Capítulo I

2698 Words
Con el corazón agitado de emoción Carolina sonrió. Finalmente había salido de su país natal para ayudar a su mejor amiga con la preparación de su boda. Xyrenna se casaría dentro de cinco meses y le había rogado que fuera a Canadá, el país natal de su novio, a que la ayudara con los preparativos. Carolina terminó aceptando de inmediato entusiasmada por volver a ver a su amiga y su alegría fue mayor al llegar a Canadá. Todo era tan hermoso que se quedó sin aliento sin embargo no curioseó demasiado pues quería llegar lo más pronto posible a Toronto, así que al salir del aeropuerto enseguida buscó un taxi al cual le dio la dirección de su mejor amiga. —Señorita, en la vía principal hay mucho tráfico ¿Habrá algún problema si me desvió? —Habló el chófer mirándola por el retrovisor. Enseguida ella negó con la cabeza sin desviar la atención de su celular, necesitaba comunicarse con Xyrenna o con su prometido, avisar que ya había llegado y que estaba en camino a su casa pero luego lo pensó mejor, sería mejor ver la cara de sorpresa de Xyrenna cuando la viera de pie en su puerta. —Muy bien —respondió el hombre con simpleza curioso por la jovencita sentada en el asiento trasero de su auto. A ella no le molestó ni un poco sus ojos clavados en ella, siempre había estado acostumbrada a que la miraran, a lo mejor debería estar nerviosa de ser su centro de atención mientras conducía pero tampoco lo estaba. Carolina siempre había despertado la atención de los hombre a su alrededor y la envidia de las féminas pues estaba envuelta en una belleza sublime que dejaba a más de uno con la boca abierta. Ignorándolo de nuevo su ceño se frunció al no encontrar señal para su teléfono lo cual era bastante extraño porque en hacía segundos había mucha recepción. — ¡Dios! ¿Qué diablos pasa con la señal? —gruñó molesta. El conductor soltó una carcajada divertida mirándola por el retrovisor nuevamente fue entonces cuando Carolina alzó la mirada irritada a él. El hombre no parecía ser molesto, sus ojos azules eran suaves lo que demostraba que no estaba burlándose de ella, parecía amable y paternal, debía tener un poco menos de 50 años pero lo que le llamó la atención a ella era el tono uniformemente bronceado de su piel y sus ojos azules que contrastaban perfecto con sus esencia. —La verdad es que casi nunca hay recepción, este lugar es muy lluvioso y la lluvia interfiere... Carolina captó el hoyuelo en la mejilla del hombre y pensó en lo atractivo que debió ser cuando más joven. —Me gusta la lluvia —mencionó seria como siempre hablaba con personas desconocidas—, es solitaria, fría...como yo —lo último lo susurró mirando el cielo. Las nubes grises mostraban las genuinas palabras del conductor y de pronto una inquietante nostalgia la embargó enviándola a cuando tenía trece años y la encantaba bailar en la lluvia… cuanto había cambiado desde entonces, ella había tenido que madurar rápido para cuidar de sus hermanos menores. Su madre había caído en depresión tras la muerte de su padre y ella tuvo que salir a delante, ni las niñeras lograban llegar a los corazones de sus hermanos, solo ella pudo hacerlo y no se arrepentía de pasar cada minuto que podía con ellos. — Muchas veces el criterio que tenemos de nosotros mismos es el más perjudicial. Ella asintió mirándolo, él hombre la veía como si pudiera ver su alma a través de sus ojos, Carolina se sintió cohibida pero pronto supo que él tenía razón, no obstante no podía sentirse más afín con la lluvia, pese a que tuviese a Christian en su vida una parte en su interior se sentía vacía como si de alguna manera algo faltara. —Es posible —respondió mediante un susurro perdida en la belleza del lugar al