—Deja de comportarte como un idiota—exclamó Lorraine cuando ambos se pusieron de pie con el pretexto de ir al servicio, pero la realidad fue que la francesa le pidió que le acompañara para allí poder reprenderlo de su comportamiento poco a amable.
—¿Un idiota?
—¡Si! Un idiota.
El francés bufó para luego mirarla, se estaba comportando demasiado amable. Usualmente compensaba su poca habilidad para socializar con silencio, pero cuando le pedían estar continuamente en conversación su lengua era tan afilada como el sable de un Samurái. No tenía esa habilidad, porque no le agrada tratar con la gente poco cercana a su círculo. En el trabajo lo hacía bien porque era una relación laboral, pero no podía hacer lo mismo con otras personas.
—Llegó tarde, eso es una falta de respeto.
—Ha explicado
