Ninguno de los adolescentes sale de sus habitaciones hasta poco antes del mediodía. Los cuatro se arrastran en pijamas y con rostros somnolientos por los pasillos del hotel hasta llegar al comedor para tomar un brunch.
-Pensamos que nunca saldrían de sus camas -bromea Jack.
-El jet lag nos sigue matando -le gruñe Matt.
-Excusas -responde Marcus.
Se dejan caer en sus asientos y esperan a la comida mientras sus padres hablan sin parar sobre lo que quieren hacer por la tarde. Lo primordial es hacer uso del exclusivo spa y su maravillosa piscina construida a 12 metros de profundidad y perfectamente iluminada por el sol mallorquín gracias a su techo de cristal. Al menos es lo que les recomienda el gerente con una sonrisa de labios apretados.
-Esa suena como una buena idea -Julia escucha a
