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2541 Words
Volví a caminar al trabajo y el jefe me aseguró que sin problemas atendería a Isaac. Él llegó a las doce en punto. Escuché el rugido del motor de un coche aparcar fuera y yo estaba organizando algunas cuentas del día cuando él entró. Me di cuenta de que siempre vestía de n***o y eso sólo le hacía ver mucho más rudo con su apariencia, sus tatuajes oscuros, y sus facciones tan bruscas.  —Buenos días —le saludé con alegría.  Cada hora que pasaba era una hora menos para que llegara el lunes y mi cita para la revisión médica del embarazo. Gemma me acompañaba a todas y parecía estar más inquieta que yo.  El jefe salió de su sala y miró a Isaac, y después a mí.  —¿Es él?  Yo asentí.  —No tienes a nadie más hasta la una —le avisé.  —Perfecto.  Isaac pasó con él y escuché los murmullos de su charla durante los largos minutos que estuvieron allí dentro. Orlin pasó a ver qué hacían y no tardó en salir. Cobré a su cliente cuando se fue y él se quedó conmigo charlando.  —¿Ese es tu amiguito? —me preguntó.  A pesar de sus cuarenta años parecía un crío cotilla.  Yo no consideraba que Isaac y yo fuéramos amigos, más bien nos llevábamos bien porque nos habíamos visto tres veces contadas. Así que me encogí de hombros.  —Es amigo de Dann, el novio de Gemma. Llevan aquí una semana.  —Es guapo —comentó.  No controlé el asentir con la cabeza y él soltó una risa que me hizo sonrojarme como a una niñata. Daba igual lo que pensara porque alguien como él debía de tener novia o algo por la ciudad, y además estaba embarazada y ¿qué chico de verdad querría eso? Yo tampoco estaba para perder el tiempo ni meterme en problemas de relaciones y líos amorosos.  —No empieces —le pedí con las mejillas rojas.  —Yo sólo digo —se rio y levantó las manos al aire.  Me hizo reír y volvió a lo suyo cuando llegó su siguiente cliente. Me levanté de la silla y empecé a caminar por la sala de recepción. Me pasaba horas sentada y vida durante la semana era bastante sedentaria porque era ir del trabajo en el que estaba sentada a casa, así que intentaba caminar lo máximo posible para no volverme parte del asiento.  Ese día me puse unas mayas de deporte que se ajustaban a lo abultado que tenía el vientre, y una camiseta de manga corta que me llegaba por el ombligo, así que se notaba bastante el embarazo. Isaac me pilló dando vueltas cuando salió de la sala y el jefe tras él. Sonreí, pero él se encargó de todo.  —¿Estás bien? —me preguntó. Yo asentí y me pasé la mano por la tripa.  —Sí, no es nada —aseguré.  Su siguiente cliente llegó mientras Isaac y él hablaban, así que se despidió y nos quedamos solos.  —¿Qué tal? —le pregunté.  Él me repasó con la mirada y me siguió con los ojos mientras volvía tras el mostrador. Se apoyó en la madera y estiró el brazo delante de mis ojos. Descifré algunos tatuajes más, todos demasiado oscuros, pero ahora tenía envuelto uno de ellos: dos máscaras de teatro con diferentes expresiones. Me tomé la libertad de explorar más de su tinta, como el demonio de color n***o que bailaba con una chica y el árbol sin hojas y de ramas caídas. Eran tétricos, demasiado. Seguí subiendo los ojos hasta su cuello, hasta una palabra que tenía sobre la nuez: "Lethal". Y sin poder apartarlo seguí mi recorrido por su cara, por sus duros rasgos, su mandíbula apretada, sus labios finos y sus cicatrices... hasta la cruz invertida sobre su ceja y terminé en sus ojos grises. Pudimos pasarnos largos minutos sin decir nada, pero se me hicieron segundos cuando el entró el próximo cliente de Orlin y tuve que volver al trabajo.  —Ummm... —dudé, y fingí ordenar mis papeles—. Tengo que seguir... Y... ummm... gracias por venir.  Pude respirar mejor cuando se marchó y afortunadamente no fantaseé de más. Era capaz de controlar mis pensamientos porque todos ellos se opacan con cosas de mi bebé. Ese viernes terminamos la semana a las siete de la tarde y como siempre, cerré el estudio y me topé con Gemma esperándome fuera.  —Oh, hola —me sorprendí—. ¿Qué haces aquí? Ya te he dicho que me gusta andar.  Chasqueó la lengua y enganchó su brazo con el mío.  —Estamos en el pub —dijo, y me dio un ligero pellizco en el brazo—. Así que... ¿Isaac?  —¿Qué pasa con él?  —Ha estado en el estudio esta mañana.  Yo asentí, sabía a dónde quería ir y si ella guiaba así la conversación es porque consideraba que Isaac era un buen chico a pesar de lo que transmitía a simple vista.  —Sí, ayer me dijo que quería...  —¿Ayer? —dudó, y abrió los ojos y la boca—. ¿Os estáis viendo a escondidas? Es guapo, eh...  —¡Gemma! No es nada de eso —dije con una risa nerviosa. Ella soltó otra risa y entrelazó sus dedos con los míos tirando de mi hasta uno de los pubs que había en la carretera. Empujo la puerta por mi y no me soltó la mano hasta que llegamos a la mesa. Ella se sentó en la esquina pegada a Dann y yo en la esquina del sofá de enfrente junto a Isaac.  —Hey, ¿qué tal te va? —me preguntó Sam.  —Bien —sonreí—. Gracias, ¿vosotros qué tal con vuestra semana aquí?  —Entretenida —contestó Dann, y le pasó el brazo por los hombros a Gemma—. No ha dejado de darnos vueltas de un lado a otro.  —¡Para que os acostumbréis al pueblo! —se justificó ella.  Ellos ya tenían sus cervezas, y sin pedir, la camarera Greta me trajo un vaso de agua.  —Muchas gracias, Greta —le dije.  Ella me sonrió y se subió las gafas por la nariz.  —No es nada, cariño. ¿Qué tal lo llevas?  Asentí y como siempre, me acaricié la tripa.  —Genial.  Mucha gente del pueblo se conocía entre sí, nos conocían y mi embarazo parecía mantener a todos alerta porque estaba claro que todos sabían por lo que había pasado.  No tardó en hacerse de noche y Gemma ya miraba su teléfono con insistencia. Me miró.  —Vamos a ir a la discoteca del pueblo —dijo—. ¿Te vienes?  —Ya sabes la respuesta.  Puso los ojos en blanco y juntó las manos en un gesto dramático.  —Porfiiiiii. Yo negué, de nuevo. Antes del embarazo las fiestas no eran mucho lo mío, y desde que me quedé embaraza apreciaba mucho más estar en casa y complacer mis antojos de helado. Además de que ir a una discoteca era ridículo porque me pasaría la noche en el baño y ella no me dejaría ni bailar a gusto. —Vale, pero mañana fiesta en mi casa, los seis. Ya sabéis, para conocernos mejor porque vamos a pasar el verano aquí.  A eso ya no me pude negar. Socializar estaría bien y realmente necesitaba ampliar mi círculo a alguien más que sólo Gemma y gente mayor. Al irnos, yo cogí el coche y solté a Gemma y a Dann en la puerta de la discoteca mientras Isaac llevaba su coche bastante impresionante y aparcó. Me despedí de ellos con un gesto de mano y antes de volver a casa me pasé por la tienda para comprar más helado.  Mis noches eran bastante solitarias desde entonces, cenaba sola y me tiraba en el sofá a comer helado mientras veía una película. Lo hacía todas las noches aunque cuando Dann no estaba y ella no se iba a la ciudad, Gemma y yo compartíamos gran parte del día juntas cuando no trabajábamos. También me solía pasar que me quedaba dormida en el sofá y era algo que sabía que debía cambiar porque cuando me desperté, tenía un dolor de espalda horroroso.  Los sábados tampoco eran gran cosa en mi vida, hice limpieza y ordené un poco las cosas de la habitación del bebé. Había pintado las paredes de gris y tenía pensado decorarlas con algunos cuatros y fotos de las ecografías, por no hablar de que lo único que tenía de bebé era el carro regalado. No tardé mucho tiempo en buscar cunas y demás cosas necesarias.  Me pasé la mañana limpiando y detrás de comer me di una relajada ducha para prepararme. Se me extendió el día hasta que Gemma me mandó un mensaje de que ya estaban todos en su casa. Eran las nueve de la noche y me puse unos vaqueros largos que no me comprimían el estómago y una camiseta de manga corta y ajustada con algo de escote. Gemma tenía del helado que me gustaba en su casa así que me esperaba que esa fuera mi noche, una reunión de amigos sin pasarse de la raya. Me equivoqué un poco porque cuando llegué, mezclaron su resaca con más alcohol y Gemma puso la música y las luces de colores de su salón como si fuera una discoteca. Me gustó demasiado ser parte de un grupo así por primera vez en mi vida.  —¡Cantáis muy mal! —chilló mi prima. Se nos hizo la una de la madrugada y la suerte de no tener vecinos porque su casa era la de la rotonda, era genial. Ya había botellas vacías por el suelo y algunas bolsas de patatas y demás comida basura.  Alan se llevó la mano al pecho, pero siguió cantando el karaoke con Dann.  Me hicieron reír y me recordaron que tenía veintitrés años, no cincuenta. Aunque lo parecía por la veces que fui al baño. Consideraron el no fumar estando yo allí dentro, así que salían al pequeño jardín trasero. —Están decepcionados —comentó Gemma en un momento—. Anoche no ligaron.  Se me escapó una risa mientras Alan y Sam discutían aquello. Isaac parecía de lo más indiferente ante el hecho de no haber ligado, pensé que tal vez era porque tenía novia.  —Sólo había niñas —se quejó Alan. —Y las que tenían veinte eran insoportables.  Agité la cabeza con gracia. —No sé que esperabais encontrar aquí —dijo ella.  Sam nos señaló.  —Estáis vosotras.  Gemma se echó a reír y yo saqué una risa. No éramos de lo mejor tampoco, por no hablar de que ella estaba cogida por su amigo y yo estaba embarazada. Alguna vez algún chico que pasaba por el estudio intentó ligar conmigo, hasta que me ponía de pie y veían mi vientre, entonces era una trabajadora más. No tenía muchas expectativas con los chicos, prácticamente ninguna aunque tenía la ilusión de que no todos fueran tan idiotas.  Me di cuenta de que los únicos que no hacíamos tanto el cabra fuimos Isaac y yo. Nos sentamos juntos en el sofá y a penas nos movimos en toda la noche, pero él bebía y nunca llegó a parecer estar borracho como el resto. Recuerdo que me levanté para salir un rato y despejarme de la música y los gritos, me senté en un columpio de metal algo viejo que Gemma tenía en el jardín y me balanceé en él hasta que la puerta sonó al abrirse e Isaac salió. Se quedó a unos pasos para fumar y su mirada era tan intensa que empecé a removerme.  —¿Estás bien? —me preguntó.  —Sí, es que tengo la cabeza que me va a explotar —dije y sonreí—. Tú no pareces tan borracho.  —Porque yo sé beber.  Moví la cabeza con amplios movimientos y una pequeña sonrisa.  —Tampoco parece muy difícil controlarse más que ellos. ¿Te tocó aguantarlos anoche?  Soltó el humo y me pareció irreal que fuera tan enigmático.  —Me fue al hostal pronto, no me van las fiestas de toda la noche.  —Bueno, a mi no me va ninguna fiesta —dije.  —Es normal —dijo él, y me miró.  —No —me reí—. Tampoco me iban antes. Ahora por lo menos tengo una buena excusa.  Vi la pequeña sonrisa que le salió y terminó tirando el cigarro y sentándose a mi lado mientras nos balanceábamos levemente. no hablamos mucho, de hecho, estuvimos en silencio unos buenos y largos minutos.  Isaac me miró y se pasó la mano por el pelo echándoselo atrás. Es que era atractivo como nadie, jamás vi a un chico tan oscuro y que me diera tanta curiosidad. Por eso me encontraba mirándolo como una boba constantemente.  —Me he encontrado al gilipollas esta mañana —dijo.  —¿A Jake? —pregunté, pero caí—. Claro que a Jake, que tontería de pregunta.  —Tampoco pareces una chica que salga con esos capullos.  —En mi defensa diré que al principio era bastante agradable.  —¿Y al final?  Me quité el pelo rubio y me lo eché por la espalda. Al final fue todo mi culpa porque después de los cuernos le seguía perdonando y seguí queriendo irme a vivir con él.  —Estaba ciega —admití—. Fue un poco mi culpa.  Nunca lo dije antes en voz alta, pero consideraba que gran parte de lo que nos pasó fue mi culpa porque yo pude cortar con él y librarme de más engaños por su parte. Pero entonces lo pensaba y también sabía que si le hubiera dejado jamás hubiera salido embarazada y eso era algo que ya amaba, no podía no pensar en no tenerlo si hubiera escogido otras cosas en mi vida.  —Nunca va a ser tu culpa que otro sea un hijo de puta —dijo de la forma más seria y cortante posible.  Me hizo temblar. —Ya... pero pude haberlo dejado. Aunque ahora lo pienso y tampoco me arrepiento porque gracias a él estoy embarazada y es lo mejor que tengo. Así que... no sé, supongo que tenía que pasar.  Dann salió a trompicones al jardín y soltó un suspiro. A penas nos pudo enfocar con la mirada e Isaac tuvo que encenderle el cigarro. Decidí levantarme, era tarde y ya tenía sueño.  —Mmmm... volveré a casa —avisé, y torcí los labios con una sonrisa algo cansada. Dann me sonrió y me agitó la mano ocupando mi sitio para dejar de tambalearse.  —Buenas noches, Anne.  Sonreí y les agité la mano.  —No os paséis mucho. Vi la media sonrisa de Isaac y me hizo un gesto de cabeza despidiéndome. Esa fue la segunda de muchas noches que pasamos juntos porque Gemma los llevaba a fiestas durante toda la semana y de una forma casual, por cosas del destino, Isaac y yo terminábamos encontrándonos de forma fortuita y él empezó a hacer mis días más entretenidos.
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