que se adentraban. El silencio nuevamente se hizo notar entre ambos pero Carolina ya no estaba concentrada en él sino en su alrededor. — ¿Qué es este lugar? —Preguntó mirando por la ventana del auto. Pudo ver todo absolutamente lleno de árboles y bosque, el verdor del sitio la dejó maravillada así que recordó su estado natal, el Amazonas, cosa que le inspiró nostalgia y casi se sintió como en casa aunque desde que tenía dieciocho años no había pisado Amazonas. El hombre volvió a sonreír, al parecer se le daba muy bien, cosa contraria pasaba con Carolina quien la mayoría del tiempo estaba seria. —Bruine, mi hogar. —Curioso. — ¿El qué? —Pregunto él perdiendo su tan característica sonrisa y mirándola por el retrovisor. —Este lugar, nunca había escuchado el nombre. El hombre iba a hablar pero el sonido del teléfono de Carolina interrumpió su pregunta. — ¡Al fin! —Soltó con su voz frenética—, ¿Hola? Carter, sí, soy Carolina ¿Quién más te respondería a mi móvil, bête?… Estaré en Toronto pronto apuesto que estás ansioso por verme tanto como yo quiero patearte el trasero —soltó ella haciendo una mueca—, dile a Xye que estoy bien, adiós. Jayden Carter era el prometido de Xyrenna quien nunca se la había llevado bien con Carolina aunque los dos habían hecho una especie de tregua cuando Jayden le había propuesto matrimonio a su mejor amiga, ambos amaban a Xyrenna y ella estaba dispuesta a llevar la fiesta en paz por su felicidad aunque cada minuto del día que viera el rostro de Carter quisiera golpearlo, sabía que solo una cosa era más importante para él que hacerle la vida imposible y eso era amar a Xyrenna por todos los medios, ese era el único motivo por el que lo respetaba. —Y… ¿Qué motivo la trae a Toronto si me permite entrometerme? —preguntó el hombre una vez que vi que terminó la llamada. Carolina arqueó una ceja en su dirección con la palabra entrometido picando en sus labios por salir con desespero aún así logró refrenarse. —Mi mejor amiga se va a casar —suspiró—, estoy muy emocionada por ella pero su futuro marido es un idiota —respondió resoplando para después alzar la mirada al retrovisor donde se encontró con los ojos del conductor. Él rió con simpatía logrando la misma reacción en ella lo cual la dejó sorprendida. — Ya veo, pero no quieres hacerla sufrir diciéndole la verdad. Carolina frunció el ceño. —Bueno, no esa clase de idiotas, él no la engaña de hecho la ama muchísimo, todo el que esté a su alrededor puede notarlo enseguida, es solo que… —Ahora puedo entenderlo, sientes que vas a perderla. Ojalá fuera solo eso. Lo cierto es que tenía un poco de envida, pero de la buena, ella se moría porque alguien alguna vez la mirara como Jayden miraba a Xyrenna, ni siquiera Christian lo hacía pese a que decía que la amaba, nunca había sentido que él era su complemento, pero él seguía ahí cuidándola de alguna manera y Carolina se sentía fatal por dudar de su amor por ella. —Eso creo... —dijo quitándole importancia—, tengo mucha sed, ¿Dónde hay un centro comercial por aquí? Carolina buscó con su vista algún local pero miró al frente al escuchar la risa del hombre por milésima vez. — ¿Centro comercial en Bruine? Tengo que ver eso. Carolina frunció el ceño otra vez. — ¿Es decir que aquí no hay centro comerciales? ¡Dios! ¡¿Qué lugar es este?! —chilló escandalizada como si le hubieran dicho la peor de las ofensas y para ella era así. —Un lugar muy pacífico y distinto a los que usted conoce señorita. Volvió a reír haciendo que Carolina bufara. —Lo noto, esto es muy aburrido —susurro levantando una ceja. —Si supiera —susurro él de vuelta. Pronto ella lo observó con curiosidad al escucharlo pero al ver que no volvía a decir más palabras