Compañía / Nostalgia

1743 Words
Capítulo 28 Compañía Parte 4 / Nostalgia [Raúl] Adela me dejo solo en ese momento y se fue rápidamente hacia la cocina donde Camilo estaba desayunando, sin esperar más me quite mi ropa sucia y deje a Max amarrado por dentro de la puerta de la entrada de la casa, sabía que no podía entrar más en la casa… de hecho si podía, pero me daba bastante pena el estar de esa manera, el que mi yerno me viera de esa forma, además que no podía negar que mi aspecto era algo deplorable, sin embargo mi hija me trataba como siempre lo había hecho… aun no entiendo como lo hace, tan solo la explicación que he encontrado para su forma de ser es que en verdad me ama tanto como yo a ella… lo cual siempre me hacía pensar más de la cuenta. Tome mi ropa sucia y la amontone a un costado de la entrada del baño, entre en él y decidí entrar a la ducha del pequeño baño de la entrada, todo estaba listo como Adela misma lo había dicho, tome el jabón de tocador y bañe mi cuerpo al mismo tiempo que pasaba en jabón por mi piel, no puedo negar que incluso me daba un poco de gracia el hecho de que el agua, o la espuma del jabón que caía al suelo se notaba un poco oscura al comenzar a ducharme, sin embargo tal como lo imaginaba el agua cálida cayendo por mi rostro, mi cabello enredado y la piel de mi cuerpo, era como recibir un poco más de tiempo de vida, vida que para ese instante pensaba firmemente que estaba desperdiciando. Sali de la ducha y sobre el tocador y el lavamanos había una pequeña bolsa de papel de aspecto familiar, pues eran algunos productos para el cabello y la barba que yo en alguna ocasión había comprado y dejado allí para un momento como ese, me tome mi tiempo para que mi cuerpo se secara, al tiempo que frente al espejo arreglaba mi barba y mi cabello que ya estaba un poco largo… cuando termine me mire detenidamente en el espejo y note ya varias arrugas en mi rostro, arrugas que eran nuevas para mi pues la suciedad o bien mi barba desarreglada las habían ocultado, como firme prueba de que el tiempo había pasado y siquiera había sentido sus pasos sobre mi vida. Me quede observando mis ojos cansados, los mismos que hacia un par de años lloraban la ausencia del ser que más había amado sobre la tierra, aun la recuerdo, en ocasiones sueño con el día de ese efímero accidente donde mi esposa perdió la vida… me agobia pensar que fue mi culpa aunque todos dicen que fue así. —Papá… Camilo quiere saludarte… ¿que si ya casi sales?—dijo Adela tras la puerta al golpearla. —Ya… en un momento…—respondí en voz alta. Rápidamente empaque todo en la bolsa de papel y lo deje en el mismo lugar donde lo había encontrado, tome la ropa que mi hija había alistado y me la coloque en un par de segundos, saliendo al fin de baño con el torso desnudo apenas cubriendo mis hombros con la toalla. —Señor Raúl… que bueno que volvió pronto…—dijo Camilo al verme y extender su mano para saludarme. —Tranquilo muchacho… mi presencia solo es ocasional…—le conteste con algo de gracia. —no tiene que serlo, sabe que acá puede venir siempre que pueda…—expreso naturalmente el muchacho mientras pasaba por mi lado y saludaba a Max atado a la puerta, —Veo que tiene un nuevo compañero…—dijo con algo de confianza. —Lo encontré en la madrugada…—le conteste. —cuida bien al abuelo…—le dijo Camilo al perro mientras se despedía y salía por la puerta. Me quede mirándolo desconfiado… sus palabras lejos de darme algo de confianza me hicieron sentir incomodo, al recomendarle mi seguridad a un perro, Adela por su parte se quedó riendo un poco mientras cerraba de nuevo la puerta de la entrada. —Ven… te prepare algo para comer—dijo ella mientras volvía a la cocina. Guarde un par de cosas en mi maleta, saque una pequeña taza donde solía guardar la comida, y con un par de cubiertos me dirigí a la cocina de mi hija, ella estaba sirviendo en un regante plato lo que era el almuerzo de ese día… comida casera recién hecha, servida con el cariño que hacía días no sentía cerca de mí. —Max tiene también algo de hambre…—le dije con timidez al ver mi plato servido. —Es un perro… creo que le podemos dar algo de arroz y un trozo de pollo…—dijo ella mirando a su alrededor. Asentí con la cabeza confirmando la idea de mi hija mientras me sentaba a la mesa como en los viejos tiempos a comer lo que mi hija me había dado, un plato bastante abundante pero que me vendría bastante bien, Adela se retiró y trajo consigo a Max sirviéndole arroz en un plato pequeño de plástico, yo en mi lugar me quede saboreando cada bocado mientras mi e hija parecía ansiosa yendo de un lado para otro en la cocina. —¿Te quedaras con ese perro?— me pregunto rompiendo el silencio. —No…—responde con la boca llena, —Tiene collar y una placa… de seguro alguien lo está buscando—le aclare. —Si lo están buscando no creo que lo hallen con alguien como tu…—me contesto con sinceridad. Detuve la cuchara a medio camino y me quede mirándola de reojo, con la expresión seria en mi rostro, hubiese querido contestarle como a cualquier otra persona, mas no podía de ninguna manera ser desagradecido con mi hija. —Yo sé lo que intentas decir… pero déjame cumplir con este propósito…—le respondí con sinceridad. —Bueno… pero si prometes volver más seguido… Miguel pregunta por ti…—dijo Adela con sentimiento en su mirada. Le mire fijamente y asentí con mi cabeza, ella tomo en sus manos el trozo de papel donde el numero estaba anotado e intento llamar de nuevo desde su teléfono celular mientras yo seguía comiendo. Tomo el teléfono y lo coloco en altavoz dejándolo sobre la mesa… timbro más de la cuenta, aunque igual nadie contesto del otro lado, intento una segunda vez, pero aun sin respuesta alguna. —¿Estás seguro de que es el numero de la placa?…—insistió ella. —Deben ser personas ocupadas… hay mil escusas en esta ciudad para no contestar una llamada de un numero desconocido—le dije con voz de aliento. Me levante de la mesa y sin esperar más, tome mis cosas, arreglado y con la ropa limpia, ya no se notaba a simple vista que era un vagabundo más, en contados segundos hale a Max hacia la puerta y Adela me alcanzo para entregarme un poco de comida en la taza que le había llevado, la empaque en mi maleta y le deje la ropa sucia en una pequeña bolsa, indicándole que era mejor desecharla. Tome la correo de Max y me dirigí a la puerta con el propósito de marcharme lo más porno posible aunque no tenía que en verdad hacerlo. —¿Hasta cuándo seguirá esto?—pregunto Adela detrás de mí al ver que me marchaba, —¿Hasta cuándo te vas a autodestruir?—insistió ella molesta. —La autodestrucción es hasta que quien la hace deje de existir—le conteste con la mirada hacia el suelo. —No entiendo aun por qué te culpas… porque elegiste esto si ella nunca lo hubiera querido así…—dijo ella con nostalgia. Me costaba aun entender como todo había pasado, muchos de los que estaban en la calle compartiendo mi desfortunas habían llegado ahí sin más opciones, en cambio yo había caído en este modo de vivir tan solo por el mismo castigo de haberlo perdido todo… o al menos eso era lo que pensaba, pues en realidad solo ella se había ido de esta vida… y ella era mi todo, tan solo quedaba en mi memoria su sonrisa, la manera en que se había ido, no podía nunca sacar la idea de que era mi culpa, pues yo la había hecho subirse al auto, yo era el que estaba conduciendo ese día, mas no fue mi culpa que alguien nos chocara, pero no importaba ya. —Yo no tengo ya una razón… bien pudiera caer en la bebida o en algún otro vicio que acelerara mi castigo, mas no lo sentiría de la misma forma…—conteste. —Quizá un día te des cuenta que si sigues así esta puerta no se abrirá más para ti… quizá tengas la madurez y actúes como un hombre…—dijo ella con rabia. No puedo negar que ella tuviese razón en lo que decía, quizá en mi afán egoísta de pagar los errores que yo mismo me responsabilizaba. —Ella se fue… pero la vida no se fue con ella… aún estoy yo… no quiero me dejas más sola—dijo mi hija con sus ojos empañados en lágrimas. No tuve el valor de verle más a los ojos, aprete mi mano con fuerza e impotencia, mire a Max y este con su mirada canina he inocente se quedó observándome como si quisiera quedarse en ese lugar. —Solo déjame hacer esto… prometo que pensare que hacer…—fue lo único que pude decirle en ese momento. Apenas faltaba una hora para que llegase el medio día a la ciudad capital cuando Junto con mi maleta y la correa con la cual estaba atado Max de su collar, Sali de la casa de mi hija sintiéndome mucho mejor, ya no era un vagabundo del todo si no que parecía un poco más decente… “cómo cambia la gente con solo el agua y el jabón”… pensé riéndome solo mientras comenzaba a caminar, al tiempo que me despedía de Adela que con mirada nostálgica de nuevo me veía partir a la calle que yo había adoptado como mi hogar, aunque no podía sacarme de la cabeza las palabras de mi hija, tenía razón en tantas cosas... que quizá en definitiva yo si necesitaba un cambio, pero primero debía encontrar la casa de Max.
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