Por una noche maravillosa

2252 Words
WESTON Son las seis y media de la mañana del lunes cuando siento la necesidad de enviarle un mensaje de texto a Amelia. Había pasado la mayor parte del fin de semana intentando no pensar en ella, pero esta es una razón legítima de trabajo, una que me había dicho a mí mismo que esperaría hasta el lunes por la mañana para abordar. Parecía incorrecto enviarle un mensaje de texto durante el fin de semana, desesperado, de alguna manera, dado lo mucho que tengo que pelear para no pensar en ella. Pero el deber llama. Necesito que pase la noche aquí. Porque tengo una maldita cita. Mi fin de semana recorriendo la ciudad y estableciendo contactos comerciales había dado sus frutos. Me habían invitado a una recaudación de fondos y planeo llevar a una vieja amiga al evento. Una vieja amiga que resulta ser increíblemente sexy, soltera y lista para socializar. Algo así como yo. Mientras estoy de pie cerca de la máquina de café expreso, aplacado por el silbido y el chisporroteo de la maquinaria en el interior, leo y releo mi mensaje. Weston: Espero que no sea demasiado pronto para enviar un mensaje. Ven preparada para un turno de noche; surgió un compromiso de última hora al que debo asistir. Corto y al grano. Finalmente presiono enviar justo cuando mi espresso chisporrotea en la taza pequeña. Su respuesta llega momentos después. Amelia: No demasiado temprano en absoluto. Suena bien, gracias por avisarme. Nos vemos pronto. Frunzo el ceño a leer su mensaje. Por supuesto que no ha sido demasiado temprano para enviar un mensaje de texto. Ambos somos madrugadores, una de las muchas cosas por las que nos habíamos unido. ¿Por qué debería haber cambiado? Tiro mi teléfono en la isla y agarro mi espresso humeante. Después del encuentro accidentalmente caliente en mi cocina el viernes, necesito reforzar, sobre todo para mí mismo, que hablo en serio sobre mantenerme alejado de Amelia. ¿Y qué mejor manera de traer a otra mujer a mi apartamento delante de ella? Amelia está comprometida con otro hombre. De ninguna manera le importa lo que habíamos compartido en el pasado. Aún así, una pequeña voz dentro de mi insiste en que sí. Me dirijo a los sofás cerca de los grandes ventanales con vistas a la lúgubre ciudad matutina. Me hundo en el sillón y saco la revista que había empezado ayer, listo para perderme en la lectura. Necesito recalibrar en todos los sentidos posibles. No solo porque Amelia viene de camino, sino porque me enfrento a un calendario social cada vez mayor. Estoy intentando empezar de nuevo aquí. empezar de cero. Si espero lanzar Hamilton Solutions, mi negocio de inversión derivado que operará independientemente de mis hermanos; necesito poner en plena forma mis habilidades para establecer contactos. Necesito rejuvenecerme y estar listo. Todo estará sobre mis hombros. No tendré los conocimientos tecnológicos de Dominic, ni la despiadada complicidad de Asher. Pero tengo que hacer estas cosas por mi cuenta, lo que me aterroriza. Ha pasado tanto tiempo desde que me había independizado, siendo verdaderamente independiente y respondiendo solo ante mi mismo. Estoy fuera de práctica. Había dejado que mis hermanos me guiaran durante demasiado tiempo. ¿Qué mejor manera de recalibrar que con una mujer hermosa, mucho alcohol y haciendo contactos en una nueva ciudad? Emma despierta alrededor de las ocho; está vestida y comiendo una bolsa de yogurt y rodajas de plátano a las ocho y media. Amelia llega exactamente a tiempo, nunca más de cuarenta segundos después de la media hora, un rasgo que aprecio, aunque nunca se lo diré. –Buenos días– dice tan pronto como abro la puerta con Emma en brazos, con un bolso de cuero de gran tamaño colgando del hueco de su brazo. –Vine preparada, como dijiste- –Genial– me hago a un lado. Emma aplaude alegremente gorgoteando y extendiendo la mano hacia Amelia. –Oh, hola dulce niña– Amelia se acerca a mí y le hace cosquillas en la barriga a Emma, lo que provoca una risita estridente. –¿Me extrañaste? Te extrañé– Me preparo para los dulces gestos tan cerca de mi espacio aéreo. Los quince centímetros de distancia entre Amelia y yo en esos breves momentos son un desafío. - ¿Puedo entregártela? – pregunto. –Por supuesto. Déjame dejar mis cosas– Amelia se dirige a la puerta principal y deja su bolso, luego se quita el abrigo. Se recoge el pelo largo en una coleta baja, desplegando la enorme camiseta gris que lleva puesta. Cada bocanada de su camiseta envía una nueva ola de perfume hacia mí. aprieto los dientes. –¿Cuáles son los planes para esta noche? – su tono es afable mientras se acerca a Emma, algunas de sus pulseras tintineando. –Voy a una recaudación de fondos– le digo, metiendo las manos en los bolsillos de mis pantalones de chándal grises. –No estoy seguro de cuánto tiempo estaré fuera. No quiero ponerme un límite de tiempo, si sabes a que me refiero– Ella asiente, sonriéndome como si nada hubiera pasado entre nosotros. Como si no hubiera dejado de hablarme un día hace seis años. Como si no le hubiera dicho que me tratara como un extraño la semana pasada o la hubiera atacado por la idea de dejar el trabajo porque se va a casar. Todo lo que puedo ver es franqueza. Belleza. Curiosidad. Es un maldito ángel pelinegro con ojos como el cielo que ven hasta el fondo de mi alma, incluso cuando hago todo lo posible por levantar muros y mantener la distancia. –Saldremos de aquí alrededor de las seis y media. No estoy seguro de cuando volveremos– Quiero añadir más, algo que pueda hacerle notar que no pienso en ella ni la mitad de lo que pienso en realidad, pero no se me ocurre nada. Me dirijo a mi oficina y me encierro dentro solo yo y mi caracol de fuego malasio, Fernando. Me acerco a mirarlo, esperando que sus rasgos lustrosos y negros como la tinta me ayuden a concentrarme en otra cosa. Fernando y yo nos miramos fijamente un rato, hasta que finalmente me vuelvo hacia mi ordenador y me vuelvo productivo para el día. Las horas se desvanecen; los correos electrónicos se convierten en llamadas con agentes inmobiliarios locales, que se convierten en llamadas con algunos de los contactos potenciales con los que había contactado en las últimas par de semanas. Alrededor de las tres, mi cita de la noche, Krista, comienza a enviar mensajes de texto mostrando su entusiasmo por la noche, preguntándome que color de vestido debería usar y que estilo de traje planeo usar. Yo mismo he elaborado este plan, pero no puedo evitar desear que Krista se quede en casa para poder llevar a alguien completamente diferente. Mi día de trabajo pasa volando, me ducho y me preparo para la noche. Traje Armani gris pizarra de botonadura sencilla combinando con zapatos Derby negros de charol. Clásico y refinado. Me Rocío mi colonia con mejor olor, del tipo que ha hecho caer de rodillas a muchas mujeres antes, y me aseguro de que mi cabello este suave y ordenado. Krista planea reunirse conmigo aquí a las seis; después de un poco de vino blanco, la llevaré a la recaudación de fondos y, si todo va bien, no volveré. Si quiero borrar a Amelia de mi mente como si fuera un lunar preocupante, acostarme con otra persona debería ser suficiente. Como el tiempo, el espacio y el resentimiento no surten ningún efecto, este es mi último recurso. Cuando entro bailando en la sala a las 4:45, Emma es la primera en gritar. Corre hacia mí con su forma descoordinada, tambaleante y de niña pequeña; le sonrió y la levanto sin esfuerzo. Todavía capto las cejas arqueadas de Amelia y la forma en que su mirada me recorre. –¿Han tenido un buen día? – la pregunta es para Amelia, pero me concentro en Emma. Es más fácil así. –Gran día. Parecía un poco somnolienta. Me pregunto si está pasando por algo de desarrollo– Amelia se acerca a nosotros y siento cierta vacilación. –¿Alguna idea de que debería preparar para la cena? ¿Qué le ha gustado normalmente en el pasado? – –Los espaguetis han sido un gran éxito. Junto con salchichas y huevos, aunque sé que es más bien un desayuno. Siéntete libre de pedir comida a domicilio también. Se que este es un día a largo plazo– Amelia se encoge de hombros, enviándome una sonrisa angelical de nuevo. –Está bien. No me molesta– –Genial. Krista llegará pronto– Me acerco a los sofás, acomodándome para que Emma pueda acurrucarse en mi regazo. Apoya la cabeza en mi hombro una vez que me relajo