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La bella y el ex convicto

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Blurb

Nunca quise ser un hombre bueno. No hasta que ella entró en mi vida y me sacudió como un terremoto.

         Cinco años de prisión se suponía que me cambiarían, pero no aprendí nada. No hay reforma para alguien como yo.

         Traté de comenzar de nuevo: nuevo nombre, nueva ciudad, nueva identidad. No más escándalos, no más mujeres cuyos nombres ni siquiera me molesto en recordar, no más huir de la ley.

         Pero todo fue en vano. Arruiné mi oportunidad en poco tiempo, pero eso no importaba. Siempre he sido adicto a los problemas, y Breeze es un problema con P mayúscula.

         Es inteligente como un látigo, testaruda como una mula, y absolutamente hermosa...y además es policía.

         Sé que no debería quererla. Pronto descubrirá todas mis mentiras. Ella merece un final feliz, uno que sé que no puedo darle.

         Con los demonios de mi pasado acechándome en cada esquina, ni siquiera puedo mantenerla a salvo. Lo único que puedo ofrecerle son problemas y lo sé. Pero no puedo resistirme a ella

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1. Problemas de ira.
JAX. El océano es una mierda. Salgo a la superficie y jadeo en busca de aire, justo a tiempo para ver la siguiente ola viniendo hacia mí, su curva brillando bajo el sol de la mañana, la espuma en la parte superior arqueándose sobre mi cabeza. Que se joda el surf, pienso mientras contengo la respiración y me agacho debajo. Al menos esta vez no me golpean el trasero. Aunque está cerca. Mi tabla de surf sigue atada a mi tobillo por su corre, y queda atrapado por la ola, tirando de mi casi con tanta fuerza como para tirar de mis pies debajo de mí. Tengo agua salada en la nariz, en los ojos y en los pulmones, gracias a que perdí el equilibrio una vez más y salí volando de la tabla y directo a las olas. No sé porque me molesto. No estoy mejorando en esto, y simplemente me están mostrando un grupo de maricas de pelo largo que probablemente se sientan para orinar. Uno de los gatitos del pelo largo me mira mientras trato de sacarme agua salada de la nariz. Está a diez metros de distancia y con los sonidos del océano no hay manera de que pueda oírlo, pero el me levanta el pulgar y levanta las cejas. ¿Estas bien? El esta preguntando. Solo asiento una vez, luego tiro de la correa de mi tabla de surf y la atraigo hacia mí. hay una pausa en las olas y por un momento pienso en irme a casa, darme una ducha y tomar un café antes de ir a trabajar. Pero eso sería darme por vencido. Eso sería dejar que el océano de mierda me venza. Lucho con mi tabla, me subo y empiezo a remar con fuerza. En unos minutos todos los músculos de mis brazos y espalda están gritando, pero ya he superado las olas. Me detengo, flotando sobre mi tabla de surf mientras las olas pasan debajo de mi se siente como si estuviera montando una moto muy silenciosa y suave por una carretera con colinas. Me paso la lengua por los dientes y escupo arena en el agua, luego me siento erguido en mi tabla, miro el horizonte y respiro profundamente. Me obligo a relajarme y dejar que la ira se disipe. Después de diez minutos, ya no quiero darle más puñetazos al océano en su estúpida cara. Demonios, se supone que el surf me hace estar menos enojado, menos agresivo y más paciente. Cuando me echaron de dos bares en dos semanas por pelear, Eli me sugirió que empezara a meditar. No había manera de que me sentara con los dedos en círculos y cantara om, así que sugirió surfear. Tenía que hacer algo con los problemas de ira si quería salir adelante, así que lo intente. Resulta que surfear es más difícil de lo que parece. Llagar a la parte en la que te sientas en una tabla y esperas una ola es ola es agotador la primera vez que lo haces, porque nadar en el océano es muy difícil. Creo que me aniquile una docena de veces antes de coger mi primera ola, pero nunca olvidare esa ola. Nunca olvidare las sensación de hacer algo exactamente bien, del océano moviéndose debajo de mi