Capítulo 2

1558 Words
—¡Felicidades Liam! —Estoy muy orgullosa de ti hijo, que te hayan nombrado director de Ciencias Literarias apenas a poco más de dos años de haberte graduado, es un gran logro, has escalado diez peldaños en muy poco tiempo. —Gracias mamá, aunque no creo que mi papá esté muy feliz de que haya aceptado el cargo en una universidad pública. —Tu padre se va a sentir igual de orgulloso que yo, lo único que lamento es que te quedarás en California por mucho más tiempo, yo esperaba que pronto tomaras un cargo más cerca de nosotros. —Por favor no le digas nada todavía, quiero ser yo quien le dé la noticia, esta misma noche voy a llamarlo para decirle que no iré a dar clases a Harvard, quiero tomar experiencia por mi cuenta y crecer más en mi carrera antes de aspirar a seguir sus pasos. —No te preocupes, no le diré nada y cambiando de tema, ¿Hay alguna novia de la cuál deba preocuparme? —Mamá, sabes que no pretendo formalizar ninguna relación, no te niego que he salido con algunas chicas, pero nada formal, no está en mis planes enamorarme, primero quiero cumplir todas mis metas profesionales. —Eso me tranquiliza, aunque me muero de ganas por tener un nieto en mis brazos, todavía eres muy joven, espera al menos cuatro años más. —Mamá, sabes que no me gusta sentirme presionado respecto a eso. —Ya, ya, prometo no volver a tocar el tema.  Colgué la llamada con mi madre, ella y mi padre vivían en Massachusetts, mi padre era rector de la facultad de Ciencias Políticas en la prestigiosa Harvard y su sueño, era que también yo fuera catedrático de esa universidad, de hecho, fue lo primero que dijo cuándo le hablé de mis planes de estudiar literatura y dedicarme a la docencia y fue un gran golpe cuando le dije que no pensaba usar sus influencias para ganarme un puesto. Cuando les hablé de mis planes de mudarme a California, no estuvieron muy de acuerdo, pero ya era mayor de edad e independiente desde hacía años y no podían hacer nada por evitar que yo siguiera con mis planes. Comencé como profesor y gracias a mi dedicación me habían propuesto el puesto de director para el instituto público, acepté de inmediato, para mí era muy importante escalar con mi propio esfuerzo, no quería por ningún motivo, llevar el nombre de mi padre a cuestas. —¿Todo bien querido? —La mujer que estaba detrás de mí y que había pasado la noche en mi cama había escuchado la conversación con mi madre. —¿Tenías mucho tiempo ahí? —Cuestioné, me hizo sentir incómodo que estuviera espiando mientras hablaba por teléfono. —Lo suficiente como para escuchar que no pretendes tener ninguna relación formal. —Siento mucho que hayas escuchado eso Elizabeth, pero nunca te prometí nada, ni te hablé de amor, lo que hay entre nosotros, es pura y meramente s****l —Apretó los labios y trató de fingir una sonrisa. —¿Estás terminando conmigo? —Preguntó mientras se desabotonaba mi camisa para dejarme ver su desnudez. —No puede terminar algo que nunca ha comenzado, me gustas mucho y la paso muy bien contigo en la cama, pero si estás esperando algo más de mi parte, no va a llegar, así que es tu decisión. —Liam, tú sabes que yo nunca te he exigido nada, no pretendo que me presentes a tus padres y mucho menos que me des un anillo, para mí, esto que tenemos es suficiente. —¿Estás segura? No quiero que más adelante, esto se convierta en un conflicto entre nosotros, porque, aunque no lo creas, tampoco quiero lastimarte. Como toda respuesta se acercó a mí y me besó en los labios dejando caer mi casa al piso, la abracé de la cintura y la cargué a horcajadas para llevarla de regreso a la cama. Elizabeth era mujer por demás sensual, alta, rubia con unos expresivos ojos del color de la miel y lo que más me gustaba de ella, era que sabía usar muy bien su boca. La dejé caer sobre la cama de una manera un tanto brusca, de inmediato me abrazó por la cintura con sus piernas para jalarme hacia ella, su lengua relamiéndose los labios mientras una de sus manos bajaba hasta sus pliegues para acariciar su clítoris con el dedo medio me prendió al instante. Me dejé caer sobre ella apoyando mis manos en la cama, me apeteció torturar sus pezones y alargar el juego un poco más, pero ella estaba impaciente por sentirme y comenzó a restregar su vulva con mi m*****o que ya se había puesto duro, por las ganas. —¡Dámelo ya! — Exigió tomando mi pene con su mano para colocarlo en su entrada. —Espera un poco — Me incorporé y saqué un preservativo del cajón de mi buró, no quería por ningún motivo cometer el error de penetrarla sin protección. Elizabeth era muy desinhibida, siempre pedía y tomaba lo que le apetecía, y eso me encantaba de ella. En cuanto tuve bien colocado el preservativo me empujó para que quedara tumbado de espaldas sobre la cama y se montó a horcajadas sobre mí dándome la espalda. Introdujo mi pene en su centro y comenzó a mover las caderas de una manera que me enloquecía, además de que tener su bien torneado trasero frente a mí rostro, era demasiado estimulante. Tomó lo que necesitaba para alcanzar su clímax arrastrándome con ella al éxtasis. Sin decir una palabra se puso de pie y se metió en la ducha. —¿Te vas? — Le pregunté al ver que salía ya vestida y colocándose los zapatos de tacón. —Sí, hoy quiero dormir en mi casa — Levanté las cejas y los hombros, sabía que estaba molesta por lo que había pasado tras la llamada de mi madre, pero yo no era el tipo de hombre que se deja manipular por un berrinche femenino. El sonido de la puerta azotarse cuando salió, me confirmó que no estaba equivocado, estaba furiosa, quizá pensó que después de un tiempo de tener sexo sin compromiso, la relación iba a dar para algo más, pero yo simplemente no estaba listo. Me quedé pensando que quizá había sido un tanto egoísta de mi parte y recordé el día en que nos conocimos, yo no soy para nada el tipo seductor y mujeriego que puedo parecer, mi carácter incluso, puede llegar a ser un tanto introvertido. No suelo hacer amistades fácilmente porque me centro más en una conversación interesante, que algo vano y superficial, odio el ruido de las discotecas y muy rara vez tomo alcohol. Había quedado de ver a Carlos, un compañero de la universidad en un bar, hacía tiempo que no nos veíamos porque cuando nos graduamos, él se mudó a Ohio y estaba de paso por California. El bar estaba casi desierto, eran casi las seis de la tarde y yo pedí un whisky mientras esperaba, pero después de casi media hora, Carlos me llamó del aeropuerto para avisarme que habían adelantado su vuelo. Terminé mi trago y estaba por salir cuando ella se acercó a mí. —¿Me invitas un trago guapo? — Preguntó con una sonrisa y debo confesar que me puso nervioso, no porque nunca hubiera estado con una mujer, sino porque no estaba acostumbrado a que las mujeres me abordaran de esa manera. —¡Claro! ¿Por qué no? — Le dije al cantinero que le sirviera lo que quisiera y pidió un Martini. —¿Me vas a dejar beber sola? — Levantó la copa para brindar conmigo. Me pedí otro Whisky y me tomó de la mano para llevarme a una mesa donde comenzamos a charlar, ella comenzó a hablar y yo trataba de escucharla, pero la farándula y los temas superficiales no eran mucho de mi agrado, así que comencé a aburrirme, a pesar de estar junto a una mujer tan hermosa, pero que parecía tener el cráneo hueco.  —Lo siento, estoy muy cansado — Me disculpé cuando sin querer bostecé, no podía decirle directamente que su conversación era de lo más aburrida. —¿Quieres ir a dormir? ¿Tan temprano? —Sí, creo que es hora de volver a casa. Mi afirmación la tomó como una invitación, se colgó de mi brazo y salimos juntos del bar, en ese momento entendí que lo que ella en realidad quería, era meterse en mi cama y suelo ser muy sensato, pero no soy un santo y no iba a desaprovechar la oportunidad de coger con una mujer tan hermosa, que se había puesto en mis brazos en charola de plata. Desde ese día comenzamos a vernos una vez a la semana, pero siempre, evité intimar con ella, más allá del sexo. Me levanté de la cama y caminé hasta la ventana, disfrutaba mucho la vista, a cierta hora del día la tonalidad de azul en el mar me traía un recuerdo muy especial, unos ojos azules, los más hermosos ojos azules que había visto en mi vida, los ojos de una pequeña niña que había visto solo una vez en la vida y que inexplicablemente, seguía recordando dos años después.
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