Impureza en mi corazón y otro hombre en mi mente

2192 Words
AMELIA Me froto la frente, cerrando los ojos con fuerza. Estos pensamientos deben irse y quedarse atrás. –¿Estás bien? – pregunta Dinah tomando a Hope de mis brazos. –Si. Solo me duele un poco la cabeza– Suspiro, frotándome las sienes como si de alguna manera pudiera limpiar mi cerebro aturdido por Weston. –Ojalá pudiera irme a acostar–. Aunque sé que eso inevitablemente se convertiría en una sesión de autoplacer, por mucho que intente convencerme de otra manera. Para ser una dama temerosa de Dios, tengo una gran colección de vibradores, incluyendo uno pequeño y curvo que se desliza en su propia bolsita de satén purpura solo para cuando viajo. Planeo informar a Caleb de esta colección aproximadamente nunca. Algunas cosas son para que una dama las guarde para si misma. Y eso incluye tanto trabajos como vibradores. –Podrías– ofrece Dinah. Me burlo señalando los invitados. –¿En la recepción de mi boda? Nunca– compartimos una risa, y un momento después, la voz de mi padre resuena por encima del estruendo de voces. –¡Hora de almorzar! Tomemos nuestros asientos, todos– Los invitados rodean la mesa, que tiene tarjetas con nombres con una elegante escritura en cada lugar. Caleb y yo estamos el uno al lado del otro, por supuesto, con mi abuela Ruth a mi derecha. Nuestra mesa del comedor se ha convertido en una mesa real; jarras de agua, cestas de pan y una cantidad excesiva de tenedores adornan la mesa, en contraste con las decoraciones de mesa de color marfil y morado, características de mi madre. Las sonrisas abundan en la mesa mientras todos se acomodan y uno de los camareros del día comienza a traer el primer plato: sopa de verduras. –Este se perfila como un almuerzo encantador– dice mi tía Rosie cuando un camarero se acerca sirviendo mimosas. –Sabes que Cassandra no lo querría de otra manera– retumba mi papá. –Bueno, cuando mi única hija esta comprometida para casarse, ¿Por qué no voy a comenzar pronto con un fabuloso almuerzo dominical? – Mi madre levanta un hombro con su coquetería habitual, su mechón de pelo blanco tan impecable como siempre. –Estoy bastante segura de que mamá no organizó un almuerzo dominical loco cuando tú y yo nos comprometimos– le susurra Abel a Dinah, quién se ríe de su comentario. —Hey. No molestes a la futura novia– advierte el tío Tatum, apuntando con un cuchillo a Abel. –Nuestras Amelia necesita tener su momento bajo los reflectores– –Solo puedo entregar a mi hija una vez– dice mi padre, mirándome con ternura en el rostro. Caleb toma mi mano y la recoge, levantando mis nudillos a sus labios. –Y solo puedo casarme con la mujer de mis sueños una vez– Toda la mesa dice —Aww— mientras cada órgano de mi cuerpo se contrae. –Chicos, no estoy preparada para esto– digo tomando mi copa llena de mimosa. –¿Intentan hacerme llorar? – La risa recorre la mesa. La esposa del alcalde, Yvette, levanta su copa. –Por encontrar el amor joven y conservarlo para siempre- Todos en la mesa levantan sus copas. Hemos brindado por mis nupcias pendientes en los primeros cinco minutos. Trago saliva con dificultad, absorbiendo todos los rostros a mi alrededor. Una extensa expectación flota en el aire, una necesidad de actuar, para que nadie sospeche que tengo impurezas en mi corazón y otro hombre en mi mente. –Por Caleb– añado, mirando a mi prometido. El me devuelve una sonrisa genuina, y en lugar de chocar las copas, se inclina para besarme. La calidez de sus labios contra los miso me sorprende; ya casi no nos besamos, con lo ocupado que estamos. Nuestra relación es prácticamente a distancia. El rostro de Weston me marca la mente, la mancha de ira que se reflejaba en su rostro cada vez que veía mi anillo de compromiso. Arqueo las cejas cuando Caleb se aparta. –Eso fue dulce de tu parte– le murmuro. –No tan dulce como tu– Presiono mi mano contra mi pecho mientras el me frota el hombro. –¿Cuándo es la boda? – pregunta Yvette. –El 10 de junio– responde mi madre. Jadeo, volviendo