Capítulo II

2186 Words
—Pero yo puedo instalarme en un hotel mientras... El oficial soltó una carcajada con burla marcada en su rostro. Ella estaba preocupada por donde iría a parar con ese policía así que era mejor estar en un hotel. — ¿Hotel en Bruine? ¿Qué crees qué estamos en Beverly Hills niña? Y volvió a reír. Carolina lo miró perpleja. — ¡¿Quiere decir que en este lugar tampoco hay hotel?! ¡¿Qué es esto la Atlántida perdida?! No, según los escritos era una ciudad muy avanzada y ustedes son obsoletos. A Thomas le brillaron los ojos con sorna al ver el desconcierto de ella. Algo así no se podía fingir, estaba casi seguro que Carolina no tenía nada que ver con Chad Taylor o por lo menos nada con su desaparición, solamente con mirarla conocía la verdad sin embargo no podía dejarla ir tan fácil, a ciencia cierta ella era la única que había estado con el hombre antes de desaparecer y eso no la favorecía en lo absoluto. —El turismo aquí es muy poco y de cierta forma es mejor, es un lugar tranquilo. La rubia bufó, con él ya habían sido dos personas que le habían dicho que ese lugar era tranquilo, si así lo fuese ¿Cómo es que Chad Taylor había tenido de una manera tan misteriosa? Ambos se adentraron en el auto del oficial después de introducir las maletas de Carolina, el oficial no paraba de hablar pero ella lo ignoraba mirando a través de la ventana la oscura y fría noche en el pueblo de Bruine. Todo lucia tan sereno, pero ella sabía de alguna forma que bajo toda esa calma había una completa tempestad que ahora la incluía a ella. Había algo en ese pueblo que removía su fibra, algo extraño, aterrador que por alguna razón la atraía... —Llegamos —dijo el oficial sacándola de su ensueño. Perfecto, llegue en el momento más oportuno donde al parecer toda la plebe estaba reunida en una fiesta. El oficial Thomas sacó la maleta más pesada y la puso en sus brazos ocasionando que las piernas de ella se tambalearan por el peso, en ese momento una mujer de piel morena como la del oficial llegó, él había tomado la otra maleta un poco más pequeña que la que ya tenía en los brazos Carolina para después colocarla arriba de la más grande que tenia, iba a protestar pero esa mujer habló. —Tiene que venir a ver quien llegó. Estupendo, se olvidaron de mí. El subnormal del oficial se fue con su esposa o eso creo porque difícilmente puedo ver a través de las pesadas maletas. Apareció en su mente una idea que la hizo sonreí con malicia. —Me podría ir... —Pero no lo harás. A continuación dio un respingo, él la había asustado entonces Carolina dejó caer las maletas justo en sus pies y sin contenerse gimió de dolor, el oficial rápidamente quito las maletas de sus pies y se disculpo avergonzado. —Siento tanto ignorarte, cariño, no te había visto soy Samantha Kambanelis —dijo la mujer de Thomas—, ellos son Riley y Brady te ayudarán a subir las maletas, sígueme a tu habitación. No habló, su mirada se dirigió a los chicos que parecían ser gemelos, ambos la miraban con marcada curiosidad, a decir verdad ambos eran muy guapos pero eran un par de niñatos, esta vez sus ojos se posaron en la mujer y sin decir nada solo la siguió, quería terminar con ese día infernal. En un espacio grande del frente de la casa se desarrollaba una fiesta, la alegre gente bailaba pero cuando ella pasó la música había dejado de sonar y un gran número de miradas cayeron sobre ella. Por alguna razón se sintió incómoda. No era que nunca levantara miradas por donde pasara, ya hemos aclarado ese punto, sin embargo ahora lo hacían porque la creían una criminal y ella simplemente empezaba a odiar este lugar. Samantha la guió a una habitación muy simple en el segundo piso de la casa, entonces habló una vez que estuvieron solas. —Esta será tu habitación cariño, espero te guste —dijo sonriendo. ¿Cariño? ¡Vamos! Esa no es manera de tratar a un criminal. ¿Cómo ella permite que su esposo traiga a una criminal a su hogar? Porque yo no lo era, pero era sospechosa. Y sobre lo de gustarle aquella habitación, ella tenía razón ese tipo no la llevaría a un buen lugar. — ¿Quieres venir con nosotros? Sé que no has cenado ¿O quieres descansar? Estuvo a punto de decirle que se quedaría por más hambre que tuviese no quería congeniar con esas personas pero en el momento que iba a sentarse en la vieja cama sintió hastío así que le respondió sin pensar. —Si no les molesta. A la mujer se le iluminó el rostro como si le hubiera dado la mejor noticia del mundo y Carolina se sintió cohibida ante su alegría. —Para nada ¡Vamos! ¿Ella sabrá que soy ''responsable'' del desaparecimiento de un hombre? Porque no actuaba como tal. Casi la arrastró a donde estaban todas esas personas, habían demasiados chicos y todos miraban en la dirección de ambas. —Les gars! Ella es... —Carolina Echeverría —habló ella con desgano. —Nuestra invitada así que trátenla bien, cariño siéntate con las chicas. Sin decir nada se sentó en el tronco donde le indicó Samantha, todos estaban sentados en troncos como una especie de fogatas y ella solo se mantenía en silencio incómoda. —Hola, yo soy Maya, ella es Jade y ella es Bea. Carolina alzó la vista para encontrarse con una morena guapísima de ojos grises y sonrisa de comercial mientras que esta señalaba a una pelinegra y a una pelirroja quienes la miraban con claro recelo. —Hola —saludó cortante. Bea la pelinegra la miró frunciendo el ceño y evitando el momento incómodo Jade habló. — ¿Quieres ir a ver a los chicos jugar fútbol? No tenía nada que hacer y estaba allí solo por despejar la mente, no perdería nada así que asintió y se levantó. Las siguió, rápidamente supo que se estaban riendo algo que la irritó de sobremanera. — ¿Tacones? Rieron nuevamente. ¡Hola, estoy aquí, justo detrás de ustedes! Puedo oírlas ¿Saben? ¿Acaso esta gente no sabe disimular? Carolina quiso gritarles, fue entonces cuando uno de sus tacones cayó en un hueco que no vio, allí cayó en la grama de inmediato, totalmente ignorada por esas chicas. Por lo menos no me han visto. Se levantó y sacó de su boca un pedazo de pasto frunciendo el ceño. — ¡Chicas, han venido a verme jugar! —alardeó un chico ojiazul con sonrisa lobuna. ¿Todos aquí tienen el mismo aspecto qué? Desde que había llegado casi todas las personas que había visto en las calles eran de piel tostada y ojos azules, grises o verdes. —Ni en tus mejores sueños, Zac. Las tres rieron al unísono mientras que Carolina trataba de ignorarlas limpiando su abrigo n***o que se había ensuciado un poco al caerse, por suerte había sido ignorada o sería más objeto de burlas. —Hola, bella chica. El pelinegro tomó la mano delicada mano de Carolina y deposito un beso en ella sin embargo la rubia la retiró sin una pizca de sutileza. Él la miró frunciendo el ceño en confusión pero ella no prestó demasiada atención a su expresión, odiaba que la tocaran desconocidos y más si la tomaban desprevenida. —Chicos —dijo Maya llamando la atención de los muchachos—, ella es Carolina Echeverría, Carol —la aludida alzó una ceja ante el sobrenombre—, ellos son Zachary, Seth, Riley, Brady, James, Evan, Drew, Tyler, Tristán, Caleb y Nicholas. Y cuando creyó que ese día no podría ir peor se dio cuenta que entre esos chicos estaban el grupo que la molesto cuando estaba con el desaparecido en la tienda, Zachary, Riley, Evan y ¿Nicholas? —Ella no es la chica de... —susurró Evan a Zachary. Antes de que pudiese terminar la frase Zachary golpeo la costilla del chico con el codo, sin que nadie se diera cuenta, excepto por Carolina. Estúpidos críos. A pesar de ser unos levantiscos niños, todos eran bastante guapos, uno en especial, su nombre destellaba en su cabeza Nicholas quien no le quitaba la mirada de encima, su mandíbula estaba apretada y aquella fijeza de su mirada ya la estaba poniendo nerviosa ante su intensidad. Él lucía distinto a todos ellos, sobresalía en el grupo, no solo por ser más alto, sino por su contextura, su pelo largo y preciosamente dorado como no había visto en nadie de allí, a demás de eso se veía más... hombre, más maduro e irradiaba un poder magnifico que pondría al más valiente de rodillas. ¿Cómo podía deducir eso con tan solo ver su mirada? Ella no lo conocía pero podía asegurar que eso era de ese modo. Carolina lo miró a los ojos y su mirada cambio en totalidad, parecía como si no la mirara a ella sino a algo maravilloso, algo etéreo, a algo bellísimo… por alguna razón no podía apartar sus ojos de los de él, esos ojos tan salvajes como mansos, parecían estar al pendiente de ella, de cada paso que daba, de cada expresión que hacía, de su respiración… como si Carolina fuese su presa y él su depredador. Olvidándose de su alrededor, los chicos seguían hablando pero en ningún momento su atención fue a ellos hasta que sus voces fueron remplazadas por murmullos, por fin habían notado las miradas entre ese chico y ella. Carol se sintió levemente abochornada entonces desvió la vista de él y miró a los demás, todos observaban a Nicholas y después sus miradas la buscaban a ella. Las chicas le sonreían con complicidad a él. Por excepción de una, Bea. Carolina frunció el ceño, él era un niño, era absurdo lo que estaban pensando. — ¿Vamos a comer? —preguntó el chico llamado Tristán. Todos asintieron a excepción de Carolina quien se limitó a seguirlos. —Hola, yo soy James ¿Cuántos años tienes? Ella observó al chico que parecía agradable, pero a ella no le gustaba la gente así, la ponían alerta, eran las más peligrosas personas, de quien no se podía fiar. —24 —soltó ella cortándolo. El chico pareció sorprendido ante su edad, para ella era normal el asombro, siempre le decían que era demasiado joven para ser maestra, hasta que les decía su edad. Siempre pensaban que tenía 18 o 19. Y mi metro sesenta y uno no es de mucha ayuda. —Yo pensé que tenías... —Menos —dije seca. Él asintió. Todos se sentaron en otra fogata aparte de las personas mayores y mientras ellos hablaban Carolina comía. ¿Qué no saben que eso es de mala educación? A la hora de comer debe reinar el silencio. — ¿Dónde estudias Carol? Alzó otra vez la ceja incrédula de que volviera a llamarla de ese modo. ¿Nuevamente ese apodo? —No estudio —parecían alarmados por ese hecho así que ella pensó en calmarlos un poco—, me gradué de la universidad hace dos años. Asombrados todos la miraron, con la excepción de James, volvió a poner la vista en su plato que sorprendentemente estaba delicioso. — ¿Qué edad tienes? —Curioseó Zac. —24. Casi todos quedaron impresionados con la boca abierta. —Yo tengo 20 y parezco mayor que tú —dijo Jade. Bien por ti. Quiso decir pero en su lugar solo se encogió en hombros restándole importancia. — ¿Tienes novio? —Preguntó ahora Drew. Carolina volvió a levantar la vista de su plato y se dio cuenta de que todos la contemplaban a la espera de su respuesta y a su vez daban cortas miraditas de reojo a Nicholas quien no apartaba sus peculiares ojos de ella. Su cuerpo se estremeció sin poder evitarlo. Las miradas no significan nada, solo me ha parecido atractivo y ya, y él solo debe sentir curiosidad por mí. —Sí, me casaré pronto. Todos miraron directamente con pena y temor a Nicholas sin disimular pero él ni siquiera los miro. Él me mira a mí. Su mandíbula nuevamente se tensó al igual que sus manos a las cuales hizo brotar sus venas entonces se levantó y se adentró a la casa de los Kambanelis como si fuera perseguido por el mismísimo diablo. ¿Qué ha pasado con él? ¿Por qué se ha ido tan de repente? Volvió a encogerse en hombros, seguro eran cosas de niños. Bea tomó el plato de Nicholas quien no había comido nada y le dirigió una mirada molesta a Carolina. —Voy a verlo. Y por alguna retorcida razón la rabia latió en su interior como nunca la había sentido antes. ¿Quién era Bea para Nicholas? Y ¿Por qué le interesaba tanto?
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