Lorraine observó la imponencia de Mónaco ante sus brillantes ojos verdosos mientras intentaba apartar sus pensamientos en algo que no fuera la situación que estaba pasando. Su mirada estaba tenue y un suspiro agobiado salió de su cuerpo. Había tomado una decisión, estaba cansada de insistir, estaba cansada de luchar y toda mujer debería conocer el momento en que debía retroceder. Escuchó unos pasos detrás de ella y al voltear se encontró con su marido. —Creo haberte dicho que deseaba estar sola. —Y yo te di un tiempo para estarlo—replicó él acercándose a ella, pero de inmediato la mujer se apartó del barandal del balcón y se dispuso a marcharse—. Lorraine. Giovanni le sujetó el brazo. —Quiero ir a casa, no deseo hablar contigo y creo que debes respetar mis deseos. Esta noche me has hu