simplemente lo ignoró. —Bueno ¿Y no hay un lugar donde comprar? —Sí, pero muy pocos. — ¿Puede llevarme a uno? Voy a pagarle bien pero muero de sed. —Como quiera, señorita. Llegaron a un pequeño local donde él se había ofrecido a ir por su agua así que Carolina se quedó afuera de la tienda esperándole, con curiosidad miró a un grupo de chicos que pasaban por el lugar, todos era bastante guapos pero era unos niños en comparación a ella, no debían de tener más de dieciocho años. Trató de concentrar su vista en otro lado, por lo que había visto aquel lugar era muy...humilde era la palabra, y no le gustaba este tipo de lugares o por lo menos no ahora que había cambiado tanto. La ciudad era lo suyo, las luces de la noche, los clubes nocturnos, en fin… la modernidad. Metió sus manos en los bolsillos de su abrigo mientras miraba a su alrededor el lugar, lo que lograba divisar eran casas lejanas unas de las otras y mucho follaje por doquier, el clima era lluvioso...eso era lo único que le gustaba. Evitó cruzar miradas con el grupo de chicos hace rato mencionado, ellos eran tan vulgares con sus escandalosas voces y risas. Arrugó su ceño y sacó su teléfono. Cero llamada, ¡Ese maldito lugar era como el infierno! Trataba de alzarlo lo más alto posible a ver si llegaba la señal pero al parecer lo que hizo fue llamar la atención de esos niños, entonces comenzó a escuchar sus risas aún más fuertes. — ¿Tacones? ¿En Bruine? ¿Estoy viendo bien? —Soltó una fuerte carcajada. ¿Qué había de malo en sus tacones negros? A parte no eran tan altos, por el contrario, además combinaban con su abrigo, ¿Pero qué iban a saber ellos de moda cuando vivían allí? Su blusa era manga larga y blanca aunque no se lograban ver sus mangas por el abrigo, a parte llevaba una bufanda negra y un blue jeans del mismo color. Bastante informal para su gusto, pero como iría de allí a la casa de Xyrenna no tenía importancia escuchar a esos muchachitos fastidiosos. —Tan bonita pero debe ser la típica tonta —rió uno. —Típico de una rubia —siguió el otro. Muy bien eso si me ha enfadado. Si bien no era cierto que tenía el pelo rubio natural, tampoco era una tonta y realmente odiaba esos prejuicios de que las rubias eran estúpidas. Al momento de voltear para reprender a aquellos mal educados apareció el señor Chad quien le sonrió tranquilizándome evitando que lograra ver a aquellos insurrectos chicos. —Vamos señorita Echeverría, se hace tarde. Carolina asintió y lo siguió. Sin embargo volteó hasta mirar a aquel grupo de rebeldes a quienes les envió una mirada de antipatía. Los chicos solo se quedaron boquiabiertos ante aquel acto y ella tiro su pelo hasta atrás. La rubia se subió al asiento de atrás del auto que se alejó con rapidez de ellos. — ¿Te molestaban los chicos? —preguntó sonriendo. Carolina giro los ojos fastidiada. —Son algo... —dijo con aversión—, mastuerzos. Chad soltó una carcajada ante la actitud tan natural de Carolina, en lo que tenía de vida no había conocido a una señorita más original. —Creo que alguien conoce de palabras —volvió a reír. Esta vez Carolina lo acompaño con una risita. Se volvió a concentrar en su celular, no entendía cómo es que no había nada de señal, necesitaba saber si Christian le había llamado o siquiera dejado un mensaje. Pronto sus pensamientos fueron interrumpidos cuando un gruñido animal resonó haciendo que su vello se pusiera en punta y alzara la mirada para después darse cuenta de que el conductor no estaba en su asiento, la puerta estaba abierta y el auto estaba descontrolándose. La rubia se asusto de sobremanera entonces saltó al puesto donde debería estar el conductor, perdiendo toda la delicadeza que la caracterizaba y se sentó frenando