Un Moretti Eficiente
El reloj marcaba la medianoche cuando Rafaele empujó con suavidad la puerta del despacho privado de Dante, en el ala este, adosado a sus habitaciones. El hombre entró despacio, con las manos a la espalda y una sonrisa boba que lo delataba.
Dante, inclinado sobre un montón de documentos, no levantó la vista. Con voz grave, casi divertida, soltó:
- Sé que escuchaste tras la puerta, padre.
Rafaele no se inmutó; al contrario, su sonrisa se ensanchó mientras se dejaba caer en uno de los sillones de cuero frente al escritorio.
- ¿Y cómo no hacerlo? No todos los días mi hijo le propone matrimonio a una mujer como si fuera lo más natural del mundo. Estoy feliz, Dante. No podría estar más orgulloso de ti.
Dante dejó los papeles a un lado y arqueó una ceja, fingiendo indiferencia.
- ¿Más orgulloso que cuando empecé a llevar la empresa y tripliqué las inversiones en dos años?
- ¡Mucho más! - exclamó Rafaele, golpeándose el pecho con teatralidad - Tu nueva esposa, mia nuova figlia, es tu mayor logro. Ningún balance ni cifra podrá superar eso.
La risa ronca de Dante escapó por lo bajo. Negó con la cabeza, pero en el fondo aquel reconocimiento le arrancaba una calidez inesperada.
- Deberé cuidarla, entonces.
Rafaele se inclinó hacia él, con los ojos brillantes.
- Debes cuidarla, sí. Y no estarás solo. Yo también la protegeré. Serena ya es parte de esta familia.
Rafaele se acomodó en la butaca frente al escritorio, cruzando una pierna con esa calma elegante que solo él podía transmitir. Dante, en cambio, dejó caer los documentos sobre la mesa y lo observó como si intentara descifrar qué tanto estaba tramando su padre en tan pocas horas.
- ¿Qué estás tramando? Tienes esa sonrisa de cuando estás pagado de ti mismo.
- Nada. Solo estuve buscando información sobre los trámites.
- ¿Trámites? - repitió el joven con el ceño fruncido.
- Claro, hijo. Pediste su mano y no averiguaste que debes hacer para hacerla tu esposa. - contestó Rafaele con naturalidad, como si hablara de pedir un café.
- Acabo de hablar con ella. Ni siquiera sabía que iba a responder… - le dijo sorprendido.
- Yo confiaba en mi nuera.
Dante lo miró por un momento y luego se rio bajo. Su padre desafiaba siempre todos sus esquemas.
- Bueno… Dime qué averiguaste…
El rostro de Rafaele se iluminó antes de hablar. Estaba demasiado feliz e hizo que Dante suspirara resignado ante su intensidad que era contagiosa.
- El matrimonio civil es una ceremonia breve. Una autoridad municipal oficia la boda, la pareja intercambia sus votos… y listo. Podemos hacerlo en el jardín, solo la familia.
Dante parpadeó incrédulo.
- ¿Estás hablando en serio?
- Totalmente. Para celebrar el matrimonio civil se siguen ciertos procedimientos: publicación del matrimonio, registro, votos, certificado de publicación. Nada que no podamos resolver en unos días.
Dante se inclinó hacia adelante, todavía incrédulo.
- ¿Y cómo sabes todo eso?
- Investigué. Necesitas el nulla osta. Un documento oficial emitido por la autoridad competente de su país. - explicó Rafaele como si dictara una lección - En este caso, la embajada inglesa en Roma. Es la más cercana. Conozco al embajador...
- Aspetta… ¿Averiguaste todo eso entre la cena y ahora? - Dante arqueó una ceja, la sorpresa en su voz rayaba en diversión.
Rafaele se encogió de hombros con una sonrisa cómplice.
- Si quieres protegerla de ese maledetto, debes moverte rápido.
Dante resopló y se recostó en su silla, con un gesto entre resignado y divertido.
- Claro… y te conviene por las acciones y la apuesta con los viejos del directorio, ¿Verdad?
- No voy a negarlo. - dijo Rafaele, levantando las manos con honestidad - Pero eso no cambia que ella necesita seguridad y tú necesitas cerrar esa puerta de una vez para que nadie la aleje de ti.
Por primera vez, Dante bajó la mirada hacia sus propias manos, como si aún tratara de asimilar lo que había dicho unas horas antes.
- No lo pensé, padre. Solo lo dije. No esperaba que Serena aceptara. Y me preocupa que la sombra de Damian siempre esté entre nosotros.
