Finalmente, después de algún tiempo esperando afuera del edificio tratando de tomar coraje, entro. El lugar era bonito y lujoso.
—Sr. García, por favor —digo a la recepcionista. Ella revisa su agenda.
—¿Señorita?
—Martínez. Isabelle Martínez.
—Señorita Martínez, no veo su nombre, ¿tiene una cita programada? —Ella tenía una cara muy poco amistosa. Como si quisiera matar al mundo. No entiendo a esta gente que trabaja en la recepción y cree que es el dueño de la empresa.
—No, en realidad es un asunto personal, ¿podría avisarle que su “novia” está aquí? —digo con el tono más realista que puedo. Pero, aun así, mi voz sale temblorosa mostrando todo mi nerviosismo.
—¿Novia? No sé nada de ninguna novia —me responde con desdén. La sonrisa irónica en su rostro me estaba irritando.
—No sabía que Alexander compartía detalles de su vida privada con los empleados —la mayoría de las veces no soy tan grosera con la gente, pero necesitaba que ella le dijera que estoy aquí. Y rezar para que él quiera atenderme—. ¿Por qué no nos ahorramos tiempo y llama para avisarle que necesito hablar con él sobre un asunto urgente? —doy la sonrisa más cínica que puedo.
—Claro —Ella me fulmina con la mirada, pero afortunadamente hace lo que le pedí, tardando un poco y sin respuesta, ¡maldición! No me iré de aquí hasta que hable con él. Y ni siquiera sabía qué decir. Ella llama de nuevo—. Hola Clara, estoy tratando de llegar a la oficina del Sr. García, ¿pero solo suena...? Oh, sí, su novia está aquí... Sí, dije lo mismo... —Su sonrisa burlona era irritante— Está bien, lo informaré... Claro, en una hora... Adiós —ella cuelga con una sonrisa en su rostro.
—¿Entonces?
—Lo siento mucho, pero el Sr. Garcia no podrá atenderle, está en una reunión —¡Maldición! No puedo creerlo.
—Está bien, esperaré —No había otra opción. Estaba dispuesta a hablar con él y no me iría de aquí sin hacerlo.
—No tiene hora de regreso, su secretaria personal me informó que salió hace un tiempo diciendo que tal vez no volvería... —En ese momento, Alexander pasa por la puerta.
—De hecho, querida, entonces estoy viendo una ilusión —Ella me mira con esa cara de asco de nuevo, decido no molestarme más con eso... Prefiero centrarme en lo que vine a hacer y no seguir con mis pensamientos sobre esta mujer, voy hacia él.
—¿Isabelle? —Me mira con curiosidad. Sí, incluso yo me sorprendo de estar aquí.
—Buenos días, Sr. Garcia. Necesito cinco minutos de su atención —digo temerosa y lo suficientemente bajo como para que solo él me escuche, no quiero audiencia ni parecer mentirosa. Ya que dije ser su prometida. No será bueno si se dan cuenta de que no lo soy. Al menos todavía no.
—Todo lo que tenía que decirse se dijo esa noche, señorita Isabelle, no tengo nada más que hablar con nadie de su familia, presentaré una denuncia mañana y espero que Martinez sea arrestado lo antes posible. Y pague por el robo de mi empresa —Aún no había presentado la denuncia. Eso significa que todavía tengo una pequeña oportunidad de que mi padre no vaya a la cárcel.
—Por favor, Sr. Garcia, después de las discusiones, él tuvo un ataque y está hospitalizado, si es arrestado puede morir, no lo haga…, por favor —estaba llorando y muy nerviosa, pero aún hablaba en voz baja para que nadie pudiera escucharnos. Mi cuerpo temblaba de pies a cabeza. Estoy segura de que todos pensaban que era una discusión de pareja.
—Lo siento mucho, eso no es asunto mío —Se aleja, pero yo agarro su brazo, sentí algo extraño con nuestro contacto, como una descarga eléctrica, de esas de baja tensión, como un parpadeo. Nuestros ojos se conectaron por dos segundos, bloqueé esa sensación y seguí con lo que vine a hacer aquí.
—Yo me caso —dije rápido, pero sé que él entendió porque me miraba intensamente, todos a nuestro alrededor nos observaban. Él se dio cuenta de eso, sentí que estaba un poco incómodo.
—Esa propuesta ya no existe —dice secamente—. Ahora, si me disculpa... —Antes de que pudiera retirarse, continúo: Necesito convencerlo de que acepte.
—Cinco minutos, dame cinco minutos de tu tiempo y si lo que digo no te convence, no volverás a verme. Lo prometo. Solo cinco minutos en privado —parece pensar bastante.
—Sígueme, estamos dando un espectáculo aquí en el vestíbulo.
—Gracias —Señala el camino del ascensor, pero no puedo evitar mirar hacia la recepción. La recepcionista me mira incrédula, seguramente pensó que estaba mintiendo, tiene una expresión atónita mientras le doy una sonrisa irónica, ya no me arrepiento de la grosería que le hice. La mayoría de las veces no soy así. Pero ella estaba pidiendo esto.
No me gustan mucho los ascensores, pero estaba tan absorta en mis pensamientos sobre cómo convencerlo de que se case conmigo, no sabía qué decir ni cómo convencerlo de que aceptara, pero necesitaba hacerlo de alguna manera. Cuando me doy cuenta, ya estamos saliendo del ascensor.
