No me digas señor Lea

1159 Words
Capítulo 2 – No me digas señor Me contaron algo sobre usted… pero no sé si es verdad. Ese mensaje me quemaba en la pantalla. Tenía los dedos tiesos sobre el teclado. No podía dejarlo en visto, pero tampoco sabía qué decir. Así que respiré hondo y contesté: Lea: Señor Pablo, seguro Samuel le dijo algo. Él estaba borracho y dijo varias tonterías… no le haga caso, por favor. La respuesta no tardó: Pablo: ¿Y usted cree que le creo todo a Samuel? Tragué saliva. Algo en ese “usted” cargaba una tensión diferente. ¿Estaba molesto? ¿Intrigado? ¿Jugando? Lea: Solo le digo que no fue serio, seguro fue una broma. Pablo: ¿Usted bromea con ese tipo de cosas, Lea? Mi nombre. Leía diferente escrito por él. Como si lo pronunciara más lento, con un dejo de gusto. Lea: No, señor. No bromeo con eso. Pablo: Entonces hay algo de verdad. No respondí. Me quedé viéndolo. Pablo: No es seguro que sigamos hablando por mensaje… hay muchas miradas por aquí. Pero antes de irme… ¿Cuántos años tiene usted, Lea? ¿Eso qué importaba? Pero sentí que algo se abría. Lea: 23, señor. Pablo: Y yo 33. Usted es una niña a mi lado. “Una niña”… y aún así, me estaba escribiendo. Lea: Puede que sea joven, pero no soy ninguna niña, señor Pablo. Tardó en responder. Sentí que dudaba. Que medía cada palabra. Pablo: Me gustaría hablar mejor. Por llamada. Pero mañana. Después de las 8… llevo a mis hijos a la escuela. Lea: Está bien… después de las 8. Pablo: ¿Le puedo llamar entonces? Lea: Claro que sí, señor. Pablo: Y no me diga señor. Me hace sentir… lejos. Me ardieron las mejillas. Sonreí como una tonta. “No me digas señor”… eso era una grieta. Una invitación. Corrí al escritorio de Lana. No podía contenerlo. —¡Lanaaaa! ¡Me escribió! —¿Quién? —¡Pablo! ¡Y me va a llamar mañana después de las 8! —¡Quéeee! ¡Nooo! ¡No mames! ¿Y qué te dijo? —¡No me dijo mucho pero…! ¡Pero me pidió mi edad! ¡Y me dijo que no le diga señor! ¡QUE NO LE DIGA SEÑOR! —¡Cállate perraaa! —gritó en susurros, divertida—. ¿Ya te vas a dejar coger o qué? —¡No sé! ¡Pero si me habla como me escribió… me vengo! Esa noche llegué a casa flotando. Me metí a la ducha con el corazón a mil. Cerré la puerta con llave, dejé que el agua cayera caliente y dejé la luz apagada. Me acaricié lentamente. Empecé por los pechos, suaves, húmedos, imaginando que eran sus manos las que los apretaban. Su boca, grande, varonil, bajando por mi estómago. Su lengua… su lengua encontrándome. Me apoyé contra la pared, los dedos recorriendo mi clítoris, mientras me imaginaba a Pablo arrodillado, comiéndome con hambre. Separándome los labios con la lengua, metiéndola tan hondo que sentía que me le iba el alma. —Pablo… —susurré, mordiéndome los labios. Sentí su boca chupándome los pezones, su barba raspando mi piel. Su voz grave susurrándome al oído: “Eres mía, Lea… no me digas señor”. Mis dedos se movían más rápido, mi espalda arqueada. Los muslos me temblaban. Me vino un orgasmo tibio, eléctrico, intenso. Me mordí la mano para no gemir. Y mientras el agua bajaba por mi cuerpo, sabía que ya no había vuelta atrás. Mañana después de las 8, todo iba a cambiar. La mañana siguiente parecía no avanzar. Cada segundo era eterno. Revisé el reloj veinte veces antes de las 8:00 a.m. y otras veinte después. Me temblaban las manos. El teléfono vibró a las 8:14. PABLO: ¿Puedo llamarte ya? LEA: Sí. Ya estoy lista. Sonó. Lo contesté con un tono suave, casi susurrado. —¿Hola? —Hola, Lea… —su voz sonaba más profunda, más cercana, diferente. —Buenos días, Pablo. —Ya no me dijiste señor, ¿eh? —Es que me lo pidió. Y suelo obedecer cuando me lo piden así. —(risas suaves) Eres lista… —Y sincera. Hubo un silencio. Un silencio que decía todo. —Mira, no sé bien cómo decir esto. No soy un tipo que se ande con juegos… tengo esposa, tengo hijos. Pero anoche… me dijeron algo. Algo que me removió todo. —Te entiendo. Y quiero ser clara también. No acostumbro a fijarme en hombres casados… no soy así. Pero contigo… es diferente. No sé por qué. —¿Por qué yo? ¿Tú eres joven, tienes el mundo delante…? —Porque contigo no me siento una niña. Me haces sentir mujer. Deseada, aunque no digas nada. —No sé si debería desearte… pero lo hago. El silencio volvió. Esta vez era más intenso. —¿Tú y tu novio…? —Vivimos juntos, pero… ya no existe nada. Ni sexo, ni cariño. Solo costumbre. —Entiendo. A veces… uno también se siente solo incluso en casa. Fue tan honesto que dolía. Su voz tenía tristeza, culpa… y deseo. —Quiero seguir hablando contigo, pero aquí en la oficina es complicado. —Lo sé. —Te mando mensaje cuando estemos por salir, ¿sí? —Claro. Yo espero tu mensaje. Siempre. Colgamos. Me quedé con el teléfono en la mano, como si fuera una prueba de que no había sido un sueño. --- Ese día en la oficina, Pablo fue diferente. Me miró. Ya no de reojo. Me miró de verdad. Pasó junto a mi escritorio dos veces más de lo normal. Me pidió que revisara unos archivos que bien podía haber mandado a alguien más. Se acercó, y mientras yo le mostraba los papeles en pantalla, él bajó la cabeza, y me susurró: —Gracias, Lea. Eres muy eficiente. Su voz cerca de mi oreja me dio escalofríos. Apenas me giré, nuestras miradas se cruzaron… y vi algo nuevo. Calor. Interés. Hambre. A las 4:56 p.m., me llegó su mensaje: PABLO: ¿Puedo llamarte cuando salgas? LEA: Por supuesto. Salí de la oficina, me alejé unas cuadras. Mi corazón palpitaba con anticipación. —Hola —dijo apenas respondí. —Hola, Pablo. —No dejo de pensar en ti, Lea. Y eso me asusta. —¿Por qué? —Porque si empiezo… no sé si podré parar. Lo dejé respirar. Sabía que necesitaba espacio… pero también claridad. —Yo no quiero que dejes tu vida. Solo quiero… un momento contigo. Uno donde seamos tú y yo, nada más. Su respiración al otro lado del teléfono se volvió más pesada. —¿Este viernes? Salgo temprano… a las 4. Podríamos… no sé… vernos. —¿A solas? —Sí. Si tú quieres. —Lo deseo más de lo que debería. —Entonces lo haremos. Cerré los ojos. Viernes. 4 p.m. Iba a cruzar una línea, y no quería volver atrás.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD