capítulo 1
—¡Isabelle! —despierto con los golpes de mi madre en la puerta de mi habitación— ¿Ya estás despierta, hija?
—Sí mamá, puedes entrar —me siento en mi cama.
—Mira lo que llegó ayer para ti, querida —me entrega el sobre.
Era la respuesta de la universidad, Stanford. Hasta hace 5 meses estaba loca esperando esa carta, pero ahora no importa. Tomo el sobre de las manos de mi madre, tengo muchas ganas de llorar, lo tiro encima de la mesita de noche y me levanto.
—¿No lo vas a abrir, hija?
—No mamá, ya no tiene importancia —mi voz suena ronca por las ganas de llorar.
—Hija, lo siento mucho —Me abraza.
—Está bien mamá, de verdad está bien… —Ella besa mi frente y yo sonrío un poco— ¿Papá ya se despertó? —cambio de tema.
—Sí. Y ya se fue...
—Cómo que se fue? ¿Mamá, cómo lo dejaste salir solo?
—Tranquila Belle, tu padre tenía una reunión inaplazable con el Sr. Alexander García.
—Ese idiota prepotente, todavía no entiendo por qué papá no lo demandó, tantos años de trabajo y lo despide así sin más.
—Yo tampoco sé por qué tu padre no lo hizo, siempre fue un excelente abogado y ahora, solo porque está enfermo, lo despide.
—Creo que voy a hablar con papá de nuevo sobre esto, especialmente ahora que necesitamos el dinero para su tratamiento.
—Sí, tal vez lo reconsidere, está difícil.
—Hablando de difícil, ¿y Isadora?
—Todavía está durmiendo, llegó tarde anoche, quiere dormir un poco más. Pidió que la despertara más tarde, tiene que hacer un trabajo que debe entregar en la universidad hoy o algo así. Voy a preparar un café fresco para nosotros —dice saliendo de la habitación.
Voy al baño a ducharme y pienso, Dora está en su último período de la carrera de moda, no tuvo que suspender la universidad porque está teniendo una aventura con el rector de la universidad, pero como él no es el dueño, terminará pagando después de graduarse.
Por otro lado, yo estaba en el tercer período de Derecho, había hablado con mis padres y me iba a mudar a California para terminar mi carrera en Stanford. Estaba muy feliz, pero todo se derrumbó en mi vida: mi padre quebró, fue despedido y aún está enfermo. Casi lo perdemos hace dos meses cuando descubrimos las arritmias. Empecé a trabajar en una boutique extranjera aquí en Brasil para ayudar con los gastos, no ha sido fácil. Muchas de mis amigas me dieron la espalda después de verme allí y descubrir que mi padre estaba quebrado.
Solo me quedó una amiga, la única de verdad, Patrícia (Paty), como la llamo. Es una de las más ricas y la única que no me dio la espalda. Incluso quiso pagar mi universidad, pero por supuesto que no acepté, no podía hacer eso con nuestra amistad, aprovechándome de ella.
Termino mi baño y me visto con unos jeans claros, una camiseta negra, unas bailarinas y un bolso también negros. Con el pelo suelto y un maquillaje ligero, estoy lista para salir con Paty.
Tomo mi café demasiado rápido. Paty ya me ha enviado un mensaje diciendo que está llegando. Me despido de mi madre y salgo un minuto después, justo cuando ella llega.
—Hola, amiga, ¡te extrañé! —dice ella en cuanto entro al coche.
—Yo también te extrañé, me abandonaste —hago un puchero.
—¡Vamos! Ya no me prestas atención desde que empezaste a salir con André —Enciende el coche y salimos.
—Eso no es verdad —Hago una mueca de ofendida.
—Es broma, sé que estás feliz, Belle, y me alegra por ti —Realmente estaba feliz con esa parte de mi vida. Estoy enamorada de André desde la época del colegio, unos cinco años, y solo ahora que mi vida se había convertido en un caos, él se declaró y dijo que sentía lo mismo desde hace mucho tiempo.
—Sí, amiga, esta parte de mi vida es perfecta, excepto por la saudade.
—¿Y cuándo vuelve de casa de su abuela? —André está en casa de su abuela porque ella está muy enferma. Lleva allí una semana y ya no aguanto más el anhelo. Para mí, debería volver hoy.
—No sé, doña Marta todavía está mal, su padre le pidió que solo volviera después de que ella mejore. Así que aún no sabemos, pero hablamos todos los días.
—Qué bien —responde ella. La conversación fluye bien y cuando me doy cuenta, ya hemos llegado.
En el centro comercial, a pesar de mis protestas, ella compró algunas cosas y luego fuimos a almorzar. Nos estábamos divirtiendo tanto que fuimos al cine y luego a comer pizza. Probablemente engordé unos diez kilos solo hoy, pero fue un día muy agradable. Cuando Paty me llevó a casa, ya eran las nueve de la noche y ni siquiera me di cuenta de cómo pasó el tiempo. Me despedí de ella con la promesa de repetir otro paseo pronto.
