Las figuras amarillas desaparecen tan rápido como llegaron.
Brenda y Tyler se quedan solos, gritando y luchando contra su encierro.
Los motores de los aparatos se encienden. El zumbido y el pitido llenan la habitación.
Brenda empuja sus muñecas y tobillos contra las apretadas esposas de metal, presionando la tela contra su piel.
Las esposas no se mueven.
Sin embargo, la mesa se mueve.
Brenda estira el cuello, mirando alrededor del metal.
—¿Qué coño está pasando? ¿Se mueve esta cosa?— Chillando, echa la cabeza hacia atrás contra la plata brillante, golpeándola una y otra vez mientras intenta liberarse.
Tyler gruñe y gime, con la cabeza asomando por la parte superior de la caja.
—Ahora mismo estoy demasiado preocupado por mis propios problemas—. Abriendo los ojos, mira hacia ella. —
