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Amor Cotidiano

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Amor Cotidiano es una pequeña recopilación de relatos y breves historias que giran en torno al amor en diferentes aspectos de la vida de sus protagonistas, se presenta el amor en diferentes facetas y contextos demostrando de cierta manera las distintas expresiones del amor en medio de la cotidianidad de la ciudad, sin saber que inconscientemente cada historia se interrelaciona con la anterior, en pequeños o grandes detalles. Cada historia gira en torno a una breve historia de amor, con personajes traídos de la realidad, cada uno de ellos se presenta de manera contextual, con un pasado, un presente y un futuro inmediato donde demuestra su forma de amar.

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La Promesa / Tiempo
Capítulo 1 La promesa Parte 1 / Tiempo [Pablo] No eran más de las 2 de la mañana cuando mis ojos apenas se estaban abriendo en medio de la oscuridad de la habitación principal de mi casa, la oscuridad no dejaba el ver más allá de mi propio cuerpo cubierto por las sábanas, como era ya una costumbre cada noche Estela se hacía un bollo en la cama y se cubría por completo con el cobertor, me dejaba a mí en el borde de la cama apenas cubierto con las sábanas que tan efímeramente era mi única protección contra el frío de la noche. El despertador aún no había sonado y yo ya estaba despierto, mis ojos se abrieron de par en par en medio de la oscuridad, pero apenas si las luces de las farolas de la calle daban una breve silueta de mi cuerpo cubierto por las delgadas sabanas, a mi lado, la silueta del cuerpo de Estela era lo único que podía observar con facilidad. Me quede mirando para el techo de la habitación, esperando de manera impaciente de que el sonido del despertador marcara mi señal para ponerme de pie, darme un breve baño y salir corriendo a trabajar como lo había hecho por más de 15 años. Aún recuerdo la primera vez que mi padre me monto en un autobús, me sentó a su lado y me mostró la manera de manejarlo… parecía ser tan fácil que aún me sorprendía cuando era niño el saber que por hacer eso a mi padre le pagaban con dinero, obviamente aún no comprendía como era el mundo en ese entonces, ahora sé que por manejar te pagan apenas lo necesario, apenas si el dinero cubre el sacrificio en tiempo que tienes, el levantarse en medio de la noche he ido a recoger el autobús, recoger a las personas que al igual que yo tenía que despertarse muy temprano y llevarlas a su trabajo con seguridad, algo que mi padre hizo toda su vida, ahora yo estaba a poco de estar destinado también a hacerlo por toda la vida, sin embargo, no malinterpreten mi cansancio con el estar desagradecido, si así fuera no me levantaría de la cama para ir a trabajar, pues el manejar el mismo autobús por más de 15 años, le había dado a mi familia, a mi esposa, incluso a mis hermanos un techo, un plato de comida y el honor de trabajar honestamente, tal como mi padre lo hizo, quizá esta era la manera de retribuir el esfuerzo con el que el trabajo toda su vida, hasta hacia un par de años que una enfermedad silencio sus enseñanzas. El sonido del teléfono celular marcando la hora para salir a trabajar, rompió por completo el silencio en medio de la noche, lo silencie tan pronto como pude, no deje que la algarabía del tono del celular despertara a Estela que parecía dormir como un bebe, no me gustaba despertarla, sabía que ella a esa hora estaba profundamente dormida, no solo le tenía miedo al hecho de que se despertara de mal genio, también consideraba que ella debía despertar también en un par de horas para que los niños se alisten para ir a la escuela, ella se encargaba de esa parte, mientras yo salía a trabajar de madrugada y regresaba a casa con la oscuridad de la noche, poco tiempo podía hablar con ella de cómo se sentía, estaba seguro de que ella podría pensar que ya no me interesaba, que no la amaba con la misma intensidad con la que lo hacía mucho tiempo atrás… por supuesto que ella se equivoca, como me gustaría quedarme a su lado cada mañana, decirle que la amo, despertar a mis hijos con cariño y llevarlos yo mismo a la escuela, y recogerlos al medio día, pasar la tarde junto con ellos, ayudar a mi esposa en los quehaceres de la casa… ojalá mi vida no solo fuese trabajar todos los días de la semana, ojalá fuese algo mucho más allá que estar detrás