AMELIA
Cualquier rastro de progreso que weston y yo habíamos hecho como colegas amigables se evaporaron después de su noche en la recaudación de fondos. Dos pasos adelante. Cincuenta pasos atrás.
Durante el resto de la semana, apenas me habló, lo cual es tan necesario como tortuoso. Habíamos abierto una lata…no, una frasco del tamaño de Texas de gusanos, y ahora tenemos que mezclarlos en una masacre incómoda. El método de weston de evitar e ignorar funciona por defecto, porque apenas lo veo fuera de entregarle a Emma cada día.
Pero estar tan cerca físicamente y a la vez tan lejos emocionalmente de él es horrible. Es lo peor. Porque ese enorme frasco de vidrio lleno de gusanos exige respuestas. Y yo quiero obtenerlas.
Pienso en nuestra intensa conversación a diario. Los mensajes de texto que delatan mucho más que una simple oferta amistosa para beber vino.
A weston no le gusta Caleb. Y más que eso, no le gusta que le recuerden que estoy con él. Weston todavía se preocupa por ti>>. Si esta no es la noticia más emocionante del siglo, no sé lo que es.
¿Pero que se supone que debo hacer con ella?
Cuando llega el fin de semana, toda mi familia se concentró por completo en los preparativos de la boda. Ahora que hemos fijado la fecha obscenamente temprana, en cuatro meses para ser exacta, Dios mío, estamos perpetuamente atrasados en la lista de tareas pendientes. Lo que significa que el sábado, mi madre tiene un horario para mí que comienza a las siete de la mañana y termina a las diez de la noche.
Ni siquiera los vertiginosos preparativos de la boda pueden apartar mi mente de Weston. Mi madre, Dinah y yo somos el trío de preparativos de la boda de hoy, ya que la madre de Dinah se había ofrecido voluntaria para cuidar a la bebe por primera vez. Somos tres mujeres sueltas en Louisville, pero esto es muy diferente a una despedida de soltera.
Empezamos en la boutique de vestidos de novia para otra puerta de los vestidos finales con la esperanza de que uno finalmente se convierta en el ganador. Mientras me los pruebo de nuevo, decido simplificarlo: elijo el mejor de los cuatro, aunque sé que no es el indicado. Sin mangas, escote V con cuentas, corte princesa con detalles de encaje, falda larga de corte A. Dinah llora cuando me ve con el puesto.
–Caleb se va a morir cuando te vea con esto– promete Dinah, lo que sirve como recordatorio de que me casaré con Caleb, Caleb. Caleb.
Weston no forma parte de mi vida. aunque había insinuado que me habria pedido matrimonio. Para, Amelia. Deja de pensar sobre eso. ¡Por el amor de todo lo celestial, deja de pensar en ello!>> mi yo interior me reprende.
Es más fácil pensarlo que hacerlo. pasamos el almuerzo en una empresa de cátering probando posibles platos principales. Caleb y Abel se unen a nosotros y nos divertimos mucho definiendo el menú. Pero mis opciones, bisque de langosta, pasteles de cangrejo, chuleta de cerdo ahumada con bourbon, con una estación de salteado asiático en vivo fueron vetadas, todas vetadas. Mi madre y Caleb optaron por un menú más clásico: tablas de cartuchería, filete miñón, falda de res.
Weston habría elegido bisque de langosta y pasteles de cangrejo conmigo. No es una idea útil, pero, de todos modos, una que pasa por mi cabeza como un título en una marquesina.
Una vez que nuestro menú listo, nos separamos para abordar diferentes tareas. Mi madre, Caleb y yo visitamos el lugar, mientras que Dinah y Abel van a supervisar algunos detalles para los visitantes de fuera de la ciudad en un hotel local.
El lugar es un lugar muy popular y exclusivo que normalmente se reserva con años de anticipación. ¿Como mi madre lo había reservado tan rápido, prácticamente sin esfuerzo?, es una gran pregunta que no estoy preparada para hacer. Una parte de mi se pregunta si lo había reservado hace años y nunca me lo había dicho. Tal vez incluso había organizado el fallecimiento prematuro de otra novia y simplemente estamos ocupando la repentina vacante. La idea me hace reír para mis adentros con su ridiculez. Mis dedos se estremecen, queriendo compartir la idea con Weston.
Pero no. No habrá nada de eso. Los terrenos son el sueño de cualquier influencer de r************* , con los pilares y los detalles de madera toscamente tallada y todos los caminos empedrados. Mientras nos reunimos con Sheila, la organizadora de bodas, la oficial, no mi madre, y caminamos por los terrenos, ella señala todos los diferentes detalles que nos deleitarán en junio. Los sauces llorones actualmente inactivos. El estanque y el arroyo burbujeante. Los kilómetros de césped cuidado que proporcionará el telón de fondo perfecto para la ceremonia.
—Esto es precioso– dice Caleb con una sonrisa mientras mira a su alrededor, frotando mi espalda por encima de mi grueso abrigo de invierno.
–Muy hermoso– estoy de acuerdo. Porque lo es. Simplemente no es lo que yo habría elegido.
–Tenemos la suerte de tener un lugar como este para nuestro día especial– agrega Caleb, lo que solo clava la culpa más profundamente en mi corazón. Somos bendecidos. Necesito estar agradecida para sacar el demonio del anhelo y la comparación de mi corazón.
–También contamos con un equipo floral experto en el personal– dice Sheila una vez que regresamos al espacio para eventos, que se extiende majestuoso y silencioso a nuestro alrededor. –Así que cualquier visión que tengan para la boda, podemos hacerla realidad–
–Eso suena genial– asiente Caleb.
–Quiero peonias– digo
–Haremos un artículo de rosas– dice mi madre al mismo tiempo.
La miro. –Peonias y rosas, entonces–
–Cariño, ¿peonias? – Mi madre hace una mueca, mirando a Sheila, avergonzada, como si hubiera sugerido que usáramos flores muertas. –¿Estás segura? –
–Son mis favoritas–
–Específicamente la variedad Mando de honor–
–Mando de honor– murmura Sheila. –No sé sobre esa exacta, pero definitivamente podemos conseguir peonias…–
–Cariño– comienza mi madre, acercándose y bajando un poco la voz. –En lugar de exigir una variedad desconocida de la que ni siquiera Sheila ha oído hablar, ¿Por qué no nos quedamos con algo mas atemporal? Mas elegante. Mas…–
–Romántico– ofrece Caleb.
–Las peonias son románticas– le recuerdo.
Mi madre hace una mueca de nuevo, una señal de mi paso en falso. Se gira hacia Sheila. –¿Qué tal si volvemos a esto? No tenemos que decidirlo ahora. entonces mi hija y yo podremos estar de acuerdo–
–Por supuesto. No hay necesidad de decidirlo hoy. Pero si tenemos el tema lista para la próxima semana, entonces podemos avanzar con las otras partes mientras ustedes dos ultiman los detalles florales–
Mi madre le dedica a Sheila una gran sonrisa que desaparece inmediatamente en cuanto me mira. No le hizo gracia que hablara sobre la variedad de peonias; seguro que me enteraré de esto más tarde.
Ella está pagando la cuenta. No debería haber dicho nada. ¿Cómo puedes ser tan desagradecida?>>
No solo codicio a un hombre que no es mi prometido, sino que también estoy molesta por los hermosos diseños que alguien quiere regalarme para mi boda. Esta comprensión chisporrotea dentro de mí, lacerándome con su vergüenza. No tengo derecho a hablar, no tengo derecho a dirigir el rumbo cuando todo lo que se requiere de mí es un poco de maldita gratitud.
Juro guardar silencio durante el resto de la visita, y una vez que quedamos completamente impresionados por todo lo que el lugar tiene para ofrecer, es casi la hora de cenar; reunirnos con el resto de la familia en el club campestre para cenar.
–Este va a ser el evento del siglo– exclama mi madre mientras nos dirigimos al coche.
Caleb se pavonea a mi lado, lanzándole una sonrisa relajada a mi madre mientras gira su anillo en el dedo.
–Si lo planeas así, los nietos de la gente oirán lo increíble que fue esta boda–
Mi madre se rie y le da un manotazo en el brazo. –Oh, para. Solo dices eso porque quieres adular a tu futura suegra–
Mira su reloj de pulsera y luego me mira.
–¿Estás lista para adular a tus futuros suegros? –
Ya casi es la hora de la reserva en el Club de campestre. Mi padre planea reunirse con nosotros allí, junto con los padres de Caleb, la hermana menor de Caleb, Abel, Dinah y Hope. Mis padres son miembros de toda la vida del club campestre y Abel y yo habíamos crecido en sus reuniones sociales y junto al a piscina. Como resultado, ambos podemos jugar golf con soltura, una habilidad que nuestros padres insistieron en que domináramos, aunque a mí me disgustaba cada momento de adquirirla.
–Las veo allí, señoritas– dice Caleb, dándome un beso en la mejilla antes de dirigirse a su coche.
–No puedo esperar a tomar una sopa de cebolla francesa–
–Oh, esa es mi favorita– arrulla mi madre, antes de deslizarse en el asiento del pasajero de mi Lexus. Una vez que cerramos la puerta y pasa un momento de silencio entre nosotros, mi madre murmura.
–Sabes, cariño…–
Solo esas tres palabras me hacen entrar en una espiral de exasperación. Me desanimo y me dejo caer en el asiento del conductor mientras me uno al tráfico detrás de Caleb.
–¿Qué? – pregunto.
–Tendrás más posibilidades de entrar en las revistas de novias si mantienes las cosas clásicas–
Si pudiera, cerraría los ojos con fuerza y negaría con la cabeza tan fuerte que no podría ver con claridad. Pero eso no es exactamente lo recomendable para el conductor.
–Madre…– comienzo, disimulando la molestia en mi voz.
–Entiendo que intentas aparecer en todas las grandes revistas y. medios sociales. Quiero que el día de mi boda aparezca tanto como cualquier otra chica. Pero no creo que una variedad de peonia…–
–La editora de Escena de Novia ya no prefiere las peonias– espeta mi madre con la voz que siempre ha sido en serio. Aprendí desde los cuatro años a callarme la boca si escucho ese tono. –No va a elegir el día de tu boda como tema principal si insistes en ello. Ha compartido públicamente que lo considera una tendencia pasada de moda. ¿Lo entiendes ahora? –
Cierro la boca de golpe. No me importa la editora; no me importa la revista. Simplemente me gustan las peonias. Y se supone que este es el día de mi boda. Claramente, es todo lo contrario.
–Lo entiendo– digo finalmente en voz baja una vez que el silencio en el coche se ha vuelto insoportable.
–Podemos hacer una mezcla– dice mi madre tras un suspiro, como si fuera la mayor concesión que había hecho en su vida. –Pero el ramo debería ser principalmente rosas. Estamos coqueteando con el peligro si usamos demasiadas flores. Esto es para ti. Te lo digo porque quiero lo mejor para ti–
Trago saliva con dificultad, mirando fijamente las luces traseras del coche de Caleb delante de mí mientras lo sigo a través del tráfico de Louisville. La rigidez que se extiende por mis venas es algo tan familiar, pero sigue siendo tan desagradable como cuando empecé a notarlo, en los primeros días de mi infancia.
–Las rosas están bien – le digo. –Las rosas también son hermosas–