Ailen El paciente fue llevado directamente a quirófano bajo mi autorización. No había tiempo que perder; sus signos vitales eran extremadamente bajos. Desde la galería quirúrgica, con los brazos cruzados y el corazón a punto de estallar, lo observaba. No podía atenderlo yo misma. Había bebido una copa hace al menos ocho horas y el protocolo me lo impedía. De haber podido, sería yo quien estaría al otro lado del cristal, entre luces blancas que rebotaban sobre los instrumentos quirúrgicos y el cuerpo de aquel hombre, cubierto de sangre, lodo… y silencio. —Hay un hematoma subdural, necesitamos evacuarlo de inmediato. Si no lo hacemos, no saldrá del coma—informó la neurocirujana. Tenían mi autorización para hacer lo que fuera necesario. —Aun con la cirugía… no sabemos si despertará —ag

