Capítulo 15||

2301 Words
June Becket Mi cuerpo exuda incomodidad, molestia y decepción, y me siento como una completa estúpida en cuanto la chica pelirroja cubierta de tatuajes, se acerca con una sonrisa planteada en su rostro, esta vestida con un top deportivo, que deja a la vista un piercing en su ombligo, el sudor le recorre la frente, se nota exhausta, y no tengo que ser muy inteligente para entender el por qué, apoya su mano en el hombro de León, volviendo a extender su sonrisa en cuanto fija sus ojos en mi rostro. —Es... —Haya sido intencional o no, gracias... —Murmuro, cortando a la chica, extendiendo la bolsa con la camiseta a su pecho, optando por largarme en seguida, tan pronto veo su gesto, y su intención de devolverlo. «De por sí, es demasiada incómoda la situación». El pecho me late con fuerza, el montón de personas es el doble cuando salgo, y en cuanto vuelvo a percatarme de la hora, la preocupación vuelve a abarcarme. Cosas como estas no hacen más que recalcarme lo muy ingenua e estúpida que soy, las cosas nunca me salen bien, y creer que ahora iba a ser diferente, fue un grandísimo error. Avanzo en medio del gentío, empujo a todo a aquel que se interpone, ya que con el fuerte bullicio pedir permiso, no serviría de nada, en cuanto logro llegar a fuera, respiro cargada de opresión, trato de visualizar un taxi, ubico uno a pocos metros, saco mi mano para pedirle parada, pero la toman antes, volteándome con brusquedad. — ¿Qué sucede? —Inquiero, cuando mis ojos dan con el rostro de León, el cual ahora está completamente vestido. —La misma pregunta me hago, pero no le busco respuestas a todas las estupideces. —Contesta cortante, y me suelto de su agarre, alejándome dos pasos, tomando distancia entre nuestros cuerpos. —Genial, lamento lo de hace un momento, no fue mi intención interrumpir, no sabía y... —Me corta. —No interrumpiste nada. —Responde en un tono hastiado. — ¿Si captas que trabajo allí, no? Si llegaste hasta aquí te lo han de a ver informado. —Espeta y asiento. —Lo sé, pero de todas formas, lamento haberte molestado cuando estabas... —Vuelve a cortarme. —Te estoy diciendo que no estaba follando. —Articula molesto. —No he dicho tal cosa. —Refuto, empuñando mis manos nerviosa, ¿si no estaba follando, entonces qué? —Es lo que crees. —Replica, y niego. —No, en realidad ni si quiera lo he pensado. —Miento, y se adentra ambas manos en sus bolsillos, encogiendo sus hombros. —De todas formas, no me importa que lo hagas. —Contesta, y asiento. —Ya lo sé. —Respondo en murmuro, volviendo a voltear para llamar al taxi, extiendo mi mano, y vuelve a tomarla, provocando que voltee, exasperada. — ¿Y ahora qué? —Al parecer no tienes idea de cómo son las cosas por aquí. —Suelta, llevando mi ceño a fruncirse. — ¿De qué hablas? —Pregunto, me repara, y se acerca a mi oído. —De las chicas que suben a ese taxi, son pocas la que logran regresar a sus hogares, es un misterio, el cual todos pasamos por alto. —Murmura, aumentando mis latidos rítmicos. —Es la primera vez que te escucho bromear, y permíteme decirte que, se te da pésimo. —Contesto en un tono irónico, aún con el pecho acelerado. — ¿Eso crees? Pues suerte con ello. —Espeta volteando hacia la entrada, y lo tomo de la muñeca antes de que pueda dar el primer paso. —Si viniste hasta aquí es porque tienes la intención de darme un empujón, ¿cierto? —Inquiero, posando mi mirada en su pecho, evitando sus ojos, hipnóticos. —La verdad es que no. —Contesta fríamente, y me alejo soltando su muñeca. —Pero, ya que voy de paso... —Murmura, y asiento aliviada. —Vamos. —Vuelve a decir, sacando un par de llaves de su bolsillo. Lo sigo hasta el pequeño estacionamiento oscurecido, no hay rastros de la bolsa azul que le entregué, y decido ignorar aquello, entrando al asiento copiloto en cuanto quita las alarmas. Observo hacia el asiento trasero por impulso decepcionándome una vez más. —La olvidé en la alcoba de descanso. —Escupe, y me echo el pelo hacia atrás, sin contestar, «Por dios, ¿tan obvia soy?» Empieza a conducir enfocando su vista en la carretera, no se molesta en decir una palabra más y obviamente yo tampoco lo hago. La sensación de incomodidad vuelve recorrerme, y el que mi estómago gruña, me provoca ganas de desaparecer, «Perra y puta suerte, ¡Va a creer que siempre que estoy con él, estoy hambrienta!». Apoyo mi cabeza contra el cristal, y aprieto mis ojos cargada de vergüenza, llevo tiempo conociéndolo, ¿Por qué tiene que avergonzarme esta estupidez? , me repito tratando de mermar la mala sensación, los nervios no dejan de azotarme, y levanto mi rostro asombrada, y el doble de incómoda, en cuanto capto que se detiene frente a un puesto de comida italiana. Baja la ventanilla del auto, y la vendedora asoma su cabeza con una sonrisa, la cual borra cuando nota mi presencia. —Buenas noches, ¿Qué van a desear? —Inquiere, tomando una pequeña libreta de notas, y León voltea hacia mí, provocando que me remueva en el asiento. —Ordena. —Me dice, y me inclino a observar el menú, hay tres coches a la espera, por lo cual termino pidiendo pizza de pollo, y refrescos con rapidez. —Tengan feliz noches. —Despide, luego de entregar la orden, y avanzamos al puesto donde a los pocos minutos, nos entregan el pedido. Me apresuro en tomar el dinero de mi bolso, él hace lo mismo, y me inclino, extendiendo mi mano antes de que pueda hacerlo, pero me empuja hacia atrás evitando que el chico pueda tomarlo. —Quédate con el cambio. —Dice, en cuanto entrega el billete, arrancando en seguida, dejando al chico con la palabra en la boca. —Quería invitarte. —Refunfuño, y me ignora, centrándose en conducir. —Llevémonos bien, me caes, y creo que yo a ti, confundí las cosas sí, pero dejemos lo que paso y dije atrás, seamos buenos amigos, ¿sí? —Inquiero, suavizando mi tono, y se detiene frente a mi hogar, volteando en cuanto quita las alarmas. —Vamos, baja. —Espeta, y me llevo la mano a la sien, molesta. —Te acabo de decir algo. —Refuto, y extiende lo que compró a mis piernas. —No me interesa, tengo cosas que hacer, baja. —Demanda, hastiado. Vuelvo mis manos puños, cuando el mal humor me abarca con excesividad, ¿Qué carajos le pasa? ¿Por qué todo lo que digo, parece fastidiarle? —Al menos cena conmigo, antes. —Replico, cruzándome de brazos, no quiero quedarme sola, y aunque trate de negármelo a mí misma, en el fondo tampoco quiero que se vaya. —Baja. —Reitera lo mismo con pesadez. —No hasta que cenes conmigo. —Insisto, y arquea una de sus cejas pobladas. — ¿Quién dijo que tuviera hambre? —Espeta, y abro la caja de pizza, sacando uno de los pedazos, para luego llevarlo a su boca. —Mi instinto. —Bromeo, y empuja la pizza, la cual vuelvo a llevar a sus labios. —Anda, come, somos amigos ahora, ¿cierto? —Murmuro hastiándolo más, y me la quita de la mano, empezando a comerse el trozo. Tomo una, y en cuanto lo veo acabar, vuelvo a extenderle otra, mientras devoro la que tengo en manos, hasta que terminamos con todo. «Él se come tres, y yo cuatro, dejando una para los cachorros». Le ofrezco su vaso de refresco, y como que tanta amabilidad lo empieza a ofuscar, ya que exhala molesto, a cada nada. Sonrío entre dientes, mientras tomo todo, en tanto ingiero la bebida. —Gracias por traerme, y por la comida. —Digo, y como siempre me ignora. Me quito el cinturón, abro la puerta, y vuelvo recargarme en el asiento volteando. — ¿Te gustaría conocer a mis cachorros? Son hermosos... —Murmuro, y enciende su auto, dando a entender que no le interesa. —Buenas noches. —Termino murmurando, saliendo del coche, resignada. Los cachorros me reciben en la puerta emocionados, el movimiento de sus colitas, me saca una sonrisa, y me coloco de rodillas dejándoles la pizza, la cual divido en tres pedazos en el suelo. Me levanto para cerrar la puerta, y voy hasta mi alcoba, tirándome sobre las sábanas exhausta. La cabeza me da vueltas, todo viene a mi mente, provocando que vuelva a colocarme de pie, sacándome todo, entrando a la ducha, dejo que el agua tibia me recorra, enjabono mi cuerpo, y las manos que presionan mis caderas me sobresaltan. —Cosita rica, ya veo por qué tanto afán de la jefa. —Susurran en mi oído, y mando un codazo a sus costillas, cuando su mano intenta deslizarse a mi interior. El agua cargada de espuma, lo lleva a resbalar, y sin detenerme a observarle el rostro, tomo mi toalla, y salgo de la alcoba despavorida, con el miedo latiéndome en las venas, no veo a los cachorros, intento buscarlos desesperada, y termino chocando contra un torso duro, el cual me manda a retroceder, el corazón me late con fuerza, y el miedo se evapora de mis venas, en cuanto distingo el rostro de León. —Hay... Hay alguien en mi alcoba... —Murmuro entrecortado, con el pecho descontrolado, aferrándome a su camiseta. —Lo sé. —Contesta él, en un tono neutro, alejando la mano que se aferra a su camiseta. —Espera aquí. —Me pide, y niego de inmediato. —Voy a revisar. —Me dice y vuelvo a negar, aferrándome nuevamente en su camiseta. —Bien, mantente tras mi espalda. —Espeta, resignado, empezando a caminar hacia a la alcoba. Enciende la luz en cuanto entra, todo el peso está mojado, la ventana, frente al armario, está totalmente abierta, y en cuanto termina de revisar todo adentro, se lleva la mano al puente de su nariz, revisando por fuera de las ventanas. — ¿Quién era? ¿Lo reconociste? —Pregunta, recargándose contra la pared, y niego, con los nervios atormentándome. — ¿En qué líos te has metido, June? —Continúa con el interrogatorio. —No me he metido en nada, habló de su jefa, dijo que tenía afán por mí... —Explico, articulando las palabras con nerviosismo, sin siquiera entenderme a mí misma. Él se coloca de pie, exhalando, y me apresuro en tomarlo de la muñeca una vez más, cuando noto su intención de largarse. —No me de... —Recoge tus cosas, y vámonos. —Demanda, cortando mis palabras, mi cuerpo experimenta cierta sensación de alivio una vez más. Y sin perder un milésimo segundo, tomo mi mochila, y la lleno con todo lo que me es necesario, y posible, bajo su atenta mirada. Termino, y me acerco con la mochila en mano. —Listo. —Susurro, y me echa un vistazo de pies a cabeza, rueda sus ojos fastidiado, y arrebata la mochila de mis manos. — ¿Piensas vestirte o... — ¡Dios! —Exclamo, interrumpiéndolo, percatándome de que aún sigo en toalla, descalza y con el cabello lleno de espuma. —No te muevas, espera. —Le digo, tomando lo que me voy a colocar, apresurándome a la ducha, con algo de escalofríos, me inclino asegurándome de que no se ha movido, el pecho se me vuelve a acelerar, en cuanto lo distingo en el mismo lugar, con su móvil en mano. Saco la leve espuma de mi cabello, y salgo, secando mi cuerpo, y colocándome todo con efusividad. . Me mantengo durante todo el transcurso, observando hacia al frente con los cachorros envueltos en una manta sobre mis piernas, y la cabeza recargada contra el espaldar del asiento. Todo me tiene al borde de un ataque de nervios, retoco con mis dedos el cristal una y otra vez, y... —Deja de hacer eso, j***r. —Me reprende, y abrazo la manta de los cachorros, sintiendo unas pésimas ganas de llorar. Las cosas estaban saliendo bien, y de repente esto... no me sorprende, pero si me hubiese gustado experimentar algo de paz y felicidad, por un tiempo más largo. Se estaciona a la media hora, y baja ayudándome con la mochila, mientras mantengo los cachorros en mis brazos. —Debiste dejarlos. —Se queja, observando los cachorros. —No quiero que estén ensuciando por todos lados. —Solo voy a estar esta noche, mañana buscaré un lugar donde quedarme, si ensucian, lo limpio y ya está. —Contesto, siguiéndolo, entrando en cuanto abre las puertas. Él toma los pasillos oscurecidos, y trato de seguirle el paso, tocando las paredes, continúo, y su mano toma mi muñeca, tirando de esta, entrándome en la alcoba que dormí anteriormente. La luz tenue me permite ver los alrededores, y a él, quien deja la mochila sobre el pequeño sofá. —Gracias. —Susurro, «No sé cuántas veces se lo he dicho, recibiendo las mismas ignoradas». Sale azotando la puerta, y acomodo los cachorros a un lado con la manta, están dormidos, los encontré encerrados en la habitación de mis padres. Me acomodo entre las sábanas, trato de que el sueño me tome, pero no funciona, y opto por salir al balcón recibiendo el aire fresco que me relaja, dejo caer mi cuerpo en el sillón de algodón, y apoyo mi cabeza en el brazo, observando las preciosas estrellas, que distraen mi cabeza hasta que el sueño me abarca.
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