Academia de Ballet Angel's
Pensilvania, Rumanía
Días después de la muerte de Parker...
Ayla
No me considero una mala persona. He tenido más bajones que subidas en mi vida. Lamentablemente, sufrí un accidente hace algunos años y no recuerdo absolutamente nada. Mi memoria está hecha de lo que he vivido desde entonces y de lo que mi madre me ha contado. Del resto, todo es un vacío, un espacio en blanco y n***o.
Mi madre siempre me dijo que era mejor lo que no se recuerda. Que si pudimos olvidar, es porque hicimos algo bueno y tuvimos la bendición de olvidar lo que no era necesario en nuestras vidas.
Espero no haber sido una mala hija.
—Ayla, debes concentrarte más —me dice, mi instructora de ballet, su voz cortante me saca de mis pensamientos—. Recuerda que las audiciones para el papel de El Lago de los Cisnes son en unas semanas y el jurado prefiere ver naturalidad, no tensión en sus bailarinas.
—Lo siento, es que estoy preocupada por Parker —admito, pasando mis manos por mis tensas piernas—. Han pasado muchos días desde que lo vi y no sé dónde buscarlo.
Mi instructora me observa con compasión y me invita a sentarme en el suelo. La academia está vacía a estas horas, como siempre. Soy la última en salir, y aunque este es el único lugar donde realmente puedo desahogarme, sé que la matrícula es costosa. Parker la paga, y no me miran como una bicho raro, algo que agradezco. Pero a la vez, me hace sentir culpable, porque mi hermano menor está cuidando de su hermana mayor.
—¿Has ido a la policía? —me pregunta, suspirando.
Asiento, sintiendo el peso de la incertidumbre en el pecho.
—Sí, pero no he encontrado nada.
—Ayla, si necesitas ayuda, mis amigos y yo podemos prestarte apoyo —me dice, con una mirada sincera.
—Katrina, gracias, pero ustedes ya hacen mucho por mí —admito avergonzada—. De verdad, cuando apareciste aquí y me ayudaste después de mi caída, fuiste el ángel que no sabía que podía tener.
—Bueno, tampoco es que me vaya muy bien —se ríe, aunque sus palabras llevan una sombra de tristeza—. No te olvides que a nadie le gusta mi nombre y me tratan diferente por eso.
Nos reímos un poco. Katrina es una chica increíblemente hermosa, pero varias bailarinas e instructoras la han humillado por su nombre. La comparan con la chica de la calavera, una figura mítica vinculada con el Día de los Muertos en México. Aunque allí es una tradición, aquí no es bien vista. En la academia, solo les gustan los lobos y los vampiros.
No quiero ni pensar en encontrarme con uno de ellos.
—Ayla, ¿todo bien? —me pregunta, viéndome con preocupación.
—¿Puedo confesarte algo? —le pido, y ella asiente.
—Tengo que buscar a una chica, pero no sé por dónde empezar. Le prometí a un hombre hace uos días que lo ayudaría a encontrar a su novia que desapareció. Aunque también le pedí que sacara a Parker de la mala vida en la que está metido. Me dijo que me ayudaría a encontrarlo también.
Katrina suspira.
—Vaya, me molesta ya ese hombre —me mira con dulzura, pero también con algo de incertidumbre—. ¿Cómo la vas a buscar? ¿No tienes idea de quién es la chica ni el motivo de su desaparición?
—Es extraño porque no soy de esas chicas que suelen sentir una conexión con alguien —admito, nerviosa. Katrina sonríe suavemente—. Pero este hombre es diferente. Es como si no tuviera control sobre mí cuando está cerca. Mi corazón late más rápido, y aunque le tengo miedo y mucha rabia, tampoco puedo decirle que no.
—¿Quieres ayudarlo a toda costa? —pregunta. Asiento, avergonzada.
—Bueno, entonces ayúdale a encontrar a la chica. ¿Has revisado la base de datos nacional? Siempre se puede encontrar algo sobre los ciudadanos. Hay que buscar en hospitales, la morgue, y si es posible, en la policía.
—Katrina, lo más extraño es que no hay nada sobre esa mujer —digo, frustrada. Ella me mira con confusión—. He buscado en todos lados, y lo peor, es que quiero que este hombre me ayude con Parker.
—Todos tenemos que estar registrados en la base de datos nacional o internacional. No puede ser que no seas de este mundo —se burla. Pero luego se pone seria—. ¿A quién estás buscando? O mejor dicho, ¿quién es ese hombre al que decidiste ayudar?
—No recuerdo su nombre —digo, jugueteando con mis manos—. Pero está desesperado por encontrar a su novia, y al parecer ella...
Katrina palidece al ver a un hombre alto entrar al salón de ballet. Rápidamente se pone de pie, y los dos se miran, como si buscara alguna respuesta.
