WESTON
Esta mañana es un suplicio. Puedo echarle la culpa fácilmente a Emma; los cuarenta y cinco minutos antes que decidió despertarse fueron los cuarenta y cinco minutos cruciales para la salud general del sueño, en lo que a mi respecta.
Pero la verdad, no tiene nada que ver con eso. El poco sueño que había conseguido había estado plagado de sueños sobre Amelia.
Me digo a mí mismo, en la luz gris del amanecer, mientras cambio el pañal de Emma y la observo tambalearse por la sala, incluso mientras me siento como un zombi, que se volverá más fácil con el tiempo. Estar cerca de Amelia eventualmente se sentirá normal.
Los sueños sobre su coleta oscura y la forma en que su suéter combinaba con sus ojos desaparecerán con el tiempo. Al igual que los recuerdos dolorosamente viscerales de como abrazarla se sentía como encontrar una pieza de rompecabezas que encajaba perfectamente. Como nuestros besos había sido de lava fundida y anhelo. Como cada vez que hacíamos el amor, intercalábamos la pasión con ataques de risa o comentarios sobre un artículo del New York Times. Seis meses que se sintieron como dos años.
Estoy tan absorto en mi búsqueda para racionalizar mis emociones que pierdo la noción del tiempo, Amelia llama a la puerta principal a las 8:29 am. Emma y yo todavía estamos jugando en pijama en el suelo de la sala.
Considero brevemente correr a cambiarme primero y hacer esperar a Amelia, pero cuando vuelve a llamar, opto por abrir la puerta. Emma empieza a gemir, así que la levanto y me apresuro a abrir la puerta.
–Buenos días– me hago a un lado, haciéndole un gesto a Amelia para que entre. Sus ojos se abren ligeramente mientras me examina de pies a cabeza. Llevo pantalones de pijama con cordón y nada más. –No he tenido una oportunidad de vestirme, pero es lo siguiente en la agenda–
Me ofrece una pequeña sonrisa, su mirada deslizándose de mi pecho desnudo a mis ojos. –No te preocupes. Buenos días a los dos– la hace cosquillas en el vientre a Emma, lo que inmediatamente provoca una sonrisa tímida. ¿Cómo está mi dulce niña hoy? –
Mientras charla con Emma, noto algo brillando en su dedo anular que ciertamente no había estado ayer allí. Un maldito anillo de compromiso, a juzgar por la mano en la que lo lleva.
Entrecierro los ojos, con toda mi intención puesta en el anillo. ¿Te lo perdiste? ¿Está comprometida? No hay forma de que no te lo hayas perdido ayer>>.
–…añadiendo otros viajes eventuales– está terminando Amelia.
Parpadeo rápidamente, devolviendo mis pensamientos al presente. –¿Perdón? Me perdí–
–Estaba pensando en llevar a Emma a la sala de juegos hoy, si ella y yo tenemos una buena mañana y empezamos la tarde con buen pie. Una vez que veamos como interactuamos allí, podemos usar eso como barómetro para añadir otros viajes con el tiempo–
El edificio tiene una sala de juegos común, así como un gimnasio y una sauna completamente equipados. Asiento, adentrándome en el apartamento.
–Suena bien–
–¿Hay algo que deba saber antes de empezar el día? – pregunta Amelia, deteniéndose en la isla de la cocina para dejar una bolsa de tela que ha traído.
–¿Algo extraño de anoche o de esta mañana, cualquier comportamiento bueno o desafiante? –
Me duele la cabeza, incapaz de concentrarme en nada más que el maldito anillo en su dedo. Estaba convencido de que era ella con quién me iba a casar. Nunca había considerado el matrimonio antes de ella, y ciertamente no lo he considerado desde entonces. Pero ella me interrumpe. Y ahora muero por saber quién ha logrado mantenerse cerca de ella.
–Se despertó un poco antes de lo normal, unos cuarenta y cinco minutos– Mi corazón late con fuerza como si acabara de terminar de correr. Me aclaro la garganta, levantando a Emma un poco más en mis brazos. Ella rie, aferrándose a mi hombro. Mi mirada vuelve al anillo en el dedo de Amelia. –Seré honesto, estoy preocupado un poco por eso–
–¿Qué? – Se mira a sí misma, intentando seguir mi mirada.
–El pequeño anillo en tu dedo. Siento que podría ser un peligro–
Gracias a dios, Emma es la única que sabe lo rápido que late mi corazón en este momento.
–Podría engancharse en su ropa o arañarla. Parece un poco…puntiagudo– como una porquería barata, quiero añadir, pero me contengo.
–Ah, claro. Por supuesto– Amelia se arranca rápidamente el anillo del dedo y busca a tientas un lugar donde guardarlo.
–No lo llevabas puesto ayer– Es un hecho. Uno que quiero que explique.
Me ofrece una sonrisa forzada. –Es cierto–
El silencio golpea entre nosotros por un momento. –¿Es un anillo de compromiso? –
Su sonrisa se tensa. –Eso no es algo de lo que dos personas que actúan como desconocidos realmente hablarían, ¿verdad? –
Se apaga. Por mucho que me moleste, respeto su capacidad para obligarme a volver a mi carril.
–Anotado. Escucha, toma lo que quieras del refrigerador. Ya desayuno. Voy a entregártela e ir a vestirme, luego intentaré colarme en la oficina un poco más temprano que ayer. ¿Suena bien? –
–Perfecto– Amelia tiene una gran sonrisa cuando le entrego a Emma. Ella va de buena gana, pero me agarra mientras me alejo.
–Solo voy aquí, cariño– digo en voz baja. –Solo voy a vestirme–
Emma gime más fuerte cuanto más me alejo. Me detengo cerca de la puerta, observando como Amelia la mece en sus brazos.
–Está bien, dulce niña, volverá enseguida– dice Amelia con voz tranquilizadora.
–Aguanta, Emma– le ofrezco una sonrisa alentadora, pero ella me abraza con aún más fuerza. Me rompe el corazón verla tan triste, pero sigo adelante. Una vez que la puerta se cierra detrás de mí, Emma comienza a llorar. Me quito los pantalones de pijama y me apresuro a vestirme con lo que tengo más a la mano: pantalones deportivos y una camiseta. A medida que los lamentos aumentan, decido que los calcetines y la colonia pueden esperar hasta más tarde. Corro de vuelta a la sala para encontrar a Emma con la cara roja y llena de lágrimas.
Amelia parece imperturbable y continúa meciéndola en sus brazos. Tan pronto como Emma me ve, grazna un ruido extraño y vuelve a alcanzarme.
–Déjame llevarla– le digo a Amelia sacando a Emma de sus brazos. Emma se acurruca inmediatamente contra mi hombro y el llanto se calma. Amelia le acaricia la espalda suavemente mientas la meso suavemente de un lado a otro. –No entiendo– murmuro. –Tuvo un día estupendo ayer–
–No es un proceso lineal con el apego. Y parece estar muy apegada a su papá– Amelia inclina la cabeza. –¿Puedo preguntar dónde está la mamá de Emma? ¿La ve a menudo? –
Abro la boca para responder, pero me doy cuenta de que nunca le había informado a la agencia la situación de custodia subyacente a esta asignación. No estoy seguro de si esto cambiará, las cosas, pero es un componente integral para comprender a Emma.
–No sé dónde está. De hecho, ni siquiera sé quién es– Mientras las cejas de Amelia se fruncen aún más, me apresuro a añadir. –Emma no es mi hija. Tengo la custodia temporal de ella a través del estado de Kentucky, Es una larga historia, pero la esencia de la situación es que su padre está en la cárcel y su madre esta desaparecida. No tengo ni idea de la situación de la que viene, aparte de que parece que no fue muy buena–
La boca de Amelia se redondea, y luego la compasión suaviza sus rasgos. Chasquea la lengua, palmeando suavemente la espalda de Emma. –Pobrecita. ¿Quién sabe lo que has visto o vivido? –
Es difícil no perderse en la dulzura de Amelia mientras está tan cerca, rebosante de empatía por Emma. Su gran corazón había sido una de las primeras cosas que noté y de las que me enamoré. Lo que lo hace aún más confuso que su gran corazón me hubiera abandonado como carne podrida.
–Emma es mi sobrina– añado, una vez que me sorprendo concentrándome en los labios rosados de Amelia y el oscuro rizo de sus pestañas. –Y pedí una cita con un especialista como sugeriste. Está programada para la próxima semana– trago saliva con dificultad, obligándome a añadir más. –Tal vez podrías unirte a nosotros, para que puedas estar al tanto de todas las recomendaciones y consejos médicos–
Amelia asiente, su mirada verde se alza para encontrarse con la mía. –Me encantaría. Estoy segura de que caerá en un día en el que ya tengo programada mi llegada, así que no será un problema– Con una voz más suave, se dirige a Emma. –¿Te sientes tan segura en los brazos de tío Weston? –
Emma asiente bruscamente con la cabeza. No puedo ver su rostro, pero al juzgar por la reacción de Amelia, debe tener un aspecto bastante lamentable.
–Es un tío tan bueno. Tienes mucha suerte de tenerlo– Amelia le ofrece otra sonrisa brillante, acariciando de nuevo la espalda de Emma. –¿Quieres ir a ponerte cómoda en el sofá con tu muñeca favorita? –
Emma asiente de nuevo y Amelia me mira.
–¿Quieres unirte a nosotros por un rato? Creo que esta será una buena transición–
Admiro la forma en que Amelia hace que esto parezca fácil. Tiene una estrategia elaborada, tan sutil y natural que ni siquiera yo la noto. Llevo a Emma al gran sofá y me siento. Amelia se une a nosotros un momento después con una muñeca de pelo desaliñado, lo único que Emma había traído, además de una bolsa de basura llena de pañales y ropa y una manta de felpa color lavanda.
Amelia se sienta cerca, pero deja un pequeño espacio entre nosotros. Puedo sentir su cercanía como si fuera agua en un cable de alta tensión. Todo mi ser se eriza al estar tan cerca de ella. Me hierve el conflicto de mis emociones, odiándome por seguir preocupándome seis años después, molesto conmigo por no poder detener los saltos mentales, y decepcionado de que después de tantas mujeres en mi vida, esta morena de gran corazón con una familia de mierda y un apetito voraz por los libros sea la que me acelera el corazón.
Sin mencionar que estoy un poco disgustado con el universo en general. Soy un hombre adulto, empujado contra mi antiguo amor con solo una manta de lavanda de felpa y una niña pequeña para separarnos. Difícilmente material para películas románticas.
-Primero, debemos tener un nido acogedor– dice Amelia, metiendo la manta de felpa entre nuestros cuerpos y luego sobre su regazo. –Así es como se convierte el más acogedor de todos– Emma observa con los ojos enrojecidos, tranquila, pero absorbiéndolo todo. –Entonces aquí es donde va la dulce Emma. Al nido acogedor– Amelia señala el pequeño espacio entre nosotros. –Con el tío Weston y al señorita Amelia–
Emma parpadea débilmente, pero la ayudo a reposicionarse entre nosotros. Emma lo permite, y pronto está parpadeando hacia mi desde entre nosotros en el sofá. Amelia la arropa con la manta y acurruca la muñeca en los brazos de la niña pequeña.
–Ahora estas cómoda. Toda arropada. Con tu muñeca favorita. y vamos así…– Amelia hace un gran alarde de respirar hondo. Lo repite varias veces, instando a Emma a hacer lo mismo. finalmente, ella la sigue, terminando en una sonrisa. –Esa es mi dulce Emma. Buen trabajo-
Amelia sabe lo que hace. Ha trabajado a tiempo parcial en la agencia de niñeras y es una nueva empleada. Pero parece especialmente en sintonía con los niños con antecedentes de trauma. Recuerdo que había estado profundamente interesada en obtener una licenciatura en psicología durante el tiempo que estuvimos juntos. Pero no lo había visto en su perfil en la agencia, ni se había mencionado durante la entrevista.
Apoyo el brazo en el respaldo del sofá, por encima de los hombros de Amelia. Como el destello de un rayo, veo lo que pudo haber sido. Los tres abrazados en el sofá, Emma como mi hija y Amelia como mi esposa. Parece un giro cruel encontrándome en esta posición: obligado a trabajar con la mujer que claramente nunca había superado mientras ella está a punto de casarse con otro.
Aprieto la mandíbula durante unos minutos más, hasta que Amelia me instruye suavemente sobre como ejecutar la retirada. Me deslizo más hacia abajo del sofá y espero. Luego me muevo al sillón y espero. Luego me quedo en la cocina y espero.
Finalmente, le lanzo un beso a Emma y puedo retirarme a mi oficina. Una vez que la puerta se cierra, respiro hondo. A penas son las nueve y media y estoy exhausto, mental y emocionalmente. Y ni siquiera he abordado lo primero en mi lista de tareas pendientes.
Giro el cuello lentamente, examinando el contenido de mi oficina improvisada. Tengo lo que necesito. Portátil. Discos duros. Tabletas conectadas a Hamilton Enterprises, calendarios, aplicaciones de conferencias. Una luz ambiental adicional para cuando las reuniones virtuales necesitan ser mas profesionales. Y luego, a lo largo de la pared del fondo, una serie de acuarios de cristal. Lleno de diferentes criaturas que cuido. La más notable fue la inspiración para el caracol de peluche que había seleccionado para Emma: mi propia mascota caracol gigante.
Fernando es un caracol de fuego de Malasia, un molusco de color n***o intenso y rojo fuego fascinante de contemplar. Le había construido una enorme casa con musgo y troncos cuidadosamente seleccionados por todas partes. Su casa se mantiene a un 70% de humedad, al igual que su hábitat natural. Fernando ha estado conmigo desde una visita a Malasia hace un año y medio. Había sido propenso a coleccionar mascotas raras cuando era más joven, para disgusto de mis hermanos, pero ahora tengo los medios para mantenerlos. Los otros acuarios tienen caracoles comunes y corrientes, algunas babosas leopardo. Estoy comprobando el estado de mis mascotas cuando mi teléfono celular vibra contra mi escritorio.
La pantalla dice Kentucky. Frunzo el ceño. ¿Me está llamando el verdadero estado de Kentucky? Eso no tiene sentido. Pero si conozco a alguien que se encuentra bajo custodia policial en el estado de Kentucky. Suspiro. Tiene que ser Ivan. Deslizo la pantalla para contestar.
–¿Hola? –
–¿Weston? ¿Eres tú? – su voz suena áspera. A mil millas de distancia.
–¿Ivan? ¿Qué pasa? ¿Cómo estás? –
–Oh, he estado mejor– Hay una conmoción detrás de él, el sonido de metal al golpearse.
- ¿Todo bien por ahí? –
Abro la boca para responder, pero no estoy seguro de por donde empezar. –Si, yo… estoy haciendo que funcione con Emma. Es un poco… asustadiza, supongo. Para ser honesto, tengo algunas preguntas–
–No estoy muy seguro de poder ayudarte- dice Ivan. –No he sido una gran parte de su vida. Solo he estado tratando de que funcione como puedo. ¿sabes? –
No sabía. Ni siquiera un poco. –¿Con quién se estaba quedando? –
–Mi mamá, a veces– Ivan se aclara la garganta.
–Cuando Lorena estaba en el panorama, la llevaba y se quedaban en casas de amigos, pero cuando terminó en el refugio para personas sin hogar, fue entonces cuando involucré a mi mamá…–
La cabeza me da vueltas y el corazón se me rompe. ¿Qué había pasado con Emma? –¿Lorena? ¿Es ella…–
–La mamá de Emma. Ya no está. Tuvo una sobredosis hace un par de meses–
Parpadeo rápidamente, tratando de analizar esta información. Muchas preguntas cobran vida. ¿Emma había presenciado la sobredosis? ¿Cuánto tiempo llevaba Emma viviendo en un refugio para personas sin hogar? Todo lo que puedo deducir de la confusa mezcla es una necesidad desesperada de asegurarme de que Emma nunca vuelva a esa situación o algo similar. Ahora se queda conmigo, posiblemente para siempre. –¿Y qué hay de tu madre? ¿Por qué no obtuvo la custodia? –
–Mi madre…no está bien–
–Oh, ¿está…– No quiero que las drogas vuelvan a ser la respuesta.
-Ahora está en un asilo de ancianos– dice Ivan en voz baja. –Tiene algunos problemas médicos. Es una mierda. Realmente no quiero hablar de eso–
–Lo siento–
–Por eso sabía que serias el mejor hombre para manejar a esa niña– Ivan ni siquiera habla de ella como si fuera su hija. Como si fuera solo una persona que figura en el árbol genealógico. –No podía darle nada. y ahora mira donde estoy–
Al menos mi hermano tiene razón en eso. Un guardia vino y le exige que corte la llamada, así que nos despedimos rápidamente y colgamos. Me quedo mirando a Fernando durante lo que parece media hora, procesando e intentando dar sentido a lo que había oído. Su brillante cuerpo n***o es terapéutico, sus movimientos lentos su propio tipo de meditación.
Que Emma viniera a mi cuidado es una gran bendición. Para ella…y posiblemente para mi también.
Estoy perdido en mis pensamientos hasta que mi teléfono vuelve a sonar. Esta vez, no es de la prisión. Es Dominic. Considero no contestar, pero había estado llamando sin parar durante unos días. Había estado evitando a todos. Tal vez eso necesita terminar. Lo contesto. –¿Qué pasa? –
–Dios mío, ya era hora–
–He estado ocupado–
–Solo puedo imaginarte, ya que no me has contado nada sobre lo que está pasando allá. Todo lo que sabemos, tenemos que escucharlo de mamá-
–Ha sido de gran ayuda– suspiro pasándome una mano por la cara. Hay tantas cosas de las que ponerlo al día, pero no tengo la energía para hacerlo. –Te pondré al día en otro momento. Es que ha sido…intenso–
–Si. Claro. ¿Estás bien? –
Abro la boca para responder, pero me doy cuenta de que no estoy seguro de como responder.
–No estoy seguro. Me da vueltas la cabeza–
Dominic se queda callado por un momento. –Te extraño, hermano–
–Yo también te extraño–
–¿Tomaste una decisión? –
Siento un nudo en el estómago tan fuerte que pienso que puedo vomitar. No quiero tomar esta decisión. No formalmente, al menos. Es más fácil pensar en el ultimátum de Asher, imaginar un nuevo comienzo en Kentucky, que hacer algo al respecto.
Ha pasado un poco más de una semana desde que soltó la bomba. No hemos hablado desde entonces. –Asher quiere que me vaya– digo. –Le daré lo que quiere–
Dominic maldice en voz baja. –No. Weston. Eso no es lo que quiere. Ya sabes como es. Se está haciendo el duro–
–Ya no tengo fuerzas para seguir el juego– le digo. –Asher es un hombre adulto. No debería tener que doblegarme ante sus malditos caprichos a estas alturas de nuestras vidas. Me dijo que quiere comprarme nuestro negocio, y eso es lo que voy a hacer–
–Weston…–
–Realmente no me interesan más justificaciones por parte de Asher– digo. –Él puso esto en marcha, va a conseguir lo que quiere. Eso es lo mejor que puedo darle–
–Eso no es lo que quiero– dice Dominic. –Quiero que volvamos a estar juntos. Una familia. Como solían ser las cosas–
Me paso una mano por el pelo, mirando las pertenencias dispersas de mi casa en Tribecca que había recogido y me había traído cuando recibí la llamada sobre Emma.
La alfombra color crema recién instalada, el persistente aroma a pintura en la oficina. Esas son las trampas de mi vida ahora. Tribecca se siente como un recuerdo lejano.
Hamilton Enterprises se está debilitando de manera similar, ahora que he quedado relegado a un segundo plano en favor de una dulce pero traumatizada niña de dos años.
–¿Qué quieres? – pregunta Dominic.
Me aclaro la garganta, abriendo la puerta de mi oficina solo una rendija para ver si puedo oír o ver a Amelia y Emma. La voz cantarina de Amelia narra lo que esta haciendo. –Estamos abofeteando esta plastilina, se siente tan firme–
Una sonrisa se dibuja en mis labios brevemente. –Ya no sé lo que quiero, Dominic– digo finalmente.
–Todo lo que sé es que nada puede volver a ser como solía ser. La única opción que tenemos es crear algo nuevo–
¿Pero cómo demonios se crea algo nuevo?