Rafaele lo observó en silencio unos segundos, como si ya hubiera esperado esas palabras. Entonces, con calma y un brillo pícaro en la voz, preguntó:
- Dime, figlio… ¿Recuerdas a aquella inglesa con la que salías hace tres años?
Dante levantó la mirada, desconcertado ante la pregunta inesperada.
- ¿Quién?
Rafaele se echó a reír, satisfecho.
- Ahí tienes tu respuesta. Cuando el compañero correcto aparece, borra todo lo anterior. Damian no es más que ruido. Ella ya eligió. Y tú también. Sólo debes mostrarle que eres lo mejor para ella.
Dante lo miró con un silencio pensativo, como si las palabras fueran golpeando con calma cada una de sus dudas.
Rafaele, tras unos segundos, se inclinó hacia él con seriedad renovada.
- Entonces dime, hijo… ¿Cómo resolverás los trámites?
Dante lo miró algo abrumado. Su padre iba demasiado rápido.
- ¿Los trámites?
- Claro. - Rafaele volvió a apoyarse en el respaldo, disfrutando de su desconcierto - El matrimonio civil, hijo. El intendente, los votos, el registro. Todo eso requiere movimiento rápido. Si mia figlia quiere una boda ante dios…
Dante negó con la cabeza, todavía asimilando la velocidad del asunto.
- Non ci credo…
- Créelo. Habla con Serena y me avisas. Contactaré a nuestros conocidos. - concluyó Rafaele, poniéndose de pie con toda la calma de quien ya tenía medio camino resuelto.
Dante lo siguió con la mirada, aún medio incrédulo.
- Padre… - lo llamó justo cuando estaba en la puerta - ¿De verdad todo esto lo hiciste solo para ayudarme?
Rafaele sonrió, esa sonrisa traviesa que tanto lo caracterizaba.
- Lo hice para ayudarla a ella… y porque un Moretti nunca deja una apuesta a medias o descuida lo que es suyo. Y ella es tu destino, aunque trataste de negarlo por tres años.
Y salió, dejando a Dante entre la risa y el desconcierto.
Los Preparativos
Los días siguientes transcurrieron con una calma que Serena agradeció y temió al mismo tiempo. No volvió a ver a Dante en los pasillos de la villa, ni en el comedor, ni siquiera en los jardines donde acostumbraba a caminar después de la cena. Al principio creyó que había tomado distancia tras su atrevimiento, ese beso fugaz que aún sentía en los labios. La idea le oprimió el pecho con un dejo de vergüenza.
Lo que Serena no sabía era que Dante estaba lejos de ignorarla. Desde el amanecer hasta entrada la noche, sus pasos lo habían llevado más allá de las murallas familiares.
Primero, a la embajada inglesa en Roma, donde la formalidad de su porte, la firmeza de su voz y la discreción de su apellido Moretti abrieron puertas con rapidez. Solicitud de nulla osta, verificación de documentos, plazos de legalidad… Dante se aseguró de que nada quedara al azar. Cada papel firmado era una promesa silenciosa de protección. Cada sello estampado, un muro más entre Serena y la sombra de Damian.
Después, al ayuntamiento de Florencia, donde coordinó con el intendente una ceremonia privada en los jardines de la villa. Había sido claro: nada de prensa, nada de invitados fuera de la familia y los pupilos. “Un matrimonio discreto, pero con toda la legalidad”, exigió con el tono que no admitía réplica – “Si la información llega a salir fuera de estas paredes, saben lo que pasará al desafiar a los Moretti. Mi padre no te lo perdonará, don Diamo.”Al salir, el funcionario lo acompañó hasta la puerta con sonrisas serviles, prometiéndole absoluta reserva.
En las noches, Dante revisaba cada detalle desde su despacho, coordinando los detalles de la ceremonia. Y cuando creyó que había hecho todo lo posible en Italia, tomó el teléfono y marcó un número en Inglaterra.
- ¿Dante? … - su voz grave resonó con una seriedad inusual – Tu padre…
- Está bien, señor Winters. – se apresuró a aclarar - No lo llamo por negocios ¿Es posible que me reciba mañana en sus oficinas?
- ¿Le pasó algo a mi niña? – su voz se escuchó preocupada.
- No, Serena está bien. La estamos cuidando.
- Oh, vaya. Me alegra. Me ha dicho que todos han sido maravillosos con ella.
- Ella es maravillosa. – dijo Dante – Todos la aprecian mucho.
Arthur sonrió con orgullo. - Dejaré la tarde libre…Te esperaré en mis oficinas.
- Gracias señor Winters.
Dante terminó la llamada.
Mañana viajaría a Londres para pedir la mano de Serena a su abuelo como corresponde.