Capítulo 1
MIA
Un puño se acerca velozmente hacia mi rostro, y no puedo esquivarlo porque estoy sujetada por ambos lados por los amigos de Chloe, Darren y Lee.
Su puño hizo contacto con mi rostro.
—¡Eso es lo que te mereces, maldita estúpida! —grita mientras lanza otro puñetazo.
Ya estaba debilitada antes, ya que mi padre me había golpeado; él estaba borracho de nuevo. Tengo moretones por todo el cuerpo.
Esta pelea es diferente a las otras que ha tenido contra mí. Su novio, Aidan, no está aquí.
—¿Me estás escuchando? —escupe en mi cara. Tengo un fuerte dolor de cabeza.
Gruño mientras otro puñetazo viene hacia mí; esta vez, golpea mi estómago.
Se supone que deberíamos estar en inglés, pero Darren me agarró por detrás y me arrastró al vestuario de los chicos, donde decidieron atacarme. Caigo al suelo en un montón de toallas. Sara está vigilando, como siempre antes de la última hora.
Mientras estoy en el suelo, una bota viene hacia mí. Muchas de ellas lo hacen, golpeando todo mi cuerpo. Ni siquiera puedo protegerme, pero el dolor me adormece.
Los tres están pateándome y pisoteándome.
—Escucha, maldita; nunca deberías haber nacido, maldita humana estúpida. Hiciste que tu madre abandonara a nuestro Beta. Ahora tenemos un juego justo contigo. Él nos lo dijo anoche. Ahora, deberías ir a casa y quedarte allí y morir —dice Chloe mientras susurra en mi oído.
Permanezco ahí mientras los cuatro se van, riendo. Ninguno de ellos se voltea. No puedo evitar llorar.
—No llores, Mia. Lo siento —dice Lyla; ella es mi loba.
—Está bien, Lyla. No pudiste ayudarme. Creo que me rompieron las costillas. Estoy tratando de mantenerte a salvo de todos —le digo mientras intento apoyar la mitad de mi cuerpo en un casillero.
—No deberías tener que hacerlo —expresa con un gruñido—. Se supone que debo protegerte, Mia, no al revés.
—Lyla, no podemos, y tú sabes por qué —digo. Me toma unos momentos mientras me tambaleo para ponerme de pie. Me apoyo en el casillero para tener algo de equilibrio. El regreso caminando hacia mi casa va a doler.
Suena el timbre y escucho a la gente salir de la escuela. Todos los demás niños están hablando y riendo mientras se van.
Sé que no puedo irme, pero no puedo evitar mirar alrededor del vestuario de los chicos donde me dejaron. Es para nuestro equipo de natación, pero no lo usan en ciertos días.
Tambaleándome, llego al lavamanos y me miro el rostro en el espejo. Tengo un ojo morado y una mejilla hinchada.
No puedo evitar soltar un suspiro. Limpio la sangre de mi boca y me dirijo a la puerta para asegurarme de que era seguro irme. Miro en ambas direcciones para asegurarme de que no haya nadie afuera. Cojeo hacia la puerta trasera ya que no vivo cerca de ningún lugar en la casa de la manada, pero puedo ver a Chloe y sus amigos afuera. Están hablando junto al auto de Aidan, con Chloe apoyada en la puerta, pero no veo a Aidan; él es hijo de Alfa Robert, el próximo en línea para el puesto de Alfa.
No pueden verme, así que me escondo detrás de la puerta. De repente, puedo escuchar mi nombre y uso mi oído de hombre lobo, pero es lo mismo de siempre, Chloe se aleja.
Soy una loba blanca. Nadie ha visto una loba blanca en años. Estoy protegiendo a mi loba ya que ha habido algunas historias que nuestro profesor de historia, el señor George, nos contó y no eran bonitas. Todos en mi manada piensan que soy humana, pero Lyla y yo usamos parte de nuestro poder para ocultar nuestro olor. Lyla y yo decidimos ocultar su identidad incluso si eso significa que me lastimo.
—Esa maldita necesitaba que le enseñen una lección —dice Chloe mientras vuelvo a escuchar.
—El Beta David dijo que se ocuparía de ella, pero logró venir a la escuela de nuevo. ¿Qué demonios? —dice Sara—. Ella es humana.
—Esa maldita se va a... —Chloe gruñe, pero antes de que pueda terminar esa frase, Aidan se acerca por detrás de ella, le da vuelta, coloca sus labios sobre los suyos y la besa.
