Cerca de las cuatro de la mañana el avión aterrizó en la isla griega. Lorraine no había podido conciliar el sueño en esas horas de viaje y con un gesto de enfado bajó del avión para subirse directamente al auto. En pijamas emprendió el viaje, importándole poco que Giovanni se hubiera mantenido pegado al teléfono en todo el recorrido. —Καλώς ήρθατε στη Μύκονο (Kalós írthate sti Mýkono) Bienvenidos a Mykonos, señor y señora Lacroix—Al llegar a elegante villa encontraron a una mucama quien les dio la bienvenida, al parecer estaba encargada de acompañarlos y de servirles en todo lo necesario. Era la única persona en servicio. —Gracias. Lorraine miró el lugar, era grande, suficientemente grande como para ocho personas. —No creo que sea necesario sus servicios, puede venir una vez al día a r