como si me estuviera levantando. Nunca olvidare la sensación de que estaba volando. Maldita magia, incluso para un imbécil hastiado como yo. Además, sentado aquí en silencio mientras el sol viene detrás de mí y enciende lentamente las olas, no esta tan mal. Es pacifico, silencioso, me da algo de espacio para pensar. A veces veo delfines más lejos y eso es genial. Nunca antes había visto delfines en persona. Una respiración profunda más. No vienen buenas olas, así que sacudo los brazos y miro a mi alrededor. Esta mañana hay pocos surfistas más, lo cual es bueno, porque mi direccion sigue siendo una mierda. Giro la cabeza y el surfista a diez metros a mi izquierda hace lo mismo. Por un segundo, nos miramos y me doy cuenta de que es una chica surfista. No. Una surfista sexy, su traje de neopreno n***o abraza perfectamente su cuerpo mientras la mira sobre su hombro, piernas abiertas, rodillas a casa lado de la tabla. Por la forma en que mira hacia atrás, esta medio mirando hacia mí, y mi boca se seca al ver su pecho subir y bajar dentro de su traje de neopreno. Mierda, me gustaría se esa tabla de surf ella podría montarme todo día y no me importaría. La chica gira la cabeza y me mira por una fracción de segundo. Asiento una vez, pero ella ya está escaneando la orilla, sus dedos marcan un ritmo contra la tabla. >, me digo. >. Miro hacia la playa también y trato de no pensar en ella quitándose el traje de neopreno y sentándose a horcajadas sobre mí, sus tetas perfectas en mi cara mientras agarro sus caderas y la atraigo hacia mí, allí mismo en la arena como animales. Estoy duro como una roca. Miro furtivamente hacia abajo, pero por una vez, no es demasiado obvio. Estar en agua helada a veces es una bendición, incluso si siento que mis pelotas se van a caer. >, me digo. >. Le doy otra mirada furtiva a la chica surfista. Ella me está mirando directamente, como si pudiera decir lo que estoy pensando, y esta vez mantengo el contacto visual como si fuera un desafío. >, me digo por milésima vez esta semana. >. Finalmente, mira hacia el horizonte y frunce ligeramente el ceño. Miro, pero no veo nada. Cuando me vuelvo, ella esta boca abajo, girando su tabla y remando. Mirando por encima del hombro, remando más, y también el otro chico que está aquí. Maldita sea. Odio este sentimiento de que todos los demás saben lo que yo no. Me vuelvo con un mal presentimiento en la boca del estómago, y si, ahí está: un oleaje monstruoso que salió de la nada, es la primera buena ola que ha venido en todo el día. El tipo a mi derecha, el idiota de pelo largo que me dio el visto bueno que la tomara. Eso significa que tengo que tomarla, especialmente frente a la sufista sexy. Me acuesto en mi tabla y nado lo más fuerte que puedo, tensando todos los músculos de la parte superior de mi cuerpo. Pero ella todavía está delante de mí, al igual que la ola y el otro chico. Me rindo y solo miro mientras ella se levanta y se pone de pie. Ella sube la ola, perfectamente relajada, luego salta y llega a la playa, recogiendo su tabla. Sorpresa sorpresa, ella también está muy buena. Tan caliente que incluso no estoy celoso de que ella sea diez veces mejor que yo en esto. Ahora parezco un imbécil, porque traté de coger una ola, no lo hice, y ahora tengo que remar a toda velocidad pasando las olas otra vez. El otro chico también logro coger la ola y ahí está. De ninguna manera he impresionado a esta chica ni siquiera un poco. Por segunda vez esta mañana, lucho contra el impulso de golpear el océano. Maldita sea, ¿Por qué hago tonterías como esta? No podía dejar pasar la oportunidad de lucirme ante una chica y ahora parezco una especie de idiota. Me crujo los nudillos y aprieto los puños, pero no golpeo nada. Respiro profundamente y luego empiezo a contar a cien de forma regresiva en de tres en tres. Noventa y siete. Noventa y cuatro. Noventa y uno. >, me digo. Luego hay un rugido a mi izquierda, y abro los ojos justo a tiempo para ser derribado, porque por supuesto estoy sentado justo donde rompen las olas. Antes de darme cuenta, estoy arrastrando la arena en el fondo, mi pierna torcida en una direccion por la correa de mi tabla de surf. Hay más agua salda en mi nariz y en mis ojos, arena en mi boca. Me están rodando una y otra vez. No tengo idea en que direccion esta arriba. La tabla me golpea en la cabeza, con tanta fuerza que veo estrellas y grito bajo el agua. Mas de eso entra en mi boca y baja por mi garganta, y me golpeo, tratando de quitarme la tabla. Por un largo segundo estoy seguro de que estoy a punto de ahogarme a seis metros de la playa, en un pie de agua, justo frente de la chica a la que quería impresionar. Luego estoy sobre mis manos y rodillas, en tierra, y el agua retrocede detrás de mí, arrastrando mi tabla de surf con ella. Respiro profundamente, cierro los ojos y toso. Mies senos nasales arden mientras jadeo, toso y escupo arena de mi boca, todavía tratando de darle sentido a lo que paso. Finalmente, me levanto y doy un paso hacia la playa, pero la tabla de surf todavía está sujeta a mi tobillo y eso me hace perder el balance. Me contengo, pero casi tropiezo, y eso es todo. Agarro la correa con ambas manos y tiro tan fuerte como puedo, pero no se suelta, con un gruñido, me arranco el velcro del tobillo, levanto la tabla y lanzo a esa cabrona a la playa tan fuerte como puedo. Patina por la arena y luego se detiene. —Que te jodan— murmuro, todavía respirando con dificultad y medio tosiendo agua salada que sale de mis pulmones. A al mierda esto. Al carajo con el surf, al carajo con las olas, al carajo con el océano. A la mierda California. —¿Estas bien? — pregunta una voz femenina, y se quién es; la única mujer en esta playa ahora mismo. —Si…— empiezo, pero luego estoy tosiendo de nuevo, tan fuerte que casi vomito. —Diste un viaje increíble— dice. Mis ojos y mi nariz lloran y solo puedo asentir. Desearía estar en cualquier otro lugar además de arrancarme los pulmones al lado de la chica más sexy que he visto en mi vida. —Me tomo por sorpresa— finalmente jadeo. —Ellas hacen eso— dice, y suena como si le divirtiera. No quiero que ella se divierta conmigo, pero diablos, lo aceptare. Me toco los ojos y, aunque me escuecen, finalmente puedo verla de cerca. Tiene el cabello castaño oscuro recogido en un moño detrás de la cabeza, ojos azules, pómulos afilados y labios carnosos. Aunque pudiera estar muriendo por la inhalación de agua, instantáneamente la imagino con esos labios perfectos alrededor de mi polla y esos ojos mirándome. No puedo evitarlo. Mierda. Estoy duro y ahora ya no estoy metido hasta la cintura en el océano. —Me ha pasado un millón de veces— dice, —Una vez, cuando me resfrié y me soné la nariz, juro que salió una hebra de alga de ocho centímetros. Dure un mes que ni siquiera practicaba surf— Me la imagino sacándose algas de la nariz. De alguna manera, no hace que mi erección desaparezca. Ni siquiera la disminuye. —Lo siento, eso fue asqueroso— dice, con una sonrisa arrugando las comisuras de sus ojos. Toso una vez mas —He oído cosas peores— digo y trato de sonreír. Ella se ríe. —Al menos llevas un tarje de neopreno— dice, con los ojos brillando bajo el sol de la mañana. —Me quede sin uno un par de veces y me salió arena en lugares que no creerías— Levanto ambas cejas. —Pruébame— le digo, haciendo lo posible para no comerme con los ojos su cuerpo. Me imagino los lugares a los que podría llegar la arena, donde podría necesitar ayuda para sacarla. Ella se ríe y aparta la mirada rápidamente. Juro que hay un leve rosa en sus mejillas, pero tal vez sea solo el amanecer. —Créeme, usa siempre traje de neopreno— dice con sus ojos azules se vuelve a mí. —¿Llevas mucho tiempo surfeando? — —Si, soy casi profesional— digo, permitiéndome medio sonreír. —¿No pudiste ver cuando me perdí esa ola y me golpearon en el trasero? Maldito surfista experto, aquí mismo— —Estas mejorando, ¿sabes? — dice, inclinando la cabeza hacia un lado. —Y todo el mundo a veces se pone las tetas sobre el culo de vez en cuando— —¿Estoy mejorando? ¿Entonces me has estado observando? — Esta vez ella se sonroja. —Estoy aquí mucho tiempo— dice y se encoge de hombros. —Cuando ves a las misma personas una y otra vez, notas quien está mejorando— Definitivamente nunca la había visto aquí antes, yo la recordaría. – —Tú me has visto pero yo no te he visto a ti— digo, y entrecierro los ojos en broma. —¿Me estas espiando? — Ella vuelve a reír. —No— dice ella. —Has estado demasiado ocupado tratando de aferrarte como para notar a alguien más— Ella tiene razón. Últimamente he estado bastante envuelto en mi propia mierda. Llega otra ola y ambos nos volvemos para ver a uno de los otros surfistas surfearla. Al principio se tambalea un poco, pero luego todo navega sin problemas. El salta, cae en la arena, nos saluda con la cabeza y miro furtivamente el rostro de la chica mientras ella lo mira, los celos me apuñalan. —El imbécil hace que parezca pan comido— me quejo. —Stewart ha estado surfeando en este lugar durante años— dice. —¿Has estado aquí cuanto, tres meses? — —Me estas espiando— digo y ahora estoy sonriendo. —Simplemente tengo buena memoria— dice, y levanta su tabla de surf a un lado. —Tengo que ir a trabajar, pero nos vemos por ahí, ¿sí? — —Estaré aquí, sacándome algas de la nariz— digo. La surfista sexy saluda y se aleja, y la miro como un idiota, preguntándome si la ahuyente. Toda la sangre de mi cerebro ha corrido directamente a mi pene y, de todos modos, apenas recuerdo como hablar con mujeres. Las chicas borrachas en el bar de Santa Barbara no cuentan, cómprales un trago, guíñeles el ojo y caen hacia atrás con las piernas abiertas. Pero antes ni siquiera tenía que hacer eso. Solía ser jodidamene encantador. Solía tener mujeres que me enviaban mensajes de texto, de la nada, diciéndome que estaban pensando en mi polla, Que si podría ir a verlas. En el fondo, hay una voz que dice: ve tras ella. No: me exige que vaya tras ella. Gritando, incluso, y por un momento me imagino alcanzándola. Empujándola contra el costado de su auto, inclinándome sobre ella, con mis manos en sus caderas, preguntándole si quiere que nos reunamos mas tarde. Prácticamente puedo imaginar cómo sus ojos se agrandarían y se oscurecerían, como se le quedaría el aliento en la garganta. Solía funcionar. Demonios, la última vez que lo intente, no hubo más tarde, solo en ese momento en el asiento trasero. Pero he estado trabajando en mi control de impulsos. Se supone que el surf ayuda con eso, algo relacionado con la paciencia, la práctica y la naturaleza. Además, Eli lo ha dicho una y otra vez: no debería formar vínculos por un tiempo, al menos hasta que me haya adaptado. Podría ser peligroso. Ese ni siquiera es el mayor problema. Estoy acostumbrado a lo peligroso. Peligroso no es nada. El mayor problema soy yo. Nadie merece tratar conmigo por más de una noche de diversión, una noche en la que ninguno de los dos habla mucho. Apenas puedo darle a mi jefe lo que se merece y solo tengo que presentarme y arreglar autos. No hay manera de que pueda darle a una chica lo que se merece. Especialmente una con un trasero y una sonrisa como esa. Me doy la vuelta, agarro la tabla, vuelvo a colocarme la correa en el tobillo y vuelvo al agua. Si ella va a estar mirando, joder, si, voy a mejorar en esto. *** Una hora después, tomé lo café, me duche y conduje hacia el trabajo con las ventanillas de mi Ford Escort blanco bajadas porque es una hermosa mañana. Son todas hermosas mañanas en la costa de California, pero todavía me gusta saborearlas. Además, las ventanas de esta chatarra no suben del todo. Me detengo en una esquina, hago señas a otro auto para que pase, luego doblo la esquina y aparece Sebastian´s Auto Repair. En el momento en que lo hace, veo el grafiti. La puerta que cruza el frente de Sebastian´s es un azul medio oxidado, pero el grafiti es de color naranja brillante y amarillo, prácticamente una bofetada en la cara. Malditos niños, creo. estaciono mi auto de mierda en un espacio de estacionamiento al otro lado de la calle y salgo, cerrando la puerta detrás de mí. El coche se balancea sobre sus ruedas. ¿Qué mierda hizo Sebastián para merecer esto? Pienso, corriendo hacia la puerta pintada. Esta pintada con feos remolinos y espirales, probablemente signos de pandillas para alguna pandilla estúpida en la que los niños de secundaria de la Bahía Half Moon creen que están. No hay pandillas en la Bahía Half Moon. Es una ciudad costera con una población de unos cuatro mil habitantes. Hay una escuela secundaria. Busca la palabra idílico en el diccionario y veras una foto de este lugar. ¿La gente piensa que tiene problemas? Creo. sí pintas con aerosol el taller de Sebastián, puedo darte algunos putos problemas. Mis manos están en puños otra vez, esta vez a mis costados, y no me molesto en contar hacia atrás desde cien mientras recojo una lata de pintura en aerosol vacía y la arrojo a la puerta. Rebota con estrepito, y no me siento mejor, así que tomo otra y hago lo mismo. Quiero torcerle el cuello a alguien. Desearía que quien hizo esto se hubiera quedado atrás en lugar de huir para poder ocuparme de ellos yo mismo. Sebastián ha trabajado jodidamente duro durante treinta años, ¿y ahora aparece un imbécil y redecora para él? No importa que hace diez o doce años yo fuera ese imbécil. Tirar latas a la puerta no me lleva a ninguna parte. Busco las llaves en el bolsillo de mi overol, solo para darme cuenta de que todavía están en el encendido de mi auto. Las agarro, y cuando me vuelvo hacia lo de Sebastián nuevamente, me llama la atención. Muy a la lado derecho de la puerta, casi solo, con spray verde limón. Un signo de dólar, dentro de un círculo, dentro de un triángulo. Se me cae el estómago. Por un segundo, creo que la sangre deja de bombear por mi cuerpo. Estoy congelado. Todo está congelado. >, me digo. >. Me estoy mintiendo a mí mismo. No es ninguna casualidad. Se exactamente lo que significa ese símbolo: significa que los brazos del sindicato llegan hasta California y están tratando de descubrirme. Pero también significa que no están seguros de que este aquí. Si estuvieran seguros, ya habrían venido por mí en lugar influir sus tácticas de miedo. Es solo una coincidencia que haya etiquetado el taller de Sebastián. Tengo algunas cosas que resolver. Entonces oigo un traqueteo que baja por la manzana y me descongela. Me giro y veo a Sebastián llegar en su proyecto actual, un Land Rover de 1964 que constantemente suena como si alguien estuviera tirando dados debajo del capo. Se detiene en la calle, sin siquiera mirarme. Sebastián está totalmente en silencio, simplemente contemplando la escena por un largo momento. Luego sus hombros se hunden, se encoge de hombros y estaciona su auto en la calle detrás del mío. —Vamos— dice sombríamente cuando sale. —Supongo que pasaremos la mañana hablando con la policía en lugar de trabajar— —¿Sabes quién hizo esto? — le pregunto, mi voz es un gruñido bajo. El edificio con grafitis contrasta con todo lo demás aquí: las palmeras, el océano a lo lejos, las montañas que se elevan frente a él, la luz del sol de la mañana salpicando la calle. Excepto por la pintura en aerosol, este lugar parece una postal de diversión bajo el sol de la década de los 50. —Niños, probablemente— dice luego se detiene y me mira, entrecerrando los ojos. Tiene cabello gris acero, ojos azules brillantes y un rostro arrugado por toda una vida viviendo bajo el sol de California. Sebastián parece serio y relajado al mismo tiempo, y nunca logro entenderlo. —¿Por qué? — el pregunta. > Me detengo. Este no es el tipo de lugar donde la gente trata las cosas de esa manera. No soy el tipo de persona que se ocupa de las cosas de esa manera. Al menos ya no. —Solo me preguntaba— digo, pero él no me escucha. Sigo los ojos de Sebastián hasta la manija de la puerta empotrada en los bloques de cemento. Esta colgando, claramente no funcional, y la puerta en si está abierta tal vez media pulgada. Ni siquiera me había dado cuenta. Quienquiera que estuvo aquí entro. Aprieto los puños de nuevo, porque eso lleva esto del vandalismo a un allanamiento de morada, y solo Dios sabe que más. Puedo ver la mandíbula de Sebastián flexionarse mientras empuja la puerta para abrirla con gravedad, y miramos el interior del taller. Es mucho peor que el exterior.

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