El nombre en letras doradas
El salón LEA se había convertido, en menos de seis meses, en un referente de estilo, clase y distinción en la colonia más exclusiva de la ciudad. Con techos altos, molduras blancas, mármol italiano en los pisos y una paleta de colores cálidos y dorados, el lugar evocaba elegancia y refinamiento. Lea, con su temple sereno, había sabido crear algo más que un espacio de asesoría de imagen: había fundado un refugio para mujeres sofisticadas, exigentes y determinadas. Sus asesoras eran formadas con la misma visión: tacto, profesionalismo, un estilo sobrio y al mismo tiempo accesible.
Y aunque todo el personal destacaba por su profesionalismo, era la figura de Lea la que imponía una especie de orden natural. Alta, de andar firme y presencia delicada, su nombre ya er