de golpe con el corazón tan acelerado como sus nervios. — ¡Oh Dios mío! —Chilló histérica y confundida a la vez. Con alucinante rapidez salió del auto apoyando sus manos en las rodillas buscando un poco de aire que había escapado de sus pulmones. Busco a Chad con la mirada por el largo sendero, casi imposible pero él no estaba por ningún lado, Carolina comenzó a desesperarse y a hiperventilar. Él no debía estar muy lejos. Estaba confundida. ¿Qué había pasado? Por un momento estaba hablando con él, bajó la mirada a su teléfono y allí había desaparecido como si nunca hubiese existido, la embargaron unas inmensas ganas de llorar ante la confusión y el temor. Cerró los ojos tratando de conseguir la calma fue entonces cuando escuchó por allí una patrulla de policía la cual Carolina se apresuró a detener como loca cuando esta se acercó, estaba desesperada, casi en shock ¿Qué iba a decirle al hombre? — ¿Qué sucede señorita? —Preguntó el policía saliendo del auto. —Mi chófer...ha desaparecido —murmuró con dificultad. El sheriff la miró con el ceño fruncido y Carolina supo que no se libraría tan fácil de esa, su vida iba a cambiar considerablemente solo con poner un pie en Bruine. * Cansada, fastidiada y verdaderamente molesta Carolina se levantó de la silla tan pronto como pudo sin despegar la vista del hombre frente a ella. Si no tuviera las manos esposadas seguro lo estaría estrangulando ahora mismo y agradecía a Dios por ello, de no ser así él confirmaría lo que alegaba absurdamente. El hombre podía ser muy exasperante si se lo proponía. — ¡¿Por qué mataría a mi chófer?! —Eso es lo que me pregunto yo —respondió el policía mirándola intimidantemente. Carolina molesta entornó los ojos para volver a sentarse. — ¡Ni siquiera sé donde estoy, acabo de llegar y estoy muy cansada...! —Así que eres ilegal —apuntó él—, ya decía yo que no pareces ser de Bruine ni de Canadá. — ¡¿Ilegal?! —Chilló Carolina desde su silla. Por lo general la rubia teñida no gritaba ni perdía los estribos pero aquel hombre era insoportable ante los ojos de ella. —No soy ilegal, aquí tengo mi pasaporte —dijo mirando hacia su maleta para después fulminarlo con la mirada. Sin dejar de mirarla el oficial abrió donde ella había señalado, rebuscó en el interior hasta que finalmente encontró su pasaporte vinotinto. — ¡Bienvenida a Canadá! —Exclamó el oficial con sorna antes de levantarse. Carolina frunció más el ceño. ¿Hablaba enserio? ¿Bienvenida? Lo primero que la había esperado había sido un crimen que ella no había cometido y del cual no tenía la más mínima idea de cómo había pasado. —Oiga, necesito descansar, quiero... Él levantó una mano acallando su petición, del bolsillo sacó una llavecita entonces abrió las esposas dejándola libre. Thomas pensó en dónde la mantendría, no podía dejarla ir, sería muy cruel dejarla sola en la pequeña comisaría del pueblo ya que por ser un pueblo pequeño en el que no pasaban grandes cosas solo habían tres oficiales, uno de ellos estaba enfermo y el otro tenía el día libre. —Está bien, vendrás conmigo te llevaré a un lugar para que vivas allí mientras esto se resuelve y mantenerte vigilada mientras se aclara todo esto, eres la única sospechosa por lo tanto la principal, así que no podrás salir de Bruine hasta la aparición de Chad Taylor, vamos. — ¡¿Cómo?! —La muchacha palideció—, pero yo tengo que estar en Toronto vine aquí por... —No me importa, debiste pensar en ello antes de matar a ese hombre y esconderlo, camina. Carolina soltó un jadeo ahogado de la impresión, ella nunca mataría a nadie. Iba a protestar pero prefirió callar, de alguna manera lo persuadiría era muy buena para eso.
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