Cuando entré en casa, todos estaban en la sala: mi padre, mi madre e incluso mi hermana. Algo estaba mal, era raro que todos estuvieran juntos sin previo aviso.
—¡Finalmente! —dice Dora, visiblemente irritada— Papá me ha estado reteniendo aquí durante horas porque no llegabas.
—¿Por mi culpa? Mamá sabía que iba a salir con Paty y que no tenía hora para volver.
—Sí, pero hemos estado tratando de llamarte durante horas —Isadora se queja impaciente.
—Me quedé sin batería —dejo mi bolso en la silla—. Pero ¿por qué llamaron? Estoy curiosa.
—Tu padre tiene algo muy importante que decirnos, hija —mi madre señaló el lugar vacío a su lado.
—Bueno, papá, Isabelle ya está aquí. Habla rápido porque tengo que salir y…
—Ya te dije que cancelaras lo que ibas a hacer, Isadora —papá parecía muy nervioso. Nunca lo había visto hablar tan bruscamente con ninguna de nosotras, pero su voz también estaba triste.
—Y te dije que no lo iba a cancelar, así que habla de una vez, papá, porque me voy.
—¡Basta! Jorge, nos estás poniendo nerviosas con todo este suspense, habla de una vez —mamá también estaba nerviosa.
—Papá, ¿qué está pasando?
—Mi dulce Belle, arruiné nuestras vidas —nunca había visto a mi padre llorar y estar tan desolado como ahora.
—No papá, no digas eso, la culpa no fue tuya... —también estoy llorando y ni siquiera me había dado cuenta antes.
—Sí, papá, sé que a veces soy rebelde, pero no te culpamos por nada, hiciste lo mejor que pudiste por nosotros —Isadora era bastante agresiva en algunas ocasiones, impulsiva, siempre fue muy mimada, pero siempre tuvo buen corazón.
—Querido, no digas eso, te amamos mucho y no te culparemos por nada de esto, lo enfrentaremos juntos —Mi madre siempre con sus palabras dulces.
—¡No soy tan bueno así! —prácticamente grita levantándose— Estamos en bancarrota debido a mi adicción al juego —las tres nos quedamos sin reacción, mi madre después de largos segundos rompe el silencio.
—¿Cómo es eso? Habías dicho que fue una caída de las acciones en las que invertiste.
—Elena, por favor. Eso fue solo una excusa que me vi obligado a contarles —una vez más, ninguna de las tres dijo nada—. Siéntense y no me interrumpan, voy a contar todo —mamá y yo, que nos habíamos levantado, volvemos a sentarnos—. Empecé a jugar hace unos dos años y medio, al principio ganaba más, luego empecé a perder pequeñas fortunas y siempre jugaba más para ver si recuperaba lo que había perdido, hasta que hace poco más de un año me di cuenta de que estaba en bancarrota —hace una pausa y nos mira, mi madre llora mucho, Isadora y yo permanecemos imparciales—. Entonces, para que ustedes no descubrieran, empecé a hacer retiros de la empresa Garcia...
—¡Tú ¿qué?! —gritamos— ¿Estabas robando? —pregunto incrédula de que realmente lo haya hecho.
—No había otra opción, querida.
—¿Cómo que no había otra opción, Jorge? ¿Por eso te despidió? —mamá también habla en voz alta, todos estábamos alterados.
—Sí. Empezó a sospechar y contrató a un equipo especialista para analizarlo y descubrieron que desvié más de dos millones de la empresa. Me llamó hoy para decirme que el plazo que me dio para pagar se agotó.
—¿Qué plazo? —pregunta Isadora.
—Me dio dos meses para pagarlo, dijo que, si no conseguía el dinero, me pondría en la cárcel a menos que...
—¿A menos que qué? —mamá lo anima.
—Que una de las chicas acepte casarse con él —todas nos quedamos sin reacción, no sabíamos qué decir—. Él perdona la deuda y no presentará cargos.
—Solo puedes estar loco si permites que una de tus hijas se case con ese hombre, pasamos años escuchando sus relatos sobre sus atrocidades, cómo es despiadado, siempre creyéndose dueño de la razón. Tiene que haber otra manera —mamá se arrodilla frente a mi padre, yo y Dora estamos paradas mirándolos sin saber qué decir.
¿Cómo llegamos a este punto? ¿Cómo terminamos aquí? En esta situación en la que mi padre va a la cárcel y muere allí sin el tratamiento adecuado, o una de nosotras dos se casa con uno de los tipos más idiotas del mundo.
—Nunca pediría esto a mis hijas, Elena. Cometí este error y no puedo dejar que paguen por él. Solo les conté esto porque él presentará la denuncia mañana, así que quería despedirme —Está llorando de nuevo, mi padre, mi héroe, llorando.
—No, Jorge, amor, no puedes hacer esto. Estás enfermo y si vas a la cárcel, morirás —Mamá llora descontroladamente, Isadora y yo también estamos llorando cuando hablamos al mismo tiempo.
—Yo me caso —Nos miramos una a la otra sorprendidas, no pensé que ella aceptaría y por la sorpresa en su rostro, ella tampoco esperaba que yo aceptara.