Lorraine tenía claro una cosa, no importa cuánto tiempo pasará con Giovanni, nunca lograría descubrir al cien por ciento cada una de sus facetas. Luego de llevar casados algunos meses y de pensar haberlo conocido del todo enfadado, supo que ninguno de sus enfrentamientos anteriores le hacía justicia al Giovanni callado y con mirada de querer matar a alguien, que le miraba ahora. Los ojos azules de su marido eran frialdad pura, tanta frialdad que ella borró la sonrisa cálida que le estaba dedicando a Hamilton, luego de que este agradeciera su explicación sobre cómo anudar una corbata. —Cariño, ¿Todo está bien con la llamada? Lorraine sintió que el aire le faltaba. ¿Por qué demonios le tenía que parecer tan jodidamente caliente enojado? Es que sus ojos parecían los de una fiera herida y a

