El mundo solía dar por sentado que estaba bien. En una posición como la suya, con tanto dinero y poder, ¿qué podría ir mal? Mucho, pero no era adecuado o inteligente mostrarlo. Las debilidades se trataban en secreto. No es que él se quejara, era algo que venía con el paquete. Lo había entendido muy joven. Ella asintió ante la breve frase, entendiendo que fuera reacio a confesiones, sin cuestionarlo. Una vez terminaron, Milo tomó su mano y la llevó a una habitación extraordinaria, con un jacuzzi espectacular que burbujeaba de manera deliciosa. La vista a las luces y los brillos de la noche de la ciudad daban un marco extraordinario; de hecho, el lugar parecía flotar en el espacio. —Es…—ella había quedado sin palabras y él la miró sonriente. —Déjame ayudarte, bonita. Esta noche quiero ate

