WESTON
–¡Dios mío! ¿Otra vez? – Recojo la cuchara que Emma había tirado, no, arrojó violentamente, al suelo por tercera vez.
La sostengo entre nosotros, arqueando una ceja severamente. –No quiero seguir recogiendo esto, señorita–
Me lanza una trompeta y se abalanza sobre la cuchara lo mejor que puede mientras está sujeta en la silla alta. Sus ojos se iluminan cuando vuelve la cuchara en su taza de yogurt, que ni siquiera está comiendo, solo se extiende sobre la bandeja de la silla.
Pero eso parece divertirla, y a las ocho de la mañana, no quiero discutir. Además, está demasiado linda con su pijama rosa y amarillo, con sus pies de bebe asomando por la parte de abajo. Puede extender yogurt si quiere, especialmente si eso significa que en algún momento estará comiendo. No me gusta el aspecto desnutrido de nadie, y menos aún de un niño pequeño.
Suspiro y me hundo en la silla junto a ella, mirando mi reloj por enésima vez desde que Emma se había despertado a las siete. Habíamos tenido una mañana tranquila juntos, una de las primeras mañanas tranquilas desde que se quedó bajo mi cuidado. No estoy particularmente ansioso por entregarla y comenzar mi jornada laboral. No, estoy temiendo la llegada de la nueva niñera.
Amelia Morton.
Me masajeo los lados de la mandíbula que me duelen por todo el estrés que he estado apretando últimamente. Si no es una cosa, es otra. Si no es una niña pequeña sorpresa al que cuidar, es una antigua novia siendo la mejor niñera de la agencia.
Apenas tengo espacio mental para discutirlo. Seis años después de que me dijera que dejara de contactarla, estoy seguro de que puedo tratarla sin duda como ella quiere ser tratada. Ella residirá firmemente en la categoría de relación distante y profesional. Esto será fácil, ya que pasará sus días con Emma no conmigo. No hay nada de qué preocuparse. Nada excepto esta lámpara de terror en mis entrañas.
Ayudo a Emma a llevarse una cucharada de yogurt a la boca, que es un ¡éxito!, y luego la dejo jugar un rato más antes de sacarla de la silla y llevarla a su habitación. Es hora de vestirse. Elijo un vestido blanco de manga larga con pantalones negros elásticos. Todavía no sé qué debo hacer con su cabello rubio, así que lo dejo suelto y salvaje. Luego la llevo a mi habitación, donde juega en mi cama mientras yo elijo mi propio atuendo. Estaré escondido en mi oficina mientras Amelia está aquí, pero eso no significa que no debería reforzar la distancia y la relación profesional de cualquier manera posible.
Empiezo con Armani; pantalones negros planchados con calcetines gris pizarra. Zapatos de piel de cocodrilo. Camisa abotonada color hueso. Normalmente no me arreglo tanto para un día de trabajo desde la oficina de mi casa, pero con Amelia zumbando en mi periferia, necesito recordarme a mí mismo que ella no es una opción.
Ese cabello largo, sedoso y oscuro y la falda de cintura ceñida de ayer tiraron de mis sentidos de una manera que no me hace feliz. Ha madurado en nuestros seis años separados. Llevaba una seriedad consigo ahora que no había experimentado en nuestra primera vez. Odio poder seguir mirándola y desearla. Ella y yo ya habíamos fallado una vez. En algún lugar a lo largo del camino, no había estado a la altura. Había flanqueado. Me había dicho que nunca volviera a contactarla, y no hubo otra opción. No importa que la mera visión hubiera hecho que mis entrañas se encogieran de arrepentimiento y anhelo.
No tengo tiempo para esas emociones. De todos modos, nunca actuaria en consecuencia. Las segundas oportunidades son solo otra oportunidad para fracasar. Es así de simple,
Camino por la sala, subiéndome las mangas de la camisa una vez, luego dos veces, Emma se dirige a su rincón de juegos y comienza a lanzar bloques Duplo alegremente. Me mira y grita algo ininteligible.
–¿Qué fue eso? ¿Te gusta mi atuendo? Gracias Emma. Me gusta el tuyo– No sonreímos justo cuando llaman a la puerta.
–Hey, probablemente sea tu nueva niñera– le digo, levantando el dedo índice. –Vamos a ver, ¿de acuerdo? – Su mirada curiosa sigue la mía, pero a medida que me acerco a la puerta empieza a gemir. Mucho. El miedo le inunda el rostro y me detengo a medio paso. Siento un vuelco en el estómago, y mi modo protector se activa.