Me duele por dentro mientras los observo. Aidan solía ser mi novio hasta que Chloe apareció. Solían ser mis amigos, pero todos se volvieron en mi contra. Los odio a todos. Odio a los cinco, han convertido mi vida en un infierno. Todo el mérito es para mi padre y Chloe. Alfa Robert lleva años distraído y nunca se ocupa de cosas como estas.
Después de la prolongada sesión de besos, Chloe sonríe a Aidan, quien le devuelve el gesto con suficiencia.
—¿De qué estaban hablando? —pregunta—. ¿De mí?
Chloe se ríe.
—No, cariño, pero siempre pienso en ti, especialmente cuando me doblas y me tomas con fuerza —dice—. Pero ese no es el caso; estábamos hablando de esa estúpida perra Mia; la tuve bien esta vez —agrega sonriendo, pero es interrumpida por un fuerte gruñido de Alfa proveniente de Aidan.
—¿QUÉ DEMONIOS, CHLOE? —gruñe y la aparta.
Se dirige al lado del conductor del auto.
No puedo evitar mirar. No puedo irme ahora, o me seguirán, pero es extraño escuchar a Aidan defenderme.
—Cariño, ¿qué pasa? —pregunta Chloe.
Antes de que Aidan entre al auto, le lanza una mirada desafiante a Chloe.
—Me lo pones más difícil; tengo que explicárselo a su padre —replica—. El Beta David tiene suficiente con qué lidiar como para ocuparse de esto. —La mera mención de mi padre me asusta.
Aidan mira a Chloe, y ella le devuelve la mirada.
—Él dijo que se ocuparía de ella, y lo hizo —agrega él.
Sí, me trató bien. Chloe le dijo a mi padre que yo le estaba haciendo la vida imposible, pero era al revés. Cuando llegué a casa, mi padre me esperaba con una hoja plateada, y él había estado bebiendo whisky de nuevo. Me sujetó durante horas, cortándome pedazos con esa hoja.
Como de costumbre, bloqueo a Lyla cuando mencionan a mi padre y cuando está cerca. Sé que ella puede sentir todo lo que él me hace, pero sabe que no la dejaré presenciar nada de eso.
—Bueno, no hizo un buen trabajo, ¿verdad? —dice ella dando un pisotón melodramático—. Tuve que enseñarle una lección.
Aidan abre su puerta y mira a cada una de las personas paradas allí. Los otros tres no han dicho nada, ya que son más amigos de Aidan que de Chloe.
—Entra al coche ahora, y me ocuparé de ti después —dice él, y se sube.
Chloe y los demás se suben al coche, y él se aleja a toda velocidad, dejando marcas de neumáticos en el suelo mientras la rueda patina fuera del aparcamiento de la escuela y se dirige a la casa del grupo.
Suspiro y salgo por la puerta de la escuela. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que todos se han ido a casa. Parece que soy la única que queda. Miro hacia el claro del bosque y me dirijo en esa dirección. Mis heridas me duelen, pero Lyla me está ayudando a sanar, aunque sea un proceso lento.
—Necesitamos irnos, Mia —dice de repente Lyla, sacándome de mis pensamientos—. Y creo que deberíamos hacerlo pronto.
No digo nada, pero escucho a alguien caminando detrás de mí. Miro por encima de mi hombro y noto a una mujer caminando detrás de mí. Sonrío, pero me doy la vuelta y sigo caminando.
Todos los miembros de la manada viven en la casa del grupo o en los alrededores. Yo vivo en una cabaña apartada de todos. Cuando mis padres estaban juntos, vivíamos en la casa de la manada hace años, cuando era más joven. Solía jugar con Aidan de niña, pero mi padre le dijo al Alfa Robert que quería mantener a su familia alejada de los demás miembros de la manada, ya que pensaba que alguien estaba buscando a su pareja, mi madre.
El Alfa nunca lo cuestionó, algo que muchos Alfas deberían hacer; tan pronto como nos mudamos a la cabaña, las cosas se volvieron extrañas. Mi madre estuvo allí solo unas pocas semanas. Me dijeron que me quedara en la casa de la manada la mayoría de las tardes.
Dos semanas después, mi madre desapareció sin dejar rastro. Mi padre se deprimió y se volvió violento, atacando a cualquiera que mencionara su nombre. Fue entonces cuando comenzó a golpearme. Recibía puñetazos o patadas en el estómago, nunca en la cara. Aún lo hace. Tengo moretones sobre moretones, y siempre se aseguraba de esperar. Él se quedaba en la casa de la manada y se aseguraba de que yo me quedara en la cabaña, lejos de todos.
Pronto aprendí que él me culpaba por la desaparición de mi madre, algo que nunca hice. No tenía ni idea de dónde había ido mi madre, pero supuse que había muerto.
Miro hacia atrás y la mujer ya se ha ido. Encojo los hombros y me dirijo hacia el claro de la cabaña.
Estoy más cerca de la cabaña, pero puedo oler su aroma; el hogar de mi padre. Esto es todo lo que necesito.
Camino hacia la entrada y miro a través de la ventana de la puerta principal. Cierro los ojos y abro la puerta, pero él se incorpora y me mira directamente. Estaba tumbado en el sofá cuando miré. Parecía que se había quedado dormido. ¡Oh, qué equivocada estaba!
Antes de que diga algo, coloco un bloqueo en Lyla.
—¿Dónde has estado, zorra? —gruñe.
—En la escuela, papá, voy a preparar algo de comida si quieres quedarte —digo, pero se mueve tan rápido y viene hacia mí, agarrándome la cara y apretando fuerte mis mejillas.
—¿Qué ha pasado aquí? —inquiere con disgusto en su voz, su mirada clavada en mi rostro. Los moratones de mi cara duelen por el apretón que está haciendo.
—Nada, me choqué con un casillero abierto —respondo, mintiendo.
Mi padre me mira durante un momento, pero sonríe cuando algo le hace clic.
—A Chloe le gusta hacer esto; es buena —dice, mostrando impresión por su buen trabajo—. Incluso podría pedirle que lo vuelva a hacer.
Mi padre envía a otro adolescente contra su hija mientras caigo en la cuenta de lo que acaba de decir. Lo miro y me esfuerzo tanto por no llorar. ¿Por qué haría esto?
—Nunca vuelvas a mentirme, zorra —grita. Me mira y me suelta. Intento moverme, pero él levanta la mano, que me golpea en plena cara, con el revés de su mano. Me agarra del pelo y me tira al suelo, haciéndome caer—. Te voy a enseñar a no mentirme nunca más; eres igual que tu madre —ruge.
Me golpea una y otra vez. Mi rostro está en llamas.
Trato de no gritar, pero una patada me golpea directamente en la cara, haciéndome jadear. Caigo hacia atrás y aterrizo con fuerza en el suelo.
No puedo darme la vuelta; él pisa fuerte mi estómago.
—Estúpida zorra —repite con cada patada o pisotón.
Después de unos segundos más, se detiene cuando un ruido vibrante invade la cabaña. Se detiene y saca su teléfono, suspirando.
—La fiesta de cumpleaños de Aidan es esta noche; tengo que asistir —dice; me mira. Ahora estoy en posición fetal. Mi estómago está adolorido. Suspiro—. Tengo que irme, pero primero, necesito liberar algo de esta ira —agrega con una sonrisa burlona mientras levanto la vista hacia él; no puedo moverme. Me duele demasiado.
Se acerca a su bolso de trabajo y sé al instante lo que hay en esa bolsa.
A mi padre le gusta traer armas que usan para torturar a los rebeldes y obtener información. A veces las trae a casa y las prueba conmigo. Esto explica todas las cicatrices que tengo por todo el cuerpo y que no desaparecerán.
Nunca llevo nada bonito debido a las cicatrices. Lyla intenta curarlas, pero no desaparecen.
—Quiero probar esto primero —dice, sacando una cuchilla plateada, pero tiene dos lados puntiagudos. No puedo ver qué había en el otro lado, pero grito.
Sé que nadie puede escucharme, como mi padre me aseguró. Hizo que la cabaña fuera insonorizada.
Grito mientras se acerca; siento una punzada aguda en el muslo. Chillo en voz alta.
Tengo lágrimas corriendo por mi rostro. El bloqueo que tenía en Lyla ahora ha desaparecido y ella está sintiendo todo.
Pero antes de poder decir algo, él me clava una aguja en el muslo, donde previamente había cortado con la cuchilla plateada.
—AHHHHHHH —grito, pero Lyla estaba gimoteando más fuerte en mi cabeza. —Mia, es belladona.
Lloro de dolor por otra puñalada en la misma herida de mi muslo.
—Voy a estar en la casa de la manada durante los próximos días —dice—. Te daré tiempo para sanar y, cuando regrese, te traeré otro regalo —continúa mientras me levanta junto a su rostro.
Sin pestañear, me golpea en la cara, dejándome inconsciente.
Soy arrojada a la oscuridad cuando mi cabeza golpea el suelo.