—¿Qué haces aquí, Katrina? —pregunta el hombre, su voz es grave y autoritaria.
—Soy la instructora de ballet de esta academia. ¿Cómo entraste aquí? Tengo entendido que no puedes estar en estos lugares.
Me levanto del suelo y observo la situación. ¿Será que son novios y están peleados? No lo creo. Katrina me había dicho que el chico que ella ama la ha rechazado muchas veces y no le volvió a hablar después de la muerte de su amiga.
—Un pensamiento corrupto, una mirada de envidia o un mal deseo hacia mí es suficiente para entrar —responde el hombre, su tono era cargado de poder—. La academia de ballet Angel's no está precisamente llena de ángeles, cariño.
No entiendo lo que pasa, pero decido dar un paso atrás y marcharme. Esta conversación no me concierne, y yo tengo que buscar a Parker o a esa tal Sara. Si mi madre se entera de que lo perdí, se volverá loca y jamás me confiaría otra vez.
—Vine a hablar contigo, chica —el hombre me toma del brazo, y un ardor me recorre la piel. Intento soltarme, pero su toque me quema—. Lo siento, es que estaba arreglando el automóvil y las manos me quedaron muy calientes —se disculpa, pero no veo sinceridad en sus ojos fríos, pero me suelta—. Soy Aaron Ferluci, encantado de conocerte, Ayla.
—¿Cómo sabes mi nombre? —alzo una ceja, extendiendo mi mano—. ¿Para qué me buscas?
Él se ríe y toma mi mano. Su tacto me quema aún más, pero no me suelta. Intento apartarlo con la otra mano, pero su agarre se hace más fuerte. El dolor es insoportable, como si mi piel estuviera siendo consumida por el fuego.
—Parker... —su voz resuena en el salón, profunda y macabra. Un escalofrío recorre mi columna vertebral—. Escuché que estás buscando a Parker.
De repente, todo se oscurece. Las llamas comienzan a envolver el lugar, y Katrina me mira con odio mientras el hombre me sostiene, cada vez más fuerte.
—Tu hermano es mi sirviente. Dame tu alma, y te devolveré la vida de él, pequeña.
El calor aumenta, y mi cuerpo comienza a reaccionar. Desesperada, intento soltarme, pero no puedo.
—¡Por favor, suéltame! —grito con desesperación—. ¡Me estás quemando! ¡Suéltame!
Miro a Aaron y noto que sus ojos están completamente negros. El dolor en mis manos se intencifica, como si todo mi cuerpo estuviera siendo consumido por el fuego.
—Parker... —su voz resuena en mis oídos, y todo parece perder sentido.
—Eres mi súcubo, y nadie te salvará porque vales poco —su voz resuena en mis oídos, y todo parece perder sentido.
—¡Aaron, basta ya! ¡Suelta a Ayla ahora mismo! —una voz bestial grita desde lejos, seguida de un fuerte aullido—. ¡Es mi compañera, ella es mía!
Un ardor en mi cuello me hace volver al presente. El aire se llena de fuego, y algo cambia en el ambiente.
—¡Mi súcubo, tú espera a Sara! —las llamas comienzan a rodearnos.
Un lobo blanco enorme lanza a Aaron contra un espejo, y el estruendo es tan fuerte que me hace caer al suelo. Estoy libre. Mis manos siguen ardiendo, pero el dolor es más soportable. Mis ojos se centran en el cuerpo demoníaco de Aaron, que aún lucha contra el lobo.
—Hey, Ayla —me llama Katrina, tomando mis mejillas con ternura—. Mírame. Bien, cariño. Mientras Velkan no se decida del todo, no podrás recordar esto. Aaron le ayudará a recapacitar y a quitarse la frustración.
—¿Qué está pasando, Katrina? —pregunto entre sollozos. El miedo y la confusión me invaden.
—Olvidarás esto por ahora. No te preocupes. Haremos lo que sea necesario para que vivas feliz, hasta que nuestro Alfa recapacite —dice otra chica que aparece de la nada. Empieza a recitar algo en un idioma que no entiendo, y mi visión comienza a nublarse.
Pierdo la sensación en mis manos y la audición. Cuando abro los ojos nuevamente, todo está en silencio. El hombre alto, Aaron, me extiende su mano.
—¿Todo bien, chica? —me pregunta, con una sonrisa tranquila. Estoy desconcertada y mirando a mi alrededor, algo no cuadra.
—Lo siento, no presté atención —digo, extendiendo mi mano—. Un gusto conocerte, soy Ayla.
—Encantado, soy Aaron —dice, mirando a Katrina con diversión—. Soy parte del jurado para la obra El Cisne n***o, y vine a saludarte.
Me sonríe con amabilidad, pero algo en su mirada no parece sincero.
Miro nuevamente a mi alrededor, y sé que algo malo ha sucedido aquí, pero en este momento, no recuerdo qué fue.