
“Te lo explicaré de una manera sencilla… ¿Alguna vez te has sentido atraída por un programa de televisión que sabes que no sirve para nada, te produce un repelús de la incomodidad que te causa, pero de cualquier forma lo ves, aunque sea durante cinco minutos, porque hay algo que te impulsa a hacerlo? Eso mi querida niña… se llama M0R30”.
Aquella fue la explicación de Margot Bennett, cuando la consiguió observando por una mínima abertura de la puerta de la cocina al chofer y a una de las empleadas teniendo s3x0. Madison todavía no podía creerlo, estaba indignada. No con la pareja que obviamente estaba cometiendo una falta, porque pensaba que cada persona era dueño de su cuerpo. Si no por ella, por su abuela, que aunque no era tan mayor, no podía soportar que disfrutara del libertinaje como si fuera una veinteañera.
Esa fue una de las razones por la cual se fue del viejo edificio, que siempre fue su hogar. Pero al parecer era hora de regresar, al menos eso le había dicho por teléfono, Cameron King. Su abuela había muerto, y debía estar presente. Lo que no le dijo el hombre en aquella llamada fue que él era quien iba a luchar con uñas y dientes por descubrir quién era realmente Margaret Bennett.

