Maldito Giovani. ¡Idiota desgraciado! —Si no fuera por mamá no tendría que ponerme esta cosa. No quiero que vuelva a hacer comentarios sobre la ropa seductora que tiene que usar una mujer en el lecho. ¿A quién demonios le importa? —cuestionó la mujer a sí misma con un gesto mordaz. Había tomado un baño luego de despedir a sus padres y a los Lacroix, ahora solo tenía que encargarse de ella misma—. ¡Mis tiempos intentando seducir a un idiota han terminado! Una toalla cubría su cuerpo y otra más pequeña su cabello mientras buscaba en los cajones su ropa. Todo estaba perfectamente acomodado. ¿A quién demonios le importaba si usaba bragas de corazones o de osos? A nadie, a nadie le importaba, eran cómodas, de algodón. Mientras se complaciera a ella misma era suficiente, pero Lorraine sabía qu