del volante de un autobús. Con la mirada el alto, y con el miedo de tropezar con mis propias pantuflas, caminé en medio de la habitación oscura, fui directamente al baño para hacer mis asuntos, siempre cuidando el no hacer mucho ruido, no quería que Estela o los niños se despertaran a esa hora de la madrugada. Me tomé mi tiempo para arreglar mi apariencia frente al espejo, me di un breve baño en la ducha y cubierto tan solamente con una toalla Salí del baño para vestirme en la habitación, al salir del baño me llevé la sorpresa de que la luz ya estaba encendida, mi misión ya había fracasado pues en la cama Estela apenas había dejado la huella de su cuerpo, ella ya no estaba ni siquiera en la habitación, se había despertado y salido sin más hacia la cocina, eso era lo que ella hacia cada mañana, iba directamente a la cocina y comenzaba a preparar algo de café, una pequeña merienda para llevar y volvía a la cama justo después de que yo me marchaba. Era inútil el intentar no despertarla, ella siempre hacia lo mismo, y cada mañana yo me sentía igual de culpable por provocar eso en ella. Tome mi uniforme, ese que había planchado la tarde anterior y me lo coloque con sumo cuidado, me coloca mis zapatos perfectamente lustrados y arreglando la corbata en el cuello de mi camisa, mi vestimenta, mi uniforme estaba perfectamente puesto. Tome mi morral y empaque una camisa, un poco de dinero y mi cartera, en ella guardaba algo más valioso que el mismo dinero que llevaba conmigo, pues en mi cartera guardaba la foto de mis hijos junto al mar, una foto que sin duda me llenaba de nostalgia pues mi hermana Angie fue quien los llevo a conocer al mar, mientras yo… como adivinarían… estaba trabajando, Estela tampoco pudo ir junto con ellos, en esa ocasión se sentía un poco enferma aunque yo sé el motivo real bajo el cual ella se negó a viajar en esa ocasión… no quería ir viaje sin mí, no solo era un capricho, era una promesa que desde muy jóvenes nos hicimos mutuamente… lo recuerdo cada vez que pienso en ello. Teníamos 24 o 25 años… no lo recuerdo con seguridad, únicamente estoy seguro de que era nuestro cuarto aniversario de noviazgo, ya habíamos viajado anteriormente, pero solo habíamos visitado algunos pueblos cercanos a la ciudad de Bogotá, algo que fue muy divertido en un principio, aunque nosotros soñábamos con ir mucho más allá, conocer el mar… y esa fue la promesa, ya estábamos comprometidos cuando tomándole de las manos le prometí ir en nuestra luna de miel a conocer el mar… lamentablemente la promesa se convirtió solo en eso, en palabras que efímeramente le dije mirándole a los ojos con amor, más nunca pude el cumplir mi palabra. Cuando nos casamos ella estaba embarazada de nuestro hijo mayor, tiempo después la felicidad se nos convirtió en rutina pues apenas si llevábamos un año de casados cuando todo se convirtió en cuentas pendientes, pagos atrasados y una boca más que alimentar, sin embargo, no podíamos decir que en algún segundo nos faltara el amor, pues si algo era perfecto en ella era en su forma tan pura de sentir amor y demostrarlo, algo que yo por completo amaba tanto como a ella misma, pero yo siempre he deseado algo mucho mejor para ella. Tiempo después nacido nuestro segundo hijo, fue en ese momento y luego de ser despedido de un reconocido taller de autos en el centro de la ciudad, que me vi en la obligación de buscar algún buen trabajo que me diera la garantía de sostener económicamente a mi familia, fue en ese año que me reencontré con un viejo compañero de mi padre, un chofer de ya bastante edad, que me recomendó el trabajo de conductor, desde ese entonces todo se convirtió en manejar autobuses, siempre bajo la penumbra de la posibilidad de volver a estar a la deriva del desempleo, ahora con una familia que sostener, y mis promesas, tan solo eso se volvieron. Luego de tomarme mi tiempo para ver una vez más la foto de mis hijos junto al mar, tome mi morral y Salí de la habitación, camine por el pasillo de la casa y ojee solo por un instante la habitación de cada uno de mis hijos… por supuesto que estaba durmiendo profundamente, cuanto quería compartir con ellos, pero de forma efímera pensaba que era más importante el llegar a casa con dinero, que el verlos crecer… el mismo error que viví de parte de mi padre. Camine sin hacer ruido y baje las escaleras, abajo, junto al comedor y la sala, se encontraba Estela, sosteniendo una taza de café en sus manos