Cuando todo comenzó

1793 Words
Actualidad New York Joane Dicen que lo mejor para dejar atrás el pasado es un cambio de aires, un nuevo enfoque, o simplemente empezar de cero en otro lugar. Aunque agregaría que es necesario tener tenacidad y firmeza para levantarte y no llorar como una magdalena por alguien que no te supo valorar, pero no serás ni la primera ni la última mujer traicionada, entonces basta de sufrir por el imbécil, reponte y demuestra que lo superaste. Lo sé, no lo harás en unas horas, ni en unas cuantas semanas, pero empezar un cambio de look será como un nuevo renacer, por supuesto también apostar por una versión de ti misma que hasta ahora habías ignorado. Esa que no se conforma, más bien es momento de ser ambiciosa, no solo para demostrarle al mundo que lo superaste, sino para demostrarte a ti misma que eras mucho más de lo que esa persona jamás podría haber alcanzado. Busca nuevos retos, métete de lleno en tu trabajo como si fuera el arte de reconstruirte. Haz que su recuerdo sea insignificante frente a la grandeza de lo que estás creando. Porque la mejor forma de dejar el pasado atrás no es escapar de él, sino superarlo hasta que se convierta en una sombra o simplemente la herida sanó. Ese es mi caso, tenía una vida que creía perfecta, estaba a dos días de casarme con el hombre de mi vida o eso pensaba en su momento, pero una noche antes todo se esfumo en un abrir y cerrar de ojos. El idiota de mi prometido me salió con el discurso burdo “no estoy listo para el matrimonio, no eres tú, soy yo”. Hubiera sido mejor que me dijera que me era infiel a eso. Lo peor es que no lo vi venir o no quise verlo, porque cuando mencionaba mi edad, el deseo de buscar un hijo siempre tenía una tonta disculpa. En resumen, es que mandé todo al diablo, dejé de llorar días tras días por el imbécil creyendo que era mi culpa y acepté un trabajo al otro lado del país, me mudé a New york. Sí, me repetí: “basta Joane, es hora de pensar en ti y dar portazo a su recuerdo”, de eso ya como tres meses, pero fue lo mejor, me dedico a desarrollar mi potencial en lo que me gusta, soy publicista y muy buena. A todo esto, en el trabajo, todo va viento en popa. He hecho algunas amistades, o, mejor dicho, Lisa se ha convertido en una buena amiga y una compañera excelente. Aunque tiene un defecto: no pierde la oportunidad de presentarme a algún galán, como esta noche. Pero no sé… tal vez no estoy lista, o quizá simplemente no es lo que busco. ¿O será que me he vuelto más exigente después de semejante decepción? Lo cierto es que últimamente le encuentro un defecto a cada hombre que conozco. —¡Joane, en serio! ¡Qué genio traes hoy! —se queja Lisa a mi lado mientras busco las llaves en el caos de mi bolso. Y entonces lo escucho. Otra vez. —¡Sí, sigue así, nena! ¡No pares! El eco grotesco de la voz de mi vecino me eriza la piel. Aprieto los labios y murmuro, mientras finalmente encuentro las llaves. —Entremos rápido, Lisa. No quiero toparme con las amiguitas del idiota de mi vecino. Y no es exageración —señalo con amargura en mi voz. Abro la puerta de mi departamento y le hago un gesto con la cabeza para que entre. Lisa, por supuesto, no pierde la oportunidad de seguir con sus comentarios mientras deja caer su bolso sobre el sillón. —Joane, explícame algo. ¿Por qué dejaste escapar a d**k? Era lindo, buen porte, buen sueldo, y además estaba soltero. Ni gay ni casado, una joya. Entonces, ¿cuál fue el defecto esta vez? —reclama mientras me lanza una mirada inquisitiva, apoyando una mano en la cadera. Cierro la puerta de un portazo y le lanzo una sonrisa burlona mientras dejo las llaves sobre la mesa. —Lisa, al sujeto tuve que arrancarle las palabras de los labios. Fue una proeza que siquiera eligiera el vino para la cena. Allí tienes tu respuesta. Lisa alza las cejas, exagerando su expresión de incredulidad. —A este paso, vas a tener que hacerte una inseminación si quieres ser madre. O, mira, podrías considerar al semental de tu vecino y no es mala idea. Es atractivo, con ese look casual que siempre trae: cabello castaño oscuro desordenado y largo, tiene una barba y bigote bien cuidado que lo hacen lucir más varonil y ni digamos cuando te mira, el verde de su mirada te eclipsa, pero lo que termina de enamorarte es su sonrisa coqueta. Cuerpo atlético, brazos fornidos y tiene una buena altura, tal vez 1.85 cm. ¡Piénsalo! —replica sin tapujos y abro ojos de par en par sorprendida, pero con un gesto dramático, saca un folleto de su bolso y me lo extiende como si fuera la solución a todos mis problemas. Mis ojos clavados en los suyos, esperando que su expresión cambie. Pero no. Su cara está completamente seria. —Es broma, ¿verdad? —pregunto incrédula, arrastrando las palabras. Lisa niega lentamente con la cabeza, y su tono de voz se vuelve firme, casi como si me estuviera regañando. —Puedo asegurarte que no lo es. Puedes embarazarte de la forma tradicional, claro. Solo necesitas al candidato ideal. Antes de que pueda responder, un golpe seco en la pared me hace girar la cabeza. Y ahí está de nuevo. La cama del idiota de mi vecino golpeando contra mi pared, acompañada de las inconfundibles y desagradables voces de su conquista de turno. —¡Fóllame fuerte! ¡No te detengas! —grita la mujer, como si los decibelios le dieran puntos extra. Me cubro la cara con una mano y suelto un suspiro largo, cargado de frustración. Lisa se carcajea sin ningún disimulo, señalando la pared con un dedo. —Esa, querida, es la mejor prueba de que tu vecino es justo lo que necesitas. Sin ataduras, sin compromisos. —exclama divertida, hace una pausa teatral y añade con una sonrisa traviesa—: O te toca revisar el folleto del centro de inseminación antes de que te llegue la menopausia. Bajo la mano lentamente y la miro, alzando las cejas con exasperación. —¡Solo tengo treinta años, Lisa! Me quedan algunos años antes de preocuparme por eso, gracias —argumento y ella se cruza de brazos, ladeando la cabeza. —Treinta. Los años pasan rápido, querida. Niego con la cabeza, firme. —No solo quiero un hijo. También quiero enamorarme. Sentir que puedo ser feliz con alguien —confieso con sinceridad. Lisa suspira y encoge los hombros con aire despreocupado. —Bueno, sigue buscando. Pero, por favor, que el próximo no sea un d**k aburrido ni un príncipe azul que termine siendo un sapo. No puedo evitar reírme, aunque mi humor sigue en el suelo. Lisa sabe cómo presionar mis botones, pero también cómo hacerme reír en medio de todo este desastre. Mientras tanto, el ruido del vecino sigue como banda sonora de fondo, recordándome lo que debo soportar. Un rato más tarde Aprovechando que Lisa se marchaba bajé a la cochera a traer un material que había olvidado en mi auto sobre la última publicidad en la que estoy trabajando y todavía con algunas ideas en mi mente el sonido de la campana del ascensor me anuncia que llegue a mi paso, se abren las puertas y camino distraída por el pasillo, repasando mentalmente los ajustes que debo hacer en la campaña. Entonces lo veo. El idiota de mi vecino sube por la escalera de emergencia, con su típica camiseta arrugada y esa sonrisa de suficiencia que parece gritar "Aquí estoy, listo para arruinarte la noche". Me esfuerzo por ignorarlo, avanzando hasta mi puerta con las carpetas firmemente sujetas en mis manos. De pronto, me detengo. Bajo las carpetas al suelo y comienzo a buscar desesperadamente en mis bolsillos. Las llaves. —Alguien parece haberse quedado afuera de su departamento. ¿Por qué será? —su voz burlona suena detrás de mí, rasposa, divertida. Me giro de golpe, fulminándolo con la mirada. Está apoyado contra la pared, con las manos en los bolsillos y una sonrisa descarada. —En lugar de estar ahí parado comiéndome con los ojos —espeto, frustrada—, podrías hacer algo útil por una puta vez en tu vida y ayudarme a abrir la puerta. Él alza las cejas y sonríe aún más, disfrutando de mi enojo. —Prefiero verte enloquecer. Admito que me encanta la vista desde aquí. Siento cómo la sangre me hierve en las venas por su descaro. —¡Sinvergüenza! ¿Cómo pensé alguna vez que podrías ser alguien decente? ¡Peor aún, un caballero! —me quejo con mi voz amargada. Él se acerca con calma, cerrando la distancia entre nosotros hasta que su figura me envuelve. Su mirada, oscura y fija en la mía, me inmoviliza. —¿Cómo los últimos idiotas que rechazaste? —dice en un tono bajo, casi susurrante, pero lleno de burla—. No, gracias. Me gusta cómo soy. —Sin apartar la mirada, se inclina y alarga la mano hacia mis cosas. —Por cierto, soy Dexter —añade mientras saca algo con un movimiento ágil. —Creo que esto es lo que buscabas… —Levanta las llaves frente a mí con una sonrisa triunfal. Lo miro boquiabierta, atrapada entre la irritación y la sorpresa. Antes de que pueda reaccionar, algo resbala de mis cosas y cae al suelo. Dexter lo recoge con rapidez, y al ver qué es, su sonrisa se amplía con una expresión de puro disfrute. —¡Oh! —exclama con fingida sorpresa mientras observa el folleto en sus manos. —Por favor, dame las llaves y el folleto —exijo, esforzándome por mantener la calma. Él ignora mi tono firme y hojea el folleto con descaro. Su sonrisa burlona se transforma en una mueca de diversión insolente. —¡Interesante! —murmura sin dejar de mirarme, su voz cargada de provocación—. No solo buscas esposo, sino también un idiota para embarazarte. Pero, lo estás haciendo mal. Si quieres puedo ayudarte a encontrar a tu príncipe azul o ¿será que prefieres pagar miles de dólares por el semen de un desconocido? ¿Cuál es la respuesta correcta? Su propuesta me toma por sorpresa, pero no le permito ver mi asombro, más bien lo escondo tras una mirada impasible, mientras intento descifrar sus verdaderas intenciones sumiéndome en un mar de dudas.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD