Capítulo 5

1290 Words
Suspiré unas mil veces y traté de mantener la compostura, mil veces más, no por lo que acababa de pasar, sino por lo que yo acababa de hacer. Reclamé como mía a la extraña que huele a sangre y, al mismo tiempo, me hundí en un problema innecesario con el príncipe llorón del Inframundo. ¿Qué fue exactamente lo que hice? —Qué bueno que esto fue entrar, saludar e irnos —se burla, Ares—. Excelente, Velkan. Tu compañera y Luna, es la súcubo y el ángel caído que está buscando el sádico de tu mejor amigo. Hago una mueca de desagrado. —No tuve elección en ese momento, pero ya la rechacé nuevamente —le digo serio—. Ares, la vida se trata de tomar decisiones desesperadas en momentos desesperados. —Déjame ver si entiendo —suspira y una estúpida sonrisa se forma en su estúpido rostro—. ¿Decidiste marcar a la súcubo de Aaron porque estabas desesperado por el momento o por la chica? Interesante, ¿por eso la reclamaste como tuya? —Primero, deja de decirle súcubo a la mujer. Segundo, no tiene nada que ver con Aaron. Y tercero, no estaba desesperado por nada —se empieza a reír—. Solo la reclamé para que tenga una vida feliz. —Claro, y supongo que ahora la dejarás libre y la rechazarás como es debido, ¿verdad que sí, Velkan? —me mira con diversión. —La rechazaré después, por ahora estará bajo vigilancia. Ya sabes que Aaron es un demonio terco y le encanta hacerme cabrear —admito, con tono obvio. —Pero si te dijo que no haría nada hasta que... —Ares, si te vas a poner de lado de Aaron, dime y te saco de mi manada —alza las manos como muestra de paz—. Me estás jodiendo la paciencia con tus majaderías y eso me está cabreando. No te olvides que soy tu Alfa y me debes lealtad y respeto. Si llego a escuchar que pones en tela de juicio mis acciones, atente a las consecuencias después. —Sí, Alfa Blood —se levanta de la mesa de café donde estaba sentado—. Primero, no tienes paciencia. Segundo, me dijiste lo mismo cuando no valías ni un peso. Tercero, soy el único que te soporta. Y cuarto, si me vas a sacar de la manada, avísame con tiempo, porque conozco tus arranques de Alfa compulsivo, y eso, a mí me cabrea. —Empezaré a entrevistar a otros Betas y Omegas, los míos vinieron con fallas irreversibles —me quejo y vuelvo mi atención a la mujer desmayada en el sofá—. Solo, no me jodas más la paciencia, Ares. No tengo idea de cómo afrontar mi realidad. Tengo miedo de enamorarme perdidamente de ella y que la vida siga enseñándome lecciones a base de sufrimiento —paso mis manos por mi rostro—. Estoy cansado de luchar, estoy cansado de sufrir, y cuando creí que había conseguido por fin a mi persona destinada, la vida se empeña en darme donde más duele —miro a mi hermano y él asiente—. Perder a tu compañera dos veces es vivir una desgracia eterna. Tu lobo se muere lentamente, tus ganas de vivir se van, la vida pierde el sentido y te dejas morir. Se hace silencio y, por primera vez, entiendo el sufrimiento de mi hermano cuando perdió a la madre de Valentina. Por lo visto, la familia Blood no está destinada a amar. —Sé lo que sientes, y salir de ese hoyo es muy difícil, pero eres nuestro Alfa y confiamos en ti. Realmente todos lamentamos la pérdida de Sara y no comprendemos el motivo del porqué la Diosa Luna decidió apartarla de tu lado, pero han pasado muchos años, hermano —pone su mano en mi hombro—. No te estoy diciendo que olvides a Sarita, solo te digo que permitas conocer a la chica que la Diosa Luna te está presentando. —Claro, en este momento la Diosa Luna me permite tener un compañera, ¿qué hago después cuando decida volver a quitármela? Porque ya sé que si me enamoro o acepto a esta mujer —señalo a la extraña—, Ares, acepto a esta pelirroja y mi vida se termina de destruir —presiono mi mano sobre la de él—. No podré soportar la pérdida de una segunda Luna. No merezco sufrir, también quiero amar y ser amado, pero quiero a Sara. —Lo siento, hermano —revuelve mi cabello—. Siento tanto que tengas que pasar por tanto y no recibir ni una gota de felicidad. Yo no quiero felicidad, yo quiero a Sara de regreso. La pelirroja se empieza a remover, y en un impulso me levanto, pero Ares me detiene. —Es solo una humana… bueno, no es solo una humana, pero entiendes lo que quiero decir —explica, sin apartar los ojos de ella. —No deberías tocarla sin permiso, Ares —le advierto, con voz baja. —No estoy tocándola —se defiende—. Pero no puedes seguir mintiéndote a ti mismo. Sabes que esa mujer no es una simple humana. Por más que intentes negar su olor, tu lobo la reconoce. —No huele como una loba —respondo, aún observándola—. Su esencia está fragmentada, como si hubiera sido despojada de lo que era antes. —Eso pasa cuando caes del cielo —dice con ironía—. Es lo que les pasa a los súcubos que deciden rebelarse, ¿no? Lo miro con furia. —No la llames así. —¿Entonces cómo la llamas? ¿Ángel? ¿Humana? ¿Luna? Mi mandíbula se tensa. —No lo sé… aún no sé quién es. Pero lo voy a descubrir. Ares asiente y se acerca al sofá. La mujer tiembla, como si su cuerpo no pudiera soportar su propia existencia. Su cabello rojo cae como fuego desordenado sobre el cojín. Parece tan rota como yo por dentro. —¿Cómo debo decirle entonces? —pregunta, con cautela. —Ayla —respondo, sin pensar. —¿Te dijo que podías decirle así? —No —admito—. Lo escuché… cuando Parker la llamó. Él se queda en silencio y luego suelta una risa baja. —Estás perdido, hermano. No contesto, porque lo estoy y no lo voy a admitir. ☆☆☆ Horas después, la casa está en silencio. Solo se escucha la respiración pesada de Ayla desde la habitación a la que la llevé y parecía oler a ella. No quiso comer, ni hablar, solo se quedó sentada en la cama, abrazando sus rodillas. La observé un largo rato desde la puerta sin que se diera cuenta. Algo en ella me resulta familiar, y eso me aterra. No quiero otra conexión. No quiero otra herida abierta en mi alma. Pero el lazo está ahí, latiendo débil, como una cuerda oxidada que aún no se rompe del todo. Aaron la buscará. Y cuando lo haga, no pienso entregarla. —Velkan —la voz de Ares me sorprende desde el pasillo—. Hablé con los ancianos. Algunos registros antiguos hablan de ángeles caídos con la capacidad de reencarnar… y de súcubos que han perdido su esencia al romper un vínculo con el Inframundo. —¿Y eso qué tiene que ver con ella? —Tal vez sea ambas cosas. Tal vez no sea ninguna. Pero no puedes seguir ignorando lo que representa. —No la estoy ignorando, la estoy protegiendo —gruño. —¿Y quién te protege a ti, hermano. No tengo respuesta. Porque nadie puede protegerme de ella. Ni siquiera yo mismo.
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