y una sonrisa que la madrugada no merecía observar. —¿Café Amor? —pregunto ella al ofrecerme un poco de café. —Por supuesto cariño…—le respondí al instante. Tan solo un beso en la frente fue el gesto que podía hacer en ese momento para agradecerle su atención, su rostro claramente se notaba algo cansado, pues al igual que yo poco había dormido, tan solo el interés porque yo comiera algo, era lo que le hacía despertar al igual que yo cada mañana… insisto siempre en que no tiene que hacerlo, sin embargo, cada mañana me prepara café, y en lo que a mí concierne es una de las formas más puras, a la vez inconscientes, de cómo le dices a alguien que lo amas infinitamente, aunque sé que ya es un detalle implantado en la rutina. —¿Tú no vas a tomar nada? —le pregunté con curiosidad. —No, si lo hago no puedo volver a dormir…—respondió ella justo antes de bostezar. —Igual no podrías—le contesté La misma pregunta, la misma respuesta, la misma razón, la misma preocupación, cada mañana era una conversación similar, quizá con palabras distintas, pero el mismo sentido. Termine de tomar mi café y deje mi taza sobre la barra de la cocina, Estela estaba sentada en una de las sillas del comedor con el rostro posado sobre su mano, estaba a nada de quedarse dormida en ese mismo lugar si no fuera por las palabras que pronuncie al despedirme de ella, instintivamente y como siempre, ella siguió mis pasos por la sala, y me acompaño hasta la puerta de la casa, abrí la puerta y el viento frío, además de la brisa de la madrugada, provoco un escalofrío que recorrido toda mi espalda, sentí mis manos heladas, y fue mucho peor para Estela, pues ella apenas si vestía una delgada pijama térmica. Salí de la casa sin darme la oportunidad de dudar de lo necesario que sería ir a trabajar esa mañana, Estela se quedó en la puerta, me miraba como casi siempre lo hacía, con el deseo de que me quedara a su lado, al igual que yo que pensaba en lo mismo en ese momento que mis manos se comenzaron a sentir heladas. —Trataré de volver en la tarde…—le dije al despedirme. Estale tan solo asintió con su cabeza, al tiempo que se intentaba abrigar con la puerta para que el viento no le diera un resfriado en esos contados segundos que estuvo allí. Le di un beso en los labios y un breve besito en la frente, así me despedí, dejándola atrás al igual que la seguridad que me daba mi casa. Camine cuesta abajo con el paisaje de la ciudad en medio de la noche, en el barrio mucho de los muchachos que no tenían muy buena pinta a esa hora de la madrugada se encontraban charlando en las esquinas, no hacían nada malo… no para mí, tan solo estaban allí, fumando algo y charlando, entre risas y miradas sospechosas me saludaron cuando pase por su lado, yo no les tenía ya miedo, muchos de ellos ya me conocían, sabían que yo era solo otro trabajador del barrio. Con la ciudad divisada por las luces de las calles, y en el horizonte la oscuridad, camine cuesta abajo hasta llegar a la central de trasportes, una gran estación de autobuses que resaltaba sobre el paisaje, por ser un gran edificio que sobresalía del lugar donde se ubicaba, camine un par de calles hasta la entrada de los conductores, allí, tal como cada mañana pasaba, mis compañeros del trabajo estaban allí hablando sobre la actualidad del país, los noticieros, incluso sobre las novelas de la noche, siempre, sosteniendo de entre sus dedos algún cigarrillo y un café que nos vendía la misma señora que hacía mucho estaba en ese mismo lugar. Me tome un café nuevamente y me dirigí a la oficina principal, me reporte con el encargado que ni siquiera se molestó con mirarme a los ojos, tan solo estiro su mano y me entrego la llave del autobús que debía conducir ese día, otro encargado del estacionamiento me entrego la ruta que debía cubrir ese día, una que me llevaba al centro de la ciudad, y de vuelta al sur, una ruta que me conocía muy bien pues fue la primera que hice cuando recién comencé a conducir… hacía ya 15 años. Sin mediar ninguna palabra más que las necesarias, camine por el estacionamiento de la estación, halle el autobús que debía conducir ese día, me subí en él y tras acomodar la silla del conductor al fin tome mi lugar para comenzar mi jornada del día. Eran las 3:30 de la mañana cuando le di vuelta a la llave y encendí el motor sin ningún problema, como era lo normal deje que el sistema se calibrara por un par de minutos, coloque el letrero de la ruta que iba a cubrir, y despidiéndome de los vigilantes y de mis otros compañeros de trabajo, Salí de la estación a bordo de mi autobús, en ese momento me sentía optimista pues pensaba que podría volver temprano a casa, quizá descansar un poco más, y pasar el tiempo con mis hijos… era increíble que ni siquiera supiera como les estaba yendo en la escuela, si debía sentirme orgullosos o si debería ser más estricto, algo que sin dudas debería saber en ese momento. Avance por las calles que aún se veían por completo desiertas, salvo por algunos curiosos personajes que adornaban la madrugada de ese día, un habitante de la calle acompañado por un singular perro que se veía un poco gracioso, un par de calles más adelante ya comenzaba a verse un número reducido de personas, justo en el lugar donde debía parar por primera vez para comenzar mi recorrido, me estacione al borde de la calle, abrí las puertas y en el mismo instante que estaban abiertas, las personas que allí se encontraban, una a una fueron subiendo, pagaban su tiquete con una tarjeta, yo no tenía que hacer nada más que avanzar y detenerme las veces que debía hacerlo, lo más difícil era el estar pendiente de que las personas se subieran y se sintieran seguras durante el recorrido, algo por lo cual yo me preocupaba a diferencia de algunos de mis compañeros conductores que solo les importaba cumplir su recorrido en el menor tiempo posible. Apenas si me di cuenta cuando el sol estaba saliendo sobre las montañas del oriente de la ciudad capital, tan solo retaban un par de calles para cumplir mi recorrido cuando los rayos del sol llegaron al parabrisas del autobús, sentí su calor en mi rostro, ese que a esa hora del día ya estaba cansado y apenas si había comenzado mi trabajo. El autobús estaba repleto de personas que al igual que yo tenía una muy buena razón para estar despiertos a esa hora, muchas iban a trabajar como muchas otras estaban llegando a sus casas para descansar, otros estaban esperando llegar a tiempo a sus lugares de estudio, a las escuelas o bien a las universidades que en el centro de la ciudad se localizaban. Recuerdo con algo de vergüenza que un muchacho, de barba y aspecto algo alocado, por poco pierde su piano electrónico, en el momento que intente cerrar las puertas del autobús, recuerdo su mirada enojada por el espejo retrovisor… pienso en ella y me provoca algo de gracia, no hubiese sido mi culpa, a decir verdad, yo vi claramente como él se subió justo antes de que la puerta se cerrara, por suerte no se lastimó ni tampoco perdió su instrumento, o me hubiera sentido más culpable. El sol salió por completo por sobre las montañas a la par que estacionaba el autobús en la última parada, el calor del sol se comenzaba a sentir de forma amigable, como si cubriera con algo de delicadeza la ciudad con una manta de optimismo, ese que yo necesitaba tanto en ese momento. No podía seguir mi camino sin recibir la orden del supervisor de tránsito… pobre muchacho, su oficina era la calle, su único descanso era el sentarse al borde de la acera a que llegase algún autobús. Me quede en mi lugar esperando la orden del supervisor, mientras tanto, aún pensaba en Estela, era la hora en que ya los niños estaban de camino a la escuela y ella llevándolos tomados de la mano… como me gustaría el ver esa escena, quizá aún me daría un poco de nostalgia el saber que el tiempo había pasado, todo había pasado, pero el amor que sentía por mi familia y en especial por mi esposa era aún el mismo, tan solo deseaba la forma de poder demostrárselo, si tan solo hubiese una oportunidad… sin dudarlo un solo segundo la tomaría. —Don Pablo… buenos días—me saludo el supervisor por la ventanilla. —Buen día, muchacho… ¿Cómo va todo? —le pregunte amablemente. —Muy bien, al menos hoy no está lloviendo—contesto, —Sale en 10 minutos, alcanza a tomar un café…—aclaro él enseguida. Lo mire con amabilidad, pese a que me había tomado por sorpresa, me levante del lugar del conductor y estire mis piernas, además de mis brazos, un esfuerzo en vano pues segundos después estaba sentado en una de las sillas del autobús, miraba por la ventanilla creyendo ser un pasajero más, aún me preguntaba en silencio como podría cambiar eso de lo que tanto me quejaba, en especial quiera saber la forma como demostraría el amor que aún siento por Estela, aunque en esta prisión de 6 ruedas no podría averiguarlo.

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