Mi teléfono suena, lo saco de mi bolso y mi corazón se aprieta, es André, lo he estado evitando desde ayer por la mañana después de que mi padre ya estaba medicado y pude pensar con claridad y decidí que me casaría con Alexander en lugar de mi hermana, no había otra opción para nuestra familia. Rechazo la llamada.
—¿No vas a contestar? Puedo darte un minuto si lo necesitas —él se dio cuenta de que era la segunda vez que rechazaba la llamada.
—No era nada importante —Observo el lugar, que es muy bonito, por cierto. Las paredes en tonos beige, bastante espacioso, de un lado hay lo que parece una sala de reuniones con una pared completamente de vidrio cubriendo toda la longitud, dentro hay una mesa con lugares para al menos veinte personas, del otro lado hay otra puerta que creo que es el baño. Frente a mí hay una puerta que tiene escrito el nombre de Alexander y a cada lado de la puerta hay una secretaria que nos mira como si fuera un bicho raro. Seguramente los rumores ya han llegado aquí arriba y están curiosas.
Las dos rubias son bonitas, una con cabello largo y la otra Chanel, ojos llamativos y labios carnosos, diría que son parientes. Soy sacada de mis pensamientos con las órdenes de Alexander.
—No quiero ser molestado por nadie —le dice a una de sus secretarias.
—Sí, señor —responde la de cabello corto con mucha amabilidad, pero no me mira con buena cara. ¿Qué les pasa a estas secretarias suyas? ¿Ya se acostó con ellas? ¿Y por qué debería importarme?
—Por aquí —me indica el camino hacia la puerta.
Entramos en su oficina, que estaba tan bien decorada como la recepción. La pared de fondo era completamente de vidrio, lo que nos proporcionaba una hermosa vista del mar, las laterales estaban pintadas de gris oscuro, con dos hermosos cuadros a cada lado. En el centro, frente a la puerta, había una enorme mesa con una computadora portátil y algunos objetos más, en realidad muy pocos, con mucho espacio de sobra. Nada muy personal, a pesar del refinamiento.
—Si ya terminaste tu análisis, tienes cuatro minutos y medio —me dice indicándome uno de los sillones frente a su escritorio. Qué hombre arrogante, ¿cómo voy a casarme con alguien así? ¿Cómo voy a soportar los días a su lado cuando siempre está observando todo?
—Gracias —tardo unos treinta segundos en tomar coraje—. Vine a aceptar la oferta de matrimonio en lugar de mi hermana. Como sabes, desafortunadamente ella no podrá hacerlo, pero yo sí puedo.
—Ya te dije que no hay más oferta —responde en tono brusco—. ¿Qué te hace pensar que simplemente viniendo aquí y dando un espectáculo para que todos mis empleados lo vean ayudaría en algo?
—No fue eso lo que hice, realmente no puedo dejar que mi padre vaya a la cárcel.
—No me interesa.
—Por favor, Sr. García, mi padre está internado desde el viernes, está muy enfermo y puede morir. Si es arrestado, estas posibilidades aumentarán mucho más. Sé que no necesita tener compasión por él o por mi familia, pero no puedo ver a mi padre enfermo detrás de las rejas. Si estuviera bien de salud, tal vez no me importaría, pero no lo está realmente.
—¿Y qué te hace pensar que me importa eso? —dice con arrogancia. Mi deseo era saltar sobre su cuello. ¿Cómo puede ser tan arrogante?
—El simple hecho de que, si mi padre muere en la cárcel, la deuda será perdonada y usted simplemente no tendrá el dinero ni la esposa.
—¿Quién dijo que tú o tu hermana son mis únicas opciones? ¿No crees que hay muchas mujeres que quieren convertirse en la esposa de un hombre rico? Solo preferí hacerlo así para ahorrarme toda la burocracia. En mi opinión, el matrimonio es un negocio rentable para ambas partes. Y tus cinco minutos han terminado. —ODIO a este hombre, grito mentalmente.
—Tiene toda la razón, Sr. García. No sé en qué estaba pensando cuando vine a apelar a su buen juicio. Un arrogante prepotente como usted no tiene corazón. Qué tontería la mía pensar que se preocupaba por un hombre que podría morir en cualquier momento. Mi padre realmente cometió un error y no sé si alguna vez volveré a mirarlo de la misma manera que antes. Tal vez nunca lo perdone, pero sigue siendo mi padre. Realmente fue una pérdida de tiempo. Lo siento por haber desperdiciado el suyo y el mío —digo, levantándome—. Con permiso.
—Acepto —Estaba con la mano en el pomo de la puerta cuando lo escucho decir. Me doy vuelta y él tiene una sonrisa en el rostro.
—¿Es alguna especie de broma? —Él sonríe aún más. Su risa era agradable de escuchar.
—No, juzgando por tu reacción, este matrimonio será muy interesante. Siéntate y discutamos los términos del contrato —hace un gesto para que me siente de nuevo.
—¿Siempre eres así?
—¿Cómo es eso?
—Irritante —Arquea una ceja y suelta una carcajada.
—Siempre que me conviene, aquí está, tómate todo el tiempo que necesites leyendo —me pasa el contrato—. Necesito hacer dos llamadas. Pronto volvemos a hablar.