Caleb es la elección correcta

3910 Words
AMELIA Este martes es importante. No solo marca casi una semana con Weston y Emma, no solo es el día en le que Weston decidirá si planea mantenerme en el trabajo, sino que también es el día de la primera visita de Emma con el psiquiatra infantil. Llego al apartamento de Weston media hora antes de lo normal, para que pueda llevarnos rápidamente en su auto. Me siento rígida y asombrada en el asiento del pasajero, tratando de evitar que mis ojos se desvíen hacia su poderosa figura en el asiento del conductor. El gran reloj asomando por debajo de la manga de su abrigo de invierno. Su mirada calculadora y estudiosa recorriendo el tráfico y el lúgubre día de Louisville. Su colonia poderosamente sutil, que provoca tanto como calma con sus matices almizclados y toques de cuero. Normalmente, a las ocho de la mañana, no estoy tan alerta y rígida. Pero Weston tiene ese efecto en mí. Dentro de su enorme apartamento, sus feromonas tienen la oportunidad de difundirse y dispersarse. Aquí, son ineludibles. –¿Quieres café? – se mete en la fila del autoservicio de una cafetería sin esperar mi respuesta. Lo miro boquiabierta. –Siempre quiero café– le digo, –Pero llegáremos tarde– –Lo planeé– Su sonrisa satisfecha es del tipo que veo en mis sueños. Desde el asiento trasero, Emma chilla y señala algo. Miro por la ventana para seguir su mirada. –¡Ahh, está nevando! – Weston sonríe levemente al ver los copos de nieve que golpean el parabrisas, luego vuelve a mirar a Emma –¿Verdad? Esta nevando– Emma emite un gruñido. –Diremos que eso significa nieve– ofrezco. Weston se incorpora con una risa y le echo otra mirada furtiva. Las cosas son casi…cordiales. No lo veo mucho durante el día, ahora que Emma se ha acostumbrado a que me la pasen por la mañana. Cada día con Emma me ayuda a aprender más sobre ella, como comunicarme con ella. Simplemente no estoy segura si Weston se da cuenta. Mantengo la conversación al mínimo y solo abro las puertas verbales cuando involucra a Emma Como puede ser cualquier situación típica distante ente empleador y empleado. Pero no somos típicos. Estoy desesperada por más de él, porque sé cuánto solía decir Weston. Que hombre fascinante es. Su rica voz de barítono combinada bien con su aguda inteligencia y sus inteligentes comentarios. No suelo desear que la gente abra la boca, pero podría escuchar a Weston por el resto de mi vida. –¿Qué quieres? – pregunta Weston distraídamente mientras nos acercamos sigilosamente a la ventanilla de pedidos. –¿No lo acuerdas? – bromeo, y luego me arrepiento de inmediato. Se supone que debes tratarlo como a un extraño>>. Su mirada se posa en mi como un látigo, haciéndose eco de mis pensamientos. El silencio recorre el coche. Aprieta el volante un par de veces. Luego dice: –Latte de avena– Reprimo una sonrisa y fuerzo la mirada hacia la ventana. –Si– He abierto una puerta y me siento forzada a atravesarla corriendo. ¿Quién sabe cuándo tendré otra oportunidad como esta? –¿Sigues bebiendo tus espresso terriblemente fuertes? – Lo miro justo a tiempo para ver su resignado asentimiento. –De hecho, lo estoy haciendo– –Algunas cosas nunca cambian– No responde a eso. Y tal vez es para bien. Porque la verdad detrás de esa frase es que nuestros pedidos de café no son lo único que no ha cambiado. Mi atracción por él no ha cambiado. Mi desesperación por estar cerca de él no ha cambiado. La incapacidad de mi mente para dejar de imaginar besarlo no ha cambiado. Hace nuestro pedido, añadiendo una bolsa de yogur para Emma y una rebanada de pan tostado con aguacate. Una vez que comienza a acercarse a la siguiente ventanilla, le pregunto. –¿Tienes hambre? – Una sonrisa se dibuja en sus labios, pero no sostiene mi mirada. sus ojos oscuros permanecen fijos en el coche delante de él. –¿Estás leyendo un libro británico por casualidad? – Abro la boca para responder, pero en lugar de eso me río. –¿Cómo lo supiste? – –Claramente solo mi telepatía– No se pierde ni un segundo, lo que me obliga a sonreír de nuevo hacia la ventanilla lateral. Así no es como hablan los desconocidos. Pero sin duda es como hablan dos examantes cuando se les obliga a subir juntos a un coche. Como si fuera una señal, un pequeño pájaro desciende de las ramas de un árbol y se posa en el borde de la ventanilla del autoservicio. “Eres tú. pajarito”. Casi puedo oírlo decirlo. Me giro hacia el para ver si ve a mi tocayo. Sus ojos también están fijos en el pájaro, pero no dice nada. Sin embargo, su mandíbula esta tensa. No lo llames Oso. No lo menciones simplemente ignora el pasado>>. Tengo tantas ganas de seguir tirando ese hilo, pero ya hemos llegado a la siguiente ventanilla y el barista le está entregando nuestro pedido. Para cuando tiene todo guardado de forma segura yo ya estoy bebiendo mi café con leche, la oportunidad de calidez y cordialidad se ha cerrado Weston enciende la radio. Y me retiro a mi propio mundo. Llegamos al hospital poco después, Weston cargando sin esfuerzo a Emma mientras nos dirigimos a las puertas principales. El aire caliente nos envuelve al entrar en la zona de recepción. Después de que Weston da el nombre de Emma, nos dirigen a una oficina en el segundo piso. Nos acercamos a la recepción del psiquiatra infantil, los únicos pacientes en la pequeña y cálida habitación. –Cita para Emma Keller– dice Weston bruscamente. La recepcionista levanta la vista. –¡Oh, Dios mío, ¡Amelia– los cálidos ojos marrones de una amiga de la universidad me encuentran desde detrás de la ventana corrediza de vidrio abierta! Rocío y yo habíamos sido buenas conocidas en mi último año de universidad, después de que Weston había desaparecido. Siempre nos encontrábamos en la misma cafetería y charlábamos sobre las clases mientras tomábamos café con leche. Ella ladea la cabeza, tan bonita como siempre con su uniforme de lavanda y sus pendientes de perlas. –¡Que placer encontrarte aquí! – –¡Rocío! No puedo creerlo. ¿Cómo estás? – –Estoy bien. Me encanta el nuevo trabajo– me dedica una sonrisa, girando su silla. –¿Qué hay de nuevo contigo? Se que no te he visto en un tiempo, pero aparentemente me perdí mucho– Arquea las cejas y desliza la mirada hacia Weston y Emma –¿Estás aquí para su cita? Que dulzura– Un rubor calienta mis mejillas. –No te has perdido mucho. Soy la niñera de Emma Solo estoy de paso hoy. Mi vida sigue siendo tan aburrida como siempre– La boca de Rocío forma una gran O y pasa algunas pantallas en su computadora, -Ya los registré. ¿Así que ahora eres niñera? – Weston se dirige a la primera fila de lujosos asientos en la sala de espera mientras Rocío y yo terminamos nuestra conversación. –Lo soy. Tiempo completo. Me encanta– –¿Qué paso con la maestría que te entusiasmaba tanto? – pregunta Rocío con inocencia. Me había oído hablar de ello, pero mis padre me habían convencido de renunciar para cuando recibí mi primera carta de aceptación. Sin su ayuda financiera, había tenido demasiado miedo para dar el paso. Y mi padre se había deshecho en elogios sobre los peligros de invertir tanto dinero en una carrera que finalmente se marchitaría y se convertiría en polvo. Una licenciatura es una cosa. Argumentaban. Eso es lo básico. Eso era lo esperado. Una maestría era frívola. Innecesaria. No para alguien como yo. –Decidí no hacerlo después de todo– digo con algo apretándose en lo profundo de mi pecho. Weston me había inspirado incluso a considerar solicitar ingreso a escuelas de posgrado. Probablemente está muy decepcionado de en quien me he convertido. Si le importa lo suficiente ahora como para estar decepcionado. –¿En serio? Que sorpresa. Estabas tan emocionada por obtener ese título y ayudar a más niños. Diablos, pensé que algún día podrías estar trabajando en un lugar como este– dice riendo. –Todavía estoy emocionada por ayudar a los niños– le digo. –Simplemente encontré una manera diferente de hacerlo– –Bueno, esa niña es afortunada, si estás en su vida– La cálida sonrisa de Rocío hace que su nariz se arrugue. Se gira al oír la voz de alguien y luego dice: –¡Oh! La enfermera esta lista para llevarlos adentro. Te veo al salir, ¿de acuerdo? – La saludo con la mano y me uno a Weston y Emma mientras una enfermera abre la puerta y nos da la bienvenida a los tres a un pasillo con una alfombra gruesa. Después de un dulce saludo, nos conduce a una habitación pequeña pero acogedora más adelante en el pasillo. Una vez que la puerta se cierra detrás de nosotros y nos acomodamos en los sillones, abre su computadora portátil. –Así que ustedes dos deben de ser el señor y la señora Keller– comienza escribiendo inmediatamente en la computadora. –No– espeta Weston, antes de que pueda siquiera pensar en abrir la boca. –Soy el tío y el tutor legal de Emma. Y Amelia es la niñera; simplemente está atendiendo para dar contexto y para mantenerse al día– –Entendido– continúa, escribiendo furiosamente en la computadora. Dos momentos consecutivos en los que nos confunden como marido y mujer. Weston ha sido tan rápido en aclarar las cosas, tan mordaz, como si la mera idea de estar apegado a mi sea demasiado atroz de soportar. Puede que nunca sepa que pasó hace seis años, porque me había ignorado sin previo aviso. Si esto es lo que siente por mí, nunca podré preguntárselo. Odio lo mucho que todavía me carcome, como un parasito que consume a su huésped. La enfermera hace una serie de preguntas básicas, algunas de las cuales Weston no puede responder debido a su ilimitado tiempo con Emma. La psiquiatra es una mujer mayor con un rostro amable y enormes aretes. Emma se encoge en los brazos de Weston, pero la doctora no deja que eso la perturbe. –Hola, cariño– dice la doctora Welch, manteniendo una distancia respetuosa de Emma. Ella mueve sus pendientes cómicamente. –¿Ves lo loco que es esto? Es enorme, ¿verdad? – Emma solo parpadea en respuesta, y la doctora Welch le sonríe. –Bueno, vayamos al grano– dice con un tono jovial, sentándose en un sillón frente a nosotros tres. –¿Qué está pasando con la pequeña señorita Emma? – Weston le da un resumen básico de los eventos: situación de custodia de emergencia, señales preocupantes de atención inadecuada, como el cabello enmarañado con el que se presentó y estar ligeramente por debajo del peso normal, así como el miedo a los extraños y los golpes en la puerta. –Es muy dulce– dice Weston, acariciando el cabello de Emma mientras continúa. –Pero a veces parece que solo estamos dando vueltas. No sé de qué otra manera explicarlo– Cuando la doctora Welch asiente, hablo. –Emma ha estado exhibiendo algunos ciclos regresivos durante la última semana. Los he estado vigilando y rastreándolos cuando es apropiado. Pero, por ejemplo, cuanto más confianza gana conmigo, menos verbal se vuelve. Hay un tira y afloja ahí que todavía no entiendo del todo, pero es probable que esté relacionado con cualquier trauma que haya experimentado antes de estar bajo el cuidado de Weston– –Ah, buen ojo– Los ojos de la doctora Welch brillan mientras me mira. –Ya estas rastreando, que suele ser lo principal que sugiero en esta etapa. ¿Has notado otros signos de retraso en el desarrollo o síntomas de trauma? – Charlamos sobre el estilo de comunicación de Emma. Mientras tanto, Emma se hunde más profundamente en los brazos de Weston, y él le da un beso en la parte superior de la cabeza. Es una visión conmovedora, y lucho por mantenerme concentrada en la conversación y no en la ternura que se desarrolla a mi lado. Después de que la doctora Welch y yo completamos una inmersión profunda en mis experiencias con Emma durante la última semana, ella parece complacida. –Ojalá todos los cuidadores fueran tan astutos como tú, Amelia. Este tipo de detalles me facilita mucho el trabajo– Mis mejillas se sonrojan ante el cumplido. –Gracias doctora Welch. Eso significa mucho para mi– –Emma tiene suerte de tenerte– dice Weston, lo que solo hace que mis mejillas se enciendan aún más. No esperaba un cumplido como ese de él. Lo guardare con todas mis fuerzas. La doctora Welch comenta sus ideas para un plan de atención, junto con un tiempo de observación simple. Después de una última charla alentadora, la doctora Welch nos despide con una fecha para una cita de seguimiento y algo de material de lectura. Cada uno le damos la mano antes de salir. –Gracias– le dice Weston a Rocío mientras se dirige a la puerta Saludo con la mano a Rocío. –¡Fue tan bueno verte, Rocío!­– Abre la ventana y se asoma, sonriendo. —¡Nos vemos pronto! Las chicas solteras deben compadecerse tomando vino juntas– Me río, sin saber cómo corregir su comentario. Me había preguntado que había de nuevo, y ni siquiera había mencionado el hecho de que estoy comprometida porque, bueno. ¿Cómo podría? No es específicamente una noticia que quiera compartir. –Te contactaré– le prometo, justo antes de seguir a Weston al pasillo. Nuestros pasos resuenan silenciosamente en el suelo de baldosas. Se hace el silencio, ese nuevo vacío de extrañeza lleno de espacio entre nosotros. Weston mira fijamente las puertas del ascensor. Emma le da unas palmaditas en el cuello del abrigo de invierno. –¿Mientes a tus amigas con frecuencia? – pregunta Weston finalmente. Parpadeo, mirándolo. –No. ¿Por qué? – –Mentir por omisión sigue siendo mentir– dice Weston. El ascensor suena y las puertas se abren, vacías. Entramos, con el corazón latiéndome con fuerza. aunque no parece contento, este tema me emociona. Porque significa que le importa. O al menos algo parecido a que le importa. –No fue mentir por omisión– digo, de pie a su lado mientras pulso el botón de primer piso. –Estaba en medio de la sala de espera de un médico. No es exactamente el momento de hacer una revisión completa de la vida personal. –La frase “Estoy comprometida” no es precisamente un monologo– Las puertas se cierran, dejándonos sumidos en una profunda tensión. –Nos pondremos al día cuando nos reunamos para tomar vino– espeto, cruzando los brazos. Algo dentro de mí se ha agrietado un poco, como un cable eléctrico liberado de un poste de teléfono durante una tormenta. –Y para ser sincera, encuentro tus comentarios groseramente invasivos, dado el límite que creaste– Arquea una ceja severamente y se gira hacia mí. pero la diversión tambien brilla en sus ojos. –Un comentario sobre algo que presencie de primera mano no es invasivo. Y créeme, yo no lo habría dicho con cualquier extraño en la calle, y mucho menos con la mujer que cuida a mi sobrina– La mujer que cuida a mi sobrina. Siempre seré solo una mujer para él. Aprieto los dientes, frustrada por lo excitada y atrapada que me siento. Quiero dar un pisotón, pero no puedo dejar que sepa cuanto me afecta. –Bueno, no necesitas ser el policía de la claridad– El silencio nos azota, mis propias palabras y mi frustración resuenan en mi interior. La vergüenza comienza a sangrar desde lo más profundo de mi corazón, donde vive permanentemente. Pero en lugar de una diatriba siguiéndome, hablo como seguramente lo hubiera si esta conversación hubiera ocurrido con Abel o mis padres… Weston solo sigue conduciendo. La comisura de su boca se curva. –Anotado– El ascensor reduce la velocidad y las puertas se abren. Caminamos sin decir palabra hasta el coche, asumiendo nuestras posiciones anteriores, volviendo al apartamento en un burbuja tensa y cargada. Lo único que rompe el estancamiento es Emma: sus arrullos, gritos e incluso una risita cuando un copo de nieve cae en la punta de su nariz. De vuelta en el apartamento, Weston se escabulle a su propio mundo, y yo me absuelvo en el mío. La hora del almuerzo de Emma se convierte en la hora de la siesta; el juego sensorial de la tarde se convierte en la hora de limpiar. Weston había entrado y salido de la cocina varias veces, y como no inició ninguna interacción, ni siquiera lo miro. Dan las cinco y entra en la sala después de haberse puesto pantalones deportivos y una camisa negra. –Gracias por tu trabajo de hoy– asiente en mi dirección, su silenciosa señal de que es hora de irme. Le despeino a Emma y me levanto de donde había estado tratando de interactuar con ella con plastilina. –Siempre es un placer– recorro la sala con la mirada en busca de algo que pueda haber olvidado recoger o guardar. –Hay algo para ti en la isla– grita distraídamente mientras levanta a Emma. Ayuda a facilitar el proceso de transición. Si no está en sus brazos, se asustará cuando abra la puerta. –No lo olvides– Me dirijo hacia la isla de la cocina, con la curiosidad creando dolorosos remolinos en mi interior. Con la gran decisión que debe tomar mañana. Si Weston planea continuar conmigo como niñera de Emma, temo que esto de alguna manera transmita su decisión. Después de lo que paso hoy después de la cita de Emma, no tengo ni idea de cómo evaluar sus sentimientos. Había dicho que Emma tenía suerte de tenerme y esencialmente me acusó de mentirles a mis amigos, así que, ¿Quién sabe? Solo Weston. Y seguro como el domingo que nunca se lo preguntaré. Unos cuantos trozos de papel están en la isla de la cocina. Los recojo y tomo mi bolso de la silla, mis ojos recorriendo las palabras sin entender realmente lo que estoy viendo. Universidad del Norte de Kentucky: Maestría en trabajo social. Universidad de Vanderbilt: Maestría en Educación en Estudios infantiles. Cada página resalta un programa diferente en una escuela diferente. Cuando levanto la vista. Weston y Emma se han ido. Reprimo una oleada de emoción y me pongo el abrigo, luego meto las páginas en mi bolso. Salgo apresuradamente del apartamento de Weston, con la mente dando vueltas. Weston si prestó atención después de todo. Tal vez incluso le importa. Desde el apartamento de Weston, voy directamente a la sede de Las niñeras de Aurora. Necesito completar algunos trámites antes de la cita de Doris con Weston mañana. Pero una vez que me estaciono frente al edificio de la agencia de niñeras, saco las hojas impresas de mi bolso. Weston las había impreso para mí. Porque todavía piensa que debo seguir con esto. Fácilmente podría no haber dedicado una parte de su jornada laboral a investigar esto. Incluso si todo lo que hizo fue hacer clic e imprimir, significa algo para mí. Después de todo lo que no había recibido de el en los últimos seis años, se sintió como un cálido abrazo. Un extraño no habría hecho esto. Ni siquiera mi propio prometido lo habría hecho. Pero Weston… Respiro hondo y me dirijo al interior del edificio, mis botas rozando en cemento húmedo por la nieve recién caída. Al entrar en la zona de recepción vacía, oigo las risas y una voz que conozco demasiado bien. –Doris, eres muy amable. De verdad que lo eres– Un momento después, mi madre dobla la esquina del pasillo, con su característico moño de pelo moviéndose, Doris pisándole los talones. Me detengo medio paso, demasiado estupefacta para hacer mucho más que quedarme boquiabierta. –¡Oh, Amelia! – mi madre aplaude, con su sonrisa lista para el escenario que se extiende de oreja a oreja. Frunzo el ceño, pero las palabras no salen. –Tu encantadora madre pasó a buscarte– ofrece Doris. –Y aquí estas. Te dije que tenía el presentimiento de que volvería pronto. Es la única que entrega su papeleo temprano– Mi madre me toma la mano, rezumando algo tan dulce y empalagoso que apenas puedo soportarlo. Sus pulseras tintinean al alcanzarme. –¿Podría convencerte de que te saltes el papeleo solo una vez, querida? – Parpadeo rápidamente, encontrando finalmente la voz. –Eh… ¿Qué? ¿Por qué? – –He pedido cita para nosotras y no quiero que lleguemos tarde– Trago saliva con dificultad. –¿Una cita? – Después de la cita de esta mañana para Emma, solo puedo pensar en sorpresas relacionadas con la psiquiatría. Pero no. mi madre nunca me llevaría a un psiquiatra. Esto solo puede estar relacionado con la boda. Tal vez se trata de una lobotomía sorpresa para que finalmente me emocione casarme con Caleb. –No quiero revelar demasiado. Acabo de planear una noche especial para nosotras, solo nosotras dos– Sus ojos brillan como los de una madre cuando su hija menstrua por primera vez o se casa por primera vez. Lo que no deja lugar a la confusión– -Que dulce, mamá– Me recojo un poco el cabello detrás de la oreja, mirando entre ella y Doris. A Doris le digo: –No tengo mucho papeleo que hacer. Me he estado poniendo al día– –Está perfectamente bien– dice Doris con una sonrisa cómplice. –Vayan a disfrutar de su noche de chicas. Nos vemos luego, Amelia– Doris me aprieta el codo antes de regresar a su oficina dejando a mi madre sonriéndome como si fuera a estallar. –Lo prometo, vale la pena irse temprano– mi madre me guía del brazo hacia la puerta principal. –Y donde vamos hay refrigerios y tablas de embutidos. Me aseguraré de ello– –¿Y adónde vamos? – pregunto. Mi madre me dirige una sonrisa cómplice. –A Rosinia– se refiere a la boutique de novias Novias Rosinia, la tienda de vestidos de novia de diseñador más famosa de la ciudad, solo con cita previa. La búsqueda de vestidos de novia ha comenzado oficialmente. Estoy programada para casarme con un hombre perfectamente decente que me ha regalado un hermoso anillo de diamantes…pero todo en lo que puedo pensar es en el hombre que me dió cuatro hojas de papel. El hombre que me había abandonado seis años atrás. Necesitas empezar a actuar racionalmente, Amelia. Weston Hamilton no es más que un cliente y una boca afilada. Caleb es tu futuro y la elección correcta>>. Pero una pregunta persiste inquieta en mi cabeza mientras salgo de nuevo al frío aire de la tarde con mi madre del brazo. Si Caleb es la elección correcta, ¿Por qué me cuesta tanto convencerme de ello?
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