–Está bien, Emma. Solo hay alguien en la puerta– La levanto en mis brazos y le froto la espalda por un momento; la puerta puede esperar. En ese momento, yo soy la única persona en su vida en la que confía. La conexión entre nosotros había sido casi inmediata. Es extraño dado a lo indecisa que estaba con todos los demás. Pero mi madre señaló que probablemente tenía algo que ver con lo parecidos que nos vemos Ivan yo. Probablemente le recuerdo a su papá.
–¿Podemos intentarlo ahora? – murmuro en voz baja. Emma no se relaja mucho, no me deja llevarla hasta la puerta. Cuando alcanzo la manija de la puerta, se aferra a mi brazo como si estuviera listo para lanzarla al espacio exterior.
–Está bien, cariño– murmuro en su oído mientras abro la puerta. Dos caras sonrientes me saludan. Doris y Amelia.
Mi estómago se desploma hasta el centro de la Tierra cuando mi mirada recorre la belleza pelinegra en mi puerta. Ni siquiera puedo decir que aspecto tiene Doris, que lleva puesto. Solo soy capaz de absorber los molestos detalles perfectos de Amelia. Lleva jeans ajustados con un suéter azul que combina a la perfección con sus ojos. Lleva el pelo rizado en suaves ondas y recogido en una cola alta.
–Buenos días– intento sonar alegre por el bien de Emma. –Por favor, pasen– No puedo hacerme el duro hombre de negocios frente a ella, o perdería el pequeño progreso que hemos logrado.
En el fondo, sé que tengo que ser duro como el acero cerca de Amelia, porque esos suaves ojos azules ya habían destrozado mi vida una vez.
–Buenos días, señor Hamilton– Doris inspecciona el apartamento con ojos brillantes, sus tacones resonando sobre el suelo de madera. Amelia repite un saludo. –¿Qué lugar tan encantador tienes? –
-Gracias– dejo que la puerta se cierre. El agarre de Emma se ha aflojado un poco, pero observa a las recién llegadas con recelo. –No puedo atribuirme mucho mérito. Solo le dije al agente inmobiliario lo que quería-
–Bueno, tienes un excelente gusto– Doris me dedica una sonrisa radiante. Amelia saluda a Emma con la mano mientras hablamos, usando mi cuerpo para jugar al Peek-a-boo con ella. Emma no responde mucho, aunque observa atentamente. –No planeo quedarme mucho tiempo. Solo repasaré un plan de cuidados formalizado contigo mientras Amelia y Emma se aclimatan. Luego me iré–
Amelia se acerca a mí, dejando de jugar al peek-a-boo. –Hola, Emma–
Emma se aparta, pero no aparta la mirada Amelia ni un segundo.
–Holaaa, Emma– Amelia hace una mueca graciosa, inclinándose más cera. Emma se ríe y se aparta. Amelia está tan cerca que capto los matices ambarinos de su perfume, lo que hace que algo en lo más profundo de mi pecho se desprenda y se aleje flotando.
Me había olvidado de esa aroma. La sensualidad que impregna, la libertad que habíamos sentido juntos envueltos en esas notas ambarinas de flor de azahar. Ese aroma que me había acompañado la vez que le puse el apodo de pajarita. Habíamos estado teniendo una cita en el zoológico, contemplando cuidadosamente un oso de aspecto muy solitario, cuando un pájaro se posó en su cabeza y pareció darle un beso. Por supuesto que lo habíamos convertido en una metáfora de nuestras vidas. Me aclaro la garganta.
–Empecemos con un recorrido rápido– Cualquier cosa más de Amelia. Les señalo la cocina, el refrigerador lleno de comida para niños, la sala principal y el área de juegos con todos los accesorios. Les muestro el pasillo trasero, les señalo la puerta de mi dormitorio y luego los llevo al paraíso de princesas que mi madre y yo habíamos preparado sobre la marcha para Emma. Todo es suave, en tonos pastel, adornado con arcoíris, unicornios y animales adorablemente extraños. Mientras estamos allí, les dejo echar un vistazo a los dos dormitorios adicionales y mi oficina. Una vez que volvemos a la sala principal, les muestro el baño adicional cerca de la sala, detrás de la chimenea, que conduce al lavadero.
–Me encanta el plano abierto– dice Amelia una vez que nos reunimos de nuevo en la sala principal. Intento reaccionar de alguna manera a su cumplido, pero todo lo que puedo hacer es una mueca.