mi mirada hacia ella. –¿Qué? – Ella frunce los labios y asiente. –Si. Me escabullí hasta el lugar que queríamos– Parpadeo rápidamente, tratando de analizar esta información. Nadie me había dicho que se había elegido una fecha. Nadie me ha hablado del lugar. –El 10 de junio te viene bien, ¿verdad? – murmura Caleb en mi oído. –Queríamos sorprenderte– Se me hace un nudo en el estómago. Mi madre y mi prometido conspiraron a mis espaldas sobre mi propia boda. –Está bien­– digo. –Es solo que es…pronto– –¿No es mejor así? – pregunta Caleb. –Hay tanto que hacer– le recuerdo. –Lo harás todo– interviene Abel. Ni siquiera me había dado cuenta de que había estado escuchando nuestra conversación. –Siempre se hace con mujeres al mando– Se que no lo dice en el sentido vagamente feminista en que suena. –Eso es en cuatro meses– le recuerdo. –Y prácticamente tengo los fines de semana para dedicarme a esto– –Bueno, hay una solución fácil para eso– murmura Abel antes de tomar un sorbo de su cerveza. –Cariño, podemos hacerlo, porque somos un equipo– La mirada azul de mi madre me clava, tan intensa que casi me arranca la piel. Miro alrededor de la mesa. –Y ya tenemos el vestido elegido, así que ¿Qué más nos queda, en realidad? – Me encojo en mi asiento, sin querer hacer más comentarios, mientras las risas resuenan a mi alrededor. Todavía no he elegido vestido, ni de cerca. Solo tengo cuatro opciones disponibles que me habían gustado, pero que no me habían convencido, de nuestra visita a principios de esta semana. Nos lo pasamos genial en la boutique mientras yo me probaba vestidos y ella arrullaba con champán. Pero nada me convenció. A medida que la sopa se convierte en el plato principal, pollo piccata y cacerola de judías verdes, la conversación se vuelve a lo que sucede en Louisville, como siempre hacen, independientemente del recuento de personas en los almuerzos dominicales. –Se acercan unas elecciones especiales– comenta el tío Tatum mientras corta su pollo en trozos pequeños. –Problema uno. Alguno de esos liberales quieren convertir iglesias abandonadas en locales de música– levanta la vista con disgusto. –Sobre mi cadáver– –Dios mío– murmura mi tía Agatha. –¿En qué se está convirtiendo este mundo? – –Louisville ha visto algunas influencias sórdidas últimamente, eso es seguro– reflexiona mi madre sobre el borde de su copa de champán. –Dímelo, a mí. ¿Alguien quiere adivinar quién fue visto merodeando por las tierras altas recientemente? – La boca de Abel ha adquirido una curva de suficiencia mientras corta su pechuga de pollo. –¿Queremos saberlo? – pregunta mi padre. –¿Cuál es el premio si ganamos? – El tío Tatum bromea. –Porque me vendrían bien más acciones para mi cartera– –Qué curioso que digas eso– dice Abel. –Porque es Weston Hamilton– Los cubiertos chocan contra el plato de porcelana y la expresión del tío Tatum se vuelve severa. –Hijo de puta– murmura para sí mismo. Un silencio incómodo se instala en la mesa como algas en el fondo de un lago. Blando. Inquietante. Extremadamente extraño de experimentar en primera persona. –Conozco ese nombre– dice Yvette, tocándose un lado de la cara. Su esposo había sido elegido para el cargo el año pasado, por lo que ella y su familia no habían estado presentes durante todo el drama que ocurrió seis años atrás. –¿Alguien me pone al día? – Mi padre se irgue con una risa sin humor. –Los Hamilton. ¿Qué podríamos decir de ellos que no sea negativo? – El tío Tatum mira a Yvette con cansancio. –Te lo diré de esta manera. No soy un hombre al que se le pueda estafar. Pero Weston Hamilton es el mayor estafador que he conocido en mi vida– Trago saliva con dificultad, preguntándome si mis mejillas ya me están traicionando. Había escuchado muchas diatribas de mi familia a lo largo de los años. El resumen ejecutivo decía algo así; Weston Hamilton había sido recomendado a mi tío por algún consejero de inversiones. Weston pasó varios meses viajando entre Nueva York y Louisville para reuniones de negocios con el tío Tatum, durante los cuales lo asesoró extensamente y gestionó personalmente algunas inversiones arriesgadas. También fue durante este tiempo que Weston y yo nos conocimos y nos enamoramos, pero esos son detalles irrelevantes ahora. En algún momento del camino, la inversión que Weston había impulsado a mi tío a realizar se fue al hoyo, constándole millones de dólares. Nunca perdonó a Weston y parece que solo habla más alto al respecto con el paso del tiempo. Personalmente, pensé que algo parecía extraño en todo el asunto, y en mi interior, no creo que Weston se comportará como dice el tío Tatum que lo hizo. Pero nunca me atreví a expresar esas opiniones delante de mi familia. –¿Así que trabaja en inversiones, supongo? – pregunta Yvette, sonando solo parcialmente interesada mientras se mete una judía verde en la boca con el tenedor. –Toda su familia son un montón de escoria deshonestos– murmura mi padre. –Están siendo investigados por la Comisión de la Bolsa de Valores– interviene la tía Rosie. –Si eso te dice algo– –No me sorprende. ¿Qué demonios hace ese hombre en las Tierras Altas? – El tío Tatum se gira para mirar a Abel. –¿Lo viste tú mismo? – –No, un amigo mío lo vió y nos lo informó– Abel resopla, secándose la boca con una servilleta. –Parecía que estaba buscando algún tipo de espacio de oficina. Como si se estuviera mudando a la zona– –Oh, Dios mío– dice la tía Rosie, poniendo los ojos en blanco. –Nuestra ciudad no necesita que él ni que ninguno de sus turbios parientes manchen nuestra cultura empresarial– dice mi padre. –Gente así solo hunde una ciudad– Después de un momento de silencio contemplativo, añade: –Yvette, ¿no hay algún favor que puedas pedirle a tu marido para sacar a ese hombre de la ciudad? – Yvette se ríe nerviosamente. –Si el no puede, puede que conozca a algunas personas– dice Abel con altivez. Me meto un trozo de pollo en la boca con el tenedor y lo mastico, levantando la vista a tiempo para captar la mirada de mi hermano. Me observa atentamente y se por qué. Le había disgustado Weston desde el principio. Al principio fue porque Weston era demasiado mayor para mí, y luego fue por el linaje de Weston. Finalmente, una vez que todo se vino abajo entre Weston y mi tío, fue porque no se podía confiar en Weston. Era un estafador, un timador. Un hombre de negocios turbios con el que nadie quería estar asociado. Una vez que descubrí que estaba embarazada del bebé de Weston, se lo dije a mi madre. Solo tenía veinte años en ese momento y, tontamente, pensé que mi madre estaría emocionada de empezar con lo de ser abuela. Pero no estaba emocionada. Quería que abortara o que lo diera en adopción. Entonces Abel se enteró. No mucho después de eso. Weston dejó de llamar o enviar mensajes de texto, lo que demostró aún más a mi familia que era un estafador poco confiable. Simplemente desapareció de mi vida, evaporándose en la niebla y los recuerdos con un suave zumbido. Como si nunca hubiera existido. Tres meses después, después de mi aborto espontaneo, juro que escuché el suspiro de alivio de mi madre. Mi hermano ni siquiera había fingido ser comprensivo. Para ellos, solo fue un desastre evitado. Para mí fue el mayor trauma de mi vida. Todavía puedo saborear el sabor amargo de la rectitud y mi hermano, todavía se considera el inteligente, el que lo había sabido todo el tiempo. Había tenido razón sobre Weston, en su mente. En mi corazón, sé que todos están equivocados. Simplemente no puedo probarlo. Nadie en esta mesa podrá descubrir jamás que trabajo para Weston Hamilton. Si tengo la esperanza o la posibilidad de conservar mi trabajo y mantener alguna pequeña apariencia de independencia, la identidad de mi cliente debe permanecer en el mas estricto secreto. No hay ni la más mínima posibilidad de que alguien de mi familia me permita seguir trabajando para Weston Hamilton si se enteran. Y lo que no entienden, nunca podrán entender, es que es el único lugar donde quiero estar.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD