Las enfermeras trajeron la comida de Charles y la dejaron en la mesita de noche. Él la miró con disgusto y puso una cara de puchero.
Mía estaba abriendo el paquete de comida en medio de todas sus quejas silenciosas.
—¿Qué es? —ella preguntó, aguantando la necesidad de arrullarlo ante su cara de puchero.
—¿Puedo comer otra comida además de esta? —Charles preguntó, mirándola con ojos de cachorro—. He estado comiendo este tipo de comida blanda desde que ingresé aquí.
Ella terminó de abrir su comida y la colocó nuevamente sobre la mesa. —Esta es la comida que te ha dado el hospital, lo que significa que probablemente sea la mejor para tu salud —le explicó.
—¡Pero sabe tan mal! —Charles se quejó.
Mia se río. Parecía como si su amnesia le hubiera llevado a volver a ser un niño.
—Bien, le