–Señor Hamilton, tal vez usted y yo podríamos repasar el procedimiento de ahora en adelante mientras Amelia y Emma comienzan a interactuar–
–Intentare dejarla aquí- digo, señalando el área de juegos en la sala principal.
Llevo a Emma a la alfombra gris de piel sintética que había elegido para el área de juegos. Sus juguetes todavía están esparcidos por ahí desde esta mañana. Ella levanta las piernas mientras intento ponerla en el suelo.
Cada vez que la bajo, levanta las piernas más. Me río después del cuarto intento. –¿No quieres bajar, ¿verdad? – la llevo hasta los largos y modernos sofás en forma de U, mirando hacia las ventanas del suelo al techo. –Sentémonos aquí; veremos si se anima–
Dudo que se anime con Amelia hoy. Tal vez ni siquiera mañana. Conoce a mi madre desde hace una semana y todavía no le gusta del todo.
Doris se sienta en el sillón que esta frente a mí. acomodo a Emma en mi regazo mientras Amelia se deja caer uno más abajo en el sofá. No me gusta el hecho de que ella y yo compartamos un sofá en este punto de mi vida, pero me recuerdo a mí mismo que todo esto es temporal. Una vez que nos acostumbramos, no vere mucho a Amelia.
Doris saca una carpeta de su bolso y hojea los papeles. –Todas las colocaciones son condicionales, a la espera de la aprobación tot 👀al del cliente. Así que esto te permite tener una idea real de como interactúan Amelia y Emma entre si antes de dar la luz verde a una colocación permanente–
Asiento, observando como la mirada de Emma se desvía hacia Amelia, que había agarrado la almohada blanda de dibujos animados con la forma de caracol más adorable que jamás había visto. No estoy seguro de si esto es lo adecuado para niños de su edad, pero al final ambos disfrutamos de todo, así que mi opinión influye, ¿verdad? Amelia hace movimientos exagerados con el caracol para que bese a Emma en la nariz, en la mejilla, en la cabeza.
Doris repasa algunos de los protocolos para las próximas semanas. Escucho a medias la mayor parte del tiempo, intentando en cambio idear posibles rutinas que minimicen el contacto necesario entre Amelia y yo. ¿Y si le pago extra para que no combine suéteres con sus ojos? Eso parece practico, dadas las horas que había pasado perdido en esa mirada.
Una ráfaga de aire fresco alrededor de mi regazo me alerta de que Emma se ha liberado de mí agarre. Se acerca a Amelia con cuidado, quien le hace señas para que se dirija al área de juegos. Doris les sonríe cálidamente.
–Es tan buena conquistándolos– murmura Doris.
Bueno, a mí no me conquistara. Eso es seguro.
Amelia y Emma continúan jugando cerca de todos los juguetes. Emma me mira de vez en cuando, para asegurarse de que todavía estoy aquí. Una vez que Doris y yo finalizamos el plan de cuidado y ambos firmamos los acuerdos mutuos, se retira rápidamente, saludando alegremente a Amelia y Emma antes de dirigirse a la puerta.
–Nos pondremos en contacto en un par de semanas– dice Doris con una sonrisa tranquilizadora. –Creo que estarás contento, pero si surge algo, ya sabes dónde encontrarme.
-Agradezco la atención. Las niñeras de Aurora es la numero uno por una razón– La número uno en atención a clientes VIP, al menos. No la numero uno en mantener a las antiguas parejas de los clientes fuera de sus vidas. No compartiré eso con Yelp. Cierro la puerta suavemente detrás de ella, deteniéndome mientras asimilo los sonidos de mi apartamento. El suave arrullo de Amelia, los adorables gruñidos de Emma mientras interactúa con Amelia. Me giro para encontrar a Amelia sentada con las piernas cruzadas sobre la alfombra, señalando entre animales de peluche, uno de los cuales incluye al increíblemente adorable caracol. Emma agarra el muñeco de peluche y lo sostiene contra su pecho. Amelia aplaude alegremente mientras Emma sonríe. Lo que sea que este haciendo, está funcionando.
Camino hacia ellas, hundiendo las manos en los bolsillos. –¿Qué prefieres que haga: no molestarte o quedarme un poco más? –
Amelia ladea la cabeza para mirarme a la cara. Los ojos azules a juego con su suéter son un golpe en el estómago para el que no puede prepararme del todo, incluso cuando sabía que venía. –Quizás sea mejor que te quedes por aquí, para que pueda tenerte en su línea de visión. Cuando te acercaste a la puerta con Doris, empezó a ponerse un poco ansiosa–
Asiento, apartando la mirada de ella bruscamente, buscando más en lo que concentrarme. Cualquier otra cosa. –Genial. Sacare mi portátil y trabajare un poco hasta la hora del almuerzo. Normalmente se duerme alrededor de la una y duerme la siesta durante aproximadamente una hora. Luego podemos intentar que la traigas de la siesta, y yo me quedare en mi oficina–
Ella asiente, con un hoyuelo brillando mientras sonríe. –Suena como un buen plan–
Una vez más, pienso que debería reaccionar de alguna manera a la interacción, pero no puedo forzar más allá de una mueca. Lo que odio tanto como el hecho de que Amelia me hubiera ignorado y que ahora ella está solo en sus veinticinco años y puede hacerme sentir como un tonto torpe y enamorado.
Tengo treinta y dos años, maldita sea. He figurado en la lista de los menores de cuarenta más ricos de Forbes. Se supone que soy un poderoso director financiero.
En cambio, todavía estoy lamiéndome las heridas del verdadero amor que no es mientras también me enfrento a un imperio de ruinas y a una familia destrozada.
No soy nada si no un perfeccionista. Y ahora mismo, me siento un fracaso desde todos los ángulos. Busca la palabra en el diccionario y veras un retrato dorado de mi maltita cara ahí mismo.
Me dirijo a mi oficina, tomo mi portátil y me acomodo en el enorme sillón cerca de la pared de ventanas de la gran sala. Me encanta la luz natural. El pent-house que comparto, bueno solía compartir con mis hermanos en Wall Street es prácticamente un arboreto en el último piso. La luz me trae claridad, incluso la variedad de gris azulado del invierno que cubre el centro de Louisville. Incluso cuando me siento un fracaso, la luz natural me recuerda que hay un futuro al que aspirar, al que esperar.
Abro mi portátil, obligando a mi mirada a permanecer fija en la pantalla. Pero concentrarme en la pantalla solo me recuerda los otros fracasos de mi vida. Hamilton Enterprises está en la mira de la comisión por lo que sospechan que es un fraude financiero, basado en un algoritmo que mi hermano genio, Dominic había inventado, que de alguna manera desviaba las ganancias y las distribuía entre las personas más necesitadas y las organizaciones que hacían el mayor bien en el mundo. Todavía no sabemos cómo se habían enterado, dado que nuestros clientes estaban obteniendo más ganancias en promedio que cualquier otra empresa de gestión de patrimonios. Sin embargo, de alguna manera, habíamos fallado. Yo falle al evitar este resultado devastador. ¿y en cima? Asher quiere que me salga del negocio familiar porque todavía se siente tan traicionado que le haya ocultado un secreto desde que tenía dieciocho años.
Un futuro sin mis hermanos a mi lado, en la vida y en los negocios, es lo último que hubiera imaginado. No había crecido con Asher y Dominic toda mi vida, pero una vez que entraron en mi mundo a los nueve años a través del sistema de acogida, se convirtieron en mis hermanos, incluso antes de que mis padres pasaran el proceso de adopción legal tres años después. Habría destrozado el mundo por ellos si me lo hubiera pedido. Había vivido mi vida al servicio de su misión, para apoyar a los menos afortunados y actuar como la marea en asenso para el resto de los barcos que lo necesitaban.
Sin embargo, Asher quiere echarme a la calle por la decisión que tome a los dieciocho años. Cuando descubrí accidentalmente que nuestro padre había estado teniendo una aventura, me guardé la información para mí mismo, porque mi padre me lo había pedido. No quería causar problemas. Ni siquiera sabía lo devastador que sería el romance para la familia. Así que lo mantuve como mi pequeño sucio secreto, hasta que salió disparado por la bóveda en la forma en que el padre de Emma apareció en nuestras vidas hace tres meses. Ahora que todo se derrumba a mi alrededor, queda una pregunta.
¿A que rayo de esperanza inspirado por la luz natural me voy a aferrar? ¿Cómo es?
No tengo ni idea. Pero estando aquí en este apartamento, bañado por la luz del día en Louisville, mi ex jugando felizmente con una sobrina a la que apenas conozco, parece que necesito olvidarme de cualquier plan que pudiera haber tenido para mí. Tal vez necesito empezar de cero. Empezar algo completamente nuevo. Sin mis hermanos. Sin nadie. Seremos solo Emma y yo contra el mundo.
Respiro hondo, moviendo la mandíbula de un lado a otro mientras juego con la idea. Tal vez es hora de decirles a la mierda a Asher y Hamilton Enterprises por completo.
Existe un estado pensativo de improductividad, mirando fijamente a varias pestañas de mi navegador y actualizando compulsivamente los correos electrónicos hasta que Amelia comienza a preparar el almuerzo para Emma. Después de que Emma pasara un rato gritando y lanzando macarrones, Amelia lleva a Emma al dormitorio. Todo está en silencio por un rato. Cuando Amelia sale, se ve fresca y despreocupada. Se acerca a la sala, apoyándose en el respaldo del otro sillón. –¿Quieres algo para almorzar? –
Levanto la mirada hacia la suya. –No gracias. No soy de los que necesita una niñera–
Baja la mirada y asiente. –Solo quería ser útil mientras estoy aquí–
–Serás de mucha ayuda si ten concentras en Emma– Me aclaro la garganta y cierro la computadora portátil. Me dirijo a la cocina para poder preparar un sándwich y una ensalada de proteínas preparada, parte del servicio de entrega diría que había organizado antes de mi llegada. Pensé que lo necesitaría para reducir el tiempo en la cocina ahora que soy tío de Emma a tiempo completo, pero tengo en beneficio no deseado de evitar que use la cocina mientras Amelia tambien ocupa mi espacio.
–Es una niña dulce– dice Amelia, acercándose a la isla de la cocina mientras abro el refrigerador. –He notado que no habla mucho. Se comunica a su manera, pero parece tener dificultades con las palabras–
–Es cierto– Me giro para mirarla, dándome cuenta de que no estoy seguro de cuando los niños empiezan a hablar. -Es apropiado para el desarrollo, ¿verdad? –
Amelia inclina la cabeza de un lado a otro. –Podría serlo. Para los dos años y medio, esperaría al menos unas pocas palabras a estas alturas. Si yo fuera tú, podría ver un especialista. Solo para comprobar las cosas. Sabre más a medida que pase más tiempo con ella–
Gruño, añadiendo eso a mí lista interna de tareas pendientes. Tendré la cita concertada para el final del día. –Anotado–
Apilo el sándwich envuelto y la ensaladera en la encimera cerca del refrigerador y dejo que la puerta se cierre. Amelia pasa las palmas de las manos por la parte superior de la encimera gris pizarra de la isla. –¿Cuánto tiempo llevan tu y Emma viviendo aquí? – señala alguna de las cajas que había escondido cerca del pasillo principal.
–No mucho–
–No me había dado cuenta de que habías vuelto a Louisville. Me sorprende no haberme enterado ya–
Esa mueca vuelve a aparecer. –Bueno, sorpresa. Aquí estoy–
Ofrece una pequeña sonrisa. –Es bueno tenerte de vuelta–
–No creo que lo digas en serio– Tomo mi portátil y apilo la comida encima. –De hecho, no creo que mucho de lo que dice nadie de tu familia. Aprendí la lección hace mucho tiempo–
Su rostro se ensombrece y se mira las manos, tocándose la cutícula. –Lo digo en serio. Y espero que no pienses que lo que paso entre tu y mi tío alguna vez afectara mi rendimiento laboral. Eso no tiene nada que ver–
–No tiene nada que ver. De hecho, es la definición de estar relacionado– dejo mis cosas, repentinamente desesperado por aclarar las cosas. Establecer las vías del tren, para que ninguno de los dos se desvié del plan. –La única razón por la que conseguiste el trabajo aquí es porque te conozco personalmente. Aunque tenemos un historial menos que estelar, creo que eres buena en este tipo de trabajo y que nunca le harías daño a una niña. Al final del día, eso es todo lo que busco. A alguien que no sea una depredadora secreta y que pueda manejar los desafíos que pueden presentarse. El tiempo dirá si te mantengo. Mas allá de eso, prefiero actuar como si tú y yo fuéramos desconocidos-
Endereza la espalda y asiente con fiereza, con la mirada aun fija en sus manos. –Entendido–
Tomo mi portátil y la comida de nuevo y salgo de la cocina hacia mi oficina.
Esos límites me acercaron un paso más a la coexistencia pacífica con la mujer con la que pensé que me casaría. Entonces, ¿Por qué se siente como dos pasos atrás?