Capítulo 7: Connor Browm

1240 Words
[Connor Browm] Desabrocho mi corbata y me voy enojado a mi habitación, el idiota de Mártin no tenía que estar mencionando esas clases de cosas. Por alguna razón me sentí avergonzado, sobre todo cuando ella se me quedó viendo muy intrigada. No sé, porque me molesto, nunca me ha incomodado que el personal de la casa sepa sobre ello, pero ella… Sonrío de lo tonto que me veo y recuerdo…–¿Mucama personal? “Tss”– me iba riendo de ese idiota mientras desbotonaba mi camisa. Siempre cree que puede hacer lo que quiere por el hecho de que es el mayor, y nadie le puede decir nada, pues está equivocado, a Claris la vi primero, y será de mi posesión, la haré sentir que es estar con el mismo Dios del sexo, haré que se transforme en esa diabla que tiene dentro y disfrute de mi dominio total. Me tiro a la cama ya vestido cómodamente, y fijo el techo, y no la puedo sacar de mi mente, esa fuerte mirada oscura, tan parecida a la mía, me vuelve loco. Sigo con mis pensamientos intensos sobre ella, y mi m*****o se comienza a endurecer, cuando de repente escucho un ruido. Al parecer algo o varias cosas se rompieron, salgo de inmediato de mi habitación al pasillo y veo a Claris saliendo de la habitación de Rhys muy nerviosa, me percato que él se asoma a la puerta y está desnudo solamente con una toalla a la cintura, él nota mi presencia, al acercarme a ella para sostenerla, ya que estaba por caerse. Volví a dirigir mi mirada a su puerta y ya no estaba, le pregunté a ella si se sentía bien y si podía caminar, me dijo que tal vez, pero al momento de hacerlo, volvió a tambalearse, se había torcido el pie. No pude resistirme y la cargué y la dirigí a mi habitación. – Se-señor Connor, está Bien, despacio puedo llegar a mi habitación. – me dijo teniéndola en mis brazos. – ¿Estás en el segundo piso como lo harás? – demandé y ella no supo qué responder – al menos déjame echarte una pomada. Entonces la senté en mi cama, en tanto ella observaba al parecer sorprendida de su alrededor, yo sonreí, ¿A caso nunca ha visto, tantos libros? ¿Ni pizarras con tanta información?. Me dirigí a buscar en el baño la caja de primeros auxilios, y encontré la pomada. Regresé y ella seguía con su rostro bobo “qué chica para más curiosa”, decía en mis adentros, sonriendo, me acerqué y me arrodillé delante de ella. – Yo-yo… lo puedo hacer – me decía haciendo sus manos en negación. – Déjame ayudarte – le dije y ella se sonrojó – a ver… – le retiré el mocasín y sostuve su pierna, apoyándola sobre la mía. Ella estaba en falda y trataba de cubrirse para no poder observar nada, pero quisiera que sacará sus manos, me encantaría ver más… Miro a detalle sus piernas y su piel. Ahora que la acabo de ver y tocar, es tan suave y blanca. Solo a pasado segundos y debo controlarme, trago saliva y ella se da cuenta. Trato de aclarar mi voz, luego cojo la pomada y unto tres dedos de crema en su tobillo que se refleja muy hinchado y rojo. Lo masajeo suavemente y ella me mira con un rostro desconcertado; mi sangre comienza a hervir. Ella es tan hermosa con esos pómulos rosa, sus labios rojos naturales me llaman a que los bese, pero niego con la cabeza para tranquilizarme y sigo masajeando de forma muy delicada, pero... es imperdonable no hacer nada teniéndola aquí, entonces... comienzo a subir. – Señor… – exclama ella y parece que está incómoda, pero se ve a la vez que le gusta lo que hago, sigo subiendo hasta la rodilla y ella mantiene sus ojos bien abiertos – por favor… ¿Qué hace? – dice y me mira con un rostro que no puedo descifrar, yo me levanto y me abalanzo a ella echándola a la cama y me quedo en su encima con mis brazos sosteniendo mi cuerpo. Ella está impactada, sus ojos brillan de manera hermosa, esos labios… no… no lo puedo soportar más. – Señor… – ¿Acaso no sientes esa electricidad que siento yo? – le digo muy cerca de su rostro, siento su respiración y ella siente la mía, me comienzo agitar. – Usted está confundiendo las cosas. – Claris… ¿qué es lo que tienes que me haces querer tomarte a la fuerza, para tenerte a mi dominio? – No enti-tiendo – exclama nerviosa. – Entenderás. – dije y comencé a besar su cuello, ella se estremece, sé que le gusta tanto como a mí al hacerle eso, meto mi mano a su bragueta, y no evita contraerse. – Señor… Connor– no me gusta que me digan por mi nombre, pero por ser ella se lo permito, es más, me gusta como sale de sus labios mi nombre. Sigo besando alrededor de su deleitoso mentón, mejilla y me detengo mirándola a los ojos con mi pecho respirando con fuerza, ella me hace esa mirada intimidada y está extasiada por mi encanto, lo sé, y sin aguantar más, la beso en los labios con locura mientras inicio a masajear sus majestuosos labios inferiores, que poco a poco se va mojando, más y más. Su uniforme me fastidia, entonces con mis manos en una sola fuerza, lo abro rompiendo sus botones y con ello comienzo a besar sus senos sobresaliendo del brasier. Ella otra vez se contrae, bajo su prenda que me impide la vista completa de su hermoso pecho y visualizo sus gloriosos senos rosados. No me aguanto, estoy demasiado ardiente, los beso fogosamente, ella está respirando aceleradamente. – Por favor… pare – es lo que dice, pero su cuerpo expresa otra cosa, sigo mi camino, y sigo rompiendo más botones hasta llegar a su ombligo, juego un poco y ella sonríe sin querer. Ahora me alzo y subo su falda y pongo aún lado su bragueta, veo su parte íntima y me invita a saborearla. Lo hago. Ella está inundada en la gloria, lo sé, al escuchar sus gemidos. Mi impulso de dominarla no puede más, después de probar su delicioso elixir, la volteo con mis fuerzas boca abajo y desbotono mi pantalón, dónde está por salir mi robusto ser con deseos de estar dentro de ella. Me aproximo lentamente para penetrarla y… – ¿Señor?. Señor Connor, ¿Me escucha? – Sí, sí… – contesto desconcertado. – Se perdió en sus pensamientos. – yo sonrío. – Lo lamento –me disculpo algo apenado – terminé ¿Ahora se siente mejor? –le cuestiono con una leve sonrisa, ella comienza a mover su tobillo en círculos suavemente y asiente. – Sí, Señor Connor, muchas gracias. – Bien… – me levanto y me volteo de inmediato, mi amigo está más que duro y sería vergonzoso de que ella se dé cuenta de ello. –Señorita Romney si me disculpa, regreso en unos minutos.–le digo dirigiéndome al baño. Entro al servicio higiénico, inmerso en mis lujuriosos pensamientos. –¡Carajo que candente alucinación! –exclamo apoyando mis manos en el lavadero, tratando de calmarme. –Esto no por mucho será solo imaginación– me observo al espejo decidido –estoy determinado a dominarte Claris Romney.
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