en el cojín. –Entonces, estaré fuera de tu vista hasta mañana– Amelia está de pie detrás del sofá en el otro extremo, con la curiosidad invadiendo su expresión. –Suena genial– se muerde el labio inferior y luego pregunta: –¿ Krista es tu…? – La miro fijamente. –Ese no es asunto tuyo– Amelia se muerde el labio inferior de nuevo. –Lo siento. Solo intentaba hacer conversación– aún mordiéndose el labio inferior, mira alrededor de la sala mientras yo me concentro de nuevo en Emma. La cuenta regresiva para la llegada de Krista se ha vuelto eterna. Me acurruco con Emma en el sofá mientras Amelia se ocupa de recoger el área de juguetes. Cuando llaman a la puerta principal. Amelia salta primero, no Emma. –Ni te preocupes por ese golpe– le murmuro a Emma al recordar la consciencia en mis brazos. –Es una vieja amiga. La amarás– Aunque tengo la sensación de que no puedo decirle lo mismo a Amelia. No aparto la vista de Amelia mientras cruzo hacia la puerta. Se arregla la camisa y luego se rehace la cola de caballo, todo mientras se muerde el interior de la boca. Cuando abro la puerta, lo primero que noto es la sonrisa pintada de rojo de Krista. Sus rasgos más llamativos son sus labios y boca generosa; los he experimentado de primera mano muchas veces cuando solíamos enrollarnos, y nunca había nadie con una sonrisa más llamativa que la de Krista. Al menos, eso solía ser cierto. Hay otra sonrisa que me llama más la atención, pero se supone que no debo notarla y, sin duda, nunca lo admitiré. –Krista– No puedo evitar la enorme sonrisa mientras jadea y se abanica la cara. –Bienvenida– –¡Mírate! ¡Dios Weston! – Extiende los brazos y se abalanza hacia adelante, abrazándonos a Emma y a mí al mismo tiempo. Emma retrocede, acurrucándose más profundamente en mis brazos. Krista no parece darse cuenta y retrocede un paso, haciendo un gran alarde de mirarme de pies a cabeza. –Weston Hamilton, lo juro por Dios– Me golpea el hombro al pasar pavoneándose junto a mí, asegurándose de no tocar mi cadera contra la suya. Capto el sutil cambio en su tono, la pesadez de su mirada mientras me recorre. –El único hombre en el mundo que se pone más atractivo cada hora– Me río y cierro la puerta tras ella, levantando a Emma un poco más en mis brazos. Amelia está de pie cerca del sofá, su mirada yendo de Krista a mí. –Oh, no me había dado cuenta…– Krista se detiene en seco, mirando a Amelia. –Krista, ella es Amelia. La niñera de Emma– Amelia saluda con la mano, revelando la única sonrisa que prefiero por encima de todas las demás. –Es un placer conocerte. Tu vestido es espectacular. ¿Dónde lo conseguiste? – Krista toca la tela morada acanalada parpadeando mientras piensa. –Solo una cosita que compre en Saks– Emma se retuerce en mis brazos, tratando de alcanzar a Amelia. Había estado observando a Krista como si fuera arremeter contra ella en cualquier momento, casi me río de la expresión molesta de Emma hacia ella, así que se la entregó. –Te queda muy bien– dice Amelia, cargando a Emma sobre su cadera. No puedo soportar la sinceridad con la que lo dice. Krista ladea la cabeza; sus ojos brillan. –Eres un encanto– Krista se gira para mirarme. –Tu niñera es un encanto– Asiento secamente, pero no digo nada. En cambio, guio a Krista por la cintura hacia la cocina. –Escucha, conseguí una reserva de chardonnay que me muero por probar. Serviré un poco– –Eres un hombre inteligente. Ablándame temprano para que puedas hacer lo que quieras conmigo más tarde– me da un manotazo en el pecho cuando llegamos a la vinoteca escondida en la esquina de la cocina. –Oh, vamos. Sabes que mis intenciones son puras– No es cierto, por supuesto; simplemente no se da cuenta de que mis intenciones también están mezcladas con la provocación. Si Amelia tiene algún atisbo de sentimientos por mí, planeo confirmarlo. Krista se rie estridentemente mientras yo descorcho la botella y nos sirvo generosas copas de chardonnay. Mas allá de su hombro, puedo ver a Amelia cargando a Emma, con su mirada fija en nosotros. –Por una noche maravillosa– digo, levantando mi copa. Krista la choca con una sonrisa. –Y por muchas más– añade.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD