se dice que Norman fue a Nigeria para conocerla y proponerle un contrato con la editorial, pero que se enamoró. Estuvieron casados algunos años. Hace treinta y dos años nació Darius, pero después de eso se separaron. Darius se quedó con la madre, pero tiene una muy buena relación con ambos. Norman quería dejarle a él su herencia de la Carter House, pero Darius prefirió ser bombero aquí en Portland y hace dos años se casó con una bruja que lo usa como un trofeo a exhibir y sólo viene aquí para pedirle dinero al suegro, después de que su centro de estética quebró.” “ Oh, ya entendí: Darius está fuera de la liga, ¿pero Justin? Es demasiado lindo con ese aire alegre.” “ Justin tiene catorce años, Rachel”, la detuvo de inmediato Abigail. “ Tuve fantasías sexuales con un menor de edad. ¡Soy una pervertida!”, se dio cuenta Rachel con las mejillas rojas por la vergüenza. “ Le daba dieciocho”, intentó justificarse la muchacha. “ No eres la única que lo ha pensado, pero te puedo asegurar que Justin sólo es un adolescente. Norman y la madre de Justin se separaron el año pasado. Ella es búlgara y se dice que usó a Norman sólo para tener la Green card. No sé si es verdad, pero Norman había ido a la Feria Internacional del Libro de Sofía y volvió a Estados Unidos con ella. Sólo sé eso y que después del nacimiento de Justin las cosas comenzaron a ir mal hasta que se separaron.” “ Pero los gemelos son adultos, ¿verdad?”, intentó preguntar Rachel todavía sorprendida por la edad de Justin. “ Sí, tienen veintisiete años. De madre francesa que trabaja como estilista en París. También en ese caso, el viaje a París fue fatal para Norman. Su matrimonio duró casi diez años, pero luego ella volvió a Francia con los hijos y, se separaron. Jean-Louis se volvió un estilista como la madre y abrió su atelier aquí en Portland, mientas que Luc es un piloto de rally que vive en el Principado de Mónaco.” “ Pero están solteros, ¿verdad?” “ Sí, pero Jean-Louis es gay y Luc vive a más de cincuenta mil millas de distancia. No tiene una buena relación con su padre y los demás hermanos, por lo que viene pocas veces a los Estados Unidos.” “ Sólo me queda Rufus, en resumen”, resopló Rachel contrariada. “ ¡Olvídate también de él! Tiene treinta años, es un atolondrado y está divorciado. Sobre él sé muy poco, excepto que Norman conoció a su madre en Nueva York, en una galería de arte donde ella exponía sus cuadros. Fue la locura de una noche, pero ella quedó embarazada. Él le propuso matrimonio, pero ella lo rechazó y seis meses después de haber parido, se fue. Dejó a su hijo con Norman y desapareció, literalmente. No volvió a tener ningún contacto con Norman y su hijo, que jamás conoció a la madre. Algunos dicen que Norman quedó devastado, pero que quería tanto darle una madre a su hijo, que se casó de forma muy apresurada con la madre de Jean-Louis y Luc. Sin embargo, se dice que Rufus nunca fue del agrado de la nueva familia, a pesar de ser el mejor y un verdadero genio en la escuela. Rufus es el único que se graduó y que siguió los pasos del padre. A pesar de ello, durante el último año de la universidad, dejó embarazada a su novia y las cosas comenzaron a ir mal. No pudo especializarse, comenzó a dedicarse sólo a su hija ya que su pareja trabajaba como modelo y se había ido a vivir a Londres. Él la siguió. Se casaron, pero por lo que parece, ella amaba demasiado divertirse como para estar casada y, finalmente lo dejó. Él volvió a Portland hace poco, con la hija, sin trabajo y con el corazón en pedazos.” “ Pobrecito…” “ Sí. Y ahora también se dejó crecer la barba como si quisiera esconderse. Una vez escuché a Norman decir que Rufus se había cerrado con todos y que se había vuelto desconfiado. No dejaba que nadie se le acerque. Siempre creí que el día que lo viera sin barba, hubiera sido el día en el que hubiera sabido que estaría listo para recomenzar a vivir.” “ Se lo merece, después de todo lo que pasó.” Abigail y Rachel todavía estaban hablando de los hijos de Norman cuando una joven mujer de cabello rojizo y ojos grises-verdes, se les acercó. “ ¿Abby?”, exclamó la mujer, llamando la atención de las dos jóvenes que estaban comiendo. Abigail se dio vuelta de inmediato. Fuera de la oficina, todos la llamaban Abby. “ ¡Emma!”, la reconoció de inmediato Abigail apenas la vio. “Hace mucho tiempo que no nos veíamos.” “ Desde que Liza’s Books cerró y el Club del Libro dejó de funcionar allí. Por eso ahora vengo al Powell’s a comprar libros.” “ Quizás conoces a Rachel. Ella también iba al Club del Libro”, la presentó Abigail. “ Puede ser. Había muchas personas que frecuentaban el Club de Liza”, respondió Emma dudando. En realidad, no le parecía que la hubiera visto jamás. “ No creo. Fui unas pocas veces”, dijo Rachel, segura de que se hubiera acordado de una mujer como esa. Había quedado sorprendida por la elegancia y la gracia de esa joven que, seguramente tenía su misma edad. Todo en ella emanaba femineidad y clase. Desde la forma en que caminaba, su chignon perfecto que sostenía su cabello rojo, su traje de tweed verde esmeralda de Chanel hasta su abrigo blanco color crema de Burberry. “ Emma es diseñadora de interiores, pero le apasionan los libros y ahora escribe novelas”, la presentó Abigail con tono pomposo, que hizo enrojecer la piel clara y pecosa de Emma. “ Hace poco me gradué en arquitectura con una especialización en diseño interior, pero eso es todo. Adoro leer y escribo sólo para pasar el tiempo”, dijo interrumpiendo las palabras de Abigail. “ Mucho gusto de conocerte. Me llamo Rachel Moses”, se presentó Rachel dándole la mano. “ ¿Eres la Rachel Moses de Sueños de Papel?”, exclamó sorprendida Emma. “ Sí.” “ ¡Adoro tu blog!” “ Gracias.” “ ¡Es un placer conocerte! ¡No sabía que eras de Portland!” “ No me gusta hablar de mí en las r************* ”, le explicó Rachel que adoraba el anonimato y siempre había sentido algo de molestia por la idea de compartir su vida con desconocidos. Incluso su foto de perfil era la imagen de una librería de Praga. “ Te entiendo. Yo soy Emma Marconi.” “ ¿Marconi como Marconi Construcciones?”, preguntó sorprendida Rachel. La familia italiana Marconi era una de las más ricas de Portland y había hecho fortuna en la industria de la construcción. No había una sola persona en Portland que no conociera la fama de los Marconi. “ Sí, mi abuelo es Cesare Marconi, el fundador.” “ ¡Vaya!” “ Emma, ¿por qué no tomas un café con nosotras?”, se entrometió Abigail. “ No quisiera molestar.” “ Nos gustaría y, estoy segura de que tendríamos un montón de cosas para charlar.” “ Está bien”, aceptó feliz Emma, sentándose con ellas. Juntas pidieron un capuchino y una porción de red velvet cada una. Y como por arte de magia, en un instante, alrededor de esa mesa, cada una de ellas supo que había unido su destino al de